EN MEDIO DE UN PAIS PROSPERO Y CONFIADO EL ESTADO TOMO EL MONOPOLIO

Hace 50 años AFE pasó de los ingleses a manos uruguayas

La historia de la creación de AFE tuvo sus orígenes en una nueva política de estatizaciones, que comenzó en 1947, cuando el presidente Tomás Berreta había enviado al Reino Unido una misión diplomática encabezada por el doctor Gustavo Gallinal, con el propósito de renegociar la deuda de esa nación con nuestro país. La coyuntura mundial, con saldos a nuestro favor de las exportaciones realizadas durante la guerra, era propicia para nuestro país.

Las gestiones lograron un acuerdo mediante el cual se rebajaba en un 10% a favor de nuestros acreedores, aplicándose el saldo a la compra de las empresas británicas existentes en nuestro país, en especial, el ferrocarril y el servicio de agua.

A la muerte de Berreta la idea continuó a impulsos de su sucesor, don Luis Batlle Berres, quién proponía la creación de un monopolio terrestre de ferrocarriles, ómnibus y camiones bajo la sigla de ATTE, Administración de Transportes Terrestres del Estado.

En un encendido discurso pronunciado el 25 de agosto de 1949 en los talleres ferroviarios de Peñarol, Batlle Berres se dirigía a los trabajadores del riel, exponiendo allí la seguridad, la confianza y las razones de su proyecto monopolizador, de todo el transporte que se realizara por tierra.

«Si el 25 de agosto de 1825 fue un día de luchas y un día de esperanzas y nuestros héroes mostraron con su ánimo y actitudes el deseo de hacer un país independiente, nosotros en esta oportunidad, recordándolos a ellos, también luchamos por hacer del nuestro un país independiente y fuerte en el orden económico. La conquista de la nacionalización de los ferrocarriles no es sólo porque los ingleses hayan querido abandonarlo, sino porque el país está en condiciones de poderlo dirigir.»

En otro momento del discurso manifestaba con rotunda firmeza: «La solución es clara y sencilla y se expresa en un monopolio por el Estado. El Estado transportando todas las mercancías; el Estado transportando todos los pasajeros. Con esto no pretendo conspirar contra nadie, ni pueden ponerse en estado de alerta las compañías de transporte y ellas deben pensar que la lucha frente al ferrocarril del Estado es siempre inconveniente y peligrosa para ellas, porque sin duda teniendo el Estado tanto poder, ellas no podrán hacerle una competencia peligrosa y por el contrario, las compañías particulares pueden entrar en déficit muy graves para sus intereses.»

Todo esto fue levantando la resistencia de la oposición en dos terrenos: político y empresarial. El Partido Nacional con los herreristas al frente, llamaban a la nacionalización de los ferrocarriles ingleses, «una compra de fierros viejos», mientras que los sectores de la izquierda argumentaban que las empresas eran antieconómicas y sostenían que «los frigoríficos, que dejan grandes ganancias, no fueron transferidos al Estado, en cambios sí lo fueron los tranvías, que ya están al borde del abandono».

El prólogo

El doctor Enrique Bianchi, miembro del Círculo de Estudios Ferroviarios del Uruguay, afirma: «Una historia, cuya política empresarial no se encuentra en nuestro país, hay que buscarla en Londres». La historia comienza a fines de la década del cuarenta cuando la Administración de los Ferrocarriles y Tranvías del Estado, creada en 1915, a fines de la segunda presidencia de José Batlle y Ordóñez, se fusiona con el Ferrocarril Central del Uruguay, empresa que giraba bajo la responsabilidad del Ministerio de Obras Públicas, y que a su vez, era la unión de cinco compañías británicas, (Ferrocarril Midland del Uruguay, Ferrocarril Noreste del Uruguay, Ferrocarril Uruguayo del Norte, Compañía del Puente Internacional del Cuareim y Ferrocarril Central del Uruguay). De esta última, toman su nombre cuando se unen. Fueron adquiridas y escrituradas por el Estado el 31 de enero de 1949, pero la ley, que aprobaba estas compras y fusiones, había sido promulgada en diciembre de 1948″, sostiene Bianchi.

Nace AFE

El sueño de Luis Batlle tuvo que esperar casi cuatro años para concretarse, y se realizó, recortado en su afán de monopolio de transporte terrestre.

Tampoco, ya era el Presidente de la República, porque una reforma constitucional nos había llevado de un régimen presidencialista a un colegiado de nueve miembros. Las reglas del juego habían cambiado y AFE parecía nacer sin la fuerza que, desde la tribuna, imponía la oratoria del prestigioso líder político colorado.

AFE surgió como Ente Autónomo por Ley Nº 11.859 y fue aprobada por la Cámara de Representantes el 16 de setiembre de 1952, ejerciendo la presidencia del Cuerpo Legislativo don José G. Lissidini. El Poder Ejecutivo la promulgó el 19 de setiembre de 1952, con la firma del Presidente del Consejo Nacional de Gobierno, don Andrés Martínez Trueba, el ministro de Obras Públicas, Carlos Fischer y el ministro de Hacienda, Eduardo Acevedo Alvarez.

Su primer Directorio estuvo encabezado por el ingeniero Manuel Rodríguez Correa

El doctor Enrique Bianchi consideró que Uruguay tenía un crédito, a su favor, contra Gran Bretaña a fines de la Segunda Guerra Mundial, que oscilaba entre 10 y 12 millones de libras.

«Se le llamaba a esta deuda, libras bloqueadas. Los ingleses pagaron este crédito, vendiéndonos la compañía de tranvías, municipalizada en diciembre de 1947, la empresa Aguas Corrientes, en febrero de 1950 y los ferrocarriles, que habían sido nacionalizados en 1948.

En lo referente al tren, ellos no invertían dinero desde hacía mucho tiempo. No se preocupaban, no le hicieron ninguna mejora en los últimos dieciocho años y si no lo vendieron antes fue a causa de la guerra. Creo que el ferrocarril estaba «congelado» desde 1931, pero igual, toda su estructura seguía brindando un muy buen servicio en manos de los ingleses», termina diciendo el doctor Bianchi.

Según nuestro entrevistado, el Estado recibió, en efectivo, alrededor de un millón de libras esterlinas y las otras diez de la deuda la pagaron transfiriendo sus empresas.

Adiós al tren

Con los años, los anhelos de Luis Batlle Berres sucumbieron ante las carencias de planes para mejorarlo, modernizarlo y hacerlo viable. Las deficiencias administrativas de varios directorios, los acomodos, el ingreso indiscriminado de personal, junto con políticas y disposiciones que conspiraron contra el buen desarrollo del organismo, fueron conformando su desprestigio y decadencia, llevándolo a esta realidad de hoy.

Para reafirmar esto, basta recordar que en los primeros meses del año 1957, el Consejo Nacional de Gobierno le pidió la renuncia, ante tantas muestras de incapacidad e ineptitud, a todos los integrantes del Directorio, un hecho que nunca había ocurrido en ningún organismo oficial.

Cuando el Ente parecía a punto de colapsar, el 23 de mayo de 1957 asumió un nuevo directorio, cuya presidencia la habría de ejercer, con autoridad y austeridad, el general Oscar Gestido. *

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