La gran dama Olimpia Torres (1911-2007)

Siendo la mayor, sobrevivió largamente a todos sus hermanos ­Augusto, Ifigenia y Horacio­, hijos de Joaquín Torres García y Manolita Piña. El viernes fue la hora y la vez de Olimpia Torres, en una racha de fallecimientos que ha conmovido a la comunidad artística en pocos meses (Guillermo Fernández, Claudio Silveira Silva, Rodolfo Uricchio).

Olimpia Torres concilió belleza física, inteligencia, ternura y firmeza temperamental. Nacida en Barcelona (1911), en la mítica casa Mon Repos, toda la familia se trasladó a Nueva York durante dos años, luego otros tantos en Fiésole (Italia) y ya en París, en 1926, comenzó a estudiar con Jean Helion y Amedée Ozenfant e hizo con sus hermanos menores exposiciones colectivas. En el Madrid de 1933 conoce al escultor español Eduardo Díaz Yepes. Se casan en Montevideo y luego regresan a Madrid en el año en que estalla la guerra civil. Momentos dramáticos; Yepes lucha en el ejército republicano y permanece preso durante 14 meses y la batalladora Olimpia realiza afiches de propaganda republicana y ayuda a sobrellevar la situación. Terminada la contienda, perseguidos por el franquismo, pasan un tiempo en Cataluña. Olimpia ilustra novelas y cuentos hasta que consiguen una beca de estudios en París. La pobreza de la posguerra hizo insostenible la permanencia en la capital francesa y deciden volver a Montevideo. Aquí encuentran un destino definitivo y la posibilidad de desplegar sus talentos. Varias obras de Yepes son ejecutadas según el diseño de Olimpia, como el mural del Palacio de la Luz, además de vincularse a la Comedia Nacional y encargarse de escenografías y vestuarios de varias obras teatrales e ilustrar libros.

Olimpia conoció, como su padre, a través de su padre, a grandes personalidades de la vanguardia del siglo XX: Barradas, en primer lugar, Klee, Kandinsky, Mondrian ­con quien bailó el Charleston­, Picasso, Julio González y una extensa nómina de genios. Con una sensibilidad y conocimientos envidiables, Olimpia, en su condición de mujer y con los prejuicios familiares a cuestas (Manolita dejó de pintar para no competir con su marido), no desarrolló el enorme talento de que estaba dotada. Dejó deslizarlo en tareas laterales, comerciales o secundarias, y fue el timón que orientó a una enorme familia de diversos intereses con gran sensatez, co-creadora de la Fundación Torres García que presidió. En 2002 el Museo Torres García le dedicó una exposición, Olimpia por Olimpia, que en obras y declaraciones registradas en el catálogo documentaron la insobornable transparencia poética de esta personalidad del arte. *

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