la historia al revés

Desafiando todas las predicciones, África es el ‘punto frío’ de la pandemia

El mundo miraba con atención hacia África, vaticinando que los contagios y muertes se contarían por decenas de millones, pero en muchos de estos países no han habido escenarios tan fatídicos. ¿Qué pasó?

Foto con fines ilustrativos: UNsplash / Seth Doyle
Foto con fines ilustrativos: UNsplash / Seth Doyle

El primer caso confirmado de COVID-19 en África fue el 14 de febrero de 2020 en Egipto, que si bien obviamente es un país africano, está más al norte, por encima del gran desierto del Sahara, que separa al continente en dos.

El primer positivo en África subsahariana apareció en Nigeria poco después. Los funcionarios de salud estaban casi todos en pánico a la espera de cómo el nuevo coronavirus se propagaría por el segundo continente más poblado del mundo.

Cuando se sabía muy poco sobre el virus, la Organización Mundial de la Salud (OMS) alertaba que cuatro países subsaharianos estaban en una lista de los «principales 13″ de gran peligro mundial debido no solo a sus enlaces directos con China, epicentro de la pandemia, sino también por sus endebles sistemas de salud y pobreza generalizada.

Escribiendo para The Lancet, dos científicos del Centro Africano para el Control de Enfermedades describieron una catástrofe que se avecinaba: «Sin tratamiento ni vacunas, y sin inmunidad preexistente, el efecto (del COVID-19) podría ser devastador debido a los múltiples desafíos de salud que ya enfrenta el continente, como el rápido crecimiento de la población y mayor movimiento de personas, además de las enfermedades endémicas existentes, los patógenos infecciosos remergentes y emergentes, y otros», decían.

Muchos profesionales médicos predijeron que África podría entrar en una espiral de muerte. «Mi consejo para África es prepararse para lo peor, y debemos hacer todo lo posible para cortar la raíz del problema», advirtió Tedros Adhanom Ghebreyesus, el primer director general africano de la OMS en marzo de 2020. «Creo que África, mi continente, debe despertar», manifestó.

Para la primavera, la OMS proyectaba 44 millones o más de casos para África y el Banco Mundial emitió un mapa del continente coloreado en rojo sangre con ese color como alerta máxima, anticipando lo peor.

Todo esto parecía tener sentido: después de todo, la mayor cantidad de personas en pobreza extrema viven en este continente, saqueado y arrasado por colonizaciones e invasiones durante siglos y, paradójicamente, fueron los países más ricos los que vieron la mayor cantidad de contagios y muertes, con Estados Unidos, Brasil, Reino Unido y otras potencias mundiales en el top 10 de países más afectados.

El desastre que nunca fue

Lo cierto es que el escenario apocalíptico nunca terminó de suceder, y contra todos los pronósticos hoy África es el ‘punto frío’ de la pandemia que ha detenido al mundo entero y causado 2.5 millones de muertes globales.

Sí, ha habido muertes y contagios, pero no en los números que se proyectaban en 2020. Las últimas estadísticas muestran alrededor de 3.8 millones de casos y 100.000 fallecimientos relacionados al coronavirus, concentradas principalmente en los países de mayoría árabe al norte del Sahara. A excepción de Sudáfrica, el más multiétnico de los países de mayoría negra, y Nigeria, el África subsahariana se ha salvado en gran medida.

Según el portal de estadísticas Worldometers, a finales de febrero, Europa, con menos de dos tercios de la población de África, tenía más de 33.000.000 de casos, un 900% más y casi 800.000 muertes, un 800% más.

Estados Unidos, con menos de un tercio del número de personas, tiene 2.900% más de casos y 2.400% más de muertes, según otras estadísticas consultadas.

¿Por qué sucedió así? Aún está por verse y ya los científicos y analistas están enroscados en una maraña de datos para poder articular algún día una teoría concreta. Las hipótesis actuales van desde la supuesta «respuesta rápida» de África Subsahariana (que no fue tal), pasando por el «clima favorable» (que no lo fue para países tropicales como Brasil, Ecuador o Perú), o los «buenos» sistemas de salud comunitarios (cosa que contradicen la OMS y la ONU).

La prensa intenta también hacer su parte pero con titulares que podrían resonar como alarmantes para algunos. National Geographic publicaba en diciembre de 2020 que «los expertos temen una segunda ola más devastadora», pero en realidad África no tuvo una primera ola devastadora a excepción de un corto pico de contagios también en diciembre impulsado casi en su totalidad por la llamada variante sudafricana, que es más contagiosa y mortal. Reuters publicó que este pequeño momento de crisis pasó rápidamente y los números regresaron a su tendencia a la baja desde el 9 de enero en adelante.

El país que más casos diarios está teniendo pero también con números que se reducen paulatinamente es Sudáfrica, que este 2 de marzo reportó 1.318 casos y 123 muertes. Le sigue Etiopía con 937 y 48, y luego Tunes, cuyas autoridades reportaron 636 casos y 29 decesos.

Otra de las teorías que aún está en discusión tiene que ver con una combinación entre la genética y la edad: algunos científicos están estudiando si la genética de los negros africanos los protege particularmente más que la de las personas blancas o de otros orígenes étnicos; adicionalmente, las estadísticas dicen que África Subsahariana es la región más joven del mundo, y con la juventud hay menos comorbilidades y menos chances de morir por el coronavirus o siquiera sufrir un cuadro grave.

«Es realmente asombroso por qué a África le va tan bien, mientras que en EE. UU. Y el Reino Unido, las personas de ascendencia africana la están pasando tan mal», dijo a la revista European Scientist Maarit Tiirikainen, investigadora de cáncer y bioinformática en el Centro de Cáncer de la Universidad de Hawai en un correo electrónico. En esta región insular de Estados Unidos también se están analizando si los rasgos genéticos tienen que ver en sus baja tasa de mortalidad por el COVID-19. 

Otras corrientes de investigación están tratando de analizar por qué en países como Estados Unidos, Francia o el Reino Unido los afrodescendientes son más bien las poblaciones más golpeadas por la crisis sanitaria, pero en estos casos los componentes principales son mayormente económicos o por el racismo sistemático enquistado en estas naciones del primer mundo.

 

 

 

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