Palabra ardiente

¿Aceptaría 44 millones de dólares por un solo día de trabajo?

Naturalmente, diría cualquiera, pero esto sólo puede ocurrir en EE.UU.: horas después de que Bill Johnson asumiera el cargo de director ejecutivo de la Duke Energy, surgida de la fusión de dos empresas abastecedoras de gas y electricidad, el flamante CEO presentó su renuncia. Sólo trabajó ocho horas y se hizo acreedor a 44 millones de dólares, es decir, 5,5 millones por hora (//thinkprogress, 6-7-12). Un buen sueldito. La suma incluye bonos, un pago por cesar en el puesto como si hubiera trabajado años, otros beneficios y hasta 30.000 dólares por gastos de mudanza y reubicación.

En el mundo de los CEO esto no causó sorpresa alguna, están acostumbrados a las remuneraciones altísimas y a los privilegios que éstas conllevan. El promedio de los salarios anuales que perciben fue de 9,6 millones en el 2011, pero se superaron en el 2012: 9,7 millones de dólares (www.cleveland.com, 22-5-13). Las empresas justifican este dispendio asegurando que necesitan los mejores talentos en el campo. Sólo que el 99 por ciento –como los bautizó el movimiento juvenil Ocupa Wall Street que nació hace casi dos años– no la pasa tan bien: el salario promedio del trabajador aumentó 1,1 por ciento en el 2010, 1,2 en el 2011 y un 1,6 por ciento este año. Aumentos incapaces de lidiar con la inflación.

La brecha entre los salarios de los unos y los otros se ensanchó aún más el año pasado, aunque se considera que el país atraviesa un período de recuperación económica. El promedio de ingresos de los CEO fue 354 veces mayor al de los trabajadores en el 2012 (www.af.org, 6-4-13). La Ley Dodd-Frank de reforma de Wall Street y de protección al consumidor, que promulgó Obama en julio de 2010 para enfrentar este problema, establece que las empresas públicas tienen la obligación de dar a conocer con exactitud la disparidad salarial entre el CEO y los trabajadores. Muchas grandes compañías cabildean para que este requisito desaparezca en el proceso de reglamentación de la ley (www.bloomberg.com, 30-4-13).

Han pasado tres años desde que el Congreso ordenó a las empresas públicas revelar la relación CEO/trabajador en materia de salarios, pero esto no se cumple: el trámite de regulación de la ley Dodd-Frank se encuentra estancado en la comisión de garantías e intercambio, un organismo federal que es blanco preferido de las tentaciones que ofrecen los cabilderos. Pero diferentes organismos independientes se encargan de destapar lo que se oculta en esta esfera.

Un reciente análisis de las estadísticas demográficas de la Oficina de Censos que el Pew Research Center llevó a cabo revela que en el período 2009/2011 los ingresos del 7 por ciento de la cúspide económica aumentaron un promedio estimado en el 28 por ciento, mientras que para el 93 por ciento restante descendieron un 4 por ciento (www.pewsocialtrends.org, 23-4-13): “Desde finales de la recesión en 2009 hasta 2011 (el último año de datos disponibles de la Oficina de Censos), los 8 millones de hogares con un ingreso neto superior a 836.033 dólares acrecieron en conjunto sus haberes en 5600 billones, mientras que los 111 millones de hogares con un ingreso neto inferior o igual a la cifra antes mencionada padecieron un descenso estimado en 6 billones de dólares”.

El importante aumento de los ingresos de la parte superior de la pirámide en las últimas décadas se debe en buena medida a que el jefe de familia es un ejecutivo o un agente en el sector financiero. Un informe del Economic Policy Institute señala que “los ejecutivos y los ocupados en el sector financiero del 1 por ciento percibieron un 58 por ciento de la expansión del ingreso y el 0,1, un 67 por ciento en el período 1979/2005” (www.epi.org, 23-1-13). Es decir, el sistema global de hoy, dominado por las finanzas, se viene alejando hace tiempo del capitalismo clásico basado en la producción. Como confesara un ex corredor de Lehman Brothers, la compañía financiera que declaró una bancarrota escandalosa en el 2008: “No hay otra industria en la que se paga tanto por hacer tan poco” (//thinkprogress.org, 6-2-13).

Es un proceso con alzas y bajas de veloz desarrollo. En los últimos 30 años el promedio de la fortuna de los 500 de Forbes aumentó a una velocidad 127 veces superior a la media del salario obrero. Como se ha indicado ya, el ingreso promedio de los 500 es 354 veces superior al del trabajador. En 1980 la proporción era de 42 (www.epl.org, 23-1-13).

Tendría, finalmente, razón el magnate Warren E. Buffet, la persona más poderosa del mundo según Times, quien declaraba hace años: “Hay guerra de clases, pero es mi clase, la clase de los ricos, la que está haciendo la guerra y estamos ganando” (www.nytimes.com, 26-11-06). La remembranza marxista de esta afirmación le suma claridad.

Juan Gelman
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