El rincón de Kori

Ser rico y de derechas (I)

Ricos, por Fernando Botero

Llevo dos semanas sin parar de pensar en la gente de derechas. Creo que me encantaría poder hacer otra tesis doctoral para poder entender mejor a esta clase de gente. Ahora mismo solo tengo a mano estereotipos sobre aquellos a los que denominamos “conservadores” en su versión más light, y “fascistas” en su versión ultra. Así que si algún rico de derechas me lee, tiene todo el derecho a contradecirme y a mostrarme la diversidad y complejidad de este sector tan reducido de la población, pero tan poderoso.

Y es que a pesar de que existen ricos de izquierdas y pobres de derechas, los que más me alucinan son los ricos de derechas. Es cierto que no conozco a mucha gente adinerada de derechas, pero los que he conocido me fascinan por su doble moral. Tienen una forma de entender el mundo muy curiosa. Es una mezcla entre ignorancia, prejuicios, cinismo, hipocresía, y un poderío a la hora de relacionarse con su entorno que me deja anodada.

De los ricos me sorprende su capacidad para no ver lo que no quieren ver, y para crear paraísos hechos a su medida, sin contacto con las mayorías. Piensan con una lógica aplastante según la cual para ellos todo está bien, la gente está donde tiene que estar (unos arriba y otros abajo), y cuantos menos cambios haya mejor. Se agarran a las estructuras de desigualdad que ellos mismos han creado, se refugian en sus leyes, se sienten seguros bajo la moral de la religión  a la que pertenecen. Les parece que este sistema desigual e injusto es el sistema ideal, les gustan las jerarquías porque ellos están en las cúspides.

A pesar de que en casi todos los países del mundo gozan de grandes privilegios,  se encierran en burbujas de ricos para no ver la realidad exterior, que les resulta amenazante e insegura. En lugar de pedir más escuelas, esta gente pide más policías.

Y es que a menudo tienen miedo de perderlo todo, se enrabietan como los niños cuando son obligados a compartir sus juguetes. Pese a que los ricos de derechas son los que más roban porque están en las élites del poder político y económico, nos hacen creer que el enemigo está entre nosotros, y creen que el peor crimen que existe es asaltar sus casas de ricos o robar sus carros de ricos.

Esta mentalidad de ricos de derechas es ciertamente sorprendente. Creen que los pobres son maleducados y primitivos, pero cuando se les abre accidentalmente un micrófono, se expresan como barriobajeros insultando a la prole, a la muchedumbre, al populacho (que se jodan, habría que matarlos), o se insultan entre ellos (es un hijoputa, es un cabrón).

Las señoras ricas de derechas, por ejemplo, hablan de sus empleadas domésticas como si fueran esclavas a su servicio. Me sorprende el desprecio con el que hablan de las criadas muy sumisas, pero también de las que tienen iniciativa propia, por descaradas. Les oyes hablar con sus chóferes, jardineros, mozos de mantenimiento, guardaespaldas, y tienen un tono de superioridad que echa para atrás. Son incapaces de relacionarse en el mismo plano con gente que no es rica de derechas.

Es un grupo bastante homogéneo cuya ideología, como todas las ideologías, está basada en la defensa de sus intereses de grupo, aunque nos hacen creer que es una ideología universal que cualquiera puede defender. Pienso en el caso del señor rico de derechas que está en contra del aborto. A los demás no nos afecta, ni siquiera a este señor, porque no tendrá que abortar jamás. Tampoco nos afecta que una señora rica de derechas no desee abortar;  puede tener diez hijos o los que quiera porque tiene gente que se los críe y los eduque sin apenas complicarse la vida.

El problema de la gente de derechas es que creen que los demás debemos comportarnos de acuerdo a las jerarquías y normas que ellos se inventan. Imponen al resto sus ideas, sus miedos, sus reglas y su moral a través de los aparatos de poder político, económico y religioso. De este modo, como en la moral del señor rico está escrito que una mujer no es dueña de su cuerpo, la Iglesia Católica apoya esta idea y convierte en pecado el placer, el Estado limita los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, y la economía se encarga de que solo las ricas puedan hacerlo pagando costosas clínicas privadas.

Se me ocurren millones de ejemplos más para explicar cómo la gente rica de derechas es perjudicial para la salud y para la vida de los demás. Ellos y ellas piensan que no todos los seres humanos son iguales. Un 10% del planeta tiene suerte (de nacer en familias acomodadas), y un 90% no la tiene. La cosa es que la gran mayoría de los habitantes de la Tierra es pobre, y la pobreza está mal vista por las clases altas de derechas, que piensan que los pobres son una especie de retrasados mentales, maleducados, sucios, vagos, delincuentes que actúan siempre guiados por sus bajas pasiones.

Por eso no tienen ningún dilema ético o moral cuando, para seguir enriqueciéndose, se dedican a producir armas. Porque es un gran negocio, aunque sirvan para que la gente pobre se mate entre sí. Las guerras son necesarias para estimular la (su)economía, aunque lejos de donde viven ellos.

Los ricos de derechas ven todo como un negocio. Instalan petroleras, minas, hidroeléctricas, piñeras o bananeras y no se detienen jamás a pensar en el daño que están causando a miles de personas. Contaminan el agua que beben ellos y los animales que cazan o que crían, ese agua contamina sus alimentos, esos alimentos causan terribles enfermedades. Pero ellos piensan en el “progreso económico” y se sienten felices proclamando que “están creando puestos de trabajo”, aunque pagan salarios paupérrimos. Se creen que tienen todo el  derecho a mantener a la gente en la miseria a cambio de su tiempo de vida y de la fuerza de su trabajo. Creen que es algo “natural” el que unos hayan nacido para tener los medios de producción y otros para trabajar toda su vida para ellos. Aunque van a Dios rogando, y con el mazo dando, creen que Dios le da a cada uno lo que se merece. Y no se crean que carecen de compasión cristiana; el dolor ajeno les da pena, a veces, y por eso donan migajas de su riqueza para aplacar su conciencia. La caridad no es lo mismo que la solidaridad; prefieren pobres dependientes que gente organizándose en redes de apoyo mutuo.

Los ricos de derechas no solo desprecian a los pobres y las clases medias, sino que creen firmemente que hay que prohibirles todo cuanto se pueda para que no logren tomar el poder. Extienden este desprecio para que nos dediquemos a putearnos entre nosotros (por ejemplo, los obreros que odian a otros obreros, los migrantes). Mientras ellos acumulan riqueza, creen firmemente que se lo han ganado honradamente. En ningún momento piensan que están robando a nadie, o que su riqueza empobrece al resto.

De este modo, la gente de derechas ha apoyado monarquías, dictaduras, sistemas feudales y democracias en las que ellos dictan las reglas del juego. En estas democracias, los ricos creen en la necesidad de tener un ejército y unos cuerpos policiales que defiendan sus propiedades y repriman las protestas de la muchedumbre.  Como están acostumbrados a que todo funcione según su visión del mundo, eso de los derechos humanos les suena muy civilizado y muy bonito, pero jamás se plantean cómo hacer para que todas y todos podamos disfrutarlos.

La justicia está de su parte porque con dinero compran jueces, contratan los mejores abogados, manipulan a los testigos, y se libran de la cárcel. Pero les suele gustar que todo esté regulado y normativizado, porque son ellos los que más fácilmente pueden saltarse las normas. Es decir, los ricos de derechas pueden coger dinero de las arcas públicas cuando ejercen de cargos públicos, pero aplican todo el rigor de la justicia contra la gente que asalta sus casas, contra la gente que protesta contra la corrupción, contra la gente que asalta supermercados para donar alimentos a comedores sociales.

Los ricos de derechas suelen estar a favor de subir los impuestos porque ellos se llevan su plata a paraísos fiscales con toda la impunidad del mundo. No solo no colaboran en el desarrollo de la sociedad en la que viven, sino que además nos chupan la sangre a los demás. Usan las carreteras que pagamos de nuestro bolsillo, los aeropuertos construidos con nuestro dinero, se benefician de todos los avances sociales, pero no aportan nada a la sociedad. Ni una octava parte de sus ingresos.

No solo no aportan, sino que rompen con todos los avances sociales que frenan la pobreza. Para ellos, no solo la naturaleza o los animales son susceptibles de ser explotados; también la educación, la sanidad, la cultura, el sexo, las redes de transporte y comunicación humanas son negocios para ellos. Por eso se sienten con libertad para explotar suelos, arrasar bosques, contaminar ríos, producir energía nuclear en países con riesgo sísmico, torturar animales para su exposición o venta, desplazar a poblaciones humanas de sus territorios y comprar o liquidar a aquellos de sus líderes que luchan contra sus intereses. La Tierra, los seres vivos y los demás humanos (esos que nacieron sin suerte o son vagos de nacimiento) están ahí para que ellos se enriquezcan.

Por eso comercian  con drogas, con órganos humanos, con bebés, con mujeres y con adolescentes.

Incluso el agua es un negocio para ellos; aún no han privatizado el aire, pero ya lograrán algún día, al paso que vamos, cobrarnos por respirar.

A los ricos de derechas les molesta mucho la gente de izquierdas que lucha contra esta explotación, porque se les jode el negocio cada vez que la gente se une para reclamar lo que es suyo. Pienso en la privatización de hospitales construidos con dinero público, con nuestro dinero. Ellos tienen empresas que gestionarán esos hospitales y se quedarán con los beneficios. Es una forma de robar a la ciudadanía lo que es nuestro.

Si, la gente de derechas roba. No es solo que desvíen fondos, que reciban regalos a cambio de favores, que sustraigan con naturalidad, como si la corrupción y el delito fueran parte de este sistema. La gente de derechas es cruel y egoísta, es clasista, es racista y muchos de ellos son machistas. Algunos se desligan de la moral católica y simplemente creen en los postulados del neoliberalismo salvaje, pero todos apoyan la limitación de las libertades y los derechos de los pueblos, porque entienden que las masas son peligrosas y jamás podrían autogobernarse a sí mismas sin caer en el más absoluto de los caos. Creen que las cosas son como son, y que cualquier pobre en su situación haría lo mismo: acumular riqueza, y mantener el orden para que nada cambie.

Seguirá….

Coral Herrera Gómez
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