OPINIÓN

García Morales, un elegido

Una semana atrás Goes estaba a segundos de consumar la primera victoria clásica ante Aguada, después de su ansiada vuelta a la Liga Uruguaya de Básquetbol. Sin embargo, a falta de escasos segundos para el cierre del match y con el equipo de plaza de las misiones arriba por un punto, El Elegido recibió en la mitad de la cancha.

Leandro García Morales / Gentileza Tenfield

Con poco tiempo para maniobrar y apretado contra la raya por la férrea marca del defensor de turno, sacó una faja mágica de la galera, esquivó un obstáculo tras otro recurriendo a su fábrica infinita de recursos, apeló a la pizca de suerte que tiene todo crack y consumó otra alegría aguatera, para deleite de medio Palacio Peñarol. Cerró el puño mirando a su público, esbozó una sonrisa poco expresiva y se fue rumbo al vestuario; como si ganarle al rival de siempre en la hora fuese cosa de todos los días. No hubo festejos efusivos, ni vueltas olímpicas. Fiel a su estilo de no vender humo, ni tribunear al santo botón; El Elegido optó por no pisotear en el suelo a los perdedores ocasionales. Quizá se trate del sano acostumbramiento a las definiciones, a que la última siempre es tuya, a conocer el sabor de la gloria o a saber que hoy entra, pero tal vez mañana salga.

Lo cierto es que García Morales clavó su daga en el corazón goense y, de inmediato, apretó el Reset con la vista puesta en la Liga de las Américas. Allí otra sería la historia; habría que olvidarse por un rato los 3 títulos de Liga Uruguaya en el curriculum, para sacar a relucir toda la experiencia internacional de 12 años de selección (con algunas verdes y otras maduras), de un título sudamericano con Biguá, de temporadas enteras destilando talento en Italia, Argentina, México o Venezuela (con campeonatos locales incluidos en los últimos dos países). Con el plus de tener sobre su curtido lomo la vivencia de unos cuantos “Final Four”, de haber comprobado durante tanto tiempo cuan delgado puede ser el hilo que separa el éxito del fracaso, la alegría de la frustración. Ese status de trotamundos debía estar al servicio de la causa aguatera como nunca antes, debido al fuste de los rivales que se venían. Lanus (Argentina) y Uberlandia (Brasil) fueron espectadores de lujo de su enorme capacidad de goleo e inteligencia para abrir defensas; aunque fue Leones (Puerto Rico) el equipo que ofició como testigo privilegiado del instinto asesino del nacido en Punta Carretas. Faltando 9 segundos para el final y con su equipo 1 punto abajo, como si se tratase de un Deja Vu de lo ocurrido hacía tan solo cinco días, el 11 recibió, dribleó y su mano derecha, lapidaria y contundente, le dio el agónico triunfo a Aguada, clasificando a los cuadrangulares semifinales de la Liga de las Américas en forma invicta.

Una vez más, el escolta de 33 años fue El Elegido que hizo delirar a “la muchachada”; gracias a su conocida faceta de tirador infalible, gracias a lo palpable de sus 23,7 puntos de promedio por partido, pero también gracias a los intangibles menospreciados por muchos devotos de la fría estadística. Movimientos calculados para desmarcar a sus compañeros, vestido de pasador encubierto, poniendo la individualidad al servicio del colectivo, revalidando la patente de la jerarquía infinita a la hora de la última pelota o agachando la colita para sacrificarse cuando hay que volver. Más allá de adjetivos desmesurados o comparaciones odiosas; Leandro no es Tato, ni Fefo, ni el Chumbo. Es simplemente Leandro y su huella ya forma parte de la rica historia del básquetbol uruguayo.

 

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