Despidiendo al escritor Rodolfo Rabanal

Se nos fue Rodolfo Rabanal, enorme referente de la cultura, escritor, pensador, maestro y amigo entrañable, aquel miércoles de octubre cerramos la clase de nuestro grupo de estudio que por causa de la pandemia sosteníamos por Internet, concluyendo “El Quijote”.

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Por Carolina Pedroni

Grupo que durante diecinueve años, mantuvimos en su escritorio, con lecturas, diálogos e intercambio de ideas, profundizando un sinnúmero de autores.

 Fue a partir de un encuentro en la casa de un amigo en común , cuando Rodolfo trajo al ruedo “La Divina Comedia” allí luego de una larga charla le propuse armar unos encuentros de lectura. Hubo idas y vueltas hasta que un día me pregunto si aún estábamos para armarlo?.Le pedí una semana y así comenzó ese recorrido literario con “Sueño de una noche de verano”, de Shakespeare, luego “Lady Macbeth”, “La Odisea”, de modo intermitente la poesía pulsaba en los silencios, allí Gracia Lorca,  “Los cuatro cuartetos” de TS Eliot, Anna Ajmatova, Paul Celan sonaban entre las tazas del café de la tarde.

Difícil llenar el vacío de estos días o intentar resguardar el caudal, de un hombre que nos hizo navegar siempre los bordes de la modernidad, haciendo hincapié en lo poético del texto, nos llevó a leer a Georgio Agamben, Chul Han, Harold Bloom, María Sambrano, Castoriadis, Samuel Beckett, Valéry, Mallarme, Michaux, Wallance Stevens, Malcon Lowe, Rulfo, Camus, Paul Boules, Borges, Calvino y tantos.

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Cada diciembre nos planteábamos un nuevo desafío, así llegó la deseada “Divina comedia”, de la mano de los clásicos, porque Rodolfo siempre volvía a los clásicos, las tragedias griegas reaparecían como un sustrato que alimentaba los grandes textos, entonces su genialidad brillaba en el modo viajar por diversos fragmentos literarios, de un pasaje de la Odisea o del “Canto quinto” a pensadores contemporáneos. Narrar es moverse, dijo hace poco sobre Cervantes.

Desde su casa, llamada “La Academia”, ubicada al Este de Uruguay, apartado del ruido literario, repetía cada tanto, “mientras estamos aquí leyendo las cartas de San Pablo, El Proceso de Kafka o Simone Veil, hay algún otro grupo lateral en el mundo también descifrando este pasaje”.

Solo pasaron unos días después de ese último miércoles que despedimos “El Quijote” casi como un presagio. Cerrando un capitulo, Rodolfo, el escritor, el maestro, el entrañable amigo, el hombre brillante, se nos fue de modo repentino y en silencio, el lunes dos de noviembre, dejando su legado, su trazo imborrable para la literatura contemporánea y para todos aquellos que tuvimos la suerte y el honor de estar cerca. 

Desde el grupo “La academia”
Carolina Pedroni

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