Entrevista exclusiva LARED21

Mario Delgado Aparaín asegura que los delitos de lesa humanidad no pueden prescribir

El escritor uruguayo, Mario Delgado Aparaín, un verdadero “soldado de la resistencia”, quien ha luchado contra su enfermedad a través de la escritura, asegura que jamás ha estado a favor de la pena de muerte, y remarcó que los delitos de lesa humanidad, no prescriben ni pueden prescribir, porque son universales y tienen toda la vigencia de la duración de la vida de los victimarios.

Mario Delgado Aparain. Foto de Daniel Mordsinsky

Lo que sigue es parte de una extensa entrevista que LARED21 realizó al autor de inolvidables novelas y cuentos, entre ellos, y sólo para nombrar algunos: La balada de Johnny Sosa (1987, Primer Premio Municipal de Literatura de Montevideo), Por mandato de madre (1996, Premio Foglia de Novela), Alivio de luto (finalista del Premio Internacional Alfaguara y del Premio Rómulo Gallegos 1998), No robarás las botas de los muertos (Premio «Bartolomé Hidalgo» de la Feria Internacional del Libro de Montevideo, 2003)

-Mario… ¿Por qué narrar? ¿Cuál es tu concepción sobre el por qué de esa necesidad?

-Creo que hay tantas respuestas como creadores existen. En mi caso, narrar se constituyó en una necesidad temprana. Yo soy un perdedor, he pasado mi vida perdiendo. Es en la niñez y en la adolescencia cuando vas consolidando tu personalidad y tu mundo. Por ser mis padres trabajadores rurales trashumantes, nunca tuve un lugar, no tuve la fortuna de decir: ves en aquel árbol que está en la plaza abracé a mi primera novia. No, no tengo primer árbol. No tengo un barrio, un pueblo donde pueda decir: ahí nací, me crié y me desarrollé. No.

A medida que iba haciendo el largo camino del norte hacia el sur, buscando la utopía, el sueño y su concreción, fui perdiendo amigos, animales queridos que jugaban un papel muy importante en la vida de un niño, dejando atrás los primeros muertos, las primeras maestras o las primeras novias, Todo era una sucesión de pérdidas.

Llega una edad en que uno se detiene en el camino y se pregunta: Pero… ¿dónde estoy, qué hago acá, adónde voy?  Recién entonces uno se da cuenta de que pudo haber perdido demasiado. Y me di cuenta de eso estando en Buenos Aires, durante la época de las dictaduras. Pero también me di cuenta de que todo aquello que había perdido tenía una historia, que eran muchas historias que también estaba perdiendo, olvidándolas.

– ¿Pero en realidad la vida no es ganar y perder, más allá de que hayas sido un trashumante?

-Sí, es así. Pero cuando me preguntas por qué narrar, en mi caso es por la necesidad de rescatar el pasado, a los efectos de no extraviar la identidad.

-¿Entonces crees que la narración es el arte que puede cumplir la tarea de rescate con mayor eficacia que otras prácticas como la música o la pintura?

-Sí, sin dudas. El escritor brasileño, João Guimarães Rosa, un gigante, decía una cosa muy interesante: “escribir es una forma de resistencia al olvido, a la pérdida de identidad, a la alienación”. Entonces, él lo definía en una sola frase: “Escribir es resistir”.

Con esa reflexión sentí que me cabían prendas y, cada vez que escribía, sentía que protagonizaba una operación de rescate. Y eso me gustaba mucho. Me daba cuenta que aquello que quería rescatar tenía un gran componente afectivo y que, a la hora de tratar de comprenderlo, había también un desarrollo simultáneo de la inteligencia afectiva. Por ejemplo, la búsqueda de un lenguaje para interpretar esa pérdida, encontrar un idioma que me permitiera leer el pasado. Es allí cuando uno comienza a balbucear el rescate y a buscar el lenguaje propio que a la hora de escribir se convierte en “el estilo” que permita explicar tu mundo y evolucionar en la pericia para rescatar historias. Con el tiempo y la experiencia, podrás contar con los auxilios de la historia, la antropología, la sociología, pero por sobre todas las cosas: la imaginación.

La imaginación es un recurso muy importante del rescate, y del que todos disponemos.

Es imposible continuar con una historia cuando en ella hay un vacío, cuando no hay cómo llenarlo, sea con documentos o con fotografías. Entonces, se llena con la comprensión que a su vez se traduce en imágenes y en palabras. Al final, todo se reduce a palabras. Esa es la razón por la que narro. Al mismo tiempo, cuando me preguntan de dónde soy, me cuesta mucho responder. Por eso cuando uno escribe, tiene necesidad de darle una ubicación geográfica a las historias que rescata. Y como la ubicación en la realidad no existe, se toman retazos de lugares, juntándolos y pergeñando un lugar convincente. En mi caso Mosquitos, es Soca, pero también Sarandí del Yí, Minas, Cerro Chato, Montes, Solís de Mataojo, Migues. Mosquitos es todos esos pueblos. Por supuesto, para mí son retazos más que convincentes, son vivenciales y todos juntos componen un mundo manejable en el cual puedo transitar por sus calles, meterme en sus bares, en sus cines y quilombos…[ed_rojo] Lo más fascinante que tiene la creación es la posibilidad de responder a tus necesidades existenciales[/ed_rojo]

– …y hablar con Johnny Sosa…

-¡Hablar con Johnny Sosa! … ¡Sí! Creo que eso es lo más fascinante que tiene la creación: la posibilidad de responder a tus necesidades existenciales.

-¿Ese mundo que vos fuiste creando o recreando a tu imagen y “semejanza” en el cual hay un componente de ficción y también de realidad; en ese mundo existe para el autor un lugar para temerle a algo?

-Creo que uno se ha creado sus propias trampas, estar tan enamorado de la vida que te permite soñar con realizar proyectos de escribir una novela o una serie de cuentos.  Ahora, el único miedo que me habita es a que no me alcance el tiempo, miedo a la finitud de la vida. No porque me provoque miedo a la nada, a la oscuridad o la muerte, sino a que me falte el tiempo para concretar aquellos proyectos que de algún modo pueden contribuir a los sueños de tu gente, que es la que te regala sus historias para que al fin, sean las tuyas. A eso le tengo miedo: a la fuga del tiempo.

-Y algo de eso te sucedió cuando estuviste internado, porque te pusiste a escribir casi sin parar… ¿Cómo tomaste esa situación?

-Fue una etapa muy pero muy dura. Con un pronóstico de vida breve, donde tenés que iniciar un proceso a marcha forzada de acomodación al tiempo que supuestamente te queda. Eso supone una carga de angustia muy importante, pero al mismo tiempo de rebeldía real. Es decir, una resistencia encarnizada a un final anticipado.

Por fortuna, aprendí desde muy niño a entender que la muerte es un proceso inherente a la vida. Lo comprobé con mis animales queridos, terneros, perros y caballos: la forma en que caían y morían, cómo perdían la piel y las vísceras y quedaba el esqueleto blanco desapareciendo entre los pastos fundiéndose con la tierra. Luego, sobre ellos nacían las margaritas y más gramillas que las comían otros animales para seguir creciendo y reproduciéndose en un proceso de nunca acabar, vinculado a la  vida y no a la muerte. [ed_rojo]Aprendí desde muy niño a entender que la muerte es un proceso inherente a la vida[/ed_rojo]

Entonces, cuando casi me toca a mí y en las noches de sanatorio pensaba en que nunca más iba a volver a escribir, lo que lamentaba era que se me quedaran algunos proyectos por el camino, entre ellos una novela que recién había empezado a escribir…

¿Cuál era, Mario?

-“El Hombre de Bruselas”. Entonces dije por si “el bicho» me escuchaba: “Hijo de perra, no me vas a llevar así nomás” Y aquella noche me puse a escribir en el mismo sanatorio como si tuviera una fiebre desconocida. Y escribí por casi cuatro meses con sus noches y sus días. Las enfermeras, maravillosas ellas, me decían: “Negro, apagá esa luz que son las tres de la mañana” Y yo les respondía: “Para qué apagar la luz si voy a tener toda la eternidad para estar al oscuro”. Entonces, fue descomunal mi sorpresa cuando le puse punto final…

¡… le pusiste punto final a la novela y a la enfermedad…!

-Parece que sí…

-¿Crees en el poder curativo de las palabras?

-Sin la menor duda. Creo que no sólo tenemos actitudes demasiado ambiguas frente a las situaciones límites -es decir, ambiguo es pensar que nunca te va a pasar-, sino que además no acostumbramos a reflexionar sobre cómo deberíamos pararnos frente a esos panoramas posibles. Es como si ante la alerta roja de que en las próximas seis horas se desatará un vendaval de agua y viento, no cierres las ventanas de tu casa. No es lo mismo convertirte en víctima propiciatoria de la tormenta, que cerrar las ventanas, preparar a tu familia, aprontar el mate y hacer tortas fritas para esperar todos tranquilos la tormenta. Lo mismo ocurre con las situaciones límites de la vida. Ante la inminencia de la muerte, es bueno tratar de pararse bien, porque no solamente importan las consecuencias sobre tu ser, sino también sobre los demás. Porque aunque no lo creas, sos realmente, parte importante de los demás. En particular, de los prójimos más próximos. Y debe ser una obligación moral tenerlo en cuenta. [ed_rojo]La psicología del que se rinde está a un abismo de distancia de la de aquel que está protagonizando la resistencia. No es lo mismo ser un emisario de la rendición, que un soldado de la resistencia[/ed_rojo]

Tomar consciencia de este “detalle” y pararse mejor, fortalece enormemente tus defensas. Te permite no bajar los brazos con tanta facilidad y sobre todo desmontar el proceso psicológico del derrotado, del que se rinde. La psicología del que se rinde está a un abismo de distancia de la de aquel que está protagonizando la resistencia. No es lo mismo ser un emisario de la rendición, que un soldado de la resistencia. Pues, yo sentí que esa postura me salvó, y que me seguirá salvando. Espero.

-Quiero preguntarte sobre el futuro del libro de aquí a cincuenta años, porque hay una competencia feroz de las nuevas tecnologías que nos dan la posibilidad leer ya no el diario, sino también un libro en pantalla. ¿Crees que el libro en su formato tradicional tiene una fecha de vencimiento? Es decir… ¿Perderemos ese disfrute de tocarlo, abrirlo y leerlo?

-Creo que el libro está muy lejos de su certificado de defunción. Hay temas técnicos como la confección del papel, la tecnología de la impresión, la participación de la fotografía y la pintura y otros elementos que colaboran cada vez más para que el libro siga siendo, como decía Julio Cortázar, además de un soporte de la escritura, un objeto artístico en sí mismo. Pasará mucho tiempo antes que desaparezcan las pequeñas o grandes bibliotecas donde atesoramos libros que, como bien decís, se pueden ver, oler,  tocar y encantar con sus secretos. Si voy a una casa y veo que está infectada de electrodomésticos y que no ves por ningún lado, ni siquiera un libro para emparejar la pata torcida de la mesa, siento que algo falta. No me atrevería a decir que a esa casa le falta el alma, pero se acerca mucho a eso.

Y por el contrario, me inspira un infinito respeto y hasta me conmueve, entrar a una casa humilde o a una pieza de pensión y ver como he visto muchas veces, que hay un cajón de frutas convertido en biblioteca. Que a la mitad de ese cajón, una tabla convertida en estante, permite albergarlos cuentos de Horacio Quiroga, “Cien años de soledad”  o “La capitana de Yucatán” de Emilio Salgari o “Pedro Páramo” de Juan Rulfo o “Evaristo Carriego” de Jorge Luis Borges o un libro de poemas de Washington Benavides o de Idea Vilariño. Es decir, ese cajón de frutas en donde hay algunos frutos de la humanidad, alcanza para que ese hogar tenga una autoestima mucho más importante que la de otros que no la tienen y que prefieren la asistencia de un psicoanalista a la de Cervantes y sus muchachos.

 – ¿Y qué pasa con el libro digital?

– Me parece una maravilla que exista. Pero además, la sobrevivencia de uno no implica la muerte del otro. Es más, con suerte tal vez dentro de algunos años uno pueda tener una maravillosa colección de ocho o diez mil libros digitales. Porque si quiero leer algo sobre la aventura de los Argonautas, de Apolonio de Rodas o sobre la guerra de los persas contada por Heródoto de Halicarnaso, ¿Dónde diablos conseguís uno de esos libro? Pues si “entrás” a la Biblioteca Cervantes de Madrid, vas a encontrar digitalizados centenares de libros antiguos a los que de otra forma jamás tendrías acceso. Es obvio que ser investigador ahora no es ni parecido a lo que era un investigador de treinta años atrás. Ya hubiéramos querido tener en los tiempos de liceales en Minas, una computadora con acceso a Internet o al escritorio de ese sabelotodo que es el profesor Google. Mirá ahora a los paisanitos de las escuelas rurales que se bajan del petiso para consultar a las “ceibalitas” al lado de un poste.

-Estás trabajando en muchas cosas. ¿Podemos conversar sobre algunos de esos proyectos?

-En estos momentos estoy viviendo situaciones que estoy disfrutando mucho como lo es la novela “El hombre de Bruselas”, que lleva cinco ediciones en Banda Oriental y que está a punto de editarse en Italia, en Portugal y en Francia, y esto me tiene muy contento, porque jamás pensé que pudiera ocurrir. Al mismo tiempo, por primera vez, voy a ver juntos todos los cuentos que he escrito en un solo libro que será editado por Editorial Planeta en los próximos meses. Esto ya me ha hecho trabajar muchísimo.

Asimismo, tengo dos talleres literarios, uno en la Asociación de Escribanos del Uruguay y otro en la Asociación Cristiana de Jóvenes, que me hacen sentir útil y en continuo aprendizaje. La experiencia de los talleres literarios debe ser algo que todo al que le guste contar o escribir tendría que hacer. Afortunadamente nuestro país – me lo dijo el escritor Lauro Marauda – tiene más de cien talleres literarios.

En nuestro caso, acabamos de hacer una experiencia literaria realmente valiosa. Escribimos un libro entre ambos talleres, compuesto por cuarenta y cuatro relatos de buena calidad literaria, escrito por veintidós autores, y que tiene un mismo corpus, una doble unidad temática y geográfica. El libro se llama “Escándalos en el Camino de la Aldea”, que así se llamaba Avenida Italia hasta 1927. Pues todas las historias ocurren en algún lugar del camino y todas incursionan en el mismo tema. El tema es el más redituable de los últimos siglos en los medios de comunicación masiva: los escándalos, sean políticos, sociales, sexuales, económicos o religiosos. La experiencia de construir ese libro entre todos, en nueve meses, fue tan rica como fascinante.

La semilla de Chávez

-Mario me gustaría conversar sobre temas de actualidad. Por ejemplo, en el marco internacional han ocurrido algunos  hechos que pueden marcar el rumbo de la historia nacional y mundial.  ¿Crees que la muerte de Hugo Chávez afectará al futuro político venezolano, los cambios sociales y el sueño de retomar el pensamiento bolivariano de la unión de los pueblos latinoamericanos?

-La respuesta es la percepción de un escritor, y no quiero ir más allá de eso. Pero creo que hasta la aparición de Hugo Chávez en el escenario político económico, financiero y cultural de América Latina, nuestra América vivía una riesgosa inmovilidad. Es decir el riesgo de que el sistema que en nuestro continente conocíamos como influencia residual de la Guerra Fría, se eternizara. [ed_rojo]Después de Chávez, América Latina siempre hundida en un mundo profundamente egoísta e insolidario, jamás será la misma. Nunca más.[/ed_rojo]

Chávez tuvo el gran mérito de patear el viejo tablero que conocemos y la tarea de comenzar a desnudar al máximo nuestra patética condición de patio trasero, no solo de EE.UU. sino también del poder cada vez más ilimitado, corrupto, famélico, inmoral e inhumano de los banqueros descomunales que ahora se están devorando entre sí. ¿O acaso los hoteles de Lisboa, Madrid, Nicosia o Atenas, no están inundados de “hombres de Bruselas” con capacidad para manejar deudas astronómicas inventadas por ellos? La consecuencia fundamental de la aparición de Chávez primero y de la desaparición de Chávez después, es que América Latina siempre hundida en un mundo profundamente egoísta e insolidario, jamás será la misma. Nunca más.

Nunca se había visto como dijo el “Pepe” Mujica, “un país tan solidario como Venezuela”. Y al coincidir no personalizo en Chávez esa solidaridad, porque buena parte de los estamentos universitarios, profesionales, tecnológicos y obreros de Venezuela también protagonizaron y protagonizan esa actitud solidaria. Y eso fue muy saludable en un mundo esencialmente insolidario y egoísta.

Hugo Chávez dejó una semilla que todo el espectro político venezolano y latinoamericano, tendrá por fuerza que procesar. Por supuesto, cada cual con su propio estilo e impronta.

Me dan ganas de decir que desparecido Chávez, Venezuela recién empieza.

-¿Porque tiene la posibilidad de que florezca esa “semilla” que ha plantado Chávez?

-Sin duda. El tema de los vínculos difíciles con los medios de comunicación, o con las inversiones extranjeras o con el sistema educativo o con las políticas sociales y de producción por citar algunos tópicos, son temas polémicos que se convierten o que deberán convertirse más que nunca a partir de ahora, en fuentes democratizadas y valientes de discusión, de reflexión y de creación, de las cuales tendremos mucho que aprender.

-Otro de los temas que marcará a fuego estos años ha sido la renuncia del Papa Benedicto XVI y el ascenso de Francisco, un Papa de origen argentino con un pasado humilde y, a su vez, dedicado a los pobres, no en vano elije el nombre de Francisco. ¿Cómo afecta esto a la Iglesia Católica, puede establecer el comienzo de una nueva era, teniendo en cuenta las denuncias sobre hechos polémicos como las “cuentas del Banco del Vaticano”.

– Parecería que el catolicismo está ingresando en otra etapa con la aparición del nuevo Papa Francisco. Yo no soy católico “gracias a Dios” y nunca lo fui. Pero sí hay elementos de la ética cristiana que siempre me importaron y que de algún modo me seguirán importando. Si mal no recuerdo, con “Las sandalias del pescador”, Morris West ya pregonaba a principios de los sesenta, la necesidad de un cambio profundo en la “Sede Santa”. Sus contradicciones flagrantes con los Evangelios, lo de la riqueza obscena del Vaticano, los vínculos de Pío XII con el fascismo y el Pacto de Letrán, la corrupción del clero, el franquismo y el Opus Dei, el Banco Ambrosiano, el cardenal Paul Marcinkus y sus famosos “enjuagues sagrados”. Pero más allá de todo esto, lo más jodido que ha ocurrido en las últimas décadas, se expresó en el degeneramiento de la evangelización como tarea fundamental, en el alejamiento de los pobres y en la proscripción de la Teología de la Liberación con todos sus curas y obispos, comenzando por los obispos Helder Cámara, Pedro Casaldáguila y los “curas obreros”, gente como el cura brasilero Leonardo Boff, el uruguayo Juan Luis Segundo y tantos otros como el “Padre Cacho” que fueron abandonados por el Vaticano, porque según los inquisidores, esta gente estaba más cerca de Marx que de Cristo. Encima, todo esto generó un efecto secundario terrible: el avance de las iglesias pentecostales y sus batallones de chantas modelo “Elmer Gantry”, el personaje de Sinclair Lewis, que de apuro vinieron a ocupar el territorio abandonado a la fuerza por los “curas pobres”, chantas predicadores que además de diezmar las masas y los sándwiches, de paso, tanto en Montevideo como en las ciudades del interior, no dejaron un solo cine vivo. [ed_rojo]Del Papa Francisco, se percibe que le duele la pobreza y la humillación humana y sobre eso está mandando una señal atrás de otra[/ed_rojo]

-Tu reflexión puede ser reafirmada por la actitud del Papa Francisco de rememorar la ceremonia del Nuevo Testamento de “lavado de pies”, practicándolo a jóvenes privados de libertad.

– Mira, traté de seguir de cerca los duros cuestionamientos que desde Buenos Aires le hizo gente como Horacio Verbitsky y otras personas que me merecen respeto intelectual y moral. Pero este Papa tiene cosas que se intuyen. Como por ejemplo, que no se siente, como los otros papas “representante de Dios en la tierra”, en el sentido que decía una tía mía muy querida y sagaz, refiriéndose a la soberbia de Pio XII. “Este tipo está convencido de que Dios lo está representando”. En este hombre, por el contrario, se percibe que le duele la pobreza y la humillación humana y sobre eso está mandando una señal atrás de otra. Un “lavado de pies” por parte del Papa a un grupo de jóvenes presos requiere un sumun de demagogia pontificia. Y creo que hasta al más ateo, revisa sus juicios tradicionales ante un gesto así.

Con todo, coincido con que no se trata de evangelizar al estilo de la época colonial, sino de favorecer la cabal transmisión de valores universales, aquellos que son válidos en cualquier tiempo y en cualquier lugar, independientemente de las creencias religiosas. Eso solo puede ser ética, solidaridad, justicia, verdad.

-Mario, otro hecho que puede llegar a cambiar la historia podría ser la amenaza que se cierne sobre la humanidad por el régimen norcoreano y la postura de Norteamérica que puede ser desafiante. ¿Crees que se está ante un tiempo apocalíptico, o es una guerra de declaraciones?

No… el manejo de una terminología fatalista, que ya la conoció el siglo XX desde Hiroshima y Nagasaki y que siguió con la Guerra Fría, en términos del tiempo histórico duró, como decía un paisano de Minas, “lo que un vidrio”. Cuando afloraron los primeros aportes a un lenguaje apocalíptico prevaleció siempre el instinto de conservación. Parecería que el hombre puede llegar a ser un terrible hijo de puta con los demás hombres, pero afortunadamente no llega a convertirse del todo en un terrible idiota.

No creo que el gordo Kim Jong-Un, logre desestabilizar la humanidad por más circo que haga con esos desfiles militares que sería bueno comprobar si no son cohetes de material plástico o hechos con latas de dulce de membrillo. De todos modos, el simulacro tampoco deja de ser una diabólica y grotesca artimaña para mantener activa y lucrativa a la industria armamentista y sus “bocas de salida”. Y eso sabemos muy bien a quiénes favorece. Lo paradójico es que un delirante de la política-ficción se haría la astilla imaginando un cuento con un norteamericano con cara de Boogie el Aceitoso y un coreano gordo con rostro de estatua, en un encuentro secreto de espionaje industrial en el bar “Guerra Fría” de Bruselas.

Un país que lucha por salir a la superficie

-Me gustaría que analicemos algunos temas polémicos para el Uruguay. Hay dos leyes que han marcado el debate, por ejemplo: la despenalización del aborto bajo ciertas circunstancias, y la decisión de la Suprema Corte de Justicia de declarar inconstitucional la imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad cometidos en dictadura.

– Por un lado, pienso que es un hito histórico despenalizar el aborto. Entiendo que avanzar en la ampliación de las libertades individuales es trascendental en el alcance de una sociedad más justa. En esta línea es que también comulgo con la reciente aprobación del proyecto de Matrimonio Igualitario y estoy convencido de la necesidad de regular el mercado de marihuana. Somos, mujeres y hombres, al fin de cuentas -lo queramos o no-, los protagonistas y sujetos de la responsabilidad social de cómo, cuándo y por qué hacer lo que deseemos hacer. [ed_rojo]Los delitos de lesa humanidad no prescriben ni pueden prescribir. Son universales y tienen toda la vigencia de la duración de la vida de los victimarios[/ed_rojo]

Por otro lado, en cuanto a los delitos de lesa humanidad,  no prescriben ni pueden prescribir. Son universales y tienen toda la vigencia de la duración de la vida de los victimarios. Mientras estén vivos y conscientes de lo que hicieron, seguirá vigente la responsabilidad de sus crímenes de lesa humanidad. No hay nada ni nadie que pueda anular o borrar esa responsabilidad de la faz de la tierra. Simplemente la responsabilidad de haberle arrebatado la vida a un ser humano existe. Y que el autor del crimen sobreviva a las víctimas, simplemente no es justo. Desde los tiempos de Homero están insistiendo en eso.

Y sin ir más lejos, en estos días, en Alemania, se va a llevar a juicio a más de un centenar de dulces ancianos nazis de noventa y ocho años que hoy cenan puré de zapallo y sopa de arvejas en las casas de salud de Munich y de Hamburgo. Esos viejitos que fueron “simples guardianes paseadores de dobermans en los campos de concentración” y sin ninguna “responsabilidad de mando”, según la postura de la actual justicia alemana, por más distantes que hayan estado de quienes tuvieron el poder de decisión, ellos, los dulces viejitos nazis, estuvieron allí y no movieron un pelo para impedir un solo asesinato. Y a la hora de analizar casos como esos y de buscar el significado de la palabra “cómplice”, el diccionario dice algo así como “persona que ayuda a cometer un delito sin ser el autor de este”. Como suele decir en estos casos el “Ruso” Mauricio Rosencof: “Andá llevando…”

¿Tabaré Vázquez o José Mujica?

-Estamos  por tercera vez después de José Batlle y Ordóñez, ante un proyecto de país que lucha por salir a la superficie…Y de ese proyecto es protagonista el Frente Amplio, con una gran participación de todos los sectores de la sociedad, mujeres y hombres, el movimiento obrero, los estudiantes, los trabajadores, los educadores, los productores, los industriales, los científicos, los creadores. Ese proyecto de país y su proceso con aciertos y errores, empezó con Tabaré Vázquez y sigue con “Pepe” Mujica. Nunca se había profundizado tanto en la desconcentración administrativa y en la descentralización política y social como en estos períodos. Nunca. Jamás se vio semejante lucha con aciertos y errores, por lograr una justicia social, una democracia política y social, por una equidad verdadera, por una preservación generalizada de la salud y de la vida, por lograr un sistema educativo adecuado a los tiempos modernos o, por citar un ejemplo más, una política social que jerarquice al máximo la maternidad y la infancia en los primeros cinco años, que es cuando se define de verdad la integralidad del ser humano. El gobierno del “Pepe” Mujica ha definido y contribuido en grande a ese proceso. Afortunadamente Tabaré tiene serias posibilidades de continuar profundizándolo, y dentro de esa profundización está la maduración y formación de una dirigencia política joven que permita trabajar de un modo plural y altamente participativo en un proyecto no solo de Estado o de País, sino también en el tan ansiado proyecto histórico de Nación, un proyecto que nos identifique y nos ubique con dignidad como Nación en el lugar del planeta que nos corresponde.

– ¿Volverías a trabajar en política?

– Hablemos del tema en la segunda reencarnación. Mientras tanto, dejame vivir un rato más, déjame escribir un rato más, déjame amar un rato más… que es de lo que tengo ganas y necesidad ahora…

– Está bien…

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