?Conocimientos o título habilitante?

En el diario El País, del día lunes 20-12-99, tercera sección, página 15, se puede leer con el título de: Matemáticas I. II. III. IV. V. VI; quejas de: padre preocupado, madre dolorida, padre molesto, alerta, etc. sobre el fracaso de los profesores de matemáticas.

Decimos «fracaso de los profesores» puesto que, cuando éramos estudiantes de los viejos Cursos Normales, maestros de la talla de Vicente Fiorentino, Enrique Macri y Alfredo Ravera nos ensenaron que «cuando el alumno no aprende es porque el maestro no ensena».

Sin tomarlo como axioma, en general, podemos aceptar que es cierto.

La respuesta, ante la consulta de los medios de comunicación al presidente de la Educación Pública, es siempre la misma: no existe número suficiente de profesores de matemáticas titulados, palabras más, palabras menos.

En el matutino El País del 12-11-99, primera página dice: «El 30% fracasa en los exámenes». Dentro de la nota se puede leer lo que sigue: «Los antecedentes hablan de un fracaso escolar de casi 30.000 estudiantes en el primer ciclo liceal».

«El consejero de Secundaria Jorge Carbonell, explicó que las mayores complicaciones en la materia se dan a la hora de tratar de conseguir docentes capacitados».

«Solamente el 18% de los profesores que dictan actualmente cursos de matemáticas tiene título».

A quienes miramos el problema desde afuera, estas afirmaciones nos desconciertan. Fuimos estudiantes de Primaria, Educación Técnica, Cursos Normales y, hasta donde sabemos, nuestros maestros de matemáticas no tenían título habilitante, pero aprendíamos bien los monomios, polinomios, máximos y mínimos, ecuaciones de primer y segundo grado, regla de tres simple y compuesta, logaritmos, funciones, derivadas, etc. etc.

Y no usábamos máquinas de calcular.

Fuimos maestro de ensenanza técnica y también inspector, por concurso de oposición y méritos, y en nuestra tarea inspectiva tuvimos oportunidad de observar que muchos docentes no tenían título habilitante, pero ello no los inhibía de realizar sus tareas a satisfacción.

También tuvimos oportunidad de observar a algún egresado de un Instituto de Formación Docente que necesitaba seguir aprendiendo y…. !estaba ensenando!

Personalmente, no creemos que el problema sea tan simple como lo plantean las autoridades de la ensenanza, y que todo se resuelve con poseer un título habilitante.

Antes de ensenarles a ensenar, el futuro docente debe dominar la asignatura que va a dar.

Si va a ensenar electrónica, tiene que dominar la electrónica y después; concurrir a algún Instituto de Formación Docente a fin de prepararse a transmitir esos conocimientos a otros.

?De qué sirve un título de profesor de electrónica; si no sabe electrónica?

?Para qué sirve un título de profesor de matemáticas si no sabe matemáticas?

Existe un viejo principio filosófico que dice: «Nadie puede ensenar lo que no sabe».

Nosotros agregaríamos: Por más títulos que posea.

Siempre hemos sostenido, y así se lo inculcamos a nuestro hijo cuando estudiaba: los títulos no aumentan los conocimientos ni acortan las orejas. Está bien obtener el título, sea de médico, abogado, ingeniero, notario, arquitecto, etc. porque ello supone la culminación de una carrera.

El título es la llave que abre la primera puerta para entrar a la cancha a jugar, pero nada más que eso. Después, en la cancha, habrá que demostrar que se tienen condiciones.

Que haya pasado por la Facultad y haya salvado los últimos exámenes, no quiere decir que ya hay preparado un hombre nuevo. Eso lo dirá el tiempo.

Que se hayan adquirido ciertos conocimientos teóricos, que se haya depurado el lenguaje, a que se hayan acostumbrado a pensar y resolver problemas imprevistos no estudiados en la facultad, media un abismo.

En nuestra ya larga existencia hemos conocido profesionales titulados que dejaban mucho que desear, y también personas sin títulos que eran verdaderos técnicos en la materia.

En la época de estudiante, en los viejos Cursos Normales, tuvimos de profesor de Física a un senor que no había culminado sus estudios de ingeniería.

Un día le preguntamos: ?por qué no da las tres materias que le faltan y se recibe de ingeniero? Nos respondió: ?Para qué, para tener un título?

«Hay ingenieros que me consultan a mí cuando elaboran un proyecto».

Se llama Francisco Vita y nos lo dijo allá por 1959 cuando estábamos culminando la carrera de maestro técnico. Era un excelente profesor pero, … no tenía título.

Eso sí, conocía y dominaba la materia o tema que trataba o ensenaba.

Esto del título, nos parece más bien una pobre excusa para encubrir las carencias de cómo resolver los verdaderos problemas educativos.

Aquellos profesores de las actuales autoridades de ANEP, ?eran todos titulados?

Aquellos profesores no tenían título, puesto que no existían Institutos de Formación Docente, pero eso no los inhibía de ser realmente docentes, ensenar y… educar.

Si retrocediéramos en la máquina del tiempo hasta 1875, y pudiéramos hablar con Don José Pedro Varela, nos llevaríamos una tremenda sorpresa: no tenía título.

?Cuántos de los grandes hombres que tuvo el Uruguay poseían título como docentes?

?Acaso Clemente Estable, Carlos Vaz Ferreira, Antonio Grompone, por nombrar algunos al pasar, tenían título habilitante para ser docentes?

Que conste; no estamos contra los titulados, nosotros poseemos título como docente.

Somos egresados de un Centro de Formación Docente, pero, sabemos por experiencia, que con el título sólo no alcanza, se necesita algo más, que no lo da un título.

Se debería otorgar prioridad al conocimiento, al saber, no al título.

Será porque vivimos el mundo de la imagen e interesa más lo aparente que lo real.

En la conferencia rotaria de mayo de 1999, el filósofo argentino Jaime Barylko decía: «Sea cual sea tu alma, yo tengo que educarle hijo mío para que te levantes en el colectivo y en el subte y cedas el lugar que yo cedía a la senora anciana o al senor desvalido y no por piedad y no por amor y no por tus sentimientos que no los conozco pero es tu deber civilizado, porque si no seremos bárbaros con teléfonos celulares. «Y eso es lo que nos está pasando, somos bárbaros con máquinas sofisticadas, somos bárbaros con Internet, somos bárbaros y no es que yo esté criticando, yo uso esos elementos y….»

Nosotros que ya estamos en los setenta también hacemos uso de todos estos adelantos tecnológicos y, en cierto modo, nos estamos acostumbrando a apretar teclas y botones.

Pero, existe una pequena diferencia, antes, fuimos educados para pensar.

En cambio ahora no se educa, se transfiere información sin explicar cómo emplearla racionalmente, cual si se le entregara un arma a un cuadrúpedo. Nos ensenaron a pensar, a racionalizar los problemas, a respetar las opiniones ajenas, a escuchar y, sobre todo a tratar de entender las razones de nuestros interlocutores ocasionales. Eramos respetuosos con quienes pensaban diferente a nosotros.

Hoy, eso no existe, hay una violencia y una brutalidad que, creemos no equivocarnos, no existía en la época de las cavernas. Esto ocurre debido a la deformación mental que se ha hecho con nuestros ninos y jóvenes, y no es un problema de títulos.

Decía el doctor José F. Arias: «La ensenanza es una de las tareas más responsables que un ser puede tomar a su cargo. El buen maestro es un sembrador mental».

«El maestro debe saber lo que ensena». «El maestro debe ser seleccionado».

«El mal maestro debe ser excluido de la ensenanza».

«El mal maestro puede detener, desviar o interrumpir el camino de la satisfacción y de la felicidad de muchos y jóvenes».

«Esta sola premisa lleva a una conclusión: el magisterio debe designarse siempre por acción selectiva y debe mantenerse en funciones por demostración de calidad».

«La visión de una clase en funcionamiento, revela de inmediato, si al frente está un maestro o uno que no puede serlo, aunque tenga título de tal o se dedique a la ensenanza».

De lo que decidan las autoridades educativas; tener título o tener conocimientos, dependerá el futuro de los jóvenes uruguayos.

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