Siria: los errores de Putin y la paz-trampa de Obama

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¿Alguien sabe por qué un Vladimir Putin que había conseguido cierto apoyo de Occidente para conseguir una solución política a la crisis siria, que había declarado frases como “Asad debe irse” o “de momento mejor que se quede hasta que termine la transición”, comete el grave error de lanzar una intervención militar contra las fuerzas contrarias al Asad, echándolo todo a perder? Dos días antes, Barack Obama había tenido una reunión con el presidente ruso en la sede de la ONU. Del tranquilo tono de sus declaraciones se pueden deducir dos cosas: que la intervención rusa había sido pactada; o que Obama está encantado de mostrar a los críticos que le tachan de “blando” en el escenario sirio que una operación militar en Siria podría terminar en desastre, aplicando el dicho de “no interrumpas a tu  enemigo cuando está cometiendo un error”.

El atentado contra el avión ruso ─ejecutado por los mismos autores intelectuales del 11S─, es sólo uno de los resultados de la idea equivocada de Moscú de que el terrorismo yihadista se elimina a base de bombardeos. Putin, que sabe que dichas fuerzas son creadas por el Pentágono y los jeques del Golfo Pérsico, ¿está buscando un choque directo con sus patrocinadores? Debería saber que al “terror religioso” ─esa magnífica herramienta utilizada por las élites de una veintena de Estados para consolidar y expandir su poder─ le queda mucha vida.

En este “clusterfuck”, escenario político-militar, sólo faltaba que la Iglesia Ortodoxa Rusa llamase “guerra santa” a las operaciones militar del señor Putin contra los yihadistas. ¿Por qué Moscú pensó que Turquía y Arabia Saudí ─entre otros padrinos del terrorismo─ iban a renunciar a sus intereses en Siria, después de haber invertido ingente dinero y esfuerzo para provocar un “caos constructivo” sobre los muertos y las ruinas sirias?

El Kremlin deberá enfrentarse a las posibles consecuencias de sus acciones, como por ejemplo a:

Atentados contra sus intereses. Quienes hicieron estallar el avión en el Sinaí buscaban quizás un 11S para Rusia, que ha caído en la trampa: se ha ofrecido a los regímenes de Irak y de Afganistán a combatir a sus grupos terroristas.

El apoyo que hasta ahora recibía de los ciudadanos rusos se han convertido en oposición: sólo hay que ver la imagen en televisión de la decapitación de soldados rusos para ver las pancartas de “¡Devuélvenos a nuestros hijos!“

Haber regalado un gran pretexto a los NeoCon de EEUU para que sigan forzando a Obama a lanzar una agresión militar contra Siria, a pesar de no contar con la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU ni con la del Gobierno de Damasco.

Obama, que había apartado al general John Allen, jefe de la ficticia coalición internacional que supuestamente lucha contra el Estado Islámico, ha tenido que enviar equipamientos avanzados a los “terroristas moderados”. Éstos están compuestos por exmilitares sirios y por antiguos oficiales baasistas iraquíes que odian tanto a los Asad como a los islamistas. El pequeño despliegue de EEUU de unos 50 asesores sobre Suelo sirio no significa para el señor presidente de EEUU enviar tropas a territorio sirio. Un intrépido Obama prepara la ocupación de varios enclaves de Siria por sus tropas, con botas, zapatillas o sandalias, diseñando también la reocupación de Irak, que se le ha escapado del control: Bagdad afirma que no va a dar visados a los soldados estadounidenses.

Ganarse la peligrosa enemistad de Ankara y Riad, que ven cómo Asad ha cogido aire. Aunque los turcos y árabes se equivocan: lo más importante para Moscú entre sus 20 propósitos en Siria está fortalecer su propia posición en el escenario mundial. La cabeza de Assad sólo representa “un producto con precio a convenir”.

Animar a Francia ─que con una agresiva política exterior y su alianza con Israel[1] y Qatar pretende recuperar sus antiguas colonias─ a sumergirse en la guerra contra Siria. Paris ha desplegado su portaviones Charles de Gaulle hacia Siria. La aviación francesa ha bombardeado los pozos petrolíferos de Deir Ezzor, paralizando la economía del país. ¿Por qué no ataca los convoyes de los yihadistas que transportan el petróleo? El 10 de octubre, y siguiendo la táctica de la OTAN de destruir las infraestructuras de naciones “enemigas” (como hizo en Yugoslavia, Irak y Libia), EEUU descargó sus bombas sobre dos plantas de energía en Alepo, dejando sin luz a sus gentes, tan pobres que no han podido ni huir del terror.

La entrada militar de Rusia en Siria ni cambia ni perturba los planes del Occidente, Israel, Turquía, Arabia Saudi e Irán por aumentar su influencia en el país de los sirios. En Oriente Próximo la guerra no es la continuación de la política por otros medios sino una herramienta para forzar a los rivales a negociar.

¡Es una tregua, no una paz!

Todo indica que, coincidiendo con el derribo del avión ruso, Moscú y Teherán han acordado con Washington apartar a Bashar al Asad, y no hacerlo al final del proceso de transición sino en su inicio (¿antes de que el líder sirio fuese asesinado, quizás?). A ninguno le interesa una gran guerra en Siria, ni que ganen los republicanos ─que consideran a Rusia e Irán los dos principales enemigos de los intereses de EEUU y de Israel─. El asunto de Siria y la incapacidad de los demócratas de salvaguardar la hegemonía mundial de su imperio forma parte de su campaña electoral de cara a las presidenciales de 2016.

Al resto de los países implicados en la guerra, salvo Israel, también les urge terminarla. Por ello, en la conferencia de Viena, celebrada la semana pasada a iniciativa de Barack Obama, que reunió a una veintena de Estados ─entre ellos Irán, Arabia Saudí y Rusia y Turquía, sin representantes del pueblo sirio─, se acordó el cese inmediato de las hostilidades y trazar una hoja de ruta para la transición política. Todos aseguran estar conformes en mantener la integridad territorial y las instituciones del país y celebrar elecciones parlamentarias en 2016, y aún son capaces de afirmar que serán los sirios quienes decidan su futuro.

Cualquier paz para Siria que se firme entre las potencias tendrá fecha de caducidad por dos motivos:

1.Que las 12 razones reales de la guerra contra Siria (y ninguna es la permanencia de Asad en el poder) siguen sin solucionarse.

2.Que en EEUU la era anti Bush (es decir, anti-guerras preventivas) ha terminado y los sectores belicistas e imperialistas vuelven a ocupar las instituciones claves del Estado.

Lo único que pretende Obama es terminar su mandato sin involucrase en el pantano sirio. El cese de Asad, junto con el supuesto asesinato del fantasma de Bin Laden y conseguir el acuerdo nuclear con Irán son triunfos considerables en la política exterior del presidente. El cierre del Guantánamo será su acto final para mostrar que se merecía el premio Nobel. Que se quedase sin la tradicional foto de familia de los presidentes de EEUU con los líderes israelíes y palestinos carece de importancia: acaba de ceder ante los chantajes de Netanyahu (por el acuerdo nuclear con Irán), elevando la ayuda militar a Israel de 3.000 millones de dólares a cerca de 4.500 millones ─sacados del bolsillo de los contribuyentes─ para que Tel Avive tanga armas a punta pala y poder derrotar a los palos, piedras y cuchillos de los palestinos.

El objetivo de presidente Obama al enviar a las Fuerzas de Operaciones Especiales (SOF) al norte de Siria e Irak y a los caza F-15 a la base aérea de Incirlik en Turquía, no es para crear la ilusión de una acción, sino reanudar la guerra contra lo que queda de Siria cuando sea conveniente, mantener el estado de guerra permanente en la región y seguir reconfigurando las fronteras del Nuevo Oriente Próximo a la medida de los intereses de su país, y sí, echando mano de los yihadistas. De hecho, según el ex presidente finlandés Martti Ahtisaari, Obama, Cameron y Holland ignoraron en 2012 el plan de paz de Putin para Siria, a pesar de que incluía la retirada de Asad. ¡Cuántas vidas se han perdido desde entonces!

El tejemaneje de ni guerra, ni paz es sólo un episodio más de los vertiginosos cambios que están sufriendo esta región del planeta.

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