OPINION

Un nuevo comienzo: «Nos hallamos en el umbral de grandes transformaciones a escala mundial»

Es cierto que en estos últimos años se ha producido un enorme deterioro en todos los frentes y en todos los ámbitos. El mundo, Europa y España sufren sus efectos de forma innegable. La política nos ha rendido a los mercados y, en obediencia, somete a la sociedad al austericidio. No importa que sus fórmulas no funcionen y la senda de los recortes sea un camino sin fin. Los españoles ya somos más «baratos» que buena parte de los europeos. Deterioradas las condiciones de vida, somos también (paradójicamente) más sumisos, aceptando lo que imponen. Aunque no todos lo hagan, porque ha surgido un nuevo poder ciudadano, tan fuerte que suscita gran temor entre los “establecidos”. Perfectamente conscientes de lo que supone, tratan de frenarlo por distintos medios, por todos los medios de hecho.

 

Fingí que no sabía. / Y ahora queda /

mi conciencia / insomne / noche y día

Y es que los cambios son significativos. Se abren posibilidades ciertas. Es el gran momento de la federación, de la relación entre Estados, entre naciones, entre comunidades, para tejer el nuevo tapiz de una humanidad reconciliada, que vive en armonía, que enfrenta fraternalmente los grandes desafíos de un mañana que puede ser todavía luminoso pero que requiere la adopción de medidas de gran visión y altura moral.

Federación en Europa, federación en España y democracia genuina frente a un sistema que, especialmente desde mediados de la década de los noventa, ha alcanzado límites abominables. Se van conociendo con detalle muchas actuaciones que justifican la desafección ciudadana, una total desconfianza en los poderes públicos. En poco tiempo, medidas sociales y de estímulo del talento y de la capacidad endógena, como la Ley de Dependencia o el fomento del I+D+i y de la cooperación, se han ido subordinando a la austeridad que decretan los mercados, viendo perplejos cómo el Producto Interior Bruto mejora en un 0,85 por ciento porque se añade la prostitución y el narcotráfico. Los parlamentarios convertidos en muchos casos en palmeros, incapaces de discrepar de las decisiones adoptadas por unas fuerzas políticas amparadas por la mayoría absoluta, uniformes, que impiden la concepción de nuevas ideas y rumbos.

Y lo que es peor, lo que condiciona directamente este futuro que exigirá, que ya está exigiendo, otros talantes y otras miradas hacia los demás y hacia el mañana, es una educación inspirada en informes de instituciones estrictamente económicas, cuando la experiencia, este tesoro inmenso e inexplorado de miles de educadores, de maestros y de maestras, de docentes nacionales e internacionales, se sigue ignorando.

Revertirlo es posible, aunque cueste. Se pierde más arrollado por la corriente, por esa que, con tanto ahínco, trabaja en nuestra contra, en la del común de los ciudadanos. Hay razones para pensar que algo definitivamente está cambiado. En muy poco tiempo, se ha producido una transición sin precedentes: de invisibles a visibles, de anónimos y espectadores a identificables y protagonistas. Es viable un nuevo comienzo.

CONCIENCIA GLOBAL

Durante siglos, confinados territorial e intelectualmente en espacios muy limitados, los seres humanos eran invisibles, silenciosos, obedientes, temerosos. Vivían en mundos tan reducidos que apenas sabían lo que ocurría 20 kilómetros más allá de su casa. Después, a finales del siglo XIX, se produce el salto a la civilización «industrial», muy parcial en relación a la rural, iniciándose una transferencia demográfica a los centros urbanos. Actualmente, la era urbana se está transformando, gracias a la moderna tecnología de la comunicación y de la información, en la era digital. Ciertamente, nos hallamos en plena «Internetciación», que ha descrito muy bien en un artículo titulado «25 años de la red, mirar el pasado, pensar el futuro», John Palfrey. Ha tenido lugar una inflexión de hondo calado, en muy poco tiempo, que ha permitido de forma progresiva que sean muchos los que puedan expresarse, que sepan lo que acontece a escala mundial en tiempo real, que tengan acceso a las lecciones del ayer y a los grandes interrogantes y desafíos que plantea la actual situación del mundo.

Se pretende aplazar por todos los medios la irrupción del poder ciudadano en escenarios y toma de decisiones que hasta ahora han sido ocupados exclusivamente por el poder absoluto masculino. «Nosotros, los pueblos…», como de forma tan lúcida se inicia la Carta de las Naciones Unidas, pueden ahora ser en realidad quienes tomen por fin en sus manos las riendas del destino común.

Desde 1945, en el magnífico diseño de multilateralismo democrático del presidente Roosevelt, «los pueblos» habían sido sustituidos exclusivamente por Estados, algunos de los cuales habían también sustituido el voto por el veto y, por tanto, habían anulado el carácter democrático del Sistema de las Naciones Unidas. Más tarde, cuando la cooperación internacional y un desarrollo global liderado por los países más prósperos parecía la gran solución para la «normalización» de tantas desigualdades, de tantas afrentas a la condición humana y de conflictos y confrontaciones bélicas sin fin, sustituyeron los «principios democráticos» que de forma tan precisa establece la Constitución de la UNESCO por los valores mercantiles y a las propias Naciones Unidas por grupos plutocráticos, que han demostrado, como era de prever, una total ineficacia en la gestión de los asuntos a escala planetaria.

Ahora quieren frenar la irrupción del poder ciudadano, ya que, de forma progresiva pero muy acelerada, la tecnología digital permite, no solo la intercomunicación instantánea y global, sino que posibilita la libre manifestación de pensamientos y sentimientos. Esta rápida inflexión hacia una nueva era de convivencia generalizada, de aceptación de la inmensa diversidad cultural, de reconocimiento de la igual dignidad de todos los seres humanos que constituye la piedra angular de los Derechos Humanos.

Para intentar detener esta fuerza renovadora, desde el poder controlador se promueve la uniformización, la distracción, la proyección de noticias que empañan la óptica para una percepción nítida de lo que sucede, lo que conlleva el aumento de la desafección a instituciones que deberían hoy tener un papel fundamental en la gran transición que se ha iniciado, al tiempo que —«la voz de su amo»— son muchos los medios de comunicación que manipulan indebidamente, dolosamente, las informaciones.

El gran problema de estos tiempos, ha dicho la profesora María Novo(1), es el «NTD» («nos tienen distraídos»). La pertenencia obsesiva y desmesurada a clubes deportivos (especialmente de fútbol), la inundación por todos los medios escritos y audiovisuales de noticias intrascendentes, sobre los acontecimientos de esta índole o de cualquier otra que haga olvidar la dura realidad que viven, imposibilita en estos momentos a muchas personas, convertidas en simples espectadores impasibles, incorporarse al pleno cumplimiento de sus responsabilidades como ciudadanos libres. Es decir, como ciudadanos educados, ya que, según el artículo 1º de la UNESCO, personas educadas son las que son «libres y responsables», las que actúan en virtud de sus propias reflexiones y nunca al dictado de nadie.

Podrán aplazar todavía algún tiempo la «toma de posesión» del poder ciudadano, pero no está lejano el día en que, por fin, sean «los pueblos», los que, dotados de conciencia global, pongan en marcha el único contexto, la democracia genuina, en el que puede tener lugar el pleno cumplimiento de los Derechos Humanos y la puesta en práctica de los cambios radicales que son exigibles y apremiantes.

La inercia es el gran obstáculo para la evolución. En lugar de aceptar e incluso propiciar las transformaciones necesarias junto a la conservación de los principios intemporales, personas aferradas a sus privilegios, creyendo que «todo tiempo pasado fue mejor», pretenden posponer los momentos históricos que se avecinan. Me gusta repetir que entre evolución y revolución solo hay una «r» de diferencia, la «r» de responsabilidad.

Lo que es cierto es que el tiempo del silencio ha concluido. Los «indignados» —los que siguieron a dos jóvenes nonagenarios, el francés Stéphane Hessel y el español, José Luis Sampedro— enviaron desde la Puerta del Sol madrileña un mensaje pacífico pero firme de implicación ciudadana y movilización. Pareció que se habían «desvanecido» pero están germinando «un nuevo comienzo», como figura en «La Carta de la Tierra».

He comentado en diversas ocasiones la impresión que me produjo cuando, en 1961, visité por primera vez la Unión Soviética, el silencio de los silenciados. No se expresaban, porque no podían. Después, con el tiempo, me di cuenta de que el problema no radica en los silenciados sino en los silenciosos. Y escribí Delito de silencio. Tenía razón Martin Luther King al afirmar: «Cuando reflexionemos sobre nuestro siglo XX, no nos parecerá lo más grave las fechorías de los malvados sino el escandaloso silencio de los bondadosos». Ahora, la voz tanto tiempo debida pero imposible de emitir ya puede difundirse, ya puede extenderse a todos los rincones de la Tierra… hasta que toda ligadura haya sido desatada.

PODER CIUDADANO

Después del 15M, después del progresivo reconocimiento por parte de la gente, sobre todo joven, de su capacidad de libre expresión y de comparación, propia de su conciencia global, los poderes tradicionales ya saben, ya temen, que la implicación ciudadana es cuestión de poco tiempo. La razón de la fuerza empezará a ser sustituida por la fuerza de la razón. Los intelectuales, científicos, docentes, artistas, creadores, en suma, se pondrán al frente de la gran movilización ciudadana que restablecerá los «principios democráticos» que los «neoliberales» sustituyeron por los mercados y procederán a refundar unas Naciones Unidas dotadas de los medios personales, financieros y técnicos necesarios para establecer rápidamente las bases de la gobernación a escala mundial.

La sociedad civil, ya consciente, ya capaz de expresarse, no puede seguir tolerando ni un minuto más que cada día mueran de hambre y desamparo, en un genocidio de inmensas proporciones, miles de personas, la mayoría de ellas niños y niñas de 1 a 5 años,  al tiempo que se invierten más de 3.000 millones de dólares en armas y gastos militares. Es intolerable que, según Oxfam, 85 personas posean mayor riqueza que la mitad de la humanidad (3.300 millones de seres humanos). Es intolerable que la «seguridad» y «bienestar» se concentre en menos del 20 por ciento de los habitantes de la Tierra, viviendo el 80 por ciento restante en un gradiente progresivo de precariedades, hasta los límites de la pobreza extrema, del atentado oculto a la propia vida.

Es intolerable seguir viviendo la amenaza nuclear, con esta espada de Damocles que ensombrece los horizontes del destino común.

Es intolerable que no se tenga en cuenta la habitabilidad de la Tierra, las condiciones para una vida digna cuando está científicamente demostrado que las características ecológicas dependen ya de la actividad humana (antropoceno). La humanidad no puede legar a las generaciones venideras «una casa desvencijada y fría». Es intolerable que los países prósperos no ayuden al desarrollo de los más rezagados, a los que se limitan a explotar.

No es tolerable, en suma, que sean los valores bursátiles los que sustituyan a los valores éticos y que la desfachatez de los mercados llegue a nombrar directamente, sin urnas, a los Gobiernos de Italia y Grecia, cuna de la democracia, sin la inmediata reacción de estos países europeos sometidos a los designios del poder económico absoluto…

Por cuanto antecede, simples «botones de muestra», es notorio el esfuerzo que se está realizando para que el poder ciudadano inicie una nueva época. Son notorios también los esfuerzos para contrarrestarlos. Pero es en vano. La gran transición de la fuerza a la palabra ha comenzado.

LA MUJER, PIEZA ANGULAR DE LA NUEVA ERA

El presidente Nelson Mandela, símbolo de lo inesperado, prisionero que liberó también a sus carceleros, me decía un atardecer en Pretoria, en 1996, que la transición de una cultura de imposición, dominio, violencia y guerra a una cultura de encuentro, conversación, conciliación, alianza y paz no tendría lugar hasta que un porcentaje alto de mujeres no tuviera influencia en la toma de decisiones. Cuando la mujer llegaba, normalmente por razones dinásticas, al escenario del poder, lo ejercía, lógicamente, de forma mimética del poder masculino, el único referente del que disponía.

Después de aquella entrevista, hicimos en la UNESCO una valoración aproximada de la involucración femenina, con los valores inherentes que le son propios, en la toma de decisiones a distintos niveles. No llegaba al 5 por ciento. Es decir, el 95 por ciento de las decisiones eran adoptadas por hombres. Han pasado más de quince años y hoy el porcentaje ya se sitúa alrededor del 15 por ciento. Está claro que falta mucho camino por recorrer, pero también lo está que en muy pocos años ya se han logrado cambios que no habían tenido lugar durante siglos. Ahora, ya son muchas las mujeres que se hallan plenamente capacitadas en los aledaños del poder, esperando que, en los próximos lustros, sea posible acercarse a los porcentajes previstos por el presidente Mandela.

En el edificio del mañana, la mujer es piedra angular. La mujer, con el inherente respeto que tiene a la vida, aplaza el uso de la fuerza. La mujer que no imita al hombre, desde luego.

Nos hallamos, en resumen, en el umbral de grandes transformaciones a escala mundial.

IMPOSIBLES HOY, POSIBLES MAÑANA

La conciencia global, la capacidad de expresión y equilibrio de género permiten replantearse todas las cuestiones que, hasta ahora, se consideraban «sin remedio». Ahora hay muchos imposibles que serán posibles mañana, porque se conoce la realidad en profundidad —y por tanto puede también cambiarse en profundidad— y la capacidad de participación ciudadana permitirá vivir en un marco genuinamente democrático. Es necesario conocer la realidad sin dejarse llevar solo por noticias, dado que son noticias por insólitas, refieren hechos extraordinarios, no habituales. Es preciso, en consecuencia, lograr análisis que permitan la adopción de las oportunas medidas a tiempo. Todo fenómeno potencialmente irreversible, como sucede tanto en patología como en los propios acontecimientos naturales, requiere que se adopten las medidas antes de que se alcancen puntos de no retorno.

Esta es otra de las exigencias que a partir de ahora el poder ciudadano debe tener muy presente: especialmente cuando se trata de cuestiones potencialmente irreversibles, es exigible la acción oportuna. Es tiempo de acción. Es tiempo de conocer con precisión quiénes son los responsables de la actual situación del mundo para no permitir que sigan ejerciendo influencia e impidiendo que se apliquen fórmulas que constituyen el tratamiento adecuado.

CRISIS SISTÉMICA. SOLUCIONES (DEMOCRACIA A TODAS LAS ESCALAS; FEDERACIONES)

Una de las cuestiones que tienen que quedar muy claras es la definitiva caducidad del sistema capitalista neoliberal que no ha sabido aplicar los mecanismos correctores cuando correspondía. A principios de los noventa escribí: «Un sistema que basado en la igualdad se había olvidado de la libertad, se ha desmoronado dando paso a sistemas de libertades públicas en los Estados que antes se hallaban formando parte de la Unión Soviética. Del mismo modo, el sistema alternativo, basado en la libertad pero que nunca ha tenido en cuenta la igualdad, debería ahora aprender las lecciones que el desmoronamiento del Muro de Berlín simboliza». No fue así. Bien al contrario, el neoliberalismo ha conducido a una economía basada en la especulación, la deslocalización productiva y la guerra.

El reiterado fracaso de los intentos de constituir un multilateralismo democrático (la Sociedad Naciones en 1919 y las Naciones Unidas en 1945), se debe a la desmesurada influencia, a escala nacional e internacional, del Partido Republicano de los Estados Unidos. Otros ejemplos: Estados Unidos es el único país que no ha suscrito la Convención sobre los Derechos de la Infancia (1989), ni la Corte Penal Internacional (1998); en 1993, el Partido Republicano, que ya manejaba a su gusto y placer el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (del que ya no figuraba su apellido original «para la reconstrucción y el desarrollo») añadió, directamente y situado fuera del ámbito de las Naciones Unidas, la Organización Internacional del Comercio.

También a él se debe la deslocalización productiva, por «codicia e irresponsabilidad», en palabras del presidente Obama. Lo cierto es que China, el gran país comunista, es en estos momentos una gran potencia capitalista y ha pasado de ser la «fábrica del mundo» a la «fábrica para el mundo». En efecto, sus gastos en I+D+i han superado hace poco a los de la Unión Europea y su capacidad competitiva se ha incrementado extraordinariamente. Si a todo esto añadimos que los países que deberían exigir un cumplimiento mínimo de los Derechos Humanos, empezando por las condiciones laborales, han anulado la posibilidad de aplicar a China la Justicia Universal, se agudiza la complejidad  de la situación.

La invasión de Irak en 2003, sin el acuerdo del Consejo de Seguridad, basada en la manipulación y la mentira, es otro de los desmanes cometidos recientemente, a iniciativa del Partido Republicano, y es preciso, por tanto, que el «poder ciudadano» tome buena nota de cuáles deben ser sus prioridades en un próximo futuro.

No son solo los «adversarios» de los demócratas de Estados Unidos. Son los principales oponentes del otro mundo posible que soñamos.

Frente al progresivo deterioro ético, social, económico y ambiental del conjunto de la humanidad, no cabe duda de que ha llegado el momento de llevar a cabo con rapidez profundas transformaciones. Cuando todo clamaba paz, cuando todo clamaba cambio, en 1989, con los presidentes Mandela y Gorbachov, y la culminación de los procesos de paz en Mozambique y El Salvador… no pudieron realizarse porque, entonces, el poder ciudadano aún no existía.

Europa, ¿todavía atalaya, todavía catalizador, todavía referencia? Fueron los mercados, por desgracia, los que prevalecieron y, empezando la casa por el tejado, en la Unión Europea se llevó a cabo una unión monetaria sin una unión económica y, sobre todo política, previas. Esta «Europa» desposeída de sus fundamentos éticos —tan bellamente expresados, por cierto, en la Carta de Derechos Fundamentales del año 2000— ha derivado progresivamente hacia el desconcierto actual. Hay que reaccionar con rapidez. Hay que procurar enderezar con prontitud y eficacia tantos caminos torcidos, tantas tendencias adversas.

Está claro que la fuerza de Europa no es la Europa de la fuerza, sino la Europa de los Derechos Humanos, del multilateralismo democrático, de los principios, de la cooperación internacional, de la variedad cultural, de la visión prospectiva.

En lugar de ser la Unión Europea la torre de vigía, en lugar de ser el referente del pluralismo y de las libertades públicas, en lugar de representar para el mundo el símbolo de la dignidad de todos los seres humanos (así comienza su Carta de Derechos Fundamentales), ha venido a ser la Europa de los mercados, de los ultras (Le Pen en Francia en cabeza de lo que nunca debió ser), de los xenófobos, de los nacionalistas y secesionistas. Cuando tanta falta hacían los ciudadanos del mundo, la proyección desde Europa de un nuevo reordenamiento internacional, el acercamiento de Ucrania y de Rusia (en lugar de empujarla hacia el este), el establecimiento de puentes sólidos con Turquía… los mercados lo invaden todo.

Es el momento de oponerse al neoliberalismo y restablecer la justicia social; de eliminar los grupos oligárquicos y refundar unas Naciones Unidas fuertes, con voto ponderado pero sin veto, con una Asamblea General integrada por el 50 por ciento de representantes de la sociedad civil, y con un Consejo de Seguridad Medioambiental y otro Socioeconómico, además del actual. Ha llegado el  momento de gobernar la globalización en el advenimiento de la era digital. Llegó el momento de detener el «ecocidio» y cumplir con los deberes intergeneracionales. El momento de incluir a la India y a China plenamente en el seno de este gran espacio institucional del Sistema de las Naciones Unidas, puesto en pie para hacer frente a una situación de gran complejidad pero disponiendo, por primera vez en la historia, del «clamor popular» que debe y puede, desde abajo a arriba, marcar los rumbos de los tiempos nuevos.

Está claro que se necesitan cambios rápidos, contundentes. En los ámbitos apuntados, federación, relación entre Estados, naciones y comunidades. En mi blog, en artículos en la prensa, en conferencias y contribuciones a distintas publicaciones he insistido —guiado por la visión de conjunto que me proporcionó la gran atalaya de la UNESCO durante varios años—, en llamar la atención hacia los cambios conceptuales que son tan importantes como perentorios para la democratización a escala internacional, regional, nacional, personal. No creo que haya otra alternativa: democracia, frente a la dictadura del poder económico, de la concentración de los recursos de toda índole y del poder en muy pocas manos. Ya he mencionado el «gran dominio». La única alternativa, ya prevista en 1945, es la de «los pueblos». «Nosotros, los pueblos, hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra»…

Esta es la solución: los pueblos, la construcción de la paz, las generaciones venideras. Convertir con rapidez los inmensos y desmesurados gastos militares cotidianos en recursos necesarios para la construcción de la paz, el cuidado del medio ambiente, el desarrollo global sostenible y humano. Ahora, es el momento de unir fuerzas, brazos y manos, en favor de una rápida transición desde una economía basada en la fuerza, la imposición y el predominio de unos cuantos a una economía de desarrollo a escala mundial. La gran inflexión, ya lo he indicado, de la fuerza a la palabra.

«Una situación sin precedentes requiere soluciones sin precedentes», advirtió Amin Maalouf(2) y creo que debemos tenerlo muy presente para elaborar las hojas de ruta actuales.

NUEVOS REFERENTES Y ACEPCIONES

Empleo y trabajo. En la era digital, el trabajo es el que debe ser protagonista, frente a las inmensas posibilidades de la automatización y robotización, de la dedicación personal y actividad productiva. Esto altera la concepción actual de los horarios, del «empleo» tradicional, con una enorme flexibilización de tiempos y formas y de actividades laborales, que permitirán también la incorporación plena de la mujer, sin las barreras que todavía impiden esta completa articulación.

Distinción entre información y conocimiento. Entre saber y sabiduría. Estamos inmersos en informaciones, pero es indispensable una reapropiación del tiempo para la reflexión, para la incorporación de aquellos conocimientos que vayan a continuación a convertirse en innovaciones, en «des-cubrimientos». «Investigar», decía el profesor Hans Krebs(3), «es ver lo que otros ven y pensar lo que nadie ha pensado». La capacidad distintiva de cada ser humano, la facultad creadora, debe ser a partir de ahora progresivamente la que traza un nuevo diseño del mundo. La que distingue entre saber y sabiduría, la que distingue el quién del cómo…

La longevidad, uno de los nuevos pilares del por-venir que está por-hacer,  es un aspecto fundamental de este nuevo diseño. Hoy contamos, ya lo he subrayado, con el inmenso beneficio de la experiencia que antes, con gran frecuencia, desaparecía tempranamente. «Cuando un viejo muere, una biblioteca se quema», dice un proverbio africano.

Los educados, los «libres y responsables». Tenemos que tenerlo muy presente para esta la visión del proceso educativo, proceso que dura toda la vida, en el momento de configurar el futuro que, en los albores de siglo y de milenio, se presenta, ya era hora, al alcance de la acción ciudadana.

Aprender las lecciones del «mundo emergente». En 1997 escribí «Del sur viene la savia». Durante siglos, América Latina y África han dependido primero y han mirado después permanentemente a Europa, a Occidente. Ahora, todos juntos debemos aprender las lecciones, las iniciativas, los «modos» de unos países que se rebelan contra los módulos exclusivamente mercantiles que les han impuesto y de los que ahora se están liberando progresivamente.

Hoy es todavía. Es preciso actuar de tal modo que no se llegue, en muchos casos, a situaciones irreversibles o, al menos, paliar, con las adecuadas previsiones, los efectos. Mañana siempre es tarde, puse como título a uno de mis libros en el año 1988. Es tiempo de acción, insisto, porque la mayor parte de los diagnósticos ya están realizados y ahora es urgente aplicar los tratamientos. Y hacerlo a tiempo.

Lo factible y lo admisible. El conocimiento siempre es positivo pero sus aplicaciones pueden no serlo. Pueden incluso ser perversas. Es necesario, en consecuencia, saber discernir perfectamente el saber, que libera siempre, de la errónea puesta en práctica.

La gran esperanza es la capacidad distintiva de la especie humana, la que le permite idear, inventar, actuar fuera de los trillados cauces de la rutina, de forma inesperada. Lo inesperado es nuestra esperanza.

CAMBIOS RADICALES E INAPLAZABLES

«Os escribo desde un naufragio… / por lo que hemos destruido
/ ante todo en nosotros.. / … pero os escribo también desde la vida,
/ os escribo de un mundo venidero».
JOSÉ ÁNGEL VALENTE

En el año 2000 publiqué en el libro Un mundo nuevo los cuatro grandes contratos que, en mi opinión, podían enderezar tantas tendencias inadecuadas en los albores de siglo y de milenio. En resumen: un nuevo contrato social, un nuevo contrato natural, un nuevo contrato cultural y un nuevo contrato ético. Solo volviendo a situar en el centro de nuestra acción cotidiana los valores fundamentales, los «principios democráticos», los valores éticos esenciales, podrá aunarse la infinita diversidad —hasta el punto de la unicidad— que caracteriza a los seres humanos. Por eso se trata de «valores universales». Que nadie se engañe: solo de este modo se logrará el advenimiento de la nueva era y una convivencia apacible y fructífera.

Basado, pues, en la experiencia, en la reflexión que procura  décadas de vida, y en las que la problemática situación actual suscita, propongo los remedios que debieran aplicarse de manera más urgente, tanto a escala internacional como regional, nacional y local.

A escala mundial

-Disolución de los grupos plutocráticos y restablecimiento (establecimiento) de un eficaz sistema multilateral.
-Reforma de las Naciones Unidas: con la participación y representación ya indicadas, que le proporcionen la autoridad moral y funcional que en estos momentos es imprescindible.
-Poner término a los últimos coletazos de la crisis sistémica impulsada por los Republicanos de los Estados Unidos, que sustituyeron los principios democráticos (justicia, igualdad, libertad, solidaridad) por las leyes del mercado, y el multilateralismo por grupos plutocráticos, cuyo estruendoso fracaso en la pretensión de suplir a las Naciones Unidas está a la vista.
-Reducir rápidamente el riesgo de puntos de no retorno en el deterioro medioambiental debido a la actividad humana (antropoceno), adoptando en todo el mundo, sin excepción ni aplazamientos, las medidas que la responsabilidad intergeneracional exige.
-Desarme nuclear: es urgentísimo y debería favorecerse una gran movilización popular en el ciberespacio que acabe con esta terrible «espada de Damocles».
-Terminación de los tráficos mafiosos a escala supra-nacional: tráficos de armas, drogas, personas… Regulación del tráfico y consumo de drogas, cuyo altísimo precio carece de efectos disuasorios, considerándose en adelante, al igual que pasa con el alcohol y el tabaco, un problema esencialmente sanitario y no tan solo de seguridad.
-Remodelación de los sistemas económicos, con establecimiento de los mecanismos de regulación global que proceda, la inmediata desaparición de los paraísos fiscales, sin excepción, y la transición desde una economía de especulación, deslocalización productiva y guerra a una economía de desarrollo global sostenible, que permita poner fin a la explotación, a los desgarros sociales, a la pobreza extrema, a la muerte por inanición… que hoy ensombrecen la dignidad de la especie humana en su conjunto.
-Promover el adecuado y ágil funcionamiento de las «asociaciones regionales», como la Unión Europea, la CELAC, la OUA… para facilitar de este modo la gobernación mundial.

A escala europea

-Reforma de los tratados de la UE, fortaleciendo la Unión económica y política que no precedieron a la Unión monetaria.
-Si en las elecciones al Parlamento europeo no votan más del 60 por ciento de la población electoral de cada país, los así electos no deberían ser designados parlamentarios.
-Federación política, económica y fiscal.
-Autonomía en materia de seguridad, sustituyendo a la OTAN, cuya vigencia después de la desaparición del Pacto de Varsovia no está justificada y cuesta a Europa cantidades totalmente desmesuradas, y dejar de adquirir material bélico innecesario y propio, además, de guerras pretéritas.
-Equilibrada relocalización industrial.
-Incentivos para la I+D+i.
-Aplazamiento razonable de los plazos de reducción del déficit y regulación de los flujos financieros.
-Reposición de los principios democráticos para orientar las actitudes de la Unión, favoreciendo el pluralismo cultural, étnico, ideológico y religioso como base de la convivencia armónica, situando a la justicia social en el centro mismo de la política comunitaria. Salvaguardar siempre los medios necesarios para la educación, el conocimiento y la salud. Y, a través de los incentivos necesarios, el trabajo para todos, conscientes de la nueva naturaleza del mismo, como consecuencia de la deslocalización, automatización, robotización y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Particularmente apremiante: democracia genuina a todas las escalas: ver el proyecto de «Declaración Universal de la Democracia», que cuenta ya con el apoyo de personas de gran prestigio (4).

A escala española

-Reforma de la Ley Electoral, impostergable, para no seguir manteniendo la funambulesca situación actual, este sentimiento de precariedad representativa de la voluntad de todos los españoles.
-Reforma de la Constitución (en especial el Capítulo 8) estableciendo un Sistema Federal y permitiendo una gran autonomía. La Constitución no solo deberá ponerse al día serenamente sino que debe aparecer como solución y no como problema, como la Carta Magna de un Estado donde quepan todos los españoles con una gran capacidad de autogobierno y unos principios comunes bien establecidos y generalmente aceptados.
-Independencia de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, estableciendo los mecanismos correctores necesarios que permitan, en caso de mayoría absoluta parlamentaria, asegurar el papel de las minorías y de la sociedad civil, con un impecable comportamiento democrático.
-Fomento de la educación, la sanidad y la I+D+i como cuestiones suprapolíticas que están sufriendo unos recortes cuyas consecuencias  pueden ser irreversibles.
-Relocalización ponderada de la producción exterior.
-Poner en práctica un gran proyecto de turismo y residencia hacia y en España, sacando partido a la longevidad y a las inigualables características humanas, culturales, climatológicas, naturales, gastronómicas… de la península y de sus dos archipiélagos.
-Fomento de energías renovables.
-Medidas rápidas y severas que penalicen la insolidaridad tributaria y la evasión fiscal.
-Iniciativas para el trabajo autónomo y de las pymes.
-Gran movilización de la «capacidad-puente» española, por sus insólitos antecedentes, con África, los países árabes y, desde luego, América Latina.

Estas son algunas propuestas que hoy debería impulsar de manera decidida la mayor parte de los ciudadanos del mundo, sobre todo las que se refieren al comportamiento personal y a la gobernación mundial. En todos los casos, se trata de proceder de forma democrática, dando la voz al pueblo que ahora sí, por primera vez en la historia, puede manifestarse libremente.

La democracia -como desarrollé en el libro La nueva página (1994)- es una cultura, un comportamiento. En la debacle ética y social de Occidente, es imprescindible la refundación de unas Naciones Unidas que permitan poner en práctica las excelentes previsiones del diseño de Roosevelt en 1945. Solo así sería posible el desarrollo global y humano que se pretendía en los años cuarenta. Solo así será posible que las prioridades mundiales sean labor y dedicación de todos. «¿Quién, si no todos?».

Todas las dimensiones y aspectos de la vida económica deberán subordinarse —y así lo hemos redactado con gran firmeza en el artículo undécimo del borrador de Declaración Universal de la Democracia— a la justicia social.

UN NUEVO COMIENZO

Es necesario un nuevo paradigma en la línea de las recientes propuestas formuladas por Ivo Šlaus(5) y Garry Jacob(6) en la World Academy of Art and Science. Tenemos que estar muy atentos a las grandes directrices que deberían asegurar el inicio de una nueva era en muy pocos años, con las posibilidades que se derivan de esta gran transición de súbditos a ciudadanos.

«Sé tú el cambio». Tenemos que saber, de acuerdo con esta expresión de Mahatma Ghandi, que las transformaciones de toda índole que son ahora precisas y urgentes no serán cosecha de los grandes poderes sino de las semillas sembradas una a una, día a día, por los ciudadanos que se dan cuenta, por fin, de que ahora sí, el destino está en sus manos. Cada amanecer es ocasión personal para un nuevo comienzo…

En el preámbulo de la Carta de la Tierra se lee: «Estamos en un momento crítico de la Tierra, en el cual la humanidad debe elegir su futuro…». Así empieza. Y así termina: «Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamamiento a buscar un nuevo comienzo». La Carta de la Tierra se basa en el respeto y cuidado de la comunidad de la vida; en la integridad; en la justicia social y económica; en la democracia, no violencia y paz y, al final, señala los pasos más importantes del camino hacia adelante.

Puede ser uno de los documentos esenciales para inspirar acciones concretas que permitan este nuevo comienzo. Este nuevo principio, en el que todos los seres humanos sean «libres y responsables». La comunidad intelectual, científica, académica, artística, cualquiera con ideas, decencia, corazón y coraje… debe incorporarse y situarse, como se ha indicado, en la vanguardia de la movilización popular. Por primera vez es posible inventar, entre todos, el futuro. Juntos podemos iluminar los caminos del mañana. Como se dice en el Popol Vuh maya: «Que todos se levanten, que nadie se quede atrás».

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