Prohibido para nostálgicos

Radios y fonoplateas, en el aire del ayer

Por Luis Grene

 

Así arrancaba un programa de radio con fonoplatea. Cuando tenían su apogeo por los mediados del viejo siglo, en la vieja capital. Años en que se vivían los románticos «días de radio». Que hechizaron, allá en el Norte, al lentudo y diminuto Woody Allen. Y por acá no nos quedábamos atrás. Por eso, hoy dejamos que la memoria compañera nos traslade a un mundo de fonoplateas y públicos fanáticos por ver a sus artistas de al lado. Otros que se multiplicaban en sus hogares, detrás de las grandotas radios «de capilla». Las «General Electric» o «Telefunken», sonoras cajas de lustradas maderas con unas válvulas de gran tamaño y rojizas que puntualmente se encendían a la hora que todos esperaban. Y «el éter», como decían entonces, se llenaba de músicas y voces que la audiencia tan bien conocía. También de aplausos y ovaciones porque los principales programas eran con fonoplatea. Con el público respirando cerquita y desbordante de entusiasmo. Los micrófonos chapaban todo y «al toque» lo transmitían a cada rincón de una Montevideo de casas bajas y de calles surcadas de vías y parejitos adoquines.

Y el viejo escribidor está mostrando la hilacha. Muy zorrito se deja llevar, mansito, por el laberinto de su memoria que hoy no lo verduguea, con su dominguera melancolía. Es que el veterano lleva la radio en la sangre. Desde la época en que fue un tenaz «escucha», hasta estos años, en que a pesar de sus innumerables «abriles», le sigue dando de punta a su pasión por los discos y las historias compartidas con los oyentes «de fierro». Muy «tranqui» se deja llevar para el lado de los «días de radio» y mejor si venían con fonoplateas incluidas.

Palabras garabateadas, versos entreverados, recuerdos uno arriba del otro, para evocar épocas, con los vecinos ya saliendo temprano buscando una butaca en sus programas de radioplatea.

Y ahora viene lo bravo. Darle a la matraca, mover la manivela y ver los nombres que salen de aquellos luchadores artistas de los años dorados de la radiotelefonía. Es que siempre cargamos el temor de olvidar a muchos y recordar sólo unos pocos. Es cuando envidiamos al «compadrito» que, según Borges, nació en Fray Bentos y que le decían Funes. Ese hombre que cuando recordaba nunca fue injusto. Pero ahora no hay cuentos que valgan. Hay que apechugar con lo que nos tira la que te dije y bancar los reproches por lo que, fatalmente, queda sí subirse a la hoja en blanco y su nerviosa birome.

Mucho tuvieron que ver con el éxito de la radio esos laburantes actores que buscando ellos mismos sus «avisadores», rumbeaban para los estudios cargando los gastos de los libretos y sus numerosas e improvisadas compañías teatrales. Cerraban sus ciclos con actuaciones transmitidas en directo desde las fonoplateas. Por la CX 32, Radio Sur, ya a las 10 y media de la matina, teníamos el radioteatro «Bel», encabezado por Cristóbal Daniels y Mora Galián. Le decían la comedia «entre las cocinas», pues las amas de casa «escuchas», la recibían mientras preparaban el morfe y la radio, desde la mesita del comedor, sonaba a «todo trapo». Al finalizar sus obras el público se arrimaba a los estudios de Yi casi Colonia para ver, «en vivo», las últimas representaciones.

Un mismo destino para Julio Alasio, Isolina Núñez o Blanca Burgueño que fueron estrellas en la vieja Radio América. Muy cálida la presencia de Aurora Rodríguez que hasta muy mayor siguió dándole a su amor por el radioteatro.

Por la antigua CX 30, todos querían saludar a Tito Serrano y Lucha Rodríguez en sus tradicionales audiciones de «Brochazos Camperos», rodeados de paisanos que los conocían sólo por sus voces y ahora querían darse el gustazo de tenerlos muy cerca. Muy románticas las comedias de Mónica Landó y Luis Gutiérrez.

Por la Sur también hizo capote «el actor de los humildes», como le gustaba que le llamaran al esforzado Julio César Armi. Con su sensibilidad siempre a flor de piel para organizar colectas y beneficios de apoyo a los más carenciados de los barrios populares, donde llegó a ser muy querido.

En CX 16 fue inolvidable la función final de «Barranca Abajo», de la compañía de Walter Di Leva y Violeta Ortiz. La fonoplatea de esa emisora tenía público hasta de pie cuando presentaba sus programas musicales con las principales orquestas rioplatenses y los cantores tangueros que todos querían escuchar. Aparecían seguido «el tano» Racciatti con Carlitos Roldán y también Héctor Mauré con sus guitarristas. Una presencia infaltable fue la querendona orquesta del «Rey del compás» Juan D’Arienzo y su cantorazo Alberto Echagüe. Ese auditorio radial de la calle Tacuarembó casi Constituyente dejó un tendal de añoranzas que los montevideanos más veteranos jamás cambiarán por ninguna cosa que se les ofrezca.

El entrañable Roberto Barry «metío», sin grupos, en esa onda de actuar con el público al lado y otros miles riendo a más no poder atrás de sus radios. Su éxito más impactante se llamó «El comisario de Cerro Mocho», donde la sátira, la picaresca y la crítica se subían al escenario de CX 14, El Espectador. Todos hacían cola en los estudios de la calle Soriano para apoyar a ese pionero que nacido en los escenarios carnavalescos tuvo su culminación en los míticos «días de radio». Más humor, y en la Carve estaban Jorge Cazet y Antonio Ceti con su «Pensión 64″. Personajes que los oyentes querían sacarse la espina de ver cómo eran en su fisonomía. Los «escuchas» se desternillaban de risa y ahora lo estaba viendo al famoso personaje «Carlitos Otarini», nacido de las plumas ingeniosas y punzantes de aquel dúo de finos humoristas.

El asunto había comenzado en pioneros como Agustín Pucciano y Eduardo Depauli que supieron comunicarse con el micrófono y, a su vez, crearon la pasión de tener un auditorio pegadito. Para ver sus caras, contemplar las emociones y ofrecer y recibir más y más entusiasmado cariño. Depauli llevó su pasión aun más lejos y llegó a llenar, él solito, el Estadio Centenario en una historia que forma parte de las más deslumbrantes leyendas montevideanas y de nuestra radiotelefonía.

Y por este laberinto aparecen en la fonoplatea de CX 50 y luego El Espectador, los primeros conjuntos «beat» que ensayaban en los garajes y los folcloristas del «Centro Musical Moderno». Programas como «Caverna 1″ hechos por el que dicen se convirtió en un terco escribidor, y que por esos días se sentía feliz haciendo un montón de amigos.

Todos buscando un sitio para hacer lo que les gustaba. Aunque los mangos siempre galguearan y los bolsillos siguieran muy flacos. Las sonrisas y las ganas de esa gente allá por mediados de la década del 60 todo lo podían.

Las fonoplateas siempre tuvieron el apoyo de los periodistas de revistas como «Mundo Uruguayo» y en especial la «Cine, Radio, Actualidad», donde la exquisita Lilián, el cronista Nelson Nelson y el director Dominoni se ponían la camiseta y alentaban con notas y fotos a esos bohemios y luchadores que trillaban los estudios en la edad dorada de la radiotelefonía.

Días de radio y sus fonoplateas. Hoy un vital y removedor recuerdo que sirve para los que ahora «hacen radio» se contagien de la polenta de aquellos luchadores. Románticos y llenos de sueños que, aún ahora, palpitan cuando se enciende «la luz roja». Así pasen los años, esa gente estará a nuestro lado. Metiendo con mucha pasión, como lo hicieron en aquellos «días de radio» en la vieja capital.

Los esperamos todos los sábados y domingos, a las 19 horas, en CX 44, y también los domingos en LA REPUBLICA, con más «Prohibido para Nostálgicos» con los auspicios del Departamento de Cultura de la IMM.


Coordinación: Angel Luis Grene

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