ENTRAÑABLE COMPAÑERO

Mario Wschebor

El 16 de setiembre falleció Mario Wschebor, un querido amigo, un compañero de ruta con el que teníamos una gran cercanía política e ideológica. No tengo idea de cuándo lo conocí. Posiblemente en las manifestaciones del 58 por la ley orgánica, o tal vez por ser sobrino de Israel Wonsewer, otro universitario excepcional, a quien siendo estudiante impulsamos como decano. En los sesenta, en los cafés montevideanos, en casas de familia, teníamos muchas charlas, que Mario buscaba sistematizar. En ocasiones traía a su amigo Rodrigo Arocena. Era extraordinariamente inteligente, de mucha profundidad en el análisis de la realidad. Una excelente cabeza política como su tío. Era muy apasionado, muy brillante, un amigo fiel y un extraordinario ser humano.

Preparando mi exposición para rendirle homenaje en el Senado leí su currículum y me encontré con un Mario que superaba enormemente al que yo había conocido. Es que él nunca hacía referencia a sus logros científicos, a sus premios y distinciones, a la enorme cantidad de publicaciones científicas ni a su actuación como docente en múltiples países del mundo desarrollado y, lógicamente, de la región. En realidad hemos perdido a un científico de nivel mundial. Fue un científico de fuste, un intelectual, un luchador y un militante de causas que defendía con gran convicción y celo.

En sus estudios y formación se destacan el diploma de posgrado en Teoría de Probabilidad Estadística Matemática y sus aplicaciones, otorgado por la Unesco y la Academia Húngara de Ciencias en 1964; Diplome d´Etudes Approfondies en Matemáticas Paris ­ Sud, Francia, en 1971; Doctor de tercer ciclo. Matemáticas Paris-Sud, Francia 1972.

Se desempeñó como docente en Uruguay, Argentina, Venezuela, Francia, España y Hong Kong, donde también dictó conferencias científicas, junto a países como México, Brasil, Chile, EEUU, Canadá, China, Sudáfrica, Inglaterra, Bélgica y Suiza. Tuvo una importante participación en la creación de la Facultad de Ciencias, de la cual fue su primer decano y profesor de Matemáticas desde su creación en 1991.

Entre sus premios y distinciones se destacan el Primer Premio del Concurso literario de la Biblioteca de Marcha en la categoría ensayo, «Imperialismo y universidades en América Latina», en 1970; Premio anual al mejor trabajo científico en el área de Matemáticas (en colaboración con Enrique Cabaña), Conacyt, Venezuela 1981; Caballero de la Orden del Mérito del Gobierno de Francia en 1991. Tiene alrededor de 80 publicaciones en libros y revistas especializadas, especialmente internacionales, y múltiples publicaciones sobre temas educativos.

Mario fue un luchador por la transformación de la Universidad. Recordamos el documento de «los cuatro decanos», que redactó junto a Álvaro Díaz de Agronomía, Eduardo Touyá de Medicina y Roberto Scorsi de Veterinaria, a través del cual promovían un debate sobre la calidad educativa, la forma de gobierno y un aggiornamiento de los objetivos de la Universidad. Estos días se escribieron innumerables testimonios sobre la personalidad de Mario, como profesor, como militante y como ser humano. Los centros estudiantiles se explayaron con generosidad: el Centro de Estudiantes de Ciencias culmina su declaración expresando: «A un militante comprometido con los principios más valiosos de la Universidad pública, autónoma y cogobernada, a un profesor apasionado, a un científico que dejó una huella imborrable, el C100 hace llegar su entrañable saludo». A su vez la FEUU, donde muchas veces nos encontramos, expresa: «… durante más de 50 años, Mario formó parte de los debates más importantes de nuestra querida Universidad de la República. Demostró una y mil veces su preocupación por el sistema terciario de enseñanza y su compromiso con los principios más caros de la Universidad pública, autónoma y cogobernada. A la Universidad, al sistema educativo uruguayo, deja su sabiduría y el honor de haber contado hasta sus últimos días con sus propuestas, su tenacidad y accionar comprometido. Mario fue un militante imprescindible, un profesor ejemplar». La Asociación de Docentes de la Universidad de la República expresa, entre otras cosas: «Un generador de ideas desprendidas y renovadoras, un proponente y batallador incansable de propuestas sobre temas de política y organización universitaria y científica, siempre dispuesto al debate franco y abierto. Fue también un militante del día a día, bien dispuesto a compartir asambleas de su gremio y reuniones donde confrontar ideas y elaborar propuestas de diversas magnitudes, desde colaborar en la concreción de un fondo solidario gremial hasta participar en las definiciones y elaboraciones programáticas y presupuestales de la Universidad».

Sobre Mario como profesor destaco el escrito de Gonzalo Perera en LA REPÚBLICA: «Cuando Mario dictaba un curso no enseñaba matemática: la vivía y la recreaba, su relato se trasladaba hasta las fuentes mismas de los diversos conceptos y te hacían sentir parte de esa construcción colectiva». Rodrigo Arocena escribe en «Brecha»: «Destacaré dos rasgos de Mario militante. Primero su vocación por pensar con cabeza propia, que él me impulsó a cultivar, dando lugar a homéricas discusiones en las que nuestra amistad se cimentó. Segundo, su inusual costumbre de basar sus afirmaciones en el estudio de los problemas, así, el fundamento de sus opiniones sobre la política estadounidense para la educación superior se convirtió en el libro «Imperialismo y universidades de América Latina», primer premio del concurso de «Marcha» en 1970. Hijo agradecido de la Escuela Pública uruguaya, su problemática lo atribuló desde su juventud. La cuestionó con dureza, angustiado por su futuro, que tanto quería mejorar. Por ello criticó, propuso, discutió, chocó, escribió, se disgustó y nunca dejó de pelear. Sus pasiones por la ciencia y por la enseñanza se conjugaban de manera natural con su inmensa atracción por la política, nacional e internacional, que apenas si canalizó a través del accionar partidario. Más bien lo apasionaba la discusión de las relaciones de poder, de las vías de cambio de las sociedades, de las perspectivas de hacerlas más habitables. En ese marco general procuraba ubicar los temas a los que se dedicó vocacional y profesionalmente, así como muchísimos otros. ….Era un político en el sentido clásico ideal: un hombre de la polis al cual nada de la polis le era ajeno».

Se nos fue un querido amigo, un entrañable compañero que nos enseñó mucho, un imprescindible a lo Bertolt Brecht. Mi saludo emocionado a Adela, su esposa y compañera de toda la vida, y a sus queridos hijos Nicolás, Margarita e Isabel.

Tengámoslo claro, Mario fue excepcional.

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