ENFOQUE

La esquiva Copa Libertadores

Se viene una nueva fase de grupos de la Copa Libertadores de América y los equipos uruguayos pretenden mejores resultados en comparación con temporadas anteriores. ¿Hay argumentos sólidos para pensar en llegar a la consagración? ¿O habrá que conformarse con las migajas de los últimos tiempos?

Los brasileños se han adueñado de la Libertadores

Llegada esta época del año los avezados “doctores” del fútbol plantean una disyuntiva ya arcaica, pasada de moda. Programas de radio y televisión debaten si será conveniente para los equipos de nuestro país dedicarse de lleno a la Copa Libertadores de América o, por el contrario, volcar las fuerzas en el devaluado Campeonato Uruguayo. La respuesta caería de madura si pensamos en el prestigio que otorga el torneo continental por excelencia que existe en América; sin embargo, cuando observamos resultados y rendimientos de las últimas participaciones compatriotas en dicha justa internacional, a unos y a otros se les da por meditar seriamente la respuesta. Entre pesimismos  justificados y  apuntar a lo seguro, el interrogante se agranda a cada instante. Es que salvo honrosas excepciones, como Nacional en el 2009 (semifinales) o Peñarol en el 2011 (final), el fútbol criollo se ha mantenido ajeno a las grandes definiciones de la copa más deseada por estas latitudes.

Paradoja propia del balompié y consecuencia de la gloria de antaño; Nacional y Peñarol (en ese orden, con 3 y 5 copas ganadas)) son los líderes de la tabla histórica de puntos de la competencia con 534 y 529 respectivamente, pero el deteriorado presente de nuestro fútbol no condice con semejantes antecedentes de grandeza. En el año 2012, por ejemplo, los tres equipos uruguayos fueron eliminados en las primeras de cambio; mientras que en el 2013, si bien Nacional clasificó como primero de su grupo con 10 puntos, luego perdió, por penales, en octavos de final ante el Real Garcilaso de Perú, un equipo modestísimo (por no emplear calificativos más duros), que luego caería, sin atenuantes, frente a Independiente Santa Fe de Colombia. Sin ir tan lejos, la última vez que dos equipos uruguayos sortearon, en simultáneo, la primera fase fue en el año 2009, cuando el equipo tricolor y Defensor Sporting cumplieron una muy buena actuación; llegando a semifinales y cuartos de final respectivamente. Después fue el turno del aurinegro que disputó la final frente a Santos en 2011, tras largos 23 años de ausencia celeste en las definiciones, siendo derrotado por Neymar y compañía.

Esta temporada el panorama no parece ser muy alentador, aunque siempre se guarda la esperanza de algún batacazo. Las calidades de los demás también han bajado notoriamente; los brasileños se han adueñado de todos los premios (campeones norteños del 2010 en adelante), haciendo gala de un poderío económico imposible para el resto. A pesar de la magra cosecha estadística y el cachetazo impiadoso de los números, hay algo peor para los nuestros y es el paupérrimo nivel de juego que podemos ver domingo tras domingo. A riesgo de ser tildado de apocalíptico, vale la pena destacar que cada vez hay menos elaboración y más pelotazo frontal en el verde césped; más allá del éxodo imparable de la materia prima y la trillada excusa “somos solo 3 millones”. La vuelta de la actividad local el pasado fin de semana ha dejado a las claras que no hay nada nuevo bajo el sol. La violeta intenta con lo que tiene. La rayada corre mucho y  mal. La blanca se debate entre lo que quiere la tribuna y lo que pide su flamante y ya conocido entrenador.

La angustiante clasificación de Nacional a la fase de grupos, ante el débil Oriente Petrolero es la prueba elocuente de que todo lo que venga, a nivel internacional, costará un perú. Ahora el bolso espera por el grupo de la muerte: Atlético Nacional de Medellín, Newells Old Boys de Argentina y Gremio de Brasil. Mientras tanto, el carbonero irá frente al Arsenal de los Grondona, Deportivo Anzoátegui venezolano y Santos Laguna de México. Ya Defensor deberá verse las caras con Cruzeiro de Brasil, el ya citado Real Garcilaso de Perú y Universidad de Chile. Los pronósticos no son los mejores y el consumo interno es la prueba fehaciente de este declive paulatino. Muy lejano queda el gol agónico de la “Fiera” Aguirre ante el América de Calí en el 87 o la media vuelta de “Pinocho” Vargas para empezar a liquidar a Newell’s en el 88, aquella que sería, a la postre, la última consagración charrúa en el certamen copero. Lamentablemente, aunque algunos nos quieran hacer creer lo contrario, el proceso de selecciones uruguayas conducido por el Maestro Tabárez es un oasis en el desierto y no un reflejo, ni un parámetro fiel de lo que se ve, semana a semana, en las maltrechas canchas del Uruguay.

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