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Costa Rica vive una crisis por la masiva inmigración venezolana

Con ausencia de políticas estatales y acciones municipales, miles de venezolanos están atrapados en Costa Rica, en su intento por buscar una vida mejor.

La policía revisa constantemente el estado de las y los migrantes que están instalados en las calles de Ciudad Quesada, en San Carlos, al norte de Costa Rica.
La policía revisa constantemente el estado de las y los migrantes que están instalados en las calles de Ciudad Quesada, en San Carlos, al norte de Costa Rica.

Un flujo de migrantes venezolanos nunca antes visto está provocando una crisis sin precedentes en Costa Rica, especialmente en la zona norte del país, en ciudades fronterizas con Nicaragua que están acostumbradas a la llegada de inmigración de esa vecina nación en busca de trabajo, pero que están viendo el arribo de venezolanos que huyen de la crisis política y económica de su país.

La mayoría están de paso y esperan poder llegar a los Estados Unidos o Canadá, pero llegan en grandes cantidades desde el sur y muchos han sido víctimas de robos, violencia y xenofobia durante su camino. Según publica el diario local La Nación, hoy en día es muy común ver a niños y adultos vender golosinas o artículos en los semáforos en Ciudad Quesada, una importante ciudad de la zona de San Carlos, y muchos de ellos han terminado viviendo en improvisadas tiendas de acampar en lotes baldíos.

Algunos de ellos están pasando por segunda vez por Costa Rica, como es el caso de Roland Chacón y Héctor Escalona, padrastro e hijastro, que habían logrado llegar hasta México pero que fueron deportados allí sin la oportunidad de alcanzar suelo estadounidense. En Monterrey les esperan su esposa y otros hijos, que lograron pedir asilo. En su primer intento se gastaron todos los ahorros, así que ahora viajan con lo que puedan recolectar en el camino.

“Nos robaron los bolsos cuando nos fuimos. Nos devolvieron sin nada. Nos quitaron teléfono, plata, documentos, nos enviaron con lo que andábamos puesto”, denuncia el hombre al medio citado. 

La alcaldesa de San Carlos, Karol Salas, reconoció al rotativo que “el gobierno local está enterado de la llegada constante y creciente de migrantes, en este momento venezolanos”. Además, señaló que la migración venezolana es diferente a la nicaragüense, pues los sudamericanos están “de paso” hacia el norte, mientras que los nicaragüenses llegan para quedarse largos periodos o para instalarse permanentemente.

Añadió que el “mayor fin” de la municipalidad “es facilitarles el paso por nuestro cantón y que esto se realice de manera ordenada y con respeto por las comunidades”.

La oposición critica al gobierno del presidente populista, Rodrigo Cháves, de no abordar el problema con política de Estado, las que consideran necesarias y urgentes, ante la vulnerabilidad que enfrentan estas personas.

Un duro trayecto

Casi todos los que llegan a Costa Rica provienen de Panamá, a donde han llegado luego de cruzar el Estrecho de Darién, una profunda y húmeda selva atestada de mosquitos que transmiten enfermedades como el dengue o el zika, y que están tomada por violentos grupos armados relacionados con el narcotráfico.

Quienes logran recoger dinero suficiente para salir de Costa Rica todavía deben pasar por Nicaragua, que atraviesa una fuerte crisis política y económica, para subir hacia el norte por El Salvador -el país más violento de la región, con fuerte presencia de pandillas y narco- o por Honduras. Seguidamente, deben lograr ingresar a territorio guatemalteco, en donde las autoridades migratorias han deportado más de 9.000 personas en lo que va del año, en su mayoría venezolanos sin documentos.

La policía de este último país asegura que, anualmente, atraviesan su territorio unas 500.000 personas desde el sur, y que tienen como cometido atravesar México, sorteando a los poderosísismos cartenes narcos, para cruzar ilegalmente la frontera para entrar a Estados Unidos.

Quienes logran ingresar a Texas, son transportados en autobuses hasta Nueva York, gracias a una medida del gobernador de esta ciudad, Greg Abbott. Este es uno de los llamados Estados Santuario, en donde no sufren persecución migratoria por parte de las autoridades federales.

Los venezolanos son recibidos en un refugio en Nueva York, donde se les brinda techo y comida. El comisionado de esta ciudad, Manuel Castro, aseguró que los migrantes son bienvenidos y que no los dejarán solos en su búsqueda de un mejor porvenir.

En el mes de julio de 2022, 1.500 personas llegaron a la ciudad de Nueva York, de las cuales 800 son venezolanos.

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