Los 5 motivos de Israel y el Golpe de Estado de Túnez

Una bandera de la República Tunecina ondea rodeada de otras de Palestina en una protesta en la capital Túnez en marzo de 2021. Foto: UNsplash / Latrach Med Jamil
Una bandera de la República Tunecina ondea rodeada de otras de Palestina en una protesta en la capital Túnez en marzo de 2021. Foto: UNsplash / Latrach Med Jamil

Se desconoce qué le hizo el presidente de Túnez, Kais Saied en su despacho al primer ministro Hichem Mechichi, el 25 de julio, para que él sin ofrecer resistencia aceptara su cese, mientras el presidente del parlamento Rachid Ghannouchi increpaba al ejército por impedir la entrada a los diputados en el parlamento disuelto momentos antes por Saied.

El golpe de estado palaciego del presidente, realizado en colaboración de los militares y patrocinado por algún que otro estado extranjero, fue acompañado por la quema de las sedes de varios partidos y también agencias de noticias, la prohibición de la reunión de más de tres personas en lugares públicos, y la orden a las Fuerzas Armadas a «responder a balazos» a cualquiera que dé «dinero» para movilizar al pueblo contra las decisiones de Saied.

Así se pone fin a la corta vida de la única democracia política árabe nacida de las Primaveras Árabes (las auténticas) en 2011. La Revolución de Jazmín, simplemente, fue secuestrada. A nivel interno, el capitalismo más depredador solo cambió de gestores y de rostros para mantener las profundas desigualdades sociales (hoy empeoradas aún más por las «consecuencias del Covid19″). La vieja oligarquía económica, el aparato de seguridad y militar, las élites político-administrativas, el poder judicial al igual que las directivas de los medios de comunicación seguían intactas. El único cambio producido era que ahora los tunecinos tenían la libertad para gritar que les faltaba trabajo, vivienda y pan al tiempo que los gobernantes, como siempre, mantenían tapados sus oídos.

Y a nivel de la región, los sectores militaristas del capitalismo global del Sur y del Norte, patrocinadores del «yihadismo», convirtieron a LibiaSiria, y Yemen en cementerios de vidas, de recuerdos y aspiraciones progresistas; abortaron las revoluciones en Irán (2009) y en Egipto (2011), en Bahréin (sede de la VI flota de EEUU), y convirtieron el sueño palestino y saharaui de tener un Estado en una pesadilla de la que no consiguen despertar. Un Túnez libre y democrático no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir en tales contextos.

La naturaleza del golpe

Aunque el pretexto de Saied ha sido «salvar la patria de un gobierno islamista incompetente», y convierte al Partido Ennahda de los Hermanos Musulmanes (HM) del primer ministro en su Chivo Expiatorio, se trata simplemente de una lucha por el poder en el seno de la burguesía (con una división superficial entre «secularismo e islamismo» que hace de cortina de humo), y de unos dirigentes ineptos y corruptos ajenos a los problemas de los ciudadanos. Este régimen es responsable de que el mismo pueblo que derrocó al dictador mafioso Bin Ali ahora dijera que «antes vivíamos mejor», frase que se escucha por todo Oriente Próximo (desde Irak, hasta Irán, pasando por Siria, Libia, Yemen, Afganistán e incluso Palestina) echando de menos los años 70, ignorando que la actual situación es el resultado inevitable de las gobernanzas de aquellas épocas. Por los mismos motivos que el caudillo de Irán, el ayatolá Jamenei tras prohibir partidos políticos, sindicatos, asociaciones feministas, estudiantiles, etc., ahora pretende desmantelar las elecciones presidenciales, el aspirante al dictador de Túnez plantea abolir los partidos políticos y reemplazarlos por consejos locales, agrupación de vecinos que podrá discutir sobre el tamaño de los cubos de basura, pero no pretender cambiar el sistema.

¿Los beneficiarios? Israel y Arabia Saudí

Obviamente, un golpe de estado de tal envergadura contra un poderoso partido islamista en un país tan protegido por Occidente como Túnez, hubiera sido imposible sin el respaldo de determinados estados, como Israel, el Reino de Arabia Saudí (RAS) y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), que han formado una amplia alianza para arrinconar a Irán y Turquía del juego por la hegemonía de Oriente Próximo. El suelo de países terceros como Siria, Líbano, Irak, Yemen, Libia y Egipto es su campo de batalla.

Según el diario árabe Alnashra, los dos Príncipes de Tinieblas, el saudí Mohammed bin Salman, y el emiratí Mohammed bin Zayed, habían prometido invertir 5.000 millones de dólares en Túnez en cuanto se triunfase el golpe. Los acontecimientos de este país se asemejan sorprendentemente a lo sucedido en Egipto del 2013, donde el gobierno del «Hermano» Mohammed Mursi (que con el respaldo del gobierno de Obama-Biden había sido instalado para abortar la Primavera Egipcia), fue derrocado por el general Abdel Fatah el-Sisi, con el patrocinio del RAS y de EUA. ¡Obama se daba cuenta de una amarga realidad: ya ni los aliados de EEUU se dejaban someter a un imperio decadente!

 Y ahora en Túnez, los objetivos de los tres países han sido:

  1. Asestar un duro golpe a Turquía y Qatar que ven cómo la HM, (el Opus Dei islámico-sunnita y patrocinado por Erdogan y el Emir de Qatar, para debilitar a los saudíes wahabitas), es apartado del poder. De este modo, los HM han sido eliminadas en Egipto (2013), en Sudan (2019) y ahora en Túnez (2021). Pero, Tayyeb Erdogan, sorprendió al mundo: condenó el golpe con la boca pequeña que no con sus habituales ardientes discursos populistas, por el temor a:
    • perjudicar a sus relaciones recién recuperadas con el RAS y EAU.
    • perder la posibilidad de mediar por la suerte de su «Hermano» Rashid al-Ghannouchi. En Egipto, la muerte del Mohamed Morsi dificultó la recuperación de la influencia turca en su antiguo dominio otomano.
    • quedarse sin otra puerta de acceso a la Unión Africana.
    • comprometer los negocios turcos con Túnez: el volumen de comercio entre ambos países alcanzó en los dos últimos años los 5.000 millones de dólares. Ankara exportó 150 millones de dólares en equipo militar a Túnez en 2020, que incluían drones ANKA y sistemas electroópticos.
  2. Ganar la guerra en el vecino libio. Su hombre, el Señor de Guerra Jalifa Haftar, ha estado perdiendo posiciones en favor del gobierno de del Hermano Musulmán Fayez Al-Sarraj en Trípoli, respaldado por Turquía, Qatar y también EEUU. Ahora un Haftar exultado afirma estar «listo para evitar la infiltración de cualquier combatiente terrorista que pueda huir de Túnez a Libia». El país del coronel Gadafi es la primera reserva del petróleo y del agua de Africa, entre otras ventajas
  3. Debilitar la posición de Turquía en el Mediterráneo Oriental y la «guerra de gas» en desarrollo.
  4. Desmantelar su democracia política, que podría convertirse en un modelo a aspirar en otros países árabes (éste también fue uno de los motivos de destruir a Yemen), casi en su totalidad bajo sistemas opresivos, reaccionarios y corruptos.
  5. Enterrar el proyecto de la normalización de relaciones con Israel. El parlamento de Túnez consideró en 2018 un delito «normalizar» estas relaciones de forma indefinida. Tras los Acuerdos de Abraham, de la «paz entre los jefes árabes e Israel»  dijo Ghannouchi que ‘Israel no está en la agenda’. Bajo la presión del presidente Saied, la propuesta fue congelada. Las relaciones no oficiales de Túnez con Israel fueron cortadas tras la Segunda Intifada Palestina en 2000.

No sería la primera vez que Tel Aviv intervine en Túnez. Bajo la calve de «Operación Pierna de Madera», diez F-15 Eagles israelíes atacaron el 1 de octubre de 1985 a la sede de la Organización de Liberación de Palestina (OLP), que tras ser expulsado de Siria por Hafiz al Asad, había sido acogida por Túnez. En Hammam Chott, mataron a un centenar de palestinos y tunecinos, aunque Yaser Arafat salió ileso. En 2016, en otra operación en el suelo tunecino, el MOSSAD asesinó a Muhammad Al Zuari, un ingeniero de aeronáutica miembro de Ennahda. Después, los hackers israelíes borraron el contenido de las grabaciones de una cámara de vigilancia próxima al lugar del crimen.

Por su parte, la República chiita de Irán ha mostrado su preocupación por el golpe, pues, fortalece las posiciones de Israel y Arabia Saudí en la región.

¿Qué dice EEUU?

El secretario de Estado de EEUU Antony Blinken se limitó a alentar al presidente Saied a «adherirse a los principios de democracia», negándose a calificar su acción como un «golpe de estado». En 2013 la Administración Obama-Biden hizo lo mismo ante el golpe del general Sisi en Egipto, por una razón: La ley estadounidense prohíbe la asistencia a países cuyos «jefes de gobierno electos hayan sido depuesto mediante un golpe o decreto militar«, y un Washington impotente, ante hechos consumados, no podía perder a Egipto (contrapeso de Irán), ni hoy a Túnez, por su posición en el norte de Africa. La caída de la HM en este país perjudica no a EEUU sino al Partido Demócrata que viene apostando por los dos contrapesos a los wahabíes de Arabia Saudí, aliados y el chequero del Partido Republicano: 1) la HM, presentada como «moderada», y 2) los chiitas de Irán, con los que Obama alcanzó acuerdos, no solo sobre la cuestión nuclear, sino también para una cohabitación en Irak y en Siria. Ambos son baluartes del capitalismo pintado de democracias presentables en el llamado «mundo islámico», y los tres hacen de contención a las fuerzas antiimperialistas y progresistas de este espacio geográfico dominado por las fuerzas de la extremaderecha religiosas. De hecho, Ennahda es acusado de estar detrás de los asesinatos en 2013 del expreso político y abogado marxista Chokri Belaid y Mohamed Brahmi, ambos líderes de la alianza electoral del Frente Popular.

EEUU, Reino Unido y Francia han tenido un papel destacado en derrocar los estados seculares de Oriente Próximo y en su lugar implantar régimen de derecha religiosa. Túnez exporta el mayor número de «Yihadistas» árabes.

Es por ello que las congresistas demócratas «musulmanas», Ilhan Omar y Rashida Tlaib, condenaron lo sucedido en Túnez y pidieron a Biden detener la ayuda militar al estado africano, algo que no sucederá. Pues, recibió 1.000 millones de dólares para su ejército en la época de Obama, y es clasificado por el Pentágono como un importante aliado no pertenecientes a la OTAN. En 2017, EEUU firmó un acuerdo secreto de cooperación militar de 10 años con Túnez, por lo que el suelo del país no solo es utilizado como base para sus operaciones, sino que es el lugar de entrenamiento de sus escuadrones, en la región norteña de Bizerte, por ejemplo. Desde allí, las tropas de EEUU intervienen en la guerra libia, y también vigilan «el «comportamiento maligno, coercitivo y depredador», de Moscú y Pekín» en el continente.

En 2018, el jefe de Africom (Comando de EEUU para Africa) afirmó que su país enviaría más tropas a Túnez cuando se deterioraba la situación en Libia, provocando masivas protestas en el país. Por si fuera poco, desde 2019, USAID opera en Túnez invirtiendo hasta 335 millones de dólares en proyectos de «desarrollo» para ampliar la influencia de EEUU.

En cuanto a la Unión Europea -salvo Francia-, lo que más le preocupa es una nueva ola de emigrantes. Paris que capitaneó la destrucción de Libia por la OTAN respalda al bando de Hiftar y le urge poder amortizar la inversión realizada en Libia.

Así, Kais Saied se convierte en una caricatura del general egipcio Abdel Fattah al-Sissi, aunque cambiará el actual equilibrio entre las potencias en Oriente Próximo en perjuicio de las fuerzas progresistas duramente reprimidas.

 

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