1º de mayo: cuando las ideas prevalecen aunque se suprima a algunos sindicalistas

La defensa de los derechos laborales nunca fue fácil para los obreros

El próximo miércoles 1º de mayo los trabajadores del mundo, a excepción de Estados Unidos, entre otros pocos países, conmemoran el Día Internacional de los Trabajadores y recordarán a los mártires de Chicago. En nuestro país, como ya es tradicional, la central sindical realizará un acto en la Plaza Mártires de Chicago y el dirigente del PIT-CNT y de la Federación Ancap (Fancap) Hugo de Mello será el encargado de dar a conocer los reclamos de los trabajadores uruguayos.

Este año, sin embargo, el acto cobra especial relevancia ya que la crisis ha calado hondo en los más diversos sectores del país y existe la satisfacción en el movimiento obrero ante el encuentro, después de 26 años, de Sara Méndez y Simón Riquelo. Uno de los niños hecho desaparecer por los grupos represores que asolaron nuestro país durante la pasada dictadura cívico-militar.

Durante la oratoria, que está previsto no dure mas de 25 minutos, De Mello hará referencia al golpe ya superado en Venezuela, la situación en Argentina, Medio Oriente y rechazará severamente la resolución del gobierno de romper relaciones con Cuba. Impulsará, además, el referéndum por Antel y Ancap. La presidencia de la concentración la tendrán los miembros de la Mesa Representativa de la central y en el estrado estarán los «aliados» naturales del movimiento obrero: Fucvam, FEUU y Onajpu.

En las sillas que se instalarán frente al estrado se ubicará a los invitados, entre los que se encuentran los representantes de los partidos políticos a los cuales se les ha cursado invitación y los miembros de la Concertación para el Crecimiento, entre otros.

 

Un poco de historia

A fines de setiembre de 1994 el profesor de Relaciones Sindicato/Industria del programa educativo laboral de la Universidad de Illinois, Chicago, Francisco Montalvo, recorrió junto a un grupo de sindicalistas latinos y centroamericanos las calles donde se originaron los disturbios provocados por la Policía y que terminaron con el juzgamiento de ocho personas y la muerte en la horca de varias de ellas.

Recordó el docente en el lugar donde se habían registrado los incidentes que el 4 de mayo de 1886 la Policía reprimió una reunión obrera con un trágico saldo de 38 obreros muertos y 200 heridos. Hecho este que luego se conocería mundialmente como la masacere de Haymarket.

Ese día, mientras se realizaba un acto en reclamo de la ocho horas de trabajo, entre otras reivindicaciones, explotó una bomba y la fuerzas de represión atacaron a los trabajadores. Si bien el juicio condena a ocho dirigentes, años después se comprobará que era imposible que el artefacto pudiera salir del grupo de los manifestantes y que los dirigentes muertos eran inocentes.

Para este juicio, catalogado como una farsa por la elección del jurado, se entrevistaron 900 personas durante 21 días para seleccionar a 12 de ellas.

Una vez elegido el jurado, el 26 de julio de 1886, se le inició «juicio» a Augusto Spies (alemán, 31 años, periodista); Michael Schwab (alemán, 33 años, tipógrafo y encuadernador); Adolph Fischer (alemán, 30 años, periodista); George Engel (alemán, 50 años, tipógrafo y periodista); Louis Lingg (alemán, 22 años, carpintero); Samuel Fielden (inglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil); Oscar Neebe (norteamericano, 36 años, vendedor); y Albert Parson (norteamericano, 39 años, periodista).

El 20 de agosto culminó el fallo de la Corte y el 11 de noviembre de 1887 son ahorcados cuatro de los ocho sindicalistas. Años después del juicio se sabría que se habían comprado testigos y que hubo presión de los empresarios norteamericanos para reprimir y amedrentar el creciente proceso organizativo de los trabajadores.

El 11 de noviembre de 1887 se consumó la ejecución de los militantes obreros Parsons, Spies, Fischer y Engel en un patio de la prisión de la ciudad de Chicago. A los acusados Schwar y Filden les fue conmutada la pena de muerte por cadena perpetua, mientras que Lingg se habría suicidado en su celda encendiendo un pequeño cartucho de dinamita.

En 1893 el nuevo gobernador del estado de Illinois, John Altegeld, revisó la causa y reconoció públicamente la «odiosa maquinación judicial» puesta en acción en el proceso y que culminó con la muerte de los sindicalistas.

 

Lucy Parsons

A pocos metros de donde descansan los restos de varios de los mártires de Chicago, en el cementerio Forest, se encuentra la tumba de Lucy Parsons, compañera de uno de los sindicalistas asesinados, que se encargó de publicar las palabras de los militantes ahorcados. Por ejemplo, Schwab afirmó durante el juicio que «No se ha hecho justicia. No podría hacerse porque cuando una clase está frente a otra es una hipocresía su sola posición». Fischer, por su parte, sostuvo: «No soy criminal y no puedo arrepentirme de lo hecho. ¿Pediría perdón por mis ideas, por lo que creo justo y bello?».

A Lucy Parsons, contó en su momento el profesor Montalvo, se le prohibió realizar mítines y discursos sindicales en el territorio de Chicago. Por esta razón desde el lago Michigan, subida a una barcaza y con una «bocina» de metal, daba a conocer las reivindicaciones de la clase trabajadora. *

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