ENTREVISTA: DOCTOR ALEM GARCIA (EX DIPUTADO DEL PARTIDO NACIONAL, INTEGRO EN 1985 LA INVESTIGADORA PARLAMENTARIA SOBRE AMBOS CRIMENES)

"Hubo una coordinación entre Uruguay y Argentina para matar a Michelini y a Gutiérrez Ruiz"

Anular la Ley de Caducidad

–Usted participó de la comisión parlamentaria que investigó los asesinatos de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz y además tiene –se lo he oído decir– una opinión muy definida sobre si estos casos están comprendidos o no en la Ley de Caducidad. Me gustaría que la explicase.

–Para mí es clarísimo. El beneficio que otorgó la ley a determinadas personas que incurrieron en delitos varios no abarca a quienes mataron a Michelini y a Gutiérrez Ruiz. Por una razón muy sencilla. En el Código Civil, en el viejo Código de 1878, que tradujo Tristán Narvaja y que hoy está vigente, hay un capítulo que versa sobre la interpretación de las leyes. Y hay allí una premisa, un precepto: cuando el texto de la ley es claro, naturalmente que hay que atenerse al texto, pero también es válido recurrir al espíritu del legislador. Y en la exposición de motivos de la Ley de Caducidad, no en el articulado, a texto expreso, a iniciativa de Wilson Ferreira Aldunate, se dice que este beneficio no abarcará los asesinatos de Michelini y de Gutiérrez Ruiz. Por lo tanto, esa ley no puede beneficiar a sus asesinos. Entonces, si relacionamos esa exposición de motivos con el capítulo del Código Civil que habla de la validez de interpretar una ley recurriendo al espíritu del legislador, por más que surjan algunos leguleyos que digan lo contrario y ese criterio haya prevalecido hasta ahora, la Ley de Caducidad no incluye un perdón, ni por tanto exime de responsabilidad penal a quienes mataron a Michelini y Gutiérrez Ruiz.

 

–Muy bien, pero hay otro aspecto. Usted sabe que, a partir de movimientos judiciales en la Argentina, aunque también aquí hay procesos en marcha, han aparecido pedidos de extradición que no abarcarían sólo a militares o policías, sino también a sus mandos naturales, caso del ex presidente Bordaberry y del ex canciller Blanco. ¿Qué opina?

–La investigadora parlamentaria realizó una tarea indagatoria al estilo y con la modalidad del Poder Judicial. Se hizo con profesionalismo y con seriedad. Logró reunir un cúmulo de prueba documental, técnica y testimonial que es contundente en varios aspectos. Los operativos para los secuestros se hicieron como si fueran, realmente, operaciones militares, porque tanto cuando fueron a buscar a Gutiérrez Ruiz, como cuando sacaron a Michelini del Hotel Liberty, desapareció la policía uniformada, se abarcaron varias manzanas a la redonda, había comunicación por walkie talkie y hasta llegaron a instalar un trípode con una ametralladora en pleno hall del hotel. La investigadora logró saber hasta las armas que se utilizaron. Supimos cómo ocurrieron los hechos. En segundo término, quedó más que acreditado que hubo una coordinación muy ajustada, muy afinada, entre autoridades de acá y de la Argentina. Eso surge de las pruebas que logramos reunir. De otro modo, no se hubieran producido determinados hechos. Varios testigos, que estuvieron detenidos en el tristemente famoso centro Automotores Orletti, identificaron allí a personas que también actuaban acá. Pero le voy a relatar un hecho por el cual llegó a mí determinada información. El propio Wilson Ferreira me hizo el relato, que también lo hizo a otras personas. Cuando Michelini y Gutiérrez Ruiz estaban secuestrados, pero aún vivos, Wilson logra una entrevista con el ministro del Interior argentino, el general Harguindeguy. Wilson le hace referencia a la trayectoria de sus amigos parlamentarios, a su prestigio, a su intachable moral. Y cuando termina esos comentarios y le dice a Harguindeguy «señor ministro, estamos muy preocupados por la suerte de nuestros amigos», el ministro se tira para atrás en el sillón, levanta una carpeta de cuero, saca de debajo un expedientillo y se lo tira encima del escritorio. Ese expedientillo, que era muy breve y tenía pocas hojas, decía en la carátula, claramente, «Ministerio de Relaciones Exteriores, República Oriental del Uruguay», con el escudo nacional arriba. Enseguida, Harguindeguy dice: «Pero señor Ferreira, ¿usted me viene a pedir por dos integrantes de la guerrilla subversiva de su país?». Obviamente, allí terminó el diálogo. Creo que ese expediente, o expedientillo en palabras de Wilson, es un indicio más, y un indicio es principio de prueba en nuestra legislación, y muchos indicios constituyen plena prueba.

 

–Entonces ¿podríamos decir que usted comparte la posición de los que han pedido o pedirán la extradición de quienes representaban lo más alto de la autoridad del Estado uruguayo en ese momento? Presidente y canciller, sobre todo, si tenemos en cuenta ese testimonio de Ferreira Aldunate.

–No me sorprende que la justicia argentina pida estas extradiciones. Yo trabajé, cumpliendo con mi deber, en una comisión investigadora que logró una prueba voluminosa y muy contundente. Esa prueba fue la que en definitiva precipitó la aprobación en pocas horas, primero en el Senado y después en Diputados, de la Ley de Caducidad. Comúnmente se cree que esa ley surgió por la labor de la Comisión de los Desaparecidos. No es así. Vea usted que esta investigadora de los crímenes de Michelini y Gutiérrez Ruiz fue objeto de trabas y de estratagemas de todo tipo para que no culminara debidamente su tarea.

 

–¿Terminó su tarea, realmente? Lo que obtuvo ¿fue a parar a la Justicia o no?

–Fue a la Justicia, pero justamente por la prueba reunida era de orden que aquellos mencionados por los testigos fueran convocados a la comisión y a la Justicia. Y ahí fue cuando el general Medina dijo que si recibía las citaciones las iba a guardar en su caja fuerte. Y es cuando la comisión reunió toda la prueba, de la que surgía una obvia responsabilidad penal, a la cual había que ponerle nombre y apellido, que surge la necesidad, entre comillas, para el gobierno de la época, de aprobar una ley como la que salió. La voluntad de Wilson Ferreira Aldunate, a pesar de que él, para evitar males mayores, muy a desgano, apoyó esa solución, era que esta ley, con el perdón o beneficio que establecía, no abarcara a los asesinos de sus amigos. Lo saben todos y además está en la exposición de motivos.

 

–Claramente surge la responsabilidad de algunos legisladores, usted lo ha dicho, y parecería surgir también la responsabilidad del gobierno de la época frente a un acto de virtual rebelión de un militar. ¿Pudo haber ahí, también, una responsabilidad de la Justicia? Porque tal vez pudo haber actuado de oficio.

–Después de aprobada la Ley de Caducidad se presentó un proyecto de ley, del que aquí le entrego una copia, repartido 366 de abril de 1987, que proponía la anulación de los artículos primero al cuarto de la Ley l5.848, la de la Caducidad. Y aquí hay varias firmas: son los legisladores nacionalistas que estuvieron de acuerdo con la anulación de la Ley de Caducidad de la pretensión punitiva del Estado. Hoy puede hasta ser una novedad, porque fue un hecho poco conocido. Aquí se dice: «El apresurado proceso de sanción y promulgación, tras el cual la Ley 15.848 llegó a la conciencia pública, es probablemente el mejor testigo de la coacción que por vía de la amenaza de un desacato institucional sufrió el cuerpo legislativo».

 

–Permítame, esto me hizo recordar la argumentación que expuso el doctor Gervasio Guillot, en un reportaje reciente con LA REPUBLICA, para sostener que la Ley de Caducidad debería ser anulada, no derogada, por haber sido aprobada bajo coacción.

–Fue consecuencia de una amenaza de desacato, sí, y de ruptura institucional. Y este texto que le acabo
de entregar lo dijo claramente en abril de 1987.

 

El regreso a la verdad

–Parecería entonces, aunque algunos dirán que tarde, que hay un regreso a la verdad y un regreso a una interpretación más adecuada de normas legales

–Pero no hay que olvidar otra cosa. Porque ahora resulta que muchos aluden a la figura de Wilson y lo ponen como lo que realmente es, un verdadero patriota. Pero hay gente que no tiene autoridad política y mucho menos moral para hacer referencia a Ferreira Aldunate.

 

–Usted entiende que lo están usando.

–Sí, lo usan. Pretenden usar esa figura que es de las más trascendentes de la historia nacional, que obviamente excede el ámbito partidario. Y estos señores que lo alaban tienen gravísima responsabilidad en estos desgraciados hechos. Y varios de ellos parecen que tienen amnesia, porque se olvidaron de que el operativo en Buenos Aires incluía el asesinato del propio Wilson. Al primero que fueron a buscar en ese operativo militar que hicieron en Buenos Aires fue a Wilson. Y para sorpresa de la mano de obra criminal –porque es evidente que hubo actores materiales pero también intelectuales– no lo hallaron. Wilson decía: «La mano de obra fue argentina, pero los autores intelectuales de esta canallada son uruguayos». ¿Qué argentinos podrían tener interés en matar a Ferreira Aldunate, a Michelini y a Gutiérrez Ruiz? Y Wilson se escapó casi por azar, porque a Susana, su esposa, estando en un tambo que tenían en la localidad de Azul, cerca del centro de Buenos Aires, se le ocurrió decirle que se había hecho tarde y que era mejor que se quedaran esa noche ahí. Eso le salvó la vida., porque lo fueron a buscar al apartamento.

 

–Una casualidad salvadora

–Sí, sí. Y esos mismos que fueron primero a lo de Wilson, alrededor de la una de la mañana tiraron la puerta abajo del apartamento de Gutiérrez Ruiz. Y uno de los que lo hizo, un tal «Oso Paqui», era un personaje muy conocido en Automotores Orletti. El se llevó a Gutiérrez Ruiz. Este «Oso Paqui» también fue visto por testigos, que declararon ante la investigadora parlamentaria, en las oficinas del Servicio de Información e Inteligencia uruguayo, en Bulevar y Palmar, en Montevideo. Matilde lo describió perfectamente, porque ella estaba cuando se llevaron al marido.

 

–Cuando usted dice que le desagrada que mencionen a Wilson quienes no tienen estatura política ni moral para hacerlo, ¿de quiénes está hablando?

–Me estoy refiriendo a actores políticos, a civiles y a algunos militares de la época. Claro, ahora ha habido un recambio en las Fuerzas Armadas y los que están hoy no piensan como aquellos. Yo me refiero a civiles y a militares que vivieron aquella época, que hoy hablan de Wilson cuando entonces hicieron todo lo posible para que se realizara, como se realizó, la tramposa elección de 1984. Porque estos personajes fueron quienes hicieron hasta lo imposible para que esa elección se hiciera con el principal candidato preso en un cuartel. Si Wilson hubiese sido candidato, ¿quién hubiera ganado en 1984? Y acá permítame un paréntesis. Esa elección se hizo como se hizo en virtud de una traición de determinadas fuerzas políticas. El Partido Nacional, y en particular Wilson, fueron engañados y traicionados. Wilson, hasta último momento, creyó que determinadas personas no iban a faltar a su compromiso político de honor. Hasta último momento creyó en la palabra comprometida de determinados dirigentes, porque el Partido Colorado y el Frente Amplio de la época asumieron el compromiso con los blancos, y en especial con Wilson, de que no iban a tolerar elecciones con proscriptos y menos aún con gente presa. Y después, como por arte de magia, hubo gente que cambió de postura, y admitieron elecciones con proscripciones y presos. Y cuando viene Ferreira Aldunate lo meten en un cuartel y le impiden al Partido Nacional, que ya lo había proclamado junto con Carlos Julio Pereyra, participar de las elecciones como correspondía. Más aun: Wilson gozaba de excelente salud y para él todo esto fue una terrible amargura. Yo creo que esto fue la más grande amargura de su vida. Tanto como después apoyar una ley que le disgustaba, porque si no se hallaba una solución a la situación podían venir otra vez épocas terribles para la República y primó su sentido patriótico. Y todo esto, al final, lo enfermó y lo mató. O sea, lo mataron. Los que pactaron con los militares, olímpicamente se lavaron las manos y crearon una situación para que otro, en este caso Wilson, ya no candidato, viniera a sacar las castañas del fuego. *

 

«Los blancos deberían integrar los cuadros gubernamentales»

–Hablando ahora de la situación política actual, más allá de que usted está en una suerte de retiro activo, luego de una extensa actuación parlamentaria, ¿cuál es su opinión, qué es lo que debería ocurrir para que, en este momento del país, las cosas fueran mejor?

–Comienzo la respuesta a su pregunta con una interrogante: ¿al país le iría mejor o peor con o sin el apoyo, la colaboración del Partido Nacional? La respuesta es obvia: al actual gobierno, si se le suma el apoyo constructivo, positivo y patriótico del Partido Nacional, seguramente le iría mucho mejor. Y si le va bien al gobierno, le va mejor al país. Y como decía Dardo Ortiz, lo que le sirve al país le sirve al Partido Nacional. Obviamente es una opinión personal, pero a mí me parece que el Partido Nacional debería apoyar al actual gobierno. Porque a este gobierno le falta mucha cosa. Yo miro el equipo gubernamental o al Parlamento, y no veo eficiencia. Si vamos a los entes hay una rutina quieta. Pero veamos el gabinete ministerial. Porque un gobierno no es bueno o malo sólo en función del presidente, sino en función de los motores que tiene a su lado. Y así como en este gabinete hay algunos ministros buenos, hay otros que no saben dónde están parados. No basta ser buena persona para ser un buen ministro. Hay quienes no han andado ni van a andar, porque este año y pico fue suficiente para comprobarlo. Entonces hay que tener todo un gabinete de la mejor calidad y experiencia. Yo digo: si el Partido Nacional hubiera apoyado a este gobierno seguramente algunos errores cometidos no hubieran ocurrido. Otra cosa: el Partido Nacional, en el pasado inmediato, tuvo que apoyar determinadas acciones gubernamentales a contrapelo de su pensamiento; cuando éramos oposición –y no olvide que fui legislador durante tres períodos– tuvimos que apoyar asuntos contrarios a nuestras criterios. Y éramos muy poquitos los que, por razones de principios, decíamos `no, esto no lo voto´. Entonces, si en gobiernos del pasado inmediato nos tuvimos que comer varios garrones –si se me permite la expresión popular–, y lo hicimos por patriotismo, ahora, cuando hay una coincidencia programática del noventa por ciento con el Frente Amplio ¿no apoyamos? Nuestro candidato en la última elección, el doctor Larrañaga, dijo, con toda razón: «Miren el programa de gobierno del Frente Amplio, es una copia del nuestro y no nos pagaron derecho de autor». Es decir, antes no teníamos una coincidencia programática; al contrario, discrepábamos con los gobiernos anteriores, y sólo por aquello que decía Dardo Ortiz, `lo que le sirve al país le sirve al Partido´, y que antes habían dicho Luis Alberto de Herrera, Javier Barrios Amorín, Fernández Crespo, en fin, colaboramos y apoyamos a esos gobiernos. Y ahora, que en vez de discrepancias tenemos coincidencias programáticas, ¿no prestamos la colaboración de nuestros mejores hombres? El Partido tomó, en su momento, la decisión de no integrar cuadros de gobie
rno por un error del presidente Vázquez. Porque desde Zapicán, el Presidente cometió el error de emplazar al Partido Nacional; fue cuando dijo `si no tengo una respuesta antes de tal fecha, cambiaremos de actitud´. Ese error, que cabe suponer fue fruto de la improvisación del momento, resultó determinante.

 

–¿No ve posibilidades de un cambio de actitud?

–Esa es una pregunta interesante, porque yo también debo decir: ha pasado mucho tiempo desde aquel error, porque al Partido no se lo puede emplazar, y lo cierto es que el Presidente, con la humildad que lo caracteriza, también ha ido adoptando posiciones diferentes, a tal punto que los cargos en los cuadros del gobierno que le había asignado al Partido hasta el día de hoy no se han llenado. ¿No es ese un gesto elocuente para un buen lector de la situación política? ¿El Presidente cumplió con aquel emplazamiento? No. No llenó los cargos, como si todavía estuviera esperando a los blancos. Entonces, en virtud de esa vieja tradición del Partido Nacional de que primero están los intereses nacionales y después los partidarios, y de que no podemos andar haciendo cálculos electorales, yo soy de los que cree que los blancos deberían integrar los cuadros gubernamentales. Y que conste, por las dudas, que yo no integro la lista de postulantes que elaboró el Directorio para esos cargos. *

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