El COVID-19 desalienta el Estado Mínimo

Foto: Flickr / Palacio de Planalto
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Teniendo el Brasil un gobierno de verdad, ya habría tomado precauciones urgentes para minimizar los efectos de la pandemia sobre los más pobres y vulnerables. No solamente los R$600 por tres meses, sino ampliando la inversión en políticas públicas ¿Pero de dónde obtener los recursos? Preguntaría Guedes, quien solo piensa en llenar las arcas del Tesoro y no en impedir que el país se hunda en una profunda crisis social.

Ahora bien, basta seguir el ejemplo de las naciones escandinavas, como promover una reforma tributaria y gravar grandes fortunas, como ser herencias, dividendos, renta y patrimonio. Quien gana más, tendría que pagar más impuestos. Pero para esto son necesarios dos factores que faltan al (des)gobierno actual: voluntad política y cambio de rumbo de la política económica.

En toda América Latina, la región más desigual del mundo, las elites resisten a la tributación progresiva y al aumento de impuestos para fortalecer la red pública de protección social.

El Covid-19 derrite todos los dogmas del capitalismo neoliberal. Por más que Guedes, como un náufrago a su tabla, se agarre a las anacrónicas teorías de la Escuela de Chicago, el hecho es, ahora, los principales países capitalistas prefieren rescatar los principios keynesianos, como son los casos de USA, Canadá, Reino Unido, Alemania, Francia, Suecia y Australia.

Eso significa más Estado y menos palabrerío engañoso sobre Estado mínimo y privatizaciones. Frente a la letalidad del virus, cabe al poder público invertir en políticas de protección social y asegurar la buena salud de los sistemas productivo y financiero.

Mientras las naciones metropolitanas imponen a las periféricas, como el Brasil, ajustes fiscales, límites de gastos, desregulación financiera, flexibilización de las relaciones laborales, y otras medidas genocidas que hacen a los ricos más ricos aún y a los pobres más pobres, los dueños del mundo actúan, ahora, exactamente en la dirección opuesta. De hecho, como hicieron en la crisis del 2008, cuando inyectaron grandes recursos para impedir el efecto dominó de la quiebra de la banca Lehman Brothers.

Mientras en el Brasil Bolsonaro llegó a emitir una Medida Provisoria proponiéndoles a los empresarios suspender, por cuatro meses, contratos de trabajo, su ídolo Trump, activó la Ley de Producción de Defensa, que le permite al Estado intervenir las industrias para asegurar la fabricación de material para sistema de salud. El Congreso de los EEUU dispuso USD 2 trillones (en el 2019, el PBI de Brasil equivalió a USD 1,80 trillones) para la protección social y el FED (el Banco Central estadounidense) decidió conceder préstamos a intereses bajísimos, para pequeñas y medianas empresas, estudiantes, financiamiento inmobiliario, deudas de tarjetas de crédito y compra de vehículos, Inclusive hasta compras de celulares con tarjeta de crédito serán financiadas. El BC pasó a comprar títulos del Tesoro norteamericano de particulares para airear el mercado.

En el Reino Unido, el gobierno liberó el equivalente a R$ 2,5 trillones para evitar la bancarrota de empresas, garantir el 80% del salario para quien gana el equivalente de hasta R$ 14,8 mil por mes, y suspendió el cobro del IVA del comercio y de los trabajadores. Los autónomos recibieron aplazamientos de los vencimientos de pago de impuestos. Los empresarios, exentos por ahora de pagar impuestos, reciben créditos para tener dinero disponible y pagar a sus empleados.

Entre tantos muertos por la pandemia, el capitalismo decidió resucitar a uno que nos dejó hace ya mucho tiempo. John Maynard Keynes (1883-1946). El alertó que, frente a una crisis aguda, ninguna medida monetaria haría efecto. El Estado necesariamente tendría que intervenir con decisiones efectivas para reanimar la economía.

Todos los países capitalistas adoptaron medidas para impedir la bancarrota de empresas y el desempleo, multiplicando los beneficios sociales. En el Brasil, los bancos privados alardean de sus donaciones para combatir la pandemia y, al mismo tiempo, elevan las tasas de interés para quien necesita de préstamos ¡Algunas tasas anuales llegan al 70%!

¿Cómo salvar al Brasil de la acelerada desindustrialización, de la demolición del sector productivo y del aumento del desempleo? Los comerciantes minoristas calculan que 600 mil trabajadores serán desempleados si los negocios no son reabiertos hasta fines de abril. Los negocios minoristas emplean el 23,5% de los trabajadores (9,1 millones de personas) con empleo en formal. Las pequeñas empresas son responsables por más del 80% de los empleos formales e informales en el Brasil.

En la vida se recoge lo que se planta. La drástica reducción del presupuesto para la salud pública en nombre del ajuste fiscal provocó el desguace del Sistema Único de Salud (SUS).

Según la Fiocruz, el Brasil perdió 34,5 mil camas entre 2009 y 2020. Los lechos de internación cayeron de 460,92 mil a 426,38 mil entre la crisis del H1N1 e la actual. La red privada aumentó a 14 mil la cantidad de camas. Por eso las familias de clase media y alta migraron hacia los planes privados de salud y a la medicina de grupos, lo que hace profundizar la selectividad y la exclusión en la sociedad brasilera.

Grandes empresarios asociados al gobierno actual insisten en que se suspenda el aislamiento social para hacer que la economía funcione. Proponen, como medida preventiva, que se aplique el test del Covid-19 a toda la población, como fue hecho en Corea del Sur. Ahora bien ¿Cómo hacer lo mismo en el Brasil si no hay tests si siquiera para quien está evidentemente enfermo? ¿Y cómo detener el avance de la pandemia se necesita esperar semanas por el resultado?

¿Cómo evitar la aglomeración de 13,6 millones de personas que viven en las favelas? Según la Data Favela, 72% de los moradores no tienen dinero guardado para enfrentar la crisis. Tal vez la culpa sea de ellos, como alertó el ministro Guedes: “El brasilero no sabe ahorrar” … ¿Cómo detener la diseminación del virus si donde viven los más pobres no hay infraestructuras tales como servicios de saneamiento básico, tratamiento de líquidos cloacales, colecta de residuos y agua potable?

Es necesario que, cuanto antes, la sociedad presione al gobierno para que sea revocada la Enmienda Constitucional número 96/2016, la cual impone un techo de gastos, que impide políticas sanitarias, humanitarias e económicas para salvar a los 60 millones de brasileros que sobreviven bajo la línea.

Frei Betto es escritor, autor de “O diabo na corte – leitura crítica do Brasil atual” (Cortez), entre otros livros.

www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.

Traducción de Néstor Raúl Juárez

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