Se nos fue Niko Schvarz: infatigable expedicionario de la escritura comunista

Se fue habiendo cumplido su misión.

Niko Schvarz (primero a la derecha) junto al sindicalista Severino Alonso y Luis Pedro Bonavita durante un conversatorio sobre Vietnam. Foto de archivo del Centro de Fotografía de Montevideo
Niko Schvarz (primero a la derecha) junto al sindicalista Severino Alonso y Luis Pedro Bonavita durante un conversatorio sobre Vietnam. Foto de archivo del Centro de Fotografía de Montevideo

El domingo 23 pasado, el mismo día que moría el Canciller de la dictadura, Juan Carlos Blanco, dejó de latir tras 94 años de vitalidad incansable, el  periodista Niko Schvarz.
Si habría que sintetizar en una sola frase la vida de Niko, yo diría que fue un expedicionario de la escritura al servicio del pensamiento comunista, que para él seguía siendo  el horizonte insuperable de la historia.

Me tocó debutar en el periodismo junto con el infatigable Niko en el parteaguas de 1959. Yo tenía 18 años, él 32 pirulos muy bien llevados. El Dr. César Luis Aguiar, director del decano de la prensa uruguaya, El Bien Público, fundado por José Zorrilla de San Martín me acababa de contratar y el Editor General, Edgardo Sajón me designó cronista parlamentario. Y ahí fui a la Cámara de Diputados.  En aquel entonces la bancada de periodistas estaba dentro del hemiciclo a unos metros de los legisladores.

El azar me ubicó entre dos periodistas de raza, a mi izquierda el veterano Luis Etchepare,  cronista del diario de Luis Batlle Berres, el vespertino Acción,  y a mi derecha, el correcaminos del diario El Popular, Niko Schvarz. Fue mi bautismo de fuego en ese Parlamento. Mucho les debo a ambos en esas jornadas históricas tan especiales donde el Partido de Oribe, después de 93 años fuera del poder, cuando Venancio Flores asumía la presidencia en 1865, derrotaba por primera vez al partido de Rivera y se disponía a gobernar el país. ¡Qué parlamento!  Creo que en esos años la Cámara de Diputados del 59 se convirtió en el Parnaso uruguayo como pocas veces lo vivió así la historia uruguaya.

Niko me contó vida y milagros de quienes se sentaban a unos 5 metros de nosotros. Compartimos aquellas sesiones que terminaban a las 3 de la madrugada con los flamantes diputados blancos, Wilson Ferreira Aldunate,  Rodríguez Camusso, Enrique Erro, Pivel Devoto, Héctor Payssé Reyes, Alberto Heber, Mario Heber, Zorrilla de San Martín y con los diputados colorados, Zelmar Michelini, Manuel Flores Mora, Glauco Segovia, Jorge Batlle, Renán Rodríguez, Hierro Gambardella, Paz Aguirre, Alberto Manini Ríos, con los cívicos Venancio Flores y Pérez del Castillo, con los socialistas, Vivián Trías y Germán D”Elía y con el único diputado comunista Rodney Arismendi, a quien Niko admiraba y no perdía oportunidad de transmitirme su admiración.  Qué lujo esa Cámara de Diputados en la cual bebí mis primeros sorbos de la profesión y terminé emborrachado de alta política.  Niko los conocía a todos y me adoptó dada mi corta edad abriéndome la puerta del intrincado conocimiento parlamentario.

La historia y la vida misma nos llevó por distintos caminos, pero siempre del mismo lado de la trinchera. Yo le devolví la generosidad de su sabiduría, tanto en las luchas gremiales de la Asociación de la Prensa donde ambos militamos en la misma agrupación, como en la conflictiva época sesentista donde mis diarios eran clausurados una y otra vez y donde él como sub-director de El Popular fue solidario en todas las circunstancias,  así como en las terribles jornadas golpistas o en las horas amargas del magnicidio de Michelini y Gutiérrez en Buenos Aires donde coincidimos cuando huimos de Montevideo, o cuando nos exiliamos en México donde también compartimos el destierro. Y al retorno al paísito fue un columnista permanente del diario La República donde lo albergué en su seno hasta que me retiré de ese barco tras 25 años de pilotearlo en las tormentas.

Tuve muchos encontronazos ideológicos con Niko. Pero siempre la fraternidad se imponía. Fue coherente con sus ideas comunistas y su vigorosa defensa de la Unión Soviética careció de titubeos.  Me consta que los tuvo pero jamás las revelaría a quien no profesara su misma religión. Y nunca se permitió debilitar la misa de la unidad de la izquierda, la que Arismendi había proclamado como dogma indiscutible.  Levadura donde se amasó la idea unitaria del Frente Amplio.

Hoy no está con nosotros y extraño sus llamadas diarias peleando por el espacio para sus columnas.

Cuando no existía internet recuerdo las veces que lo llamaba para preguntarle un dato. En pocas horas lo respondía con seguridad, recurriendo a sus archivos, llevados a la antigua, apunte por apunte.

El día de sus exequias le dije a su compañera Margarita que para mí, Niko era el Gregorio Selser del Uruguay tanto por la cantidad de escritos sin pausa que expulsaba de su cerebro, como el impresionante archivo, memoria colectiva invalorable que ambos ostentaban y guardaban con singular celo de anticuarios coleccionistas de un mundo mejor.

Se fue habiendo cumplido su misión.

En su caso puedo repetir el pensamiento del gran José Martí: “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido la obra de la vida”. 

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