DESECHOS TOXICOS, EROSION Y CONTAMINACION AMBIENTAL AMENAZAN VASTA ZONA METROPOLITANA

Arroyo Toledo puede desatar catástrofe ambiental en el noreste de Montevideo

Constantemente agredido por vertidos de desechos industriales tóxicos y embalses clandestinos, el Toledo padece un proceso de degradación que amenaza con ser irreversible, dijeron los activistas comunitarios Angel Martínez, Washington Suárez y Marcelo Dall´Oglío.

Los desechos, provenientes de emprendimientos fabriles cercanos, contaminaron profundamente las aguas del arroyo, donde en varias oportunidades han aflorado densas capas de materia putrefacta, señalaron Martínez, Súarez y Dall’Oglío.

En épocas recientes una represa clandestina cambió el curso del Toledo y provocó inundaciones que asociadas con la contaminación pusieron en peligro la salud de unas 2000 personas radicadas en barrios cercanos, añadieron.

Además, las reiteradas crecidas del arroyo y la polución industrial ya ocasionaron serios daños a un monte natural, erosionaron el territorio circundante y redujeron la rica diversidad biológica del lugar, destacaron Martínez, Suárez y Dall´Oglío.

Los desbordes del Toledo también sumergieron tierras cultivadas, entre ellas las de una huerta orgánica autogestionada por un colectivo comunitario que encabeza Martínez.

En los barrios de la zona afirmaron que el arroyo también está pagando tributo a la carencia de un adecuado sistema de desagüe en la ruta 8 y sus alrededores. «La ruta es una alfombra de asfalto y tiene pocas salidas para el agua. Por eso cuando llueve copiosamente una gran cantidad de agua se va filtrando desde la ruta hasta el Toledo. Eso aumenta el caudal del arroyo, a veces rápidamente. Y es como un círculo vicioso, porque la lluvia agrega más agua al arroyo y entonces viene la creciente», dijeron.

«El agua que baja desde la ruta viene envenenada por toda clase de contaminantes. Eso y los desechos de las fábricas pueden convertir al Toledo en agua muerta», pronosticaron.

Otro azote es la erosión. «Las orillas del Toledo y otros lugares cercanos a su curso se están desgastando. La tierra se va soltando y tarde o temprano cae en el arroyo y se junta con la porquería que llega de las fábricas y varios lados más. Con todo eso se forma una masa que va rellenado el cauce y entonces el agua se desborda, sobre todo cuando llueve mucho», afirmaron.

«Los efectos de todo esto se están potenciando recíprocamente desde hace largo tiempo y es por eso que aquí hemos sufrido inundaciones», coincidieron en afirmar Martínez, Suárez y Dall´Oglío.

 

Las culpas ajenas

El 17 de marzo de 2002, vecinos de la zona ubicada entre los kilómetros 21 y 22 de la ruta 8 pusieron en conocimiento de la Dirección de Hidrografía del Ministerio de Transporte y Obras Públicas que en un tramo del arroyo Toledo se había construido ilegalmente una represa para riego.

La represa, de troncos y tierra, estaba sobre la ribera este del Toledo, a unos 1.500 metros al suroeste de la Ruta 8, frente a un predio identificado con el padrón 179.847.

«La orilla este del arroyo está en territorio de Canelones y la oeste en Montevideo. Se comprobó que la represa fue instalada por un quintero de Canelones», puntualizaron Martínez, Suárez y Dall´Oglío.

La represa alteró drásticamente el curso normal del Toledo. Volcó un enorme caudal de agua sobre la montevideana ribera oeste, donde acumuló grandes volúmenes de basura y causó desprendimientos de tierra.

Pero lo peor llegó cuando las lluvias de ese verano de 2002 engordaron el caudal del Toledo. Tan pronto como llovió, el agua desviada por la represa superó fácilmente la orilla oeste del arroyo y sumergió una ancha franja del noreste de Montevideo que alberga barrios habitados por unas 2.000 personas.

En esos barrios el Toledo inundó 45 hogares y desbordó casi todas las cámaras sépticas, según la denuncia que un numeroso grupo vecinal formuló a la Dirección de Hidrografía.

Las familias alcanzadas por la inundación perdieron sus pertenencias y fueron evacuadas, y el contenido de las cámaras sépticas desbordadas creó focos infecciosos en la zona, subrayaron los vecinos.

Pero además toda esa región quedó aislada porque el agua y la humedad inutilizaron los teléfonos. «Pero también nos quedamos sin luz porque por precaución UTE cortó el servicio eléctrico», recordaron Martínez, Suárez y Dall’Oglío.

Sin embargo, lo más grave fue que la inundación desatada por la represa empeoró dramáticamente los problemas de salud que en ese momento padecía la zona a raíz de una epidemia de hepatitis.

«Ya teníamos 21 casos de hepatitis y la crecida y la contaminación que provocó anularon todos los esfuerzos realizados para revertir esa situación», dijeron vecinos a LA REPUBLICA.

A más de tres años de esos hechos, hombres y mujeres que padecieron la inundación recordaron con amargura el episodio. «Nos tocó sufrir las consecuencias de lo que hicieron quienes destrozaron el arroyo. Pagamos culpas ajenas», afirmaron.

«Fue terrible lo que se nos vino encima. Había hepatitis, la mugre que trajo la inundación andaba por todos lados, no teníamos luz ni teléfonos, la zona se contaminó, el agua y el barro hacían muy difícil la entrada de ambulancias y médicos, mucha gente tuvo que abandonar sus casas, aparecieron ratas muertas arrastradas por la crecida, varias calles se hicieron intransitables, hubo invasiones de moscas y mosquitos. Fue un infierno», dijeron a LA REPUBLICA.

Situaciones idénticas o muy similares se han registrado allí varias veces.

Al menos durante los últimos tres años, las inundaciones desatadas por la represa clandestina fueron una amenaza constante para la población radicada en las cercanías del arroyo.

En ese lapso, el Centro Comunal y la Junta Local de la zona desplegaron acciones orientadas a poner fin a esta situación y con el mismo propósito intervinieron la Comisión de Medio Ambiente de la Junta Departamental de Montevideo y varios servicios de la comuna capitalina, entre ellos la Unidad de Planificación Municipal.

Esos esfuerzos permitieron, entre 2002 y 2004, eliminar la represa y limpiar el arroyo para evitar las inundaciones. Sin embargo, la represa reapareció en más de una ocasión y contribuyó a ocasionar nuevas crecidas.

Durante octubre y noviembre de 2004 el Servicio de Saneamiento y la Unidad de Escurrimientos Pluviales limpiaron el arroyo, pero poco después, en febrero de 2005, se comprobó que la represa estaba allí otra vez.

A esto se han agregado los efectos de la contaminación del Toledo, que según fuentes vecinales y comunales ha sido degradado por desechos tóxicos de una fábrica de pinturas, una procesadora de pescado y otros emprendimientos industriales.

Por ejemplo, un informe técnico reveló en abril de 2004 que en el arroyo había una espesa y fétida capa verde y en ella restos de peces muertos procedentes de una procesadora de pescado ubicada en territorio de Canelones.

Una reciente movilización vecinal logró eliminar nuevamente la represa y desde entonces no se han registrado inundaciones pese a las copiosas lluvias de este invierno, pero nadie puede asegurar qué puede suceder en el futuro cercano si la zona continúa librada a su propia suerte, advirtieron Martínez, Suárez y Dall’Oglío.

 

Recuperación posible

Las intendencias de Montevideo y Canelones comparten jurisdicción sobre el Toledo. Por esa razón, todo programa tendiente a recuperar el arroyo debe ser realizado conjuntamente por ambas comunas. En el pasado las condiciones políticas obstaculizaron esa imprescindible coordinación y por ello la IMM sólo pudo enfrentar con acciones parciales, en los ámbitos de su jurisdicción y competencia
s, las situaciones críticas detonadas por la degradación del arroyo, explicaron en la víspera fuentes de la comuna capitalina.

Tampoco los ministerios de Obras Públicas y Medio Ambiente del anterior gobierno pusieron en marcha proyectos de largo aliento para rescatar al Toledo. Se limitaron a unas pocas y aisladas intervenciones coyunturales que atacaron algunos síntomas del problema pero no las causas de la situación.

Ahora las condiciones políticas son distintas y a juicio de habitantes de la zona permiten que se haga lo que antes no se hizo. «Esto abre caminos que antes estaban cerrados», aseguraron anoche vecinos de los barrios ubicados en las cercanías del Toledo. Martínez, Suárez y Dall’Oglío consideran imprescindible recuperar el arroyo y su zona de influencia para impedir que el actual proceso de degradación ambiental se profundice.

«Eso permitirá terminar con las inundaciones. Ya quedó demostrado que cuando se limpia a fondo el arroyo no hay más crecientes. Si se aplica un programa integral de recuperación del Toledo, el problema de las inundaciones desaparecerá y será posible rescatar el monte y la zona cercana, que ahora corren el riesgo de sufrir una verdadera catástrofe ambiental», dijeron. *

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