La enseñanza de la historia reciente

Según se informó oportunamente, este año se pondrá en marcha en escuelas y liceos del país la enseñanza de lo que se ha dado en llamar la «historia reciente».

El Codicen ha incorporado a su página web el manual confeccionado por un grupo de docentes e historiadores bajo la conducción de la profesora Carmen Aprato que servirá como apoyo a maestros y profesores cuando deban abordar en sus cursos la enseñanza de la historia de los últimos años, una época especialmente rica en sucesos que produjeron cambios sustanciales en el país y cuyo conocimiento resulta imprescindible para comprender la realidad de hoy.

Tradicionalmente en Uruguay –y no sólo aquí sino en casi todo el mundo– la enseñanza de la historia adoleció de un defecto: el estudio de la historia universal solía detenerse en la Revolución Francesa y el de la historia nacional, en la Guerra Grande; desde entonces hasta el presente, parecía que no hubiese ocurrido nada. El hecho obedecía a dos razones fundamentales: en primer lugar, la falta de tiempo para cumplir con un programa demasiado vasto; y también, un prurito absurdo por no bucear en acontecimientos polémicos que podían resultar irritantes.

El resultado es que nuestros jóvenes egresaban de Secundaria ignorando por completo la revolución industrial, el desarrollo capitalista, el imperialismo europeo, las dos guerras mundiales del siglo XX y la Guerra Fría. En el plano local, nada se sabía de Flores, Berro, la Guerra del Paraguay, el militarismo, las revoluciones blancas, el batllismo, la dictadura de Terra, el neobatllismo y la crisis del modelo.

Contra esta realidad reaccionaron las jóvenes generaciones de profesores egresados del Instituto Artigas, y es así que hacia fines de los años sesenta los programas de Secundaria empezaron a sufrir modificaciones varias con el propósito de adecuarse a la necesidad de que los estudiantes tuvieran un panorama de los hechos históricos de los últimos años. Las cosas mejoraron sutancialmente y ya las nuevas generaciones –e incluso las no tan nuevas– tuvieron acceso a personajes, hechos y procesos históricos más próximos en el tiempo. Escolares y liceales tomaron contacto con fenómenos como el batllismo y las Guerras Mundiales, con lo cual su cultura histórica se enriqueció.

No obstante, en lo que tiene que ver con nuestra historia nacional, los turbulentos años sesenta, el golpe de estado, la dictadura, la transición hacia la democracia y la «solución» que dio la Ley de Caducidad a los delitos de lesa humanidad cometidos al amparo del terrorismo de estado fueron víctimas de la «omertà» impulsada y aplicada por los militares y sus cómplices civiles. La exigencia sanguinettista de no tener ojos en la nuca llegó a tal extremo que esos acontecimientos ocurridos entre 1968 y 1990 fueron sistemáticamente ninguneados en los programas y exluidos de las aulas.

La iniciativa de las nuevas autoridades educativas apunta a que niños y jóvenes tengan información sobre ese periodo doloroso de nuestra historia, y la idea es que se enseñe, también, el arduo camino hacia el conocimiento de los crímenes cometidos por los represores, por lo que se ha fijado el año 2003 –cuando se divulgaron los resultados de la Comisión para la Paz– como fecha límite a ese pantallazo sobre la historia reciente.

La propuesta didáctica de los docentes especializados se basa en partir del presente, es decir de hechos de la crónica diaria actual (tales como las excavaciones y la aparición de restos de detenidos desaparecidos) profusamente analizados por la prensa, y hacer un camino de retroceso en el tiempo de modo que los educandos perciban la relación directa entre el presente y el pasado.

Es una forma de ir descorriendo el velo ominoso de silencio que la derecha se empecinó en mantener para ocultar la verdad. *

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