Nació como una idea del presidente Idiarte Borda y con la oposición de Batlle y Ordóñez y Carlos María Ramírez

Hoy se cumplen 105 años de la fundación del Banco República

Apenas un mes después de su apertura ya se habían instalado sucursales en: Mercedes, Paysandú, Salto, Durazno, San José, Melo, Minas, Canelones, Florida y Durazno, produciéndose la apertura de 600 cuentas corrientes con depósitos particulares que superaban el millón y medio de pesos, lo que daba la pauta de la necesidad de un banco estatal.

El 22 de octubre de 1896 abría sus puertas el Banco República Oriental del Uruguay. Tres meses antes la Asamblea General recibió el mensaje, y el proyecto de la Carta Orgánica, donde se tenían en cuenta los proyectos y leyes vinculados al Banco Nacional y la ley promovida por José L. Terra en 1883. Allí se incorporaron algunas soluciones importantes: la autonomía de la administración del Banco, limitación del crédito que podía disponer el gobierno, prohibiciones para invertir en la Bolsa, y otorgar créditos a empresas que no tuvieran su casa central en el país. Por otra parte, se obligaba a la institución a instalar una sucursal en cada capital departamental. Entre las potestades otorgadas estaba la de comenzar a emitir dinero, monopolizando la función. Con ello terminaba la etapa donde bancos particulares emitían su moneda con la consiguiente inestabilidad monetaria y el riesgo cambiario.

La idea de Idiarte Borda

Por ese entonces el país se regía por un sistema bancario privado, propenso a las especulaciones, con hipotecas leoninas, y sin el respaldo suficiente, haciéndose necesario una institución respaldada por el Estado que diera garantías de seriedad a pequeños comerciantes, agricultores, y estancieros, es decir, la inmensa mayoría del país.

El 10 de diciembre de 1895 el presidente de la República, Juan Idiarte Borda, presentó a la Asamblea General su proyecto de fundación del BROU. Este es sancionado por la Cámara de Representantes el 20 de enero de 1896, y el 13 de marzo ya contaba con la aprobación de la Cámara de Senadores, sancionándose la ley que autoriza al Poder Ejecutivo la contratación de empréstitos destinados a la fundación del Banco. El 4 de agosto se autoriza al Ejecutivo la creación del Banco, promulgándose su primera Carta Orgánica, y antes que culmine ese mes se inaugura oficialmente la institución, nombrándose su primer Directorio.

Es que era imperioso crear «un banco que nos saque de este marasmo en que estamos» –opinaba el presidente Idiarte Borda– «que es lo que necesitamos tanto para proporcionarnos crédito como para gobernar, sobre todo para fomentar las industrias, la agricultura y la ganadería, la principal riqueza de nuestro país».

Adhesiones y oposiciones

En su mensaje a la Honorable Asamblea, el 15 de febrero de 1895, al abrir el segundo período de la XVII Legislatura el presidente Idiarte Borda describía la situación económica del país: «La prolongada crisis financiera que pesó sobre la República obligando a todas las fuerzas vivas del país a reconcentrarse en sí mismas, dio por resultado una diferencia notable de la exportación sobre la importación, diferencia que se ha traducido por abundantes remesas de metálico que el exterior ha pagado a nuestra producción. Esta acumulación de riquezas está esperando un medio útil para entrar en juego, y es indudable que el momento actual es sumamente favorable para toda clase de empresas serias y sólidamente combinadas».

La iniciativa era receptora del reclamo de industriales, agricultores, modestos comerciantes, particulares empeñados y los propios integrantes de la clase fuerte rural.

Es indudable que estos grupos apoyarán un proyecto que terminará con el estancamiento del crédito en el país. En 1895, en el Congreso Agrícola Ganadero, los reclamos fueron justamente los créditos, la creación de un banco popular con líneas a largo plazo y corto interés, teniendo a «La Nación» como el órgano de prensa que más impulsaba las solicitudes.

Evidente el proyecto también despertó fuertes debates, sobre todo de parte de aquellos que no quería perder el privilegio que le brindaba ser los dueños del oro, y con ello especular en forma usuraria con las necesidades del grueso de la población, teniendo de su lado al periódico «El Siglo», que se encargaba de hacer mala propaganda al proyecto, tomando como bandera el reciente fracaso del Banco Nacional.

Oposición a la que se sumaron los parlamentarios Carlos María Ramírez y el propio José Batlle y Ordóñez, quien por sus diferencias políticas a la labor de su correligionario, el presidente Idiarte Borda, lo llevaban a no confiar en el proyecto.

Un gran paso

El tratamiento de la Cámara fue rápido, siendo aprobado por su Comisión de Hacienda apenas 15 días después de presentarse. Finalmente el 13 de marzo de 1896 el pleno de la Cámara lo aprueba y en ese mismo día el Ejecutivo aprueba el proyecto.

El capital inicial se formó a través de un empréstito contraído en Londres, estableciendo el proyecto de ley la obligación de establecer sucursales en todas las capitales departamentales (que debía cumplirse dentro de un año) y una serie de prohibiciones como la limitación en las sumas a prestar a una misma persona o firma comercial, entre otras.

«El empréstito fue contratado en Londres (gestiones de Manuel Lessa) y constituyó otra muestra de la voracidad de la capital financiera del mundo», reflexiona Enrique Méndez Vives en «El Uruguay de la modernización 1876-1904″, y agrega: «El Uruguay pasó a ser deudor de casi ocho millones de pesos, pero apenas se recibió efectivamente tres millones y medio. La diferencia se fue en pago de una deuda más que dudosa (con la empresa de un ferrocarril no construido), comisiones, gastos, honorarios, etc.».

El BROU abrió sus puertas con una existencia en caja de $ 3.572.139,10, siendo «un gran paso en nuestra vida económica, y sus efectos benéficos han de ser cada día mayores así que las circunstancias permitan a la nueva institución entrar de lleno en ejercicio» expresaba el presidente Idiarte Borda el 15 de febrero de 1897 en su mensaje a la Honorable Asamblea en el primer período de la XIX Legislatura. Agregando: «El nuevo Banco fue acogido con señalado favor por el comercio, los capitalistas y los industriales de Montevideo; lo demuestra el hecho de haber conseguido tener, un mes después de su apertura, más de seiscientas cuentas corrientes en actividad, que siguen funcionando y aumentando actualmente. Los depósitos particulares excedían de un millón y medio de pesos y la circulación de sus billetes se acercaba a los $ 2.000.000, lo que permitió a la nueva institución facilitar rápidamente a la plaza más de $ 3.500.000 de préstamos bien distribuidos y abrir varias sucursales en la campaña».

La insalvable barrera

La ley le concedía como principal privilegio el ser «emisor único», teniendo el monopolio de la emisión de billetes menores de diez pesos (convertibles en oro y plata) hasta un límite del 50% del capital integrado. Además podría emitir billetes mayores de diez pesos hasta el doble de su capital realizado, debiendo conservar un encaje en oro no inferior al 40% de los depósitos a la vista y de su emisión mayor en circulación. Otros privilegios eran el ser receptor de los depósitos judiciales y administrativos, depositario de los fondos de todas las oficinas públicas, negociador de los empréstitos del Estado.

«La trayectoria del Banco de la República tuvo dos etapas –explica Méndez Vives–. En la primera, muy corta porque llegó hasta el asesinato de Idiarte Borda, el Banco tomó el rumbo que inspiró su creación, buscando romper el monopolio de la banca privada orista y actuando con agilidad. Pero a partir de Cuestas, la nueva institución se plegÃ

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