El injustificado reclamo tricolor

Nacional procura desconocer, aduciendo el espíritu de la norma, lo que está estampado en el papel. El tema en cuestión pasa por la forma de dilucidar el título de Campeón Uruguayo, y las ventajas que la reglamentación otorga al ganador de la tabla anual. Nacional ha obtenido, básicamente, a partir de la integración del Dr. Hernán Navascués a la delegación tricolor ante la AUF, rotundos triunfos reglamentarios.

Basta recordar los temas concernientes a la habilitación de Abreu, la pérdida o no de puntos de Juventud de Las Piedras frente a Peñarol, o la autorización de De León para dirigir en su anterior ciclo, como muestras elocuentes del gran trabajo realizado a nivel de la AUF.

Estas victorias reseñadas surgen a partir del fracaso de 1997, en el que por una Asamblea de Clubes, entre gallos y medianoche, cocinaron a los tricolores que pasaron de ser finalistas del Uruguayo a ser semifinalistas, perdiendo luego en dicha instancia con Peñarol la posibilidad de abortar el quinquenio mirasol.

Dicho traspié supuso con la habilitación de Spencer a comienzo de los años 60, y «El pacto de caballeros» en el 86 por el que Nacional jugó una final que perdió, por un campeonato que ganó en la cancha, una de las tres mayores derrotas políticas de los albos en la AUF de la última mitad de siglo.

Por estos días, en una AUF convulsionada por el posible alejamiento de Eugenio Figueredo de la presidencia de la misma (cambia, todo cambia), el conjunto tricolor alega que la norma establecida por escrito no refleja lo acordado, whiskys mediante, en una «cena de trabajo». Bien dice el dicho «entre bomberos no nos vamos a pisar la manguera».

Nacional debería saber que si un día debe perder en virtud del tenor literal de una norma, debe perder.

Alguien no siempre puede ganar. Es más, no es sano que ello siempre suceda.

Las normas están, son claras, y Danubio Fútbol Club por sus méritos deportivos cuenta con grandes ventajas reglamentarias para alzarse con el título de Campeón Uruguayo.

Se podrá alegar lo exagerado de los beneficios, pero no buscar, con nombres y apellidos, cambiar las normas a una semana del fin del torneo.

Quizás empiece a ser bueno que en estos tiempos de cambio, algunos clubes se preocupen más de lo deportivo y menos de esos partidos que permanentemente juegan en la sede de la AUF en la calle Guayabos. *

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