TIEMPOS MODERNOS |

La culpa la tiene el tomate

A veces, da lo mismo una cosa que la otra. No sé si el presidente pensará en la banana, pero he ahí un caso. Los brasileños se pasan de puntuales y la cortan verde. Entonces había que madurarla. Se hacía a estufa. Un calor espantoso, la banana quedaba medio cocinada y de mal humor. Y así pasan las cosas. Se incendiaron las cámaras de maduración de abajo del Mercado Modelo. Un desastre. Se prohibieron las estufas.

Pero los importadores no quedaron sin recursos. Instalaron cámaras frigoríficas y: business as usual. Ahora las bananas se maduran a heladera. Los peones del mercado se pelean para pegarse una escapadita ahí en verano; antes no querían estar ni en el piso de arriba. La banana, contenta. Imagínense que si se vino para acá no es porque quisiera más calor. A la que no le gusta es a la araña. Allá los brasileños se suben a los bananeros, cortan los cachos, los zarandean y la araña tranquila, de buen humor porque le gusta el calor. Venía aquí y se ponía a picar en cuanto la sacaban de las estufas. Ahora, en las heladeras, no le da más que para tiritar. Nunca más oí que picaran a alguien.

Después está el tomate. Antes estaba el tomate Carrasco y el tomate primor, que era de Salto y llegaba en diciembre. Cualquiera de los dos se deshacía en jugo, tenían una carne finita y bien roja. Pero vino el tomate francés, que luego se llamó perita; con él la ciencia y empezó el relajo. Ahora hay todo el año, los cuidan bajo techo; pero una elije uno medio rosadito y le dicen: «¡Ah!, lo quiere para salsa». Los demás, de un blanco verdoso. «No, señor feriante, lo que pasa es que yo no como ensalada de espuma plast».

Los arrancan, sí. Los arrancan. Pero no se vengan a hacer los ofendidos. Me revienta que todos los cronopios consideren piola decir que entienden por qué hay que estar triste por aquel tomate que mandaron para Caracas. ¿Qué pasa? ¿Quería ir para Maracaibo? Que estaba tranquilo en la mata. ¡Tranquilo! Vamos señores. Todos sabemos que se iba del aburrimiento se iba a pudrir en esa mata si no lo arrancaban. ¿O no?

Además, otra cosa. El poeta no revela qué cosa tan mala le pasó en Caracas. Pero de cualquier manera ya estaría muerto. Es como los que lloran porque se murió la niña de Guatemala. ¡Paren las lágrimas! ¿Qué se creen, que si no moría de amor iba a vivir eternamente? Por sí o por no ya no largaría olor.

Pero no me gusta desviarme del tema. El tema de hoy es el asalariado rural. El poeta conocía a aquel en particular. Capaz que era nomás una mala persona. Pero no por recolectar tomates, que es un trabajo honesto. Y más descansado que cosechar zanahoria, que hay que vivir agachado.

Lo que me revienta es esa pérdida de los valores democráticos de convivencia que comienza por el epíteto fácil contra los trabajadores. Hoy en día con liviandad se acusa de ramistas a los directores, de bestial a los proyectos y de traidorzuelo desechable a los traidorzuelos desechables.

Así no vamos a progresar.

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