Horizontes

Encadenados: la vida que se va por el inodoro

Estamos pasando por un momento de tal explotación de nuestros recursos naturales y humanos realmente alarmante.

Hoy se cumplen 25 años de la ley forestal, y sería un buen momento para sacar algunas conclusiones al respecto.

Los defensores de ésta ley, nos muestran unos números florecientes, un pulmotor de la economía global, un recurso sustentable que se prepara para ser duplicado en el corto plazo.

No vamos a insistir en los aspectos negativos sobre la destrucción del suelo, ni la extracción de agua que suponen éstos «cultivares».

Lo que más nos interesa hoy es el efecto bombilla. Cada una de esas moles cilíndricas se alimenta de agua y minerales.

Esto se comprueba simplemente deshidratando un madero, y pesarlo. El resultado a ese experimento nos dara un número.

Ese número, está compuesto por dos factores fundamentales: Uno son minerales, y el segundo, y más importante, se llama VIDA.

Pues si, comprobamos que la VIDA tiene peso, y por lo tanto, existe.

Y toda esa vida es extraída de la Tierra, con todos sus componentes.

La rotura de los campos es irreversible. Y cuando decimos irreversible, hablamos de millones de años para recuperar ese patrimonio.

El suelo es un ser vivo. Y si no lo respetamos como tal, estamos jodidos.

Un suelo muerto, o un suelo enfermo, no puede sostener una población sana.

Un suelo enfermo genera enfermedad, y un suelo muerto, ….capito?

Regresemos a los cilindros de celulosa. Un super negocio. Una cadena productiva-destructiva con un gran fin. Un fin sin dudas benéfico para la construcción de viviendas, papel para las letras, y sin dudas, competir por precio con las maderas nobles de los bosques naturales. Pero lo malo es que en mayor grado, toda esas moles de celulosa, termina en otra cadena. Si, termina cuando tiramos de la cadena.

La celulosa termina en papel Tissue de máxima suavidad, troquelado y perfumado, para que los países del primer mundo se limpien el culo.

O sea: grandes inversores, compran el sustento, (tierra), lo convierten en un sustrato, (lo esterilizan), le sustraen los minerales y el agua, emplean mano de obra regalada, a veces en sistemas de dudosas condiciones laborales, utilizan la poca infraestructura en caminería, rutas, puertos, ríos, sin colaborar en su mantenimiento.

¿Qué nos queda? ¿Acaso los libros ahora son más accesibles? ¿Las soluciones habitacionales están ahora al alcance de la mano para todos? Parece que no.

Los economistas son los únicos que pueden estar contentos. Los números cierran, y ¡eso es palabra santa!

Ahora: En  caso de pasar por un mal momento económico, tú lector, que seguramente pasaste por eso, cuando vayas de compras, ¿vas a priorizar el papel higiénico ? ¿Verdad que no?

¿Qué estamos haciendo?

Marcelo Braselli
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