contraproducente

Los edulcorantes artificiales afectan la capacidad de regular la glucosa en sangre y alteran las bacterias intestinales

Cuando se consumen en un plazo de tan solo dos semanas, los edulcorantes artificiales, sustitutos del azúcar, no son buenos amigos del cuerpo a la hora de que este regule los niveles de azúcar en sangre.

Foto: Flickr / Steve Snodgrass
Foto: Flickr / Steve Snodgrass

Hace más de diez años, el microbiólogo Jotham Suez, de la Universidad Johns Hopkins, empezó a investigar los efectos de los edulcorantes artificiales en la salud y, en 2014, trabajó en un estudio postdoctoral que sugirió que las alternativas de azúcar artificial presentes en todo, desde barras de labios hasta pasta de dientes, podrían provocar obesidad y problemas de salud relacionados, como diabetes y enfermedades cardiovasculares.

Esos primeros descubrimientos del científico generaron controversia y rechazo por parte de actores de la industria más, sin embargo, aquel estudio no fue el primero en encontrar una relación entre los edulcorantes artificiales y la obesidad, pero fue el primero en encontrar un posible mecanismo que explica esto: los edulcorantes cambiaron las bacterias intestinales de los ratones, que desempeñan un papel importante en la regulación del metabolismo, apetito y almacenamiento de grasa.

“La industria alimentaria se volvió loca porque obviamente esta es una gran amenaza”, dice Robert Lustig , neuroendocrinólogo de la Universidad de California en San Francisco, que no participó en el trabajo. “Se les ocurrieron un millón de razones por las que el estudio no fue bueno, particularmente porque no fue en humanos”.

Nuevos hallazgos

Un nuevo estudio, llevado a cabo en el laboratorio del Eran Elinav del Instituto Weizmann de Ciencias, Suez y sus colegas han tomado una variedad de edulcorantes artificiales comunes (sacarina, sucralosa, aspartamo y stevia) y llenaron ese vacío en la literatura probándolos en humanos, para despejar las dudas lanzadas sobre la mesa por los lobbys de la industria.

Sus hallazgos fueron publicados en la edición de la prestigiosa revista científica Cell el pasado 19 de agosto, sugieren que los edulcorantes, efectivamente, afectan el microbioma intestinal, con se había constatado en ratones previamente.

Estos endulzantes químicos tienen un efecto negativo en la capacidad del cuerpo para tolerar la glucosa, que es la rapidez con la que el cuerpo mueve el azúcar de la sangre a los músculos y la grasa, lo que posiblemente conduce a aumento de peso y diabetes.

Para llegar a sus conclusiones, los expertos reclutaron voluntarios con niveles normales de glucosa en sangre que no consumían edulcorantes en su dieta, para participar en un ensayo controlado aleatorizado, los que fueron divididos en seis grupos. Cuatro grupos consumieron seis sobres disponibles comercialmente de aspartamo, sacarina, sucralosa o stevia todos los días durante 14 días. Como los cuatro edulcorantes contenían azúcar glucosa como agente de carga, un quinto grupo recibió una cantidad equivalente de glucosa (cinco gramos), mientras que el sexto no recibió ninguna intervención. Antes y después, fueron medidos los niveles de glucosa en sangre de todos.

Cuando los investigadores perfilaron los microbiomas orales e intestinales de los participantes, encontraron que había diferencias significativas en las poblaciones de bacterias antes y después de la ingestión regular de edulcorantes artificiales, particularmente para los participantes que tomaron sucralosa y sacarina. Los grupos de control que ingirieron glucosa o no tomaron suplementos no experimentaron cambios en sus microbiomas.

Los que ingirieron sucralosa y sacarina también exhibieron picos más grandes de glucosa en sangre. No se observaron diferencias significativas en las respuestas glucémicas de los grupos de solo glucosa, aspartamo o stevia, en comparación al grupo de control. 

Suez comentó que se ha constatado en las últimas décadas un aumento masivo en la prevalencia de las anteriores condiciones metabólicas que surgen de la intolerancia a la glucosa. Sin embargo, añade, “esta estrategia (de usar edulcorantes no calóricos) ha existido por un tiempo como una alternativa a los edulcorantes calóricos, pero nuestros hallazgos plantean la pregunta de si están produciendo los beneficios o no”.

 

 

 

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