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Gorbachov, estadista valiente e ingenuo que dio un golpe de timón a la historia 

Los dos certeros y documentados análisis sobre la peripecia política y personal de Gorbachov publicados en Other News, bajo las firmas de Federico Mayor Zaragoza y Roberto Savio, con los cuales en este tema, tengo la mayor de las coincidencias pero algún matiz diferenciador, me llevaron a exponer esos matices, cuya ausencia expositiva a mi modo de ver dejan incompleta la visión del estadista.

Gorbachov: "El mundo ha llegado hasta un punto peligroso". Foto: Sputnik
Gorbachov: «El mundo ha llegado hasta un punto peligroso». Foto: Sputnik

¿Fue Gorbachov un estadista sorprendente, un ingenuo irredento o un traidor del socialismo soviético que lo designó Secretario General del partido fundado por Lenin e infectado por Stalin? 

No soy de los que lo consideran un renegado de ese sueño milenario de justicia e igualdad. Tampoco le niego su condición de estadista, valiente e imaginativo. Pero si habría que arriesgar una definición, no dudaría en identificarlo como un estadista colosal donde prevaleció  su inexplicable ingenuidad.

El hombre que cambió el mundo de su época y terminó con la guerra fría y la real posibilidad de una guerra nuclear vociferada por la amenazante dupla Reagan-Tatcher, continuada por George Bush, fue el gran derrotado de la historia. Creyó ingenuamente en la palabra del líder de la ¨guerra de las galaxias¨ Ronald Reagan, el cómplice y a la vez prisionero del  complejo industrial-militar de los EE.UU, donde la palabra paz tiene el mismo efecto que una kriptonita en la humanidad de Clark Kent. Y sobre todo creyó en la palabra de otro gran belicista mundial, George Bush, quien en 1990 acordó con Gorbachov que los países que integraban la URSS no se incorporarían a la OTAN, rodeando sus fronteras. 

No fue un traidor. Su perestroika y su glóstnost fueron construidas para acelerar el estancado desarrollo económico de la URSS y el bienestar de su pueblo. Y para ello, en aras de la paz, acordó con Reagan y su pandilla, reglas del juego pacifistas, respetuosas y racionales entre los dos bloques. Y así le fue.

La paloma fue devorada por el halcón. Ni siquiera respetaron los acuerdos de Helsinki, ni el Tratado de París de noviembre de 1990 donde tanto la OTAN como el Pacto de Varsovia acordaron la Carta para una Nueva Europa en la Conferencia para la Seguridad y la Cooperación europea.  

Diseñaron el desmembramiento de la URSS, y aprovecharon el fin del Pacto de Varsovia para rodear las fronteras rusas, ensanchando la OTAN en contra de todo lo acordado. Fue así que 12 Repúblicas del bloque soviético se incorporaron a la OTAN sumándose a las 16 Naciones existentes, alcanzando la OTAN la impensada cifra de 28 países bajo su dominio, con tres millones y medio de efectivos militares, el 51% del total del gasto militar mundial, con centenares de bombas nucleares ubicadas en distintas bases aéreas de Europa. Solo EE.UU. depositó 200 bombas nucleares en bases alemanas, belgas, holandesas, italianas y turcas. No hay duda que la OTAN al acordar Gorbachov la desaparición del Pacto de Varsovia, se ha convertido en la maquinaria militar más potente del planeta, superando a las fuerzas de China y Rusia y todos sus aliados sumados.
Esta violación de los acuerdos de París y de Helsinki se convirtieron en la causa principal de la actual crisis mundial que enfrenta a EE.UU. y a Europa con la Rusia de Putin.
 
Creían acaso que el autoritario presidente ruso, alejado del comunismo soviético, podía ser engañado como Gorbachov y no tendría más remedio que aceptar que primero uno, después dos y después casi todas las República de la balcanizada Unión Soviética, se incorporaran a la maquinaria bélico-nuclear de la alianza EE.UU.-Europa, estrangulando sus fronteras.

Fueron no una o dos sino 12 países del bloque soviético, armados por potencias nucleares como EE.UU., Reino Unido y Francia, los que se unieron a la OTAN para rodear a la Rusia de Putin. Contémoslos: Albania, Bulgaria, República Checa, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia y Rumania.

Era desconocer la milenaria peripecia rusa, que viene desde el fondo de la historia desde Pedro el Grande y Catalina II, pasando por Lenín, que inició el proceso para transformar un país feudal y campesino, en la segunda potencia industrial y cultural del planeta Tierra, bajo las banderas del socialismo científico. Luego traicionado por Stalin, héroe de la lucha contra el nazismo y pulmón de la industrialización soviética y al mismo tiempo asesino de Trotsky, Kamenev, Zinoviev, Bujarin y  toda la estirpe de los revolucionarios de octubre, transformando el sueño del comunismo primitivo en una pesadilla de horrores que sepultaron la utopía.

Y hoy el mundo tiene que vivir la tragedia  de la invasión rusa a Ucrania, país que insiste en violar los acuerdos de París, gobernado por un golpista apoyado por las fuerzas especiales de orientación nazi.

No podemos adjudicarle al ciudadano de Privolni, don Mikhail, esta tragedia, pero la no exigencia de garantías a lo acordado, la ausencia de firmas en el pacto de 1990 con Bush, le otorga su cuota parte de responsabilidad.

El resultado de su proeza estratégica fue el desastre político y social de los pueblos que integraron la Unión Soviética,  donde sus poblaciones, hoy no tienen asegurada, ni la vivienda, ni la educación, ni la alimentación, ni el trabajo. Y donde se llevó a cabo la mayor transferencia de riqueza de una Nación al exterior de sus muros, desde la conquista española de América en 1492. Y donde desde un Estado con ciudadanos mayoritariamente con capacidades económicas igualitarias más allá de los privilegios de la burocracia estalinista, se pasó a un Estado que permitió la creación de una clase plutocrática, que vampirizó la riqueza popular, naciendo de sus entrañas una casta de hipermillonarios que empalidece la voluptuosidad de los antiguos zares.

Y todo esto, dicho por Gorbachov, se hizo  en nombre de la libertad.

De qué libertad estamos hablando en esas Naciones independizadas de la madre Rusia.
La mayoría de esos países hoy están dirigidos por gobiernos represores emocionados por las ideas del Tercer Reich alemán, poderosa maquinaria nazi que la URSS derrotó aportando la sangre, según el propio Gorbachov, de 26.600.000 soviéticos, salvando a la humanidad de ese esperpento. Es bueno recordarlo en estas horas de belicismo extremo.

El trágico error histórico del premio Nobel de la Paz, fue reconocido por el propio Gorbachov en 1991 y recordado en un reciente artículo del ex Secretario General de la Unesco, don Federico Mayor Zaragoza, publicado en Other News. Dijo Gorbachov: ¨…se desmoronó porque un sistema basado en la igualdad se había olvidado de la libertad, ahora también se desmoronará porque basado en la libertad, se olvidó  de la igualdad¨. 

Gran lección de la historia que no debemos olvidar y que la partida de ese estadista ingenuo que fue el hombre que cambió un mundo, nos la hace revivir. La paz no se construye solo con buenas intenciones. Se lleva a cabo con los pueblos, con un ojo puesto en la contradicción principal y el otro en la correlación de fuerzas y un tercer ojo en la nuca, para descubrir los objetivos de los enemigos de la vida. Que son muchos y poderosos. Y esconden sus intenciones. No miran a los ojos.

Mikhail S. Gorbachev (1931 – 2022) / Imaginación, lo inesperado

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