Macron y la nueva Europa

Presidente francés, Emmanuel Macron. Foto: Presidencia de Francia
Presidente francés, Emmanuel Macron. Foto: Presidencia de Francia

En el supuesto de ser reelegido Presidente en las presidenciales de la primavera del 2022, Emmanuel Macron intentará catalizar el chovinismo de los franceses restaurando el atavismo de la Grandeur, doctrina que conjugaría el culto a la independencia económica, política y militar de Francia con la consolidación de la misión de la Nación y de la cultura francesa en el mundo.

Así, Macron asumirá el poder decisorio en Defensa y Exteriores que pasarán a ser “dominio reservado del Presidente” y adoptará un enfoque “activista” en asuntos internacionales, involucrándose personalmente y teniendo “el compromiso con la intervención humanitaria y el aumento del peso específico de Francia en la geopolítica mundial como ejes vertebradores de su política exterior”, con lo que la política doméstica quedará reducida a un mero instrumento de la política exterior que sirva de catalizador de los valores de la Grandeur, no siendo descartable la salida de Francia de las estructuras militares de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la revitalización de la Francophonie como ente político y económico en el escenario mundial en el horizonte del 2025.

Desde la presidencia de Charles de Gaulle (1959-1969), la resistencia al liderazgo estadounidense ha sido un factor de la política exterior de todos los presidentes franceses, pero la discrepancia será solo formal, como se comprobó con el apoyo de De Gaulle a Estados Unidos (EE.UU.) en la Crisis de los Misiles de Cuba (1962) y en su posterior retorno a la disciplina del Pacto Atlántico en 1969), pero bajo las premisas de poder operar en libertad dentro de la Alianza y mantener la independencia nuclear, siendo en suma “un aliado solidario pero autónomo”.

Asimismo, no sería descartable la instalación por EE.UU. en el Pirineo navarro de una bases de radares (Gorramendi) para escuchar los susurros del Elíseo, así como una posterior campaña orquestada conjuntamente con Rusia y China para sustituir el patrón dólar por el oro (reeditando la sutil jugada de ingeniería financiera de De Gaulle de mediados de los 70) y la firma con China del Acuerdo Integral de Inversión (CAI), que permitiría a las empresas conjuntas chino-europeas un acceso directo al mercado de la nación asiática y a la transferencia de tecnología, contando con el compromiso del Gobierno chino de velar por la sostenibilidad ambiental, los derechos laborales y una mayor transparencia regulatoria de dichas empresas.

Macron aprovechará la Presidencia de la Unión Europea (UE), que arranca en enero del 2022, para impulsar la iniciativa de la Agencia Europa de la Defensa, ente defensivo que supondrá cortar el cordón umbilical con EE.UU. que representaba la OTAN y que estará integrada por los países del área de influencia primigenia del Eje franco-alemán (Holanda, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Luxemburgo e Italia), fruto de la reafirmación de las soberanías nacionales francesa y alemana como estrategia defensiva ante la deriva del otrora “socio americano”, (reviviendo el Tratado del Elíseo entre De Gaulle y el canciller alemán Konrad Adenauer (1963).

Ello llevaría implícito la necesidad de “la soberanía tecnológica y militar europea” que pivotaría sobre la ”Force de Frappe” nuclear francesa, el caza de sexta generación europeo en el que participan Airbus y Dassault y el novísimo submarino nuclear lanzamisiles de tercera generación SNLE 3G, tesis que se verá impulsada en la Cumbre de la OTAN que se celebrará en Madrid en julio del 2022 y que podría suponer el comienzo de la desaparición de una OTAN que, en palabras de Macron al semanario The Economist, “está en muerte cerebral “.

Asimismo, tras la formación del nuevo Gobierno en Alemania podríamos asistir al robustecimiento del Eje Franco-Alemán como fruto de una tardía reafirmación de las soberanías nacionales francesa y alemana (reviviendo el tratado entre De Gaulle y Adenauer). Dicha entente franco-alemana conjugará los acuerdos preferenciales energéticos con Rusia con la revitalización de la energía nuclear y el extraordinario desarrollo de las energías renovables, y será el referente político-económico europeo del próximo quinquenio, no siendo descartable el rediseño de una nueva cartografía europea que supondría el finiquito de la actual UE y sus sustitución por la Europea de los Seis (Francia. Alemania, Bélgica, Luxemburgo, Holanda e Italia), mientras el resto de países europeos periféricos y emergentes quedarán gravitando en sus anillos orbitales.

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