TIEMPOS MODERNOS |

Lenguaje y discriminación

La semana pasada, en este mismo espacio, publiqué una nota contra la violencia hacia las mujeres en la que ­coincidiendo con el presidente Mujica­ acusaba al varón golpeador (o directamente asesino) de cobarde. En un pasaje de la nota, hacia el final, decía textualmente: «Si será poco hombre ese pretendido macho, que no es capaz de aceptar con dignidad y coraje que su mujer ha dejado de amarlo y no quiere vivir más con él. Si será maricón, que no soporta la realidad y se deja ganar por los celos. Si será miserable, que pretende justificar su comportamiento aduciendo un trastorno emocional».

Pues bien, he recibido una andanada de cuestionamientos y reproches por el empleo del sustantivo ‘maricón’. Un lector me escribe señalándome la metida de pata y aventura una explicación: «Se ve que por algún resquicio de tu súper yo se coló un resabio de la educación recibida, seguramente homofóbica. Es un error equiparar homosexualidad y cobardía».

Antes de proseguir, quiero ofrecer mis excusas a quien pueda haberse sentido ofendido o discriminado, pues nada más lejos de mi intención; por otra parte supongo que en el colectivo de homosexuales debe de haber valientes y cobardes, falsos y auténticos, mezquinos y desprendidos, altruistas y egoístas, como en cualquier lado.

Aclarado este punto, quiero referirme a una cuestión ligüística. Como toda creación colectiva, el lenguaje evoluciona constantemente; de no ser así, hablaríamos en latín y no en castellano. Esa evolución abarca todos los aspectos de una lengua: morfológicos, sintácticos y semánticos. Si consultamos el diccionario de la RAE, vemos que la voz ‘maricón’ puede ser un insulto y designa al «hombre afeminado, marica»; y de esta última voz nos dice: «Hombre afeminado y de poco ánimo y esfuerzo». Obviamente, el lenguaje refleja la mentalidad media de una comunidad; es lógico, por tanto, que aparezcan en el uso del lenguaje ciertos rasgos que la caracterizan. En el caso que nos ocupa, fácil es advertir que para la mentalidad media imperante lo femenino es sinónimo de debilidad y de pusilanimidad, y que el estereotipo del varón homosexual lo presenta como un hombre con características de mujer. Me apresuro a señalar que ambos conceptos son no solo discriminatorios sino, además, profundamente falsos: la cobardía no es una característica de las mujeres ni de los varones homosexuales.

Ahora bien, fuerza es reconocer que hoy en día el término ‘maricón’ está totalmente desprovisto de su semántica originaria y ha pasado a ser sinónimo exclusivo de ‘cobarde’, despojado de toda connotación referida a una opción sexual. Y es en ese sentido que lo empleé en la nota cuestionada.

Espero haber sido claro.

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