Neuronas y neurosis

A la espera del ascensor

La idea mereció el Premio Conta. Usted pensará que ello ya es validante. Para cierta crítica suena un poco rimbombante eso de Concurso Nacional de Talento pero se debe ser benévolo y aceptar que alguien pueda tener una buena razón para ganar esa premiación que otorga Canal 10 Saeta.

En este caso, la programación de la televisora de Sánchez Carnelli ya lleva tres programas exhibidos. Estamos, claro, palabreando de «Piso 8″, triunfador en 2006 de esa competencia.

Alan Goldman, licenciado en comunicación en la ORT, tiene el derecho bien ganado a que su proyecto se lleve adelante. Aparece como ideador y guionista responsable con la colaboración de Fernando Schmidt, un hombre con experiencia en cosas de humor, desde libretar «Plop» o manejar los dichos de unipersonales de Antonio Gasalla, lo que sin duda es un aporte importante para las buenas intenciones de un muchacho de 25 años.

La información brindada por el canal nos contaba que se trataba de una comedia sobre situaciones generadas en un ministerio, o sea los dislates a que se suele uno, cliente, usuario, sufriente en esperas de largas colas, enfrentar ante una oficina publica, con el aditamento de las relaciones que entretejen los personajes en la diaria convivencia laboral y más aún, algunas derivaciones que sacan el foco fuera del laburo y llegan hasta las propias casas de los protagonistas.

Razones de tiempo de entrega lleva nuestra neurosis a la mirada puesta en el segundo capítulo, viernes 18. De este programa hay muchas cosas rescatables, que habrá que ir afinando, para dejar o si hay frustraciones o desviaciones, tirar a la papelera.

El contenido tuvo aciertos en las situaciones. Así, el caso del empleado que divorciado o separado de su compañera de trabajo pasa a vivir en la misma oficina -duerme, se baña, come en ella, calentando «panchos» en una fogata hecha supuestamente con expedientes- o el enfrentamiento de las vecinas (Gasalla versus Elena Brancatti, lo que parecería una lucha despareja porque hay un lucimiento especial de Gasalla, como Rosmary, envenenada por una sobredosis de chocolate, muerte especial, si las hay, donde Brancatti opone una segura complicidad). O la ceguera repentina de la divorciada ante el encuentro de su compañero abrazado con otra empleada. O la entrometida funcionaria que gusta de usar el teléfono celular para registrar las escenas más calientes de la vida oficinesca. Pero…

Siempre hay peros. Descuidos, desprolijidades, apresuramientos, desbordes actorales. Descuidos, porque eso debe ser cuando se habla de una jefa que echa a una funcionaria, no encaja muy bien con el carácter de la inamovilidad de los trabajadores estatales. Detalle menor en cualquier historia pero no en nuestro país.

Desprolijidades en todo lo que tiene que ver con la escenografía. No basta con poner algunos escritorios. O dejar ventanas sin vidrio. Todo lo que se convierte en saldo en contra, con caída a la baratura. No se logra el ambiente agobiante, desquiciante, abrumador.

Apresuramientos por un evidente apuro en acumular gags perdiendo claridad sin llegar a la sucesión más calma de los efectos pretendidos.

Desbordes actorales que son destacados por una falta de freno en hábitos teatraleros, con una carga de sobreactuación que no corresponde al ritmo televisivo. Así se resiente con Verónica Caissiols que tiene buenos haberes en obras como «Una luna para el bastardo» o «Madame Lynch» y que como Sandra, que quizás sea uno de los personajes clave de estos entuertos, se pierde, parecería, en una sobredosis de movimientos exagerados y muy gritados.

Corresponde avalar el hecho de contar con actores nacionales, la linda Patricia Wolf -que ya inició su carrera en cine con «Catorce días en el paraíso», la muy medida Elena Brancatti, la correcta Norina Torres, y muchas caras desconocidas para los televidentes, lo que abre una puerta grandota para nuestra gente. Además el soporte que pueden dar nombres relevantes como China Zorrilla, Gasalla o el mismo Humberto de Vargas.

Esto que uno ve como insuficiencia o déficit tiene como contraparte que todo es superable apenas con algunos ajustes puesto que cada personaje está casi casi delineado, casi maduro, para lograr un producto nacional de razonable calidad.

Pero, sin duda, habrá que esperar a que el ascensor llegue y se pueda subir cómodamente a ese octavo piso para integrarnos a tantos hechos que nos son comunes. Tiempo al tiempo. Aunque el ciclo previsto sea sólo de siete salidas. *

Te recomendamos

Publicá tu comentario

Compartí tu opinión con toda la comunidad

chat_bubble
Si no puedes comentar, envianos un mensaje