Macarena Gelman. "Tengo derecho a saber qué pasó con mi mamá y dónde están sus restos"

"Quien sepa algo, que lo piense y me haga llegar la información"

Macarena Gelman se presentará hoy ante la Justicia para reclamar la reapertura de las indagaciones judiciales que permitan saber la verdad sobre lo ocurrido con su madre, María Claudia García Iruretagoyena, secuestrada en Argentina en 1976 y trasladada ilegalmente a Uruguay, donde fue asesinada ­y su cuerpo desaparecido­ luego de dar a luz.

Es la primera vez que Macarena realizará una denuncia judicial en Uruguay, un año después de que se presentara con su abuelo, el poeta argentino Juan Gelman, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que podría derivar el caso a la Corte Interamericana o condenar al Estado uruguayo en las próximas semanas.

Junto a su abogado, José Luis González, Macarena dará luego una conferencia de prensa en la sede de la Embajada de la República Argentina, acompañada por el embajador Hernán Patiño Mayer, cuyo gobierno ha declarado el caso de la desaparición de María Claudia como una cuestión de Estado.

En su primera entrevista a un medio de prensa, Macarena habló con LA REPUBLICA sobre su vida, la forma como se enteró de su verdadera identidad, la relación con su abuelo, las investigaciones judiciales y las frustraciones provocadas por la información falsa dada por algunos militares. «Pienso que tienen una crueldad infinita», dice con tristeza.

Macarena advirtió que no va a hacer declaraciones sobre las afirmaciones de su abogado, José Luis González, quien manejó la posibilidad de estudiar un indulto a los militares presos que eventualmente puedan aportar datos que lleven a encontrar los restos de los desaparecidos, y se negó a responder preguntas que pudieran rozar su vida íntima.

Con timidez y algo de prevención, Macarena aceptó contar su historia, la de una mujer de 31 años que hace sólo ocho se enteró de que era una víctima del Plan Cóndor y que hoy, con su apellido Gelman, asume su pasado para buscar la verdad que le ocultan. «Tengo derecho a saber qué pasó con mi mamá y dónde están sus restos», afirma.

 

«Soy casi normal»

(Macarena se sienta en una silla frente al sillón donde está el periodista. Los colores pastel le dan calidez a la pieza transformada en barbacoa, junto al parrillero de su casa en el barrio del Prado. Hace calor. Prende un ventilador de pie. Le cuesta acercarse al grabador y comenzar la charla. Y aunque muchas veces ya habíamos hablado, reacciona con la desconfianza de la primera vez. Es consciente de que a partir de esta nota y con la presentación de su denuncia judicial deberá enfrentar a la prensa y quedará más expuesta públicamente, algo que en los últimos ocho años había evitado…).

 

­¿Cuál es tu nombre?

­Macarena Gelman.

 

­¿Desde cuándo?

­Desde marzo del año 2005.

 

­¿Y quién eras antes?

­Macarena Tauriño.

 

­En 2005 pasaste a tener legalmente tu actual nombre, pero ¿cuándo te enteraste que eras quien sos?

­En el 2000.

 

­Luego de vivir estos últimos ocho años, ¿recordás a aquella Macarena Tauriño?

­Sí, claro. Era yo, también.

 

­¿Seguís siendo la misma?

­La misma la misma, no.

 

­¿Por edad o por historia?

­Por todo.

 

­¿Cómo era Macarena Tauriño?

­Era normal… (se ríe)

 

­¿Ahora no lo sos?

­Ahora lo sigo siendo (vuelve a reír)… Ahora soy casi normal…

 

– ¿Cómo era la vida de aquella Macarena, niña y jovencita «normal»?

­(Piensa, me mira y no contesta)

 

­Estudiaste en el Colegio Clara Jackson de Heber, ¿no?

­Sí, fui al Clara Jackson.

 

­¿Estudiabas otras cosas?

­Bueno… Inglés…hacía cerámicas…estudiaba guitarra…

 

­¿Y seguiste todo eso, o eran esos cursos a los cuales a uno lo mandan de chico y allí se terminan?

­Claro, claro… Después no seguí. Sólo inglés, que lo terminé.

 

­¿Hacías otras cosas?

­Qué sé yo… Hice gimnasia, iba al colegio, salía con mis amigas…

 

­¿Eras de las niñas de vestido e impecables o de las de vaqueros rotos en las rodillas por subirse a los árboles?

­No. De chica era muy callada. Era tímida y sigo siendo tímida.

 

­¿Eras de las estudiosas calificadas de «tragas»?

– Se suponía que era «traga», pero en realidad no estudiaba mucho.

 

­¿Tenías facilidad para los estudios?

­Sí.

 

­…o eras «alcahueta» de los maestros?

­No (ríe con cara de enojada). No me consideré alcahueta nunca.

 

­¿Pero eras la querida de los maestros…?

­Sí.

 

­Entonces eras la «alcahueta» nomás…

– (Se ríe y pone cara de ofendida) Por lo menos me querían…

 

­¿Y después del liceo?

­Después entré a la Facultad de Ciencias, en el año 95, pero luego dejé… Cuando mi papá se enfermó, estaba internado y todo eso…

 

­¿En qué año se enfermó tu padre?

­La primera vez en el 98…

 

­¿Qué padecía?

­Una enfermedad en la sangre, mieloma… Después volvió a enfermarse en el 99, que fue cuando finalmente falleció…

 

­…

­Y bueno, después me anoté en Facultad de Química y empecé, pero me ha costado mucho y voy haciendo materia por materia.

 

­¿Y además trabajás?

­Sí. Trabajo en el Hospital Policial.

 

«Mi vida en Internet»

(Macarena responde con frases cortas. Le incomoda el ida y vuelta del grabador. Gesticula poco. Actúa como si estuviera dando un examen en la Facultad. Lucha contra su timidez para defender su privacidad. Trata de encontrar las respuestas correctas. En dos ocasiones detiene la entrevista y me pide que no le pregunte acerca de aspectos de su vida que considera íntimos. Se entrecorta cuando el flash del fotógrafo la acribilla buscando un gesto o una expresión que ella trata de evitar).

 

­Cuándo a fines de los años noventa surgió en las noticias que el poeta argentino Juan Gelman buscaba a su nieto o nieta en Uruguay, ¿vos te enteraste? ¿Lo leíste, lo oíste, lo viste?

 

­No tenía ni idea…

 

­¿Cuándo te enteraste?

 

­La primera vez, cuando mi mamá me contó que no era hija biológica de ellos…

 

­¿Ese día supiste todo?

 

­No, lo primero que supe era que había una persona, que era argentino, que era escritor, que tenía elementos para pensar que era mi abuelo y que me estaba buscando. Hasta ahí fue lo que supe por mi mamá.

 

­¿Cómo reaccionaste cuando supiste eso, a un año de la muerte de tu papá? ¿Hubo un «crack», tuviste que hacer una composición de lugar? ¿Cómo lo enfrentaste?

­No. La primera vez que supe que no era hija biológica de los papás que me habían criado no me pude hacer ninguna composición, porque en realidad mi madre también sabía muy poco. Lo único que me dijo fue que la persona que se había contactado con ella era el obispo Pablo Galimberti y que hablara con él, que me iba a explicar de qué se trataba y de dónde venía…

 

­¿Qué recordás de es
a conversación?

­Lo único que recuerdo es el principio… Lo que me dijo fue que en Uruguay y en otros países había existido un plan mediante el cual se coordinaban las acciones militares y que se denominaba Plan Cóndor. Así empezó a contarme. Lo primero que supe fue que existió un Plan Cóndor…

 

­¿Antes de saber que vos eras víctima de eso?

­Antes…

 

­¿Galimberti fue quien te contó lo que había ocurrido con Marcelo y María Claudia, tus padres biológicos, y lo que había sucedido contigo?

­Sí, fue él. Me contó que había recibido una carta de mi abuelo, donde le pedía que mediara entre mi familia adoptiva y él… Y bueno, fue así.

­Después de esa conversación, ¿volviste a hablar con tu madre…buscaste pensar sola…?

­En realidad no recuerdo lo que hice… Después empecé a tener información. Me metí en Internet.

 

­¿A leer en notas periodísticas todo lo que no sabías?

­Sí, leí todo lo que no había leído en 23 años (sonríe)…

 

­¿Cómo reaccionaron tus amigos?

­Primero fueron mis amigas. Salimos y se los dije en la rambla. Era de noche. Yo traté de empezar a contarles, pero ellas conocían todo el resto de la historia. Lo único que no sabían era que yo era esa persona.

 

­¿Ellas sabían más de vos que vos misma?

­Sí.

 

­¿Amigas de la Facultad, del barrio…?

­De la Facultad.

 

­¿Gente más politizada que vos?

­Sí, sí, sí…

 

 

«Mi abuelo, el escritor»

(Juan Gelman había buscado durante veinticinco años a su hijo y a su nuera. Encontró a Marcelo asesinado. Fue arrojado en un tonel al delta del Tigre y luego enterrado como NN. Desde entonces buscó a María Claudia, quien, embarazada, debía haber tenido un hijo o hija. Obtuvo datos del traslado a Uruguay y le escribió al presidente Julio María Sanguinetti para que lo ayudara. Le respondieron que en Uruguay no había niños desaparecidos. En el gobierno de Batlle se confirmó la ubicación de Macarena, quien vivió todo ese proceso en la mayor intimidad posible).

 

­Apenas asume el gobierno de Jorge Batlle te encontraste con tu abuelo.

­Sí, fue el 30 de marzo de 2000.

 

­¿Alguna vez habías leído algo escrito por tu abuelo? ¿Sus libros o sus artículos de prensa?

­No. Lo primero que supe fue que era mi abuelo, después que era escritor.

 

­¿Y has leído luego a tu abuelo?

­Sí, lo he leído.

 

­¿Y?

­Me gusta… (sonríe con complicidad)

 

­Conociste a tu abuelo y casi a la vez fuiste presentada en forma pública…

­Me reuní con él en la mañana y él tenía a la tarde una reunión con el presidente Batlle. Ahí nos conocimos, aunque ya teníamos una comunicación a través de monseñor Galimberti. Esa primera vez nos sentamos a charlar y hablamos de qué íbamos a hacer, si yo estaba de acuerdo o no con la reunión con Batlle y de que se hiciera público que había encontrado a su nieta…

 

­¿Antes de poder decir ‘conozcámonos’, había obligaciones?

­Sí, cosas que resolver, decisiones que tomar.

 

­Recién después pudiste empezar a conocer a tu abuelo biológico.

– Sí. Después de ese primer encuentro a los dos nos dio mucha curiosidad. Me acuerdo que Pablo Galimberti había planteado que nos relacionáramos con cierta prudencia, como para no acelerar las cosas y qué sé yo… Pero nos seguimos encontrando a solas, e incluso alguna vez ni se lo dijimos (explica con picardía) hasta el día de hoy…

 

­¿Sentís que tenés un carácter parecido al de tu abuelo Juan?

­Sí. (sonríe con satisfacción)

 

­¿Son medios «bravos» los dos?

­(Ríe y se sonroja) Eso no me corresponde a mí decirlo.

 

­¿Hubo inmediata empatía?

­Sí, con él y con Mara (La Madrid), la actual esposa de él, nos hemos encontrado con amigos de ellos varias veces y charlamos de un montón de cosas. Hicimos buena conexión desde ese momento.

 

­¿Te ha hablado de Marcelo Gelman, tu padre biológico?

­Sí. En realidad también está el tema de la distancia. El vive en México y yo acá… Por e-mail no es lo mismo. Las cosas no son fáciles de hablar para ninguno de los dos. Me he enterado de mis padres por él, me he enterado por mi abuela paterna…

 

­¿Has podido hablar con otra gente que los conocía a ambos?

­Sí.

 

­¿Qué te dicen, que te parecés a María Claudia?

­Sí. Me han dicho.

 

­Cuando fuiste presentada públicamente se estableció una suerte de pacto ­por así llamarlo­ con la prensa que en estos años no ha sido vulnerado.

­La verdad es que lo respetaron mucho.

 

­¿Por qué pensás que fue así?

­En realidad no lo he pensado mucho. Con mi abuelo vimos que era una situación difícil, compleja, con muchas personas involucradas, y era mejor que conservara un espacio de intimidad. Eso fue algo fundamental que realmente colaboró a que las cosas fueran como fueron.

 

­En estos años, sin embargo, has aparecido casi sorpresivamente en algunos actos públicos. Una exposición en el Parlamento donde surgieron tus primeras fotos e imágenes, algún acto relacionado con los derechos humanos…

­Siempre consideré que tenía que ser algo natural. No tenía ni por qué ocultarme ni por qué mostrarme. A los lugares que consideré que tenía que ir o que quería ir, fui… He tratado de hacerlo lo más natural posible, porque es una cosa de salud, ¿no?

 

«Una crueldad infinita»

(Macarena se mantuvo, hasta hoy, al margen de los procesos e indagatorias judiciales sobre lo ocurrido con su madre, María Claudia. La Comisión para la Paz avanzó poco, la investigación judicial fue incluida en la Ley de Caducidad por el presidente Batlle y el expediente fue clausurado por el fiscal Moller, pero probablemente la mayor frustración la sufrió personalmente cuando le marcaron un lugar en el Batallón Nº 14 de Toledo y le dijeron que allí, con certeza, estaban los restos de su madre.)

 

­¿Cómo viviste aquel frustrado proceso judicial iniciado por tu abuelo ante el juez Gustavo Mirabal, que en tres ocasiones clausuró el fiscal Enrique Moller?

­Yo me mantuve al margen de ese proceso judicial casi que hasta ahora. Obviamente que sabía lo que iba pasando y tomé contacto cuando el caso fue archivado.

 

­¿Te presentaste en causas de Argentina?

­No. En Argentina había una causa ya presentada por la desaparición mía. Fijate que desde el 2000 al 2002 había pasado muy poco tiempo. En principio, cuando se presentó aquella primera causa yo no estaba muy de acuerdo en presentarla porque en aquel momento estaba trabajando la Comisión para la Paz y yo quería que primero terminara su trabajo. Con la causa en Uruguay tomé contacto al final, cuando los últimos hechos.

 

­El caso se cierra, en primer lugar, cuando el gobierno de Jorge Batlle lo incluye en la Ley de Caducidad. ¿Cómo sentiste vos esa clausura?

­En realidad me parece que era un poco previsible. Si bien en el momento uno tiene sentimientos, emociones naturales, porq
ue en ese momento me sorprendió que eso ocurriera así, por cómo se venían dando las cosas, comprendí que ocurrió algo previsible en el gobierno de Batlle.

 

­¿Lo de la Comisión para la Paz sirvió?

­Yo creo que la Comisión para la Paz fue un punto de partida muy importante, más allá de los resultados que tuviera, o el alcance y la veracidad de la información que obtuvo. Fue un punto de partida y a partir de entonces se ha continuado trabajando en el tema de distintas maneras, como la investigación que ha llevado adelante el Poder Ejecutivo actual. Creo que se ha conseguido la información que se podía conseguir.

 

­El doctor Gonzalo Fernández aparece como un protagonista en tu historia, tanto como abogado de tu abuelo como por miembro de la Comisión para la Paz y luego secretario de la Presidencia de Vázquez…

­Es una persona que yo aprecio muchísimo y una persona que me ha apoyado siempre, desde el principio, cuando no había nadie y no había ningún lado para dónde mirar…

 

­¿Ha sido un referente humano, más que jurídico?

­Sí, en lo humano y en lo profesional siempre me apoyó mucho y respondió a los planteamientos que le hice desde que lo conocí, muy poquito después de saber quién era yo, hasta en el trámite de la filiación… Y aun después, cuando como secretario de la Presidencia no podía estar en lo profesional, siempre me respondió excepcionalmente. Es muy importante para mí.

 

­Te hago la pregunta obvia, que todos quieren saber, sobre aquel día en el que ingresaste al Batallón 14 de Toledo y te dijeron que allí estaban los restos de tu madre. ¿Cómo fuiste al Batallón?

­El doctor Gonzalo Fernández, precisamente, es el que me comunica que ahí había altas probabilidades de encontrar los restos de mamá, de acuerdo a la información que habían dado por parte de los militares, y yo pedí para ir inmediatamente. El incluso me plantea ir otro día por un tema de salvaguardarme, pero entendí que ese día iban los antropólogos y era cuando podía tener una información más acabada del tema.

 

­¿Cómo surge aquella conversación a solas con el comandante en jefe, Angel Bertolotti?

­Surge, según recuerdo, por iniciativa suya…y bueno.

 

­¿Qué te dijo?

­Me dijo lo que salió en la prensa. No recuerdo qué fue exactamente lo publicado, pero fue una buena conversación. Cálida…

 

­¿Honesta?

­Yo pienso que sí. No creo que él haya tenido la intención de mentirme. Creo que le mintieron a él.

 

­La frustración de aquel dato, que se creía que tenía un 99,9 por ciento de veracidad, no era previsible, como el que Batlle incluyera el caso en la impunidad. ¿Cómo viviste eso?

­En realidad, cuando estuvimos en el lugar que señalaban, los antropólogos argentinos me dijeron que en principio no había elementos como para asegurar que fuera allí, que se iba a excavar y ver, pero que todo era por esa información. Desde el punto de vista técnico, la apariencia del suelo no daba elementos como los que se planteaban en ese momento, como recuerdo que (Raúl) Gloodtofsky decía que era claro y visible. Los antropólogos tuvieron una actitud muy cautelosa, porque están acostumbrados. Todo lo que vino después, incluso en lo mediático, creo que desvirtuó un poco las cosas, aunque es cierto que habían dado certezas de que estaba allí.

 

­¿Podés explicar lo que sentiste cuando estabas en el Batallón Nº 14, parada donde podían estar los restos de tu madre?

­No sé si puedo explicarlo. Es como que todo se viene encima y lo que hasta entonces podía ser se transformaba en algo concreto. Lo que más me impresionó fue que se dijera con semejante precisión que estaba allí. Eso me hizo pensar que sabían absolutamente todo…

 

­¿Qué pensás de esos militares que mintieron al dar aquella información?

­No sé si es posible pensar algo, pero pienso que tienen una crueldad infinita (sus ojos no traslucen enojo, sino tristeza). Es una referencia de cómo seguramente deben haber actuado…

 

«Tengo derecho a saber»

(Macarena sufrió en carne propia la desaparición forzada. Desde que estaba en el vientre de su madre y fueron secuestradas junto a su padre. En el cautiverio de Orletti, en el traslado ilegal a Uruguay y durante su prisión en la casona de Bulevar Artigas y Palmar. En su nacimiento en cautiverio y en la pérdida de su identidad durante 23 años, hasta que fue encontrada por su abuelo. Hoy es ella la que denuncia a nivel internacional y local, para saber la verdad y conocer el destino de su madre).

 

­Luego de esas varias frustraciones, te presentaste en una denuncia internacional ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

­Lo de la Corte Interamericana surgió como una iniciativa de mi abuelo. Lo que yo hice fue plegarme.

 

­¿No habías sido denunciante en otros casos?

­Ante la Corte Interamericana sí, en Argentina no y ahora acá.

 

­¿Eras consciente de que la denuncia implicaba un juicio y una eventual condena a Uruguay?

­La denuncia es contra el Estado uruguayo. El Estado uruguayo es siempre el mismo, no se va contra las personas sino contra el Estado. Así lo dejé claro en lo que escribí para presentar ante la Comisión, que era consciente de que el actual gobierno había hecho todo lo posible para esclarecer el destino de mi mamá, pero bueno, como no había dado resultados positivos y como veía que se iban cerrando las puertas, creía que no había otra posibilidad.

 

­Hoy eso no parece ser así.

­Hoy, teniendo en cuenta que han aparecido nuevos elementos que permitirían la reapertura de la causa es que me presentó yo ante la Justicia a pedir la reapertura y que se investigue qué fue lo que pasó.

 

­¿Cómo y dónde se hará la presentación?

­La presentación es personal y la voy a hacer con la representación del abogado José Luis González.

 

­¿Ante el Juzgado Penal de 2º Turno donde estaba la causa o ante el Juzgado de 19º Turno donde el caso es prueba en el marco del «segundo vuelo» de Orletti?

­Por lo que sé, ante el de 2º Turno.

 

­El caso judicial fue reabierto cuando se pidió que la Intendencia detuviera sus excavaciones en el Batallón Nº 13 y cuando se descubre la Base Valparaíso, pero en ambas ocasiones fue nuevamente cerrado. ¿Creés que se podrá esta vez?

­Yo creo que sí. Pienso que lo que se reclama es justo y que tengo derecho a saber qué fue lo que pasó con mi mamá y dónde están sus restos.

 

­Parece claro que no sólo ese grupo de militares que ya mintió tiene la información sobre lo que ocurrió con María Claudia. Probablemente haya soldados u otros militares o policías que sepan. Si alguno de ellos nos estuviera leyendo, ¿qué le dirías?

­Le pediría que buscara la forma de hacerme llegar ese dato. Por cualquier mecanismo. Mediante la Justicia o como sea. Es algo que había pensado hacer públicamente, pedirle a quien sea que pueda saber que lo piense y entienda que tengo derecho a saber.

 

­¿Le dirías algo a los militares presos?

­No, no se me ocurre nada que decirles.

 

­Hace ocho años que sabés que sos Macarena Gelman. Hace tres que decidiste tener ese apellido ¿Qué implica esa decisión?

­Tomar esa decisión implica sentir que mis padres
biológicos se merecían que yo llevara ese apellido y entender que no era un desprecio ni ninguna actitud contraria a los padres que me habían criado, sino que las cosas eran así, que el hecho de que yo llevara el apellido que realmente debía llevar no implicaba que no quería a los padres que me criaron o que hubiera cambiado de alguna forma mis sentimientos hacia ellos. Simplemente era como tenía que ser.

 

­¿La condición de policía de tu padre, por su entorno político y profesional, donde estuvo con el grupo de Pablo Millor, a quien asesoraba el «Conejo» Medina, y fue jefe de Policía de un gobierno de Sanguinetti, en algún momento te hizo dudar de que pudiese estar implicado o supiera más de lo que parece sobre lo que fue la represión?

­Por la información que tengo, no. Hasta donde sé no se ha podido probar absolutamente nada. El falleció y no va a poder decirme nada… Yo no tengo miedo a saber. Realmente creo que no tenía una relación directa. De hecho se ha manejado que Ricardo Medina venía a mi casa y que conocí a tal o a cual, y eso no es verdad. Yo no conocí a ninguna de esas personas, ni Sanguinetti o Millor eran amigos íntimos de mi padre. Tenía con ellos una relación laboral por los cargos que desempeñaba o porque participó en el Partido Colorado, y no por otro tipo de relación…

 

­¿Cómo te imaginás ocho años hacia adelante, cuando ocho años atrás no soñabas todo lo que te ha pasado?

­Me cuesta mucho imaginarme la próxima semana (se ríe). Las cosas son muy rápidas y se precipitan. Es una avalancha de cosas que han pasado que no tienen freno y parecen no tener fin…

 

­¿Pensás que tengan fin?

­Fin como tal, no. Objetivos cumplidos, puede ser.

 

­¿Creés que podrás encontrar los restos de tu madre?

­Tengo muchísimas esperanzas de que así sea…y una necesidad muy grande de que sea así.

 

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