Fiesta en Qatar, nerviosismo en Egipto: el impacto de la guerra de Ucrania en los estados árabes

Rey Salmán bin Abdulaziz, de Arabia Saudita. Foto de archivo de 2015: Fayez Nureldine - AFP
Rey Salmán bin Abdulaziz, de Arabia Saudita. Foto de archivo de 2015: Fayez Nureldine – AFP

La guerra entre Rusia y la OTAN en el suelo de Ucrania, además de dejar millones de víctimas (entre los muertos, heridos, refugiados, desplazados o huérfanos), ha dividido a los estados árabes en tres principales grupos, creando un nuevo mapa en el tablero internacional, marcado por el gesto de «deslealtad» hacia EEUU de sus aliados tradicionales:

Los «neutrales»: La Liga Árabe, dirigida por el Reino de Arabia Saudí (RAS) y los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y compuesta por 22 estados, en su declaración del 28 de febrero se abstuvo de condenar la invasión de Rusia, utilizó la palabra «crisis» en lugar de «guerra», y se negó a respaldar las sanciones impuestas por EEUU y la Unión Europea (UE) a Moscú, al igual que los países asiáticos como China, India, Pakistán, Irán, Israel o Turquía, así como gran parte de África y América Latina. El repentino gesto «independiente» del RAS y de los EAU se deshizo días después ante la fuerte presión de Washington, obligándoles a votar la condena a Rusia por la invasión en la Asamblea General de la ONU (una condena no que no es vinculante), sin embargo, ninguno se apuntó a las medidas punitivas contra el país eslavo. Que sea difícil saber cómo las dictaduras árabes evalúan los riesgos de su postura no cambia la realidad de que estamos ante una situación cualitativamente distinta que antes del 24 de febrero. EUA, el único país árabe con un asiento provisional en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) se abstuvo dos veces en las votaciones (que sí son vinculantes) en el Consejo: la primera para responsabilizar a Rusia por la guerra, y la segunda para imponerle sanciones. Pues Abu Dabi necesita el veto de Rusia en este órgano para ganar su guerra contra Yemen, donde ha ocupado la estratégica isla Extraterrestre de Socorta, sin que nadie le impusiera sanción alguna, ni tampoco por bombardear esta humilde nación desde 2015 junto al RAS, desde la coalición liderada por EEUU. El 28 de febrero, Moscú le devolvió el favor: votó a favor de la decisión del Consejo de imponer un embargo de armas a los hutíes yemenís, que meses antes habían disparado misiles contra EAU. Mientras, la «imparcialidad» de Egipto, Argelia, Marruecos y Túnez se debe a su gran dependencia de las importaciones de trigo tanto de Rusia como de Ucrania. El caso de Qatar es especialmente interesante: afirmó que no será parte de «ningún conflicto o polarización política«, aunque está encantado de que EEUU suspendiera el gaseoducto Nord Stream 2, porque 1) aumentaría así la dependencia de Europa al Gas Natural Licuado (GNL) qatarí, y 2) Bruselas dejaría de criticarle por su respaldo al Estado Islámico y matar de explotación a miles de trabajadores inmigrantes. Qatar es el unció país árabe del Golfo Pérsico que ha apoyado a Ucrania, calificando la invasión de Rusia como una violación del derecho internacional, eso sí, sin unirse a las sanciones contra Moscú para no perjudicar a sus propias inversiones que ascienden a 13.000 millones de dólares. Qatar Investment Authority (QIA) posee cerca del 19% de la petrolera rusa Rosneft, una participación por valor de 500 millones de dólares en VTB Bank y el 25% del aeropuerto de Pulkovo en San Petersburgo.

Los defensores de Rusia (mejor dicho «el defensor)»: Siria, que considera la operación militar rusa una «corrección histórica», aunque en realidad, en este bazar de toma y daca, Bashar al Asad quería agradecer así a Vladimir Putin el haberle salvado la vida y la presidencia (aunque, su permanencia en realidad se debe a otros motivos). Luego le enviará a 300 de sus soldados de élite a Rusia. Cuando, en 2015, Rusia entró en la guerra de Siria, ninguno de sus 20 propósitos fue poner fin a la brutal contienda.

Los alineados con EEUU: Líbano y Kuwait, quizás por haber sido invadidos por sus vecinos, Israel e Irak.

Fiesta en los dueños del oro negro

Mientras los países exportadores petróleo hacen su agosto con la guerra de Ucrania y las sanciones contra Rusia, el resto se prepara para una gran crisis social.

El RAS es el principal país del mundo en beneficiarse de la desgracia de los ucranianos: con el barril de petróleo rondando sobre 95 dólares, comparado con los 70 del pasado mes de diciembre, Riad piensa en decenas de miles de millones de dólares adicionales que va a ganar en este año. Tanto Mohammad ben Salman (MBS) como Mohammed ben Zayed, los dos príncipes de las Tinieblas del RAS y de EAU, tienen magníficas relaciones con el presidente ruso Vladimir Putin. MBS es consciente de que tanto los demócratas como los republicanos en Washington quieren que el príncipe se esfume cuanto antes.

Por primera vez, el «apoderamiento» de Riad coincide con la debilidad de Washington y le permite presentarle una lista de deseos si EEUU quiere contar con los jeques del Golfo Pérsico:

Reconocer la legitimidad de MBS, al que Joe Biden ha estado ninguneando: desde su elección hasta hace unas semanas no le había llamado. En contraste, el presidente Donald Trump hizo algo inaudito en la historia de EEUU: fue el primer presidente de EEUU que eligió al RAS para realizar su primer viaje al extranjero, y hasta hizo un «baile de espada» para agradecer a los jeques los millones de dólares que invirtieron en su campaña electoral a cambio de que rompiera el acuerdo nuclear con Irán firmado por Barack Obama. Ahora es MBS quien no le coge las llamadas, afirma The Wall Street Journal, a pesar de que el presidente demócrata ya ha renunciado a su derrocamientoLos ruegos de Biden a los estados árabes para que aumentasen su producción de petróleo y gas, para así poder hacer efectivas las sanciones contra Rusia, han caído en saco roto. En 2018, cuando Trump pidió al rey Salman bajar los precios del crudo, si no «podría no estar [en el cargo] en dos semanas«, él obedeció y el barril cayó de 86 dólares a 67. Biden representa un imperialismo en la caída libre: los Salman no han aumentado la producción de petróleo, con el fin de 1) mantener altos los precios, y 2) no perjudicar al amigo ruso con el que colideran la OPEP+, organización que desde 2016 regula el suministro mundial de petróleo y los precios y ha salvado el cartel del caos que le dominaba. El aumento de la importancia del petróleo saudí fortalece su poder en los mercados, y también en las capitales de medio mundo. Los republicanos en Washington lo celebran: un aumento continuado de los precios allana su camino hacia la Casa Blanca.

Riad está muy molesto con Biden, por:

Criticarle por la situación de los derechos humanos. De hecho, el destripador saudí, en un gesto desafiante, acaba de ejecutar a 81 personas. Sabe bien que esta vez, al igual que cuando descuartizó a Kamal Khasoggi (y la CIA tenía conocimiento del plan de su asesinato), los aliados occidentales le seguirán extendiendo la alfombra, mientras a Rusia le castigaron con fuertes sanciones por «envenenar» a un disidente.

Sacar del aislamiento a Qatar. Al contrario que Trump, que amonestó al principal exportador mundial del GNL a petición de los Salman, Biden ha rehabilitado al diminuto estado, no solo porque cree que una qatarización de Arabia salvaría a la teocracia medieval de una rebelión popular, sino para darle un papel protagonista en esta tarea  de intimidar a Rusia, otro gran exportador de gas, a pesar de que Doha ha confesado que no podrá enviar más gas a los mercados mundiales de los que ya hacía.

Querer resucitar el acuerdo nuclear con Irán y levantar más de 700 sanciones contra esta nación de forma automática bajaría el peso de los árabes en el escenario internacional. A Rusia e Israel tampoco les interesa la liberación de un gigante energético como Irán del yugo de las sanciones.

Haber retirado los misiles antiaéreos Patriot y THAAD de Arabia, dejándo «desprotegido» a uno de los principales países más armados del planeta. Después, Riad firmó con Moscú un Acuerdo de Cooperación Militar.

No haberle apoyado lo suficiente para exterminar a los yemeníes. El heredero necesita contar con una victoria en sus guerras en Yemen, Siria y Libia para mostrar su valía, pero EEUU se beneficia más al alargar el negocio de las guerras que al terminarlas, es por ello que CENTCOM, el Comando Central de los EEUU, sigue equipando militarmente al RAS y EAU en sus hazañas contra un Yemen que agoniza, provocando la mayor crisis humanitaria del mundo. El Pentágono ha cerrado el acuerdo de venta de 280 misiles aire-aire a Riad, por el valor de 650 millones de dólares.

Poner pegas al programa nuclear saudí.

Aumentar el peso de EAU en perjuicio del RAS.

Sin embargo, es obvio que el acercamiento de Israel a las teocracias del Golfo Pérsico garantiza el control absoluto de EEUU sobre dichos estados. A la inaudita cumbre del 28 de marzo, celebrada entre los representantes de Israel, Bahréin, Egipto, Marruecos, EAU y el secretario de Estado de EEUU Antony Blinken en el propio suelo israelí, le siguieron las palabras del Embajador de EEUU en el país judío, Thomas Nides, afirmando que Israel es un país libre (¿en serio?) y puede tomar las medidas que considere necesarias para defenderse de Irán, lo que debe poner los pelos de punta al mundo entero.

Crisis de pan en otros

En los países árabes importadores de energía y trigo ya se siente un gran nerviosismo. Egipto, país de 100 millones de habitantes gobernado por una dictadura capitalista corrupta y subdesarrollada, es el mayor importador de trigo del mundo: compra el 80% del trigo que consume, y lo hace principalmente a Ucrania y Rusia. El pan es el alimento básico de la mitad de la población, que vive en una pobreza inadmisible. La guerra ha impedido la salida de los barcos que portaban los granos del mar Negro, haciendo que su precio aumentase un 44%. La propia Rusia destina el 70% de su trigo exportado a Oriente Próximo y África. La situación del Líbano, Libia y Yemen, otros grandes clientes de los granos eslavos, que ya estaban sufriendo una crisis alimentaria, podrá agravarse en los siguientes meses, desestabilizando a sus sistemas políticos débiles y acabando con sus políticos ineficientes.

Las viejas reglas que EEUU impuso por la fuerza al mundo han dejado de existir tras el uso de fuerza por Rusia, perturbando la paz de los cementerios en las capitales árabes.

 

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