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Seaspiracy: El documental que sacude la pesca destructiva y provoca reacción de los lobbys

El documental se ha posicionado como uno de los más vistos de los últimos años y ha causado el enojo y la respuesta de los grandes lobbys de la pesca de arrastre e industrial.

Foto: Seaspiracy
Foto: Seaspiracy

Pocas películas han criticado la destructiva industria de la pesca global como Seaspiracy, lanzado por medio de la plataforma Netflix y que se ha colocado entre lo más visto en decenas de países.

En el documental, el cineasta británico Ali Tabrizi, de apenas 27 años, denuncia a la industria de la pesca comercial por dañar los océanos en su voraz búsqueda de ganancias. Desde su lanzamiento, la película polarizadora se ha vuelto viral y su exposición ha provocado innumerables preguntas e investigaciones sobre las afirmaciones y prácticas de la industria pesquera.

Tabrizi inicia la cinta con imágenes de su infancia, cuando despertó su amor por lo marino viendo orcas y delfines en parques temáticos, pero que años después se convirtió en una preocupación por el daño y la violencia que sufren estos animales que son atrapados violentamente y mantenidos en cautiverio.

La historia avanza rápidamente para cubrir la matanza masiva de delfines en Taiji, Japón, junto con la sobrepesca de atún en el mundo. Todo está conectado, desde la óptica del realizador, y la cadena de destrucción continúa hasta que “el documental pierde su factor de impacto” porque “las sombrías estadísticas dejan de sorprender”, dice una crítica del diario británico The Independent. El mensaje es claro: “estamos destruyendo la vida marina a gran velocidad”.

En la película, Sylvia Earle, famosa bióloga marina y exploradora de océanos, advierte que dado que los humanos se destacan por extraer enormes cantidades de vida marina de los océanos, la pesca comercial se extinguirá porque eventualmente no quedarán peces antes de mediados de este siglo.

Seaspiracy conecta todos los puntos entre la pesca comercial, la destrucción del océano e incluso la explotación laboral y se trae abajo el mito de la sostenibilidad a largo plazo de esta violenta industria.

 

No solo denuncia la depredación de los océanos, sino que además pasa por varios otros hecho paralelos:

  • Los aparejos de pesca de plástico desechados representan la mayoría de los desechos oceánicos y están matando ballenas y otros animales;
  • Los océanos se vaciarán de peces en 27 años;
  • Las etiquetas de “productos pesqueros seguros” se ven comprometidas por estructuras de ganancias multimillonarias que presionan para pasar por encima de regulaciones ambientales;
  • La sobrepesca es más dañina para el medio ambiente que la deforestación;
  • Los peces de piscifactoría están plagados de enfermedades, crean contaminación y consumen muchos recursos;
  • Las flotas pesqueras tailandesas utilizan mano de obra esclava para seguir siendo rentables;
  • «Mariscos sostenibles» es un mito que para muchos científicos marinos no resiste análisis; y
  • La única solución es dejar de comer pescado.

Todo esto causó que los lobbys de la pesca salieran a criticar al filme con virulencia. La Marine Stewardship Council (MSC) la etiqueta ecológica más importante del mundo en este sector, fue criticado en la película como un green wash, término que se usa para definir aquellas acciones de una empresa o sector industrial a fin de parecer más ecológicas ante la opinión pública. El MSC se negó a ser entrevistado, una decisión que generó críticas, por lo que finalmente emitió un comunicado.

A otras ONG tampoco les está yendo bien. Grupos como GreenpeaceOceana, que apoyan la acuicultura y la pesca sostenibles están lanzando ataques a la película. La explicación de que el veganismo no es una solución para la mayoría de los consumidores de productos del mar del mundo no se ha mantenido firme con sus oponentes.

 

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