Un actor de cine uruguayo con seis películas filmadas es algo que llama la atención. Daniel Hendler charla con LA REPUBLICA sobre su carrera, sus ideas sobre la actuación y el hecho de hacer cine en Uruguay.

El trabajo y el placer

ANDRES TORRON Y FERNANDO SANTULLO

 

Para ser un actor uruguayo de apenas 25 años, el currículum de Daniel Hendler asombra. Lleva ya seis películas filmadas (está en proceso de terminar otra), la mayor parte de ellas en Argentina. Su primera experiencia audiovisual pública fue con El ojo en la nuca, de Rodrigo Plá. Después vendría Esperando al Mesías en Argentina, dirigida por Daniel Burman, y 25 Watts en Montevideo, con sus amigos Pablo Rebella y Juan Stoll. Esta última fue uno de los grandes éxitos de cartelera este año, revelando no sólo una excelente película uruguaya sino una gran sintonía entre el público y esta historia de tres amigos en un sábado de verano.

El filme argentino Sábado, de Juan Villegas, parte de un comienzo similar al de 25 Watts (un grupo de jóvenes en un fin de semana). Allí Hendler hizo pareja con Gastón Pauls. Ojalá los uruguayos lleguemos a ver No sabe no contesta de Fernando Muza, El fondo del mar de Damián Szifrón y Todas las azafatas van al cielo de Daniel Burman, las películas que el actor está terminando y que se estrenarán en breve en la vecina orilla.

En estos momentos Hendler está ensayando Los Magníficos, una obra de teatro de su autoría con su grupo Acapara el 522, que podrá verse el mes próximo. Con ese mismo grupo ya había hecho Playback y Crímenes y resfríos dirigidas por él y Bulimia, dirigida y escrita por Leo Maslíah. La idea de trabajar juntos, cuenta Hendler, nació en un barco.

Maslíah estaba interesado en trabajar con un grupo y ellos en ser dirigidos por alguien de afuera. Las dos horas del ferry hacia Buenos Aires lograron que ambos combinaran esos deseos en un proyecto común.

–¿Cómo fue que te enganchaste con el cine?

–Con Rebella y Stoll, los directores de 25 Watts, somos amigos desde hace tiempo. Con ellos hicimos un par de cortos, experimentos en video. Esa era mi experiencia en el audiovisual hasta que surgió la oportunidad de hacer El Ojo en la nuca con Rodrigo Plá. Después vino Esperando al Mesías, que fue un accidente. Vino Burman, el director de la película, a ver a Walter Reyno al teatro, me vio a mí haciendo El Amateur en El Circular, junto con Reyno, y ahí me llamó para trabajar.

–¿Empezaste en el teatro por amor a las tablas, o más bien a la actuación, sabiendo lo difícil que es llegar a hacer cine en Uruguay?

–En el fondo siempre hay un amor a la actuación. El tema es que uno debe plantearse hacerlo por amor al teatro, aunque lo que lo mueva sean las ganas de actuar. Si uno no lo hace por amor al teatro, no creo que pueda llegar a ser un buen actor. Yo, por suerte, lo tuve al mismo tiempo que empecé a fantasear con la idea de ser actor cuando niño. Mi madre me llevaba mucho al teatro y me fascinaba.

–¿La campaña publicitaria que hiciste en Buenos Aires para Telefónica te abrió puertas en el mundo cinematográfico argentino?

–Cuando hice esa campaña ya había hecho El Mesías y Sábado. Las otras tres películas que hice después en Argentina no sé si tuvieron algo que ver con eso. Pero es algo que me dio mucha exposición. Obviamente abrió más puertas de las que cerró. Pero de esas puertas que se abrieron no sé cuales me pueden interesar. Yo no tengo intenciones de irme a vivir a Argentina, ni de hacer televisión y si pudiera no hacer publicidad, sería bárbaro.

–En el medio audiovisual a veces es difícil diferenciar lo que es estricto trabajo de lo que podría llamarse arte o expresión personal. ¿Hay diferencias para vos?

–Cuando se puede juntar el trabajo con el placer es genial. Al principio, la idea de hacer teatro era sólo placer. Cuando empezó a ser un trabajo el actuar fue aún mejor, porque se juntaban las dos cosas. El caso de la publicidad es claramente lo más asociado con el trabajo, aunque traté de buscarle un placer interno, porque si no, no podría hacerlo, no me saldría bien. Siempre me busco motivaciones internas para disimular que lo que estoy haciendo no es un gran aporte al mundo.

–Has trabajado en seis películas hasta ahora bajo diferentes modelos de dirección. ¿En qué se diferencian esos modelos?

–Los directores más sabios con los que me tocó trabajar fueron aquellos en donde no se notó tanto la figura del director y uno sentía que estaba creando. Después, cuando ves la película, te das cuenta de que creaste en la misma dirección que crearon todos los actores. Ves cómo el director supo absorber todos los aportes para desarrollar una idea propia. En la única película que no me gustó hacer, pasó que el director quería imponer sus ideas o mostrar una claridad que debería ser mucha más intuitiva.

En el caso de 25 Watts, Juan y Pablo, que son dos tipos muy inteligentes y creativos, dirigieron excelentemente, porque aprovecharon los potenciales que había en cada uno con mucha claridad. Hicieron la película que querían y todos nos sentimos parte de ella. No sé si nos engañaron muy bien o si eligieron bien a la gente para trabajar.

–Este año, junto con 25 Watts, coincidieron otras tres películas uruguayas en la cartelera. Eso dio lugar a cantidad de artículos y especulaciones acerca del cine uruguayo. ¿Cómo ves vos eso?

–Para mí está bárbaro que haya pasado que este año En la puta vida y 25 Watts, que fueron las más exitosas en concurrencia de público, hayan sido películas en líneas completamente diferentes. El problema es cuando tratamos de imitar estilos o caminos; cuando se dice «tenemos que hacer así porque así es como se hacen las películas de verdad». Las películas de verdad son aquellas en las que alguien quiere decir algo, estudia cómo decirlo e inventa cómo hacerlo. Creo que lo fundamental es que se descubrió que eso se podía hacer.

–Lo fundamental sería que quienes dieron estos puntapiés iniciales lograran una cierta continuidad. ¿Es viable suponer que el año que viene va a haber tres o cuatro películas más en cartel?

–Sí, pero mi miedo reside en la composición del uruguayo. Cuando surgió el teatro independiente acá fue genial lo que se hizo. La gente inventó una forma nueva de hacer teatro, construyó las salas y se generó una tradición incluso en el exterior, donde el teatro uruguayo tiene mucho valor. Lo que pasó es que cuando pudieron hacer teatro con regularidad perdieron esa fuerza y ese espíritu de búsqueda.

Walter Reyno decía en un reportaje que los jóvenes que estaban haciendo cine estaban tan locos como ellos cuando comenzaron el teatro independiente. Ahora existe esa energía lindísima que da poder hacer una película y en la creatividad a la que estás obligado a tener para resolver todos los problemas que te ofrece la inviabilidad de hacer cine como industria. Cuando deje de ser una motivación hacer una película con pocos recursos no sé qué va a pasar.

El hecho de que hayas armado un grupo de teatro supone que tenés ideas propias que trasmitir, ¿pensás que el teatro uruguayo está anquilosado?

–Sí, pero es un reflejo de la situación general. Hay lindas cosas y la tradición tiene un valor por sí misma, hay muy buenos actores. Lo que me parece es que no hay discusión o cambios importantes, no se ven nuevas etapas. No me parece que se estén reflejando cambios, pero tampoco hay que echarle la culpa al teatro, porque no hay demasiados cambios que reflejar. Pero cuesta encontrar una serie de propuestas interesantes por mes.

–¿Cuál fue la motivación
para formar el grupo?

–Lo que nos une es la amistad. No tenemos mucha afinidad a nivel de gustos, pero compartimos ganas de hacer cosas. Hemos sido tímidos hasta ahora en los trabajos que hicimos solos, quizás porque tenemos ganas de aprender e investigar. Pero esa timidez con la que mostramos las cosas nos dio respuestas lindas. La idea con Los magníficos, esta obra que estamos ensayando ahora, es animarnos un poco más, a ver si llamamos más la atención.

–¿Es una obra escrita por vos?

–Sí. Los Magníficos era el nombre de una serie de TV. En este caso se trata de un grupo de héroes, no sabemos de qué, ni por qué, ni para qué, pero se reúnen alrededor de una misión que no se sabe cuál es. Y esa falta de información se verá que también la padecen los personajes. No se dice de dónde son estos personajes, pero podrían perfectamente ser uruguayos.

–Dijiste antes que no te interesaba irte a vivir a Argentina. Teniendo una carrera allá, ¿no te tienta emigrar?

–A mí me encantaría poder quedarme y por ahora no tengo planes de emigrar. Poder vivir acá y trabajar afuera es fantástico. El Uruguay tiene una cosa única, con todo lo terrible que es. Cada vez que vuelvo de Buenos Aires siento una mezcla de depresión con alegría. *

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