El otro Gabo: ha muerto un grande del periodismo universal
Ha muerto un periodista. Más que un novelista, quizás el mejor mago de la narrativa en la Patria Grande Latinoamericana, el Gabo fue un periodista. En la epidermis y en la entraña. Un maestro de periodistas, en busca de la verdad escondida, con la vocación de meter la pluma en la herida, expedicionario incansable en la ruta de las explicaciones de los sucesos, ajeno a todo consignismo y facilismo, describiendo los acontecimientos con la implacabilidad de un cirujano desgarrando los porfiados hechos sin abandonar la tersura de un lenguaje que acariciaba el alma, pero tampoco sin caer en la trampa del «periodismo objetivo» que cree en la falsa neutralidad de las crónicas, nunca titubeando en tomar partido por las mejores causas del ser humano.
Me tocó trabajar con él en un proyecto utópico de la Unesco, la creación de una revista latinoamericana, Diálogo, que finalmente no llegó a dar luz. Me invitó a Integrar el Consejo de Dirección junto con Carlos Fuentes y una vez más descubrí en Gabo, al periodista que siempre fue, desde que usó sus primeras armas en la crónica policial.
Lógico es que su ausencia convoque al homenaje del mago que convirtió la palabra y las letras en nardos de oro. Pero yo hoy quiero rescatar en su despedida su otra gran pasión, no tan exhibida, el periodismo, que también es mágico cuando se convierte en la artillería de un pensamiento no cooptado por los grandes medios de la alienación.
Más allá del placer de la lectura de sus narrativas adictivas, atrapantes, devoradas de un tirón, sin esperar 100 años, lo que a mí más me impregnó, fue el virus de sus reflexiones profundas sobre esa profesión a la que dediqué mi vida. Reconocerlo es mi homenaje al gran sociólogo autodidacta del periodismo universal.
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