El arquitecto francés Hubert Guillaud visitó nuestro país, para promover la construcción de viviendas de barro

"Mandela vive en una casa de adobe"

–¿Cómo surge la idea de vincular a la tierra, al barro, con la vivienda moderna del hombre?

–Es una larga historia. Todo ocurrió hace 25 años, viajando durante mis estudios de arquitectura. Fue así que recorrí Francia, Estados Unidos y México, donde descubrí la arquitectura tradicional de los pueblos indígenas del sur oeste, de Estados Unidos, Arizona y California. También los de México y los de Francia, cuando llegué a terminar mis estudios. En Francia hice estudios, un inventario general, sobre las arquitecturas vernáculas de mi país.

–¿Qué lo conmovió de Estados Unidos y México?

–Yo me interesé por la arquitectura bioclimática, utilizando el bloque adobe, para captar la energía. Cuando descubrí las arquitecturas de los indígenas, comprendí la importancia de la herencia cultural. Por eso visualicé la posibilidad de utilizar esos materiales en otros lugares del mundo. Regresando a Francia participé de la creación del grupo «CRATerre».

–¿Se puede sostener que el empleo del barro estuvo presente en todas las civilizaciones?

–Sí, claro. Las primeras civilizaciones ya lo empleaban. Han utilizado este material para construir las aldeas y los pequeños pueblos y posteriormente las primeras ciudades. Esto ocurrió en la Mesopotamia, en China, aquí en la costa pacífica de América Latina y en muchas otras regiones. Podemos confirmar con las investigaciones arqueológicas la presencia del barro desde la cuna de la humanidad.

–Cuando el hombre se vuelve sedentario comienza a utilizar lo que tiene más próximo, en este caso la tierra…

–Exactamente. Los edificios fueron evolucionando, desde los más precarios con vegetales hasta con materiales más durables como el bloque de adobe, que fue la revolución técnica fudamental en el mundo.

–¿En qué ha consistido ese trabajo suyo desde la fundación de «CRATerre»?

–Con el grupo estamos trabajando desde hace 25 años, pero no sólo en el dominio de la investigación sino también sobre el conocimiento de estas tradiciones mundiales. Fue así que comenzamos a crear fundamentos científcos sobre el conocimiento del material y a integrar, poco a poco, a este material en el conocimiento global de estos materiales y de la construcción. Nuestro trabajo ha facilitado el reconocimiento científico del barro, como material que se puede utilizar al igual que el hormigón y otros tipos de materiales. Este fue un reto muy importante para facilitar este reconocimiento.

–¿Qué dificultades tuvo para que reconocieran vuestros aportes?

–Fue una dura lucha, permanente. Pero hemos vinculado muy rápidamente a estas investigaciones con la construcción de obras en países con problemas dramáticos de falta de vivienda para gente muy pobre. Gente que no tiene otra posibilidad de construir una casa digna si no es con los recursos locales, que son los más baratos, los más accesibles. Hoy lo materiales contemporáneos no son tan accesibles para esta gente que no tiene plata.

–¿Qué cualidades tiene el barro?

–Tiene muchas posibilidades y por sus cualidades termofísicas facilita la amortización térmica entre exterior e interior. Otro interés bien importante es la economía. Cuando se va a tomar el barro en el campo no hay que trasladar el material, transporte que generaría gastos. En muchos países la nafta es muy cara. También otro aspecto importante es el estético. La tierra, el barro, tienen una inmensa riqueza de textura, de color y de grano. Esto facilita la captación de la luz, la puede reflexionar, con una dimensión estética fantástica que no se la da el hormigón que es siempre gris. Pero quizás lo más importante de esta arquitectura del barro es su interés social, porque facilitando el acceso a la construcción con la participación de la gente en el uso del barro, se accede a un derecho normal que es la participació de la creación de su marco de vida. Creo que estamos ante un reto social muy importante.

–¿Hay algún tipo de barro que ustedes recomiendan?

Se puede construir con barro en todas las regiones y con tipos de suelos muy diferentes. A la vez existe la posibilidad de adaptar un tipo de suelo a un tipo de técnica de construcción. En el mundo hay doce familias de técnica por ejemplo el adobe, el tapial, aquí la fajina que en Francia se llama quincha, el tejón, el bloque tierra prensado; son muchas. El barro y sus técnicas tienen una flexibilidad muy interesante.

–¿Cuánto dura una vivienda de barro?

–Es cuestión de saber hacerla. En su tiempo de vida también influye el saber utilizar el suelo y también es cuestión de diseño arquitectónico. Hay un dicho que dice que cada casa de tierra necesita únicamente un buen «sombrero» y «buenas botas». No se puede diseñar una casa de barro como diseñamos una casa de hormigón. Es totalmente diferente. En Uruguay, un país de fuertes lluvias, hay que adaptar el diseño a las condiciones del clima. Habrá que diseñar el «sombrero», las «botas: y agregar reboques en las paredes que estén expuestas a las lluvias directas. Hay que utilizar bien la cal, un material que muchas veces es olvidado.

–¿En Uruguay las casas deben tener techos de dos aguas?

–Hay tradiciones muy diferentes. Hay países donde también hay techos planos eleborados con productos naturales y estabilizantes más actuales. También se pueden construir bóvedas y cúpulas, que son de barro y paja, terminados con una tierra más arenosa y cal. Claro que esto requiere un mantenimiento de la casa, cosa que ocurre con cualquier material.

–¿Cuáles son las condiciones básicas para iniciar un emprendimiento de este tipo?

–Lo primero es la capacitación de la gente para aprender a utilizar el barro y así producir los materiales de construcción. Esto podría ser llevado adelante por arquitectos especializados, jóvenes, que faciliten un proceso de participación en la construcción.

–¿Cuáles son sus contactos en nuestro país?

–He sido invitado por la Facultad de Arquitectura y su unidad regional de Salto, y encontrarme con la arquitecta Rosario Echevarne, quien tiene ya experiencia de construcción de viviendas de bajo costo en los barrios periféricos de esa ciudad. También conozco a la arquitecta Cecilia Alderton, que ha hecho algunos proyectos de barro muy interesantes, e incluso construyendo su propia casa, muy linda. Luego de este quinto curso organizado por la Facultad podremos ampliar la cooperación. Hemos hablado con el decano Ruben Otero para facilitar la creación de un curso de posgrado en la Facultad de Arquitectura. También hay que consolidar un conocimiento científico del material. En Uruguay sería necesario hacer una investigación sobre el comportamiento de las paredes de barro frente a la lluvia, una lluvia muy fuerte y muy horizontal.

–¿Qué tipo de profesionales deben participar del conocimiento científico del barro?

En nuestro grupo participan arquitectos, ingenieros, ecólogos, geólogos, entre otros.

–¿En qué países está más desarrollada la «industria del barro»?

–Hay experiencias en más de 50 países, siendo muy ayudados por la cooperación francesa. Tenemos un convenio de trabajo con el Ministerio de Asuntos Extranjeros de Francia que nos ha facilitado la realización de varios proyectos en distintos países de Africa. Yo he trabajado cinco años en Cuba, desarrollándose proyectos en Granma y Olguín. Con los cursos facilitamos la trasmisión del conocimiento y se prepara a las personas para que puedan capacitar a otros. A la vez hay que real
izar y demostrar todo lo que se puede hacer con el barro. Ahora estamos haciendo un trabajo importante en Sudáfrica, con la ayuda de un banco porque en los proyectos de interés social hay que invertir. Aquí en Uruguay se necesita una inversión más allá del Ministerio de Vivienda y del Banco Hipotecario. Si hay una idea de una inversión de carácter social con los arquitectos de la comunidad, pero si no tienen un soporte financiero no se va a transformar en una realidad concreta. Todos los proyectos que hemos hecho han facilitado los procesos de inversión de los gobiernos o de las instituciones financieras.

–¿Cómo lo han tratado los grupos poderosos de la construcción moderna?

–No, no hay problemas. Ellos tienen un mercado muy importante y nosotros con el barro tenemos un mercado chiquitito, aunque se va ampliando. Es que también hay un nuevo deseo de asociar el uso del barro al respeto por los recursos de la tierra, que es la base filosófica del movimiento verde. Es una nueva toma de conciencia para conservar la riqueza de nuestro planeta para el futuro.

–Vivimos en un mundo donde el indivíduo importa mucho. Dentro de su propuesta, ¿cada individuo puede hacer su casa a su gusto?

–Nosotros fomentamos los procesos colectivos en la elaboración de los materiales y en la ejecución de las obras. Ese compartir el acceso a la dignidad de la casa, el orgullo de hacer su propia casa, fortalce a la comunidad. Pero, a la vez, no hay que proponerle a la gente que las casas sean todas iguales, porque cada familia tiene sus propias necesidades, sus propios deseos. La idea es facilitar la construcción de casas evolutivas. El tema no es darle una casa a la gente, sino de facilitarle la inversión en el trabajo y en la inversión financiera. Se pueden hacer modelos evolutivos con diferentes estéticas y se puede trabajar a nivel de un barrio de viviendas, integrando el paisaje, porque esto es parte de la calidad de vida.

Ustedes planifican el complejo habitacional, ¿eso contempla construcciones de espacios colectivos?

–Claro, pensamos en una sala comunal, en una escuela y en algunos otros equipamientos de carácter social: una policlínica, por ejemplo, o también zonas de descanso. La casa es lo fundamental, pero después hay que vivir con el entorno. Esta idea contempla más factores que confluyen en construir el concepto de calidad de vida. Las sociedades actuales viven con miras de corto plazo, pero se requiere tener anclaje en la historia y en los valores, para proyectarnos desde el pasado. No hay cosa más importante que el pasado para imaginar nuestro futuro. Y esto lo aprendemos en cada viaje, en contacto con las distintas sociedades. Es también una enseñanza de humildad para tener una visión más humana de la vida. Por ejemplo hay necesidad de establecer una cooperación activa con Africa, hay que brindarle solidaridad para facilitar su evolución. Para mis amigos que han trabajado en Sudáfrica conocer a Mandela ha sido una experiencia muy fuerte, muy linda. También Mandela vive en una casa de adobe.

–Todo lo que es el confort moderno, ¿se puede integrar a la vivienda de barro?

No, no hay ningún problema. Esas casas tienen electricidad, agua, calefacción, decoración estética interior.

–¿Cuántas habitaciones puede tener una casa?

No hay límites dentro de la lógica. Tenemos ejemplos históricos como algunos palacios. En definitiva todo va a depender del presupuesto y las necesidades de la familia.

Con estructura de madera y relleno de fajina se pueden hacer casas de dos pisos. Con la ingeniería moderna podemos integrar disposiciones constructivas para facilitar que se alcance más altura.

–¿Se puede cuantificar la diferencia de los costos del barro con el hormigón?

–Se puede decir que el barro es realmente más barato. Según me han dicho las arquitectas Alderton y Etchevarne es bastante más bajo que el bloque de hormigón. Pero sobre esto hay que tener más información. En general, en los países donde hemos trabajado, el costo es de la mitad para abajo. En países europeos, por la mano de obra, los costos puede que no sean tan baratos.

–Esos cursos de posgrado que usted daría en nuestro país, ¿cuando serían?

–Fuimos con el decano Ruben Otero a la embajada de mi país en Montevideo, para presentar la idea de un proyecto. Nos han dicho que sería posible entregar un documento de proyecto para setiembre de 2001, fecha en la que se establece el proyecto anual de la embajada. Antes vamos a firmar un convenio entre la Facultad de Arquitectura de Montevideo y la Escuela de Arquitectura de Grenoble. Estamos, también, desarrollando un proyecto marco, más importante, que se llama la Cátedra Unesco, Arquitectura, Tierra y Desarrollo Sostenible en Francia, para facilitar la transmisión de los conocimientos. En este sentido hemos trabajado en la Universidad de Uganda, estamos haciendo lo mismo en Sudáfrica, y en Uruguay estamos tomando la misma dirección. Podríamos estar empezando en 2002, pero antes se haría un nuevo curso en Salto, seguramente de dos semanas. Sería en setiembre y octubre de 2001.

–¿Quién participó de sus charlas en Salto?

–Fueron cerca de 90 participantes, con los que tuvimos una relación de trabajo muy fuerte e intensa. No sólo particparon arquitectos, sino también ingenieros, médicos, sociólogos, sicólogos, gente muy diferente, lo que permitió un intercambio muy rico. Creo que todo fue muy apreciado.

–Su grupo, ¿cuénta con el apoyo de Naciones Unidas?

–Sí, nos ha apoyado en varios proyectos. Uno fue el de Habitat Cuba de La Habana y Unesco nos ha dado otros apoyos.

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