Plan Cóndor. El teniente de navío (r) Ricardo Chávez Domínguez dará su testimonio ante el fiscal italiano Gianncarlo Capaldo

"Soy una víctima de la Ley de Caducidad"

Ricardo Chávez Domínguez (65) es alto y mantiene su estado atlético. Es experto en artes marciales (noveno dan) y practica terapias alternativas asiáticas para «ayudar a gente con dolores». Su carrera como oficial de la Marina, en la que alcanzó el grado de teniente de navío, parece una historia lejana.

Allegado a la Lista 609 y casado con una sobrina del dirigente tupamaro Julio Marenales, es asesor en temas navales del senador Jorge Saravia, presidente de la Comisión de Defensa, y busca recomponer su carrera junto a los militares demócratas que encabeza el general Julio Halty, hoy presidente del Supremo Tribunal Militar.

Su nombre apareció en LA REPUBLICA una semana atrás dentro de la lista de 33 represores uruguayos requeridos por el fiscal Gianncarlo Capaldo por los casos de violaciones a los derechos humanos, cometidas durante la dictadura militar contra 13 ítalo-uruguayos en el marco de la coordinación represiva del Plan Cóndor.

Chávez Domínguez, quien había sido advertido por la Armada de su requerimiento en 2008, informó del tema al Ministerio de Defensa y a sus allegados, pero al difundirse su nombre en la prensa decidió enviar una carta pública a LA REPUBLICA en la que niega haber participado de la represión.

El oficial de la Marina, quien pidió su retiro voluntario en 1982 cuando era inminente que la Armada le daría el retiro obligatorio, aceptó dar una entrevista en la que cuenta sus años de servicio en plena dictadura, y particularmente su pasaje por el Fusna y por el OCOA, donde se negó a participar en la represión. Enemigo del prófugo capitán Jorge Tróccoli, a quien asigna responsabilidad en su situación, considera que pudo ser malinterpretado por el ex marino Daniel Rey Piuma, quien lo denunció en su testimonio ante Capaldo. Votó verde en 1989 y firmó para anular la Ley de Caducidad. «Me siento víctima de eso, porque se mezcla todo», sostiene.

 

Dos civiles muertos

¿Quién es Ricardo Chávez Domínguez?

Yo nací el 12 de julio de 1944 en Villa Muñoz, pero viví poco allí. Me crié en el barrio La Comercial, en La Paz y Requena hasta los 20 años de edad, y de allí nos fuimos a Malvín…

¿Cuándo ingresó a la Escuela Naval?

La empecé en 1961.

Antes de que hubiera guerrilla en Uruguay… ¿quiénes salieron en su generación?

Yo repetí un año en la Escuela Naval. De mi primera generación son el almirante Otero, Hipólito Martino, Carlitos Ferrer, Juan J. Núñez y Ricardo Medina, el que fue edecán de Sanguinetti. Me recibí con la promoción que integraban Manuel Mendoza, Jorge Schbeiguer, el que mataron en el Fusna, que era amigo mío desde la primaria y teníamos la misma ideología, Jorge Chipitría, Héctor Borche…

¿Hizo cursos en el exterior?

Estuve desde diciembre del 70 hasta casi el final del 72 haciendo cursos como piloto naval en Argentina. No hice otro tipo de cursos…

¿La especialización fue la de piloto?

Yo entré a la Marina para ser piloto naval. Mi padrino, en ese aspecto, era un viejo piloto aviador naval, Gustavo Mestre, que fue un señor desde todo punto de vista.

¿Cuando las Fuerzas Armadas comienzan a intervenir en la represión de la guerrilla, dónde estaba revistando?

Haciendo el curso en Argentina.

Cuándo regresa a Uruguay ya estamos prácticamente con el golpe de Estado…

Había vuelto a la aviación naval. Tuve una experiencia muy fea. Estaba en la Base de Laguna del Sauce. Uno de mis compañeros era Francis Jonny Chocho, cuyo padre tenía un restaurante en Maldonado y lo agarran en una redada. Lo llevaron al Batallón de Ingenieros Nº 4 y se muere en el interrogatorio. Ocultaron su cuerpo. El hijo comenzó a buscarlo y nadie le decía qué había pasado. Finalmente se enteró y, armado, salió desde la base al cuartel a matar. El entonces capitán de navío Imizcoz, quien luego sería comandante en jefe de la Armada, me pidió que lo siguiera para que no hiciera ninguna macana. Lo seguí. Alguien debió avisar al cuartel, porque lo pararon en la guardia. Lo acompañé hasta Maldonado y alguien dijo que al padre lo llevaron al cementerio. Finalmente lo terminamos encontrando en la morgue, arriba de unos cajones, muerto… fue una imagen dantesca.

El caso de Francisco Chocho, muerto por torturas en 1972, está siendo hoy investigado por la Justicia…

No sabía… esa fue la primera vez que vi de cerca este tipo de cosas. En realidad, lo había vivido anteriormente con los hijos de Schroeder. Yo era amigo de sus hijos Juan Pablo y Gabriel. Me crié con ellos. Mi padre era socio del Dr. Juan Pablo Schroeder, que era como un segundo padre para mí. Cuando matan a su hijo Juan Pablo en Chile yo estuve en el velatorio. Por eso, luego, me estuvo interrogando a mí, en Inteligencia de la Armada, el capitán Ernesto Motto, que había sido instructor mío en la Escuela Naval… Cuando matan a Gabriel en la calle Pérez Gomar el 14 de abril del 72 también estuve, pero ya no me interrogaron porque sabían de mi relación con la familia. Yo sentía que me miraban raro…

Un mando del Fusna

¿Dónde estaba el 9 de febrero del 73?

En la Aviación Naval.

¿Allí, en la Base del Sauce, la Marina quedó armada de cara al Batallón Nº 4 del Ejército, no?

Estaba allí y estuvimos en alerta, porque el vicealmirante Zorrilla había tomado la Ciudad Vieja. Pero teníamos algunos oficiales con otras ideas, como el capitán Perdomo que simpatizaba con el Ejército.

¿Qué pasó con usted durante la dictadura?

Por el impacto que me provocó la muerte de Chocho, y otras situaciones con las que no comulgaba, pedí que me pasaran a disponibilidad. Me la dieron el 15 de diciembre del 73. Volví a la Marina el 29 de mayo del 74.

¿Estuvo en el exterior o se quedó en Uruguay?

Estuve gran parte del tiempo acá, con un tío mío que estaba en Rivera, que trabajaba en un laboratorio. Había sido gerente de la barraca Calcagno, y se conecta con un laboratorio de cuestiones veterinarias en Santana do Livramento.

¿A dónde pasa a revistar cuando se reintegra?

Al destructor 18 de Julio. Estuve allí hasta el 75, que es cuando me mandan al Fusna. Fusileros Navales trataba de juntar determinado tipo de oficiales y yo daba con el perfil, porque era un deportista. Me designaron jefe de la Brigada de Comando y Servicios, que implica administrar el personal de las secciones del Estado Mayor del Fusna: el S1, S2, S3 y S4. Administra el personal, pero no tiene nada que ver desde el punto de vista militar…

Pero una de las funciones implica saber quiénes están operando en Inteligencia…

Lógicamente. Se informaba de la situación del personal. Pero también era jefe de los servicios logísticos: mecánicos, electricistas, carpinteros, albañiles, herreros, sanitarios, mozos, cocineros y mayordomo…

Pero, ¿sabía si alguien del S2 salía en misión al exterior?

Te explico. En las primeras de cambio, al mes más o menos, cuando el Fusna iba a salir a hacer un operativo yo tengo una conversación con el comandante (Jorge) Jaunsolo. Me dice que el segundo comandante, Alejandro Uriarte, estaba en comisión y me ofrece que quede en su lugar, porque era el oficial de la derecha. Yo conocía a Jaunsolo de la Escuela Naval. Yo le agradecí la confianza, pero, le dije, le voy a pedir una cosa. No quiero tener ningún trato con los detenidos ni quiero entrar en ninguna función de represión. Usted dirá si le sirvo o no. Esta bien, me dijo, y agregó que entonces le iba a decir al S2, que era el capitán (Jorge) Tróccoli, y al S3, que era (Juan Carlos) Larcebe
au, que le informen directamente a él. «¿Usted no se va a sentir ofendido por eso?», dijo. «De ninguna manera, le contesté, me siento aliviado»… Pero cuando le pido para retirarme me dijo que estaba sancionado. Ni me acuerdo por qué. Me puso dos sanciones como para decirme que me entendía, pero me demostraba quién mandaba. A pesar de eso tuvimos un trato cordial.

No era una situación sencilla…

Yo me sentía bastante incómodo, porque todo el mundo sabía que yo no estaba alineado con el sistema. Hubiera preferido que me dijeran que me fuera. Pero no lo hicieron y me quedé allí. Había antecedentes de otros compañeros que no habían querido ir al Fusna y fueron tratados hasta de cobardes. Yo decidí bancármela, porque sólo iba a estar un tiempo…

¿Cuánto tiempo estuvo en el Fusna?

Un año y medio. Desde fines del 75 hasta principios del 77. Eso debe estar en mi legajo. Yo no tengo mi legajo ni mis calificaciones porque cuando a mí me iban a echar de la Armada tuve tanta indignación que lo quemé. Porque me sacaban de un lugar al que entré vocacionalmente…

En ese tiempo que estuvo en el Fusna, había detenidos…

Había detenidos…

Y había tortura…

No lo sé.

Los gritos se escuchaban desde el Carlos Nery…

Yo sabía, entonces, que había detenidos y que se interrogaba. Todos sabíamos. Si me preguntás qué sentía yo… sentía vergüenza e indignación.

¿Sentía que si demostraba su oposición sería discriminado?

¿Qué te parece? No sabía qué hacer…

Su función administrativa también le permitía saber cuántos presos había, porque tenía que contabilizar su alimentación…

Los presos sí. Por entonces habría unas 20 personas detenidas…

¿Y no pasaba por usted si alguno de ellos tenía que ser internado en el Hospital Militar?

No, eso no pasaba por mí. Ni siquiera pasaba por mis manos el personal de Inteligencia. Una cosa era la orgánica y otra la realidad del funcionamiento. Como yo no entraba en eso, no entré nunca en eso, no tengo la menor idea. Casi todos los oficiales del Fusna fueron a conocer, aunque sea por curiosidad, el Penal de Libertad, yo nunca fui. Un día quise conocer el carcelario del Fusna, pero cuando miré desde el umbral no entré…

Usted no tiene buena relación con el capitán Jorge Tróccoli, ¿qué pasó?

Pasaron muchas cosas. Lo primero, que él estaba en una función totalmente de represión y yo no. Teníamos ideologías totalmente distintas. No podíamos funcionar.

Pero usted no era de izquierda. Era liberal

Yo siempre fui de una izquierda moderada. Esa es la realidad. Yo vengo por el lado del Pepe Batlle, luego fui de Michelini, mi padre estaba en la Lista 99, y después me incliné más para el lado de Frugoni. En mi escritorio yo tenía frases de Mao Tse-Tung y cosas por el estilo. Era lo que leía. Cuando uno tiene ese perfil otros le tienen tirria…

La casa rodante

Tróccoli tenía una personalidad fuerte y usted también ¿Cómo era la convivencia entre ambos? ¿El debía decirle que usted era cualquier cosa….?

Jamás me dijo que era cualquier cosa, porque… se cagaba conmigo. Nadie nunca me dijo nada en la cara… Yo hago artes marciales desde los 6 años de edad. Eso lo sabía todo el mundo…

¿Daba instrucción marcial en el Fusna?

Practicaba y tenía gente, albañiles, cocineros, que entrenaban conmigo…

¿Tenía su propio Dojo?

Había quienes practicaban conmigo, pero no era la gente combativa.

¿Y nunca hubo un desafío? ¿Un profesor instructor que buscara enfrentarlo?

El otro profesor no tenía ganas de vérselas conmigo….

¿Tenía fama de ser muy bueno en lo suyo?

Claro.

¿Después del Fusna, adónde fue?

Yo me voy al Servicio de Oceanografía, Hidrografía y Meteorología de la Armada. Empecé a trabajar y en junio del 77, me fui a la zona antártica en un barco de investigación oceanográfica multinacional. Yo tengo acá el libro mío del barco. Volví el 15 de agosto y en setiembre me embarqué en el Almirante Saldanha. Volví a Montevideo y regresé con los brasileños entre noviembre y diciembre. Empecé a navegar mucho. También fui delegado de la Armada ante la Comisión Técnica Mixta de Salto Grande. Mi vida era distinta, totalmente profesional. (muestra libros y documentos)

Esos documentos le serán importantes cuando tenga que enfrentar su situación ante el Fiscal Capaldo de Italia y pueda demostrar que entre 1977 y 1980, en el período en que se le implica en la desaparición de Sara García Ramos y Edmundo Dossetti, Yolanda Casco y Julio César D’Elía, Raúl Borelli y Raúl Gámbaro, no estaba en el Fusna…

Sí.

¿Y por qué fue el enfrentamiento con Tróccoli?

Hubo un momento en que tuvimos una discusión en el año 82. Se pidió un Tribunal de Honor y todo está en el Ministerio de Defensa Nacional. Es una cuestión reservada porque se manejan muchos nombres…

¿Pero en qué consistió el incidente?

Fue muy simple. Yo molestaba. Molestaba mucho… Recibí una orden de ir a Salto a buscar una casa rodante que se le había incautado a los tupamaros.

¿En qué año?

En el 76…

¿A los tupamaros? En esa fecha la casa rodante que se incautó en marzo fue la de tres militantes del PVP que fueron detenidos por el SID…

No lo sé… Yo fui a buscarla con cuatro fusileros navales en un jeep. Cuando vuelvo por Ruta 3 a la altura del puente Paysandú- Colón, nos para el Ejército, armados y artillados. Me identifico uniformado, entrego mi documentación y me dicen que los tengo que seguir. Nos llevan a un cuartel en las afueras de Paysandú y nos dejan en la Plaza de Armas, iluminados con reflectores. Me vienen a buscar a mí y me dicen que el oficial de guardia me quiere ver. Entonces, un fusilero mío me dice que le olía mal el tema y que podía ser contra mí. Me dijo que también llevara su pistola, que me escondí por debajo de la ropa. Cuando voy caminando con la escolta, me piden que entregue mi arma. Les di la que tenía en la pistolera. También me pide la bayoneta y se la di. Me llevan ante el oficial y como ya me recibe con hostilidad, me di cuenta que algo pasaba. Traté de distraerlo pidiendo para hablar con el oficial a cargo porque debía haber un error. Cuando agarra el teléfono, yo le puse la pistola que tenía escondida en la cabeza. Hice traer la casa rodante. Subí al oficial conmigo y salimos de la unidad. Bajé al oficial y me fui a la Prefectura de Paysandú para hablar por teléfono a Montevideo. Pero me dijeron que no hablara desde allí y llamé desde un bar. Conté lo que me había pasado, me preguntaron dónde estaba, les dije que iba a ir hacia Young, me dijeron que me iban a mandar un helicóptero. No nos gustó y nos vinimos por caminos vecinales hasta Montevideo. Ahí informé y nadie dijo nada. Quedó por esas. Me enteré que habían sancionado al oficial por el supuesto error.

¿Semejante incidente quedó en esas?

Muchos años más tarde, ya retirado, yo me encuentro en el Club Naval con el capitán Jaunsolo, cuando estaba en la boya petrolera. Nos ponemos a comer y él me dice que tiene una enfermedad terminal. Como yo conozco mucho de medicina natural asiática y me decido a ayudar a gente con dolores…

Eso es lo que aparece en el alegato de Capaldo como una «casa de masajes», que puede interpretarse como otra cosa…

Lo que d
ice Capaldo está mal. No es esa la dirección. Ahí tengo mi Dojo. La otra dirección que aparece era donde yo hacía Shiatsu. Ahora centralizo todo en el Dojo y hago algo de Chi Hun…

Enviado al OCOA

¿Qué le dijo Jaunsolo?

Cuando me dijo de su enfermedad yo le dije que probara con medicinas alternativas. Le recomiendo a una persona. Y él me queda mirando y me dijo. «Como me he acordado de usted Chávez… sabe que al final tenía razón con el tema de la casa rodante». Me dijo que me habían denunciado como un subversivo que venía uniformado con la casa rodante. Y que eso lo había armado Tróccoli.

Y eso recién lo supo muchos años después…

Es que yo no tenía contacto con Tróccoli o Larcebeau. Yo era piloto naval y mientras estuve en el Fusna todo lo que podía me iba a la Base del Sauce a hacer horas de vuelo y ayudar en la misión de búsqueda y rescate, que es lo que ahí hace la Armada…

En esos años en que pilotaba, fue cuando comenzaron a aparecer en el mar los cuerpos de las víctimas de la dictadura argentina…

Nunca encontré. Supe que aparecían cuerpos, que decían que eran asiáticos, pero nunca los vi. Lo que salió en los diarios… Yo creo que los marinos siempre han sido muy profesionales. Y pienso que el 99% de la Armada no tuvo nada que ver con problemas de represión…

Quizás sea menor el porcentaje…

El marino es un oficial de carrera. Somos gente de honor. Somos constitucionalistas. Fuimos los que nos opusimos al golpe de Estado…

Pero el único que se fue por eso fue el capitán Lebel, que se atrincheró en su casa y le dieron la baja. Yo no digo que usted se fuera de la Armada, siendo joven, pero su retiro fue en los años ochenta… ¿Dónde estuvo después de su pase a Oceanografía?

Por un tiempo a los barcos y luego empiezo el curso de pasaje de grado para ascender a capitán de corbeta, donde saco la primera nota.

¿Pero cuál fue su próximo destino?

En ese ínterin me pasan al OCOA…

El Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas…

En el año 81.

Cuando se hacen los operativos contra el Partido Comunista…

Me presento en el OCOA e informo que estoy haciendo el curso de pasaje de grado y me dicen que me retire y vuelva al finalizar el curso…

¿Dónde se reporta al OCOA?

En realidad me presento a la Región Militar Nº 1 y de allí un oficial me llevó a La Tablada para que me presentara.

¿Quién era el mando?

El teniente coronel Gustavo Taramasco. Fue el que me dijo que terminara primero el curso. Cuando lo finalicé en junio del 81 me presento. Me dice que durante 48 horas observe cómo funciona la unidad, que es norma del Ejército que la persona se aclimate al lugar y a los tres días, a las 72 horas, me dice que yo voy a ser el oficial interrogador. Que en ese momento había dos personas para interrogar, que una era oficial del Ejército que había sido acusado de ser correo de los detenidos en el Penal de Libertad. Entonces, le informo que yo ya había estado en el Fusna y que había solicitado no tener trato con detenidos ni estar en ese tipo de funciones y que se había respetado mi posición. Entonces me dice: «¿Cómo? A mí el que me lo recomendó a usted fue el capitán Tróccoli. Y ahora me dice eso…». Después yo supe en la Armada que había sido Tróccoli el que pidió que me mandaran al OCOA.

¿Usted piensa que Tróccoli lo hacía para ensuciarlo o para enfrentarlo a los otros?

Yo pienso que lo hizo para desacreditar mi posible testimonio contra él, pensando que yo hoy o mañana podía ser un testigo en su contra…

¿Y puede serlo?

Si nunca le vi nada. Yo sé que él era el S2, el que interrogaba en Inteligencia. Sentía los gritos de la gente. Pero de ahí a poder decir lo que él hizo, yo que sé…No tengo ni idea, porque no teníamos relación…

Un Tribunal de Honor

¿Qué pasó con Taramasco?

Me dijo: «Ahora va a tener que aprender a hacerlo». Yo le dije: «Mire, en la Escuela Naval no tuve ninguna materia que me enseñara a tener trato con detenidos. Tampoco tuve ninguna materia que me enseñara guerra urbana, suburbana ni nada por estilo. Y si hubiera tenido alguna materia de esas, hubiera pedido la baja, porque no es mi vocación. Yo le pido que usted me designe en otras funciones, para no verme en la violencia de no cumplir una orden». El me dijo que ya me había dado mis funciones y yo contesté que de ninguna manera. Me sanciona por cualquier cosa; cuando salgo de la sanción me llama para ver si yo había recapacitado. Le dije que me usara para cualquier cosa pero no para la represión, que yo había entrado a la Marina porque me gustaban los aviones y los barcos… Me echan del OCOA y me llevan al despacho del general (Hugo) Linares Brum…

El que fue ministro del Interior…

… y antes de entrar me esperaba un oficial de la Armada que me entrega un sobre de parte del jefe del Estado Mayor de la Armada, en el cual se me ponían 30 días de arresto a rigor por dar lugar a que el jefe del OCOA pidiera mi relevo. Cuando entro al despacho de Linares Brum, el general me empieza a apercibir, entonces le informé que acababa de recibir una sanción por eso y no aceptaba que me sancionaran dos veces por la misma causa. Volví a la Armada, cumplí los 30 días. De ahí pasé a la Escuela de Guerra y en poco tiempo me pusieron 134 días más.

Te vas o te vas…

Si. Pedí para hablar con el comandante en jefe (Rodolfo Invidio), pero no me recibió. Además yo entonces me divorcio y de alguna forma utilicé ese problema personal que tenía para sacarle el culo a la jeringa. En noviembre del 81 me vuelvo a casar, con mi actual esposa, Ana Marenales, sobrina del dirigente tupamaro. Y entonces me miraban torcido. Tenía ideas distintas… me decían «civilista», no se hablaba entonces de derechos humanos… Era un leproso. Nadie se juntaba conmigo. Estuve cinco meses preso con mi mujer embarazada.

¿Por eso pide el Tribunal de Honor?

Eso fue el 4 de marzo del 82. Pido el Tribunal de Honor a consecuencia de un diálogo que tengo con Tróccoli, en el cual él me informó de algo para que yo me defendiera de un tema por el que me habían sancionado, y cuando voy a hacer mi descargo con esos datos me ponen otra sanción por mentir.

¿Entonces no sabía lo que Tróccoli le había hecho con la casa rodante?

No, de eso me enteré después… Hasta entonces, teníamos diferencias pero nos saludábamos. Me dio esos datos para que me defendiera y yo caí como un gil. Cuando lo llaman a él, se desdice y niega que me hubiera dicho nada. Me ponen otra sanción y pido el Tribunal de Honor. Yo acepto que puedo tener errores, pero no soy mentiroso. Vengo de una familia ancestral, mi tataratatarabuelo es un héroe correntino, el general Genaro Berón de Astrada.

¿Qué pasó en el Tribunal de Honor?

La Armada lo desestimó. Dijo que no había lugar. Entonces, cambia el jefe de la Escuela de Guerra y viene el capitán Ramón Robatto. Me consigue una entrevista con Invidio y el comandante en jefe me dice que en el 84 se me va a dar el retiro obligatorio. Entonces informé que yo iba a pedir el retiro voluntario, porque no iba a pasar por el deshonor de que me echen.

Ahí quemó su legajo…

Me dieron el retiro el 12 de diciembre del 83. Pero cuando veo el legajo en el Ministerio de Defensa me encuentro que la Armada había pedido con fecha 26 de marzo del 83 mi retiro obligatorio, y cuando se enteraron que yo pedía el retiro voluntario, el 2 de agosto
dejaron el trámite sin efecto.

Esa situación le complica hoy la reparación de su carrera…

Sí, pero si no pedía el retiro voluntario me hubieran dado el retiro obligatorio..

Testimoniar ante Capaldo

¿Hoy qué hace?

Doy clases de artes marciales y me dedico a aliviar los dolores de la gente con problemas articulares, musculares y vertebrales…

También es asesor político…

No. Soy asesor técnico en temas navales del senador Jorge Saravia, presidente de la Comisión de Defensa Nacional. No es político, aunque estuve dando mis puntos de vista en la Ley de Defensa que está para su aprobación.

¿Recién ahora se enteró que estaba en la lista de represores reclamados por el fiscal Capaldo?

Hace un tiempo atrás, en el año 2008, me llama el jefe de Inteligencia de la Armada, por orden del comandante en jefe y me dice que se habían enterado de que estaba en una lista y me aconsejaban no viajar. Cuando me dicen esto yo llamo al jefe del Estado Mayor y le digo que no entiendo nada de lo que pasaba. Vino a mi casa, hablamos del tema y me reconoció que me estaba comiendo un garrón. Me reconoció como profesional que no estuvo en la rosca. Y me dijo que iba a averiguar mi situación.

La averiguó y me explicó la situación. Según le explicó el embajador de Italia mi nombre surgió en unos interrogatorios que se hicieron en Italia. Se pensaba que estaba en calidad de testigo, pero me recomendaron no viajar. Informé la situación al Ministerio de Defensa, porque yo me siento limpio. El senador Saravia me dijo que me quedara tranquilo, que cuando salga la recomposición de mi carrera se iba a solucionar el tema.

En su carta a LA REPUBLICA explica que firmó ahora para anular la Ley de Caducidad, ¿firmó y votó contra esa ley en 1989?

En el 89 no firmé. Firmaron Gastón Silberman y Enrique Pérez, quien es amigo mío y hoy vive en España, y me dijo que no firmara porque yo ya había tenido bastantes problemas. Entonces voté verde. Ahora firmé. Fui a la sede del Frente Amplio, en la calle Colonia y firmé, porque toda la vida repudié todo esto. No soy el único. Yo creo que la gran mayoría de la Armada repudia todo esto, pero no sabíamos cómo hacer. No podías hacer nada y tampoco podías tirar tu carrera por la borda. La única forma en que todos nos sintamos limpios es que salgan las cosas a luz y que caigan los que tienen que caer. Yo miro las cosas como padre de cuatro hijas y si a alguna le pasaba algo, tengo derecho a saberlo. Y lo más importante, tienen derecho a que se haga justicia.

¿Siente que es una víctima de la Ley de Caducidad?

Si lógicamente que soy. Me siento víctima de eso. Porque se mezcla todo. En el Fusna hubo gente honorable.

¿Qué va a hacer con Capaldo?

Yo quería esta entrevista. Si no me la hubieran planteado, la hubiera pedido. Soy lector de LA REPUBLICA. Alguna vez escribí una carta de lectores. Es un diario que me merece respeto. No me gustó que pusieran «dice ser inocente», pero lo entiendo. Me han pedido para hacer una entrevista a nivel internacional. Pienso juntar todo el material de prensa que salga y voy a pedir una entrevista con el embajador de Italia para darle mi testimonio a Capaldo, con una fotocopia de mi legajo personal y los trabajos técnicos que he hecho.

¿Le parece comprensible que Daniel Rey Piuma lo mencionara ante Capaldo, dadas las circunstancias en que se conocieron, los datos que tenía y esta propia impunidad que hace que culpables e inocentes sean igualmente sospechosos?

Creo que no me conoció lo suficiente como para poder juzgarme. Si él me hubiera hablado claramente a mí, no sé… Ya hubo otros oficiales que se metieron en problemas por sus denuncias y tuvieron que demostrar que no eran responsables de nada. Yo le pude decir que conocía a Craigdallie, porque vivía frente a Oceanografía y lo veía a cada rato, pero no es santo de mi devoción.

¿Nunca estuvo en Prefectura?

No. Jamás. En ningún tipo de función. Ni siquiera de visita a compañeros míos. Una vez fui a saludar a Imizcoz que estaba de prefecto Nacional Naval.

¿Usted piensa que Tróccoli es responsable de los líos que tuvo en su carrera?

Sí, pienso que sí. Yo creo que Rey Piuma no es responsable de esta situación. Estoy convencido de que es Tróccoli. Y lo digo porque Tróccoli me mandó un mensaje desde Italia, a través de un señor, que me dijo que me contactara con Larcebeau para tener una defensa común. Yo le dije que no tenía nada que hablar ni con Tróccoli ni con Larcebeau. Quizás Rey Piuma me malinterpretó. Quisiera poder hablar con él…

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