En el país no hay escuela de magos y comprar un truco sale entre U$S 100 y U$S 10 mil

Magos a la uruguaya

Por Andrea Charquero

«Los aros chinos», «la silla eléctrica» ,»la levitación» y «la jaula» son algunos de los trucos más tradicionales. La picardía, el misterio, el drama y la comicidad son los elementos que no pueden faltar en un buen espectáculo. El poder adquisitivo para comprar trucos es fundamental para el éxito de un mago pero no lo convierte en profesional. El secreto del juego y el instrumento en sí, es lo que encarece los materiales. El precio de un truco puede ir desde los U$S 100 dólares hasta los U$S 10 mil o más. En Uruguay no hay comercios que se dediquen a la venta de artículos de magia salvo los elementales para niños que ofrece alguna casa de cotillón. Para los expertos el emporio del ilusionismo está en España y en Estados Unidos donde existe una verdadera industria de novedades, que se renuevan constantemente. Ductilidad en el escenario y buena comunicación con el público, son parte de los dos requisitos imprescindibles para destacarse. No es la sumatoria de distintos trucos lo que convierte a alguien en un profesional de la magia sino la capacidad en el dominio de cuatro grandes áreas: el «ilusionismo» que puede hacer desaparecer o desplazar a una persona u objetos en un segundo, la «prestidigitación» que se basa en la rapidez de los movimientos manuales, la «cartomancia», habilidad de trucos con naipes, y el «hipnotismo» que se realiza en interacción con el público.

Si bien la presencia de los magos desde siempre estaba relacionada con el entretenimiento infantil, en los últimos diez años se ha incrementado en el entorno de un 30% su participación en eventos de todo tipo y fiestas de adultos. Según los entendidos la constante presencia en los medios de comunicación del ilusionista americano David Coperfield ha marcado un antes y un después popularizando y renovando la actividad que parecía pasada de moda.

El único organismo relacionado con el tema existente en el país es la Asociación de Magia del Uruguay (AMU), que fue creada en 1990 por un grupo de ocho profesionales ante la necesidad de crear un ámbito de encuentro y de intercambio de conocimientos. Si bien en diez años de existencia no cuentan con personería jurídica ni están agremiados, elaboraron un estatuto que rige el funcionamiento interno.

A su vez Uruguay integra como miembro permanente la Federación Latinoamericana de Sociedades Mágicas que actúa –con sede en México– como órgano patrón de los magos del Cono Sur para el avance en el conocimiento de la magia. Esta Asociación elabora eventos para el Cono Sur y apunta a formar y capacitar a magos de la región.

En nuestro país AMU cuenta solamente con 27 adherentes que ser reunían una vez por semana –pero ya casi no lo hacen– para intercambiar información sobre distintos trucos y novedades. Se cree que Uruguay cuenta con aproximadamente sesenta «aficionados» pero solo seis o siete son magos de primer nivel.

 

Mago de alma

Sergio Ferrer es fundador y presidente de AMU. Aunque le faltan unas pocas materias para recibirse de ingeniero químico, dejó su carrera universitaria para dedicarse de lleno al oficio de ser mago. Recuerda que a los diez años tuvo su primer juego de magia y quedó fascinado con la actividad y ocho años más tarde ya montaba un show elemental para fiestas de cumpleaños infantiles. Mezcla de autodidacta y discípulo aplicado del famoso mago «Michel», Ferrer tiene en su haber más de quince años de estudio. Hoy con treinta y seis de edad se dedica full time al espectáculo y gana un promedio de U$S 1.500 mensuales. «Yo cobro promedialmente doscientos dólares la fiesta pero en diciembre tuve un ingreso de cinco mil dólares. Este trabajo está sujeto a la demanda lo que implica que al mes siguiente puedo hacer solo quinientos».

Este mago realiza unos cinco espectáculos mensuales de 50 minutos de duración, en su mayoría para eventos empresariales o fiestas de adultos. «Yo casi no trabajo para niños porque tengo que bajar mi nivel de comunicación y ellos no me entienden. En mis espectáculos no utilizo ni el doble sentido ni las bromas pesadas». Para él una buena presentación debe tener «cartomancia·», «ilusionismo» y «mucho humor» para tener al público atrapado con toda la atención. Desde hace varios años viaja todas las temporadas a Las Vegas para comprar nuevos trucos, tomar clases y perfeccionarse.»Reconozco que este es un mercado duro y difícil pero no me importó. Llegó un momento en que tenía que dejar de trabajar como mago para poder rendir los últimos exámenes que me faltaban para recibirme de ingeniero. Ese fue el momento en que largué todo y me di cuenta que en mi vida quería ser solamente Mago».

Ferrer afirma que es positivo que no haya escuelas de formación porque si las hubiera cualquiera podría convertirse en mago en unos meses y eso quitaría mérito a la profesión. «El aprender unos pocos trucos no lleva mucho tiempo, lo verdaderamente difícil es poder mantener la atención del público y divertirlo. Esta actividad tiene mucho que ver con la psicología aplicada y el teatro», afirma.

 

El primero

El Mago «Ariel» tiene 77 años y es el ilusionista más veterano de Uruguay con 50 de oficio. Empezó por casualidad en plena adolescencia como asistente del «Mago Draiver» en el Parque Rodó para Carnaval, quien le enseñó el oficio. Después la práctica y la curiosidad contribuyeron a su perfeccionamiento. En todos estos años ha recibido varias distinciones internacionales y premios nacionales a la trayectoria y al mérito. Además de mago siempre fue comerciante pero hoy vendió el negocio y solo se dedica a la magia. Su esposa es su asistente en los espectáculos y su secretaria en la atención del público que lo contrata en cada animación. Su hijo aprendió el oficio y hoy es mago independiente. «Esta es una familia que siempre se ganó la vida con la magia. Para mí es un orgullo que mi hijo se dedique a esto y que sea tan capaz en lo que hace. Cuando nos vemos hablamos todo el tiempo de nuevos trucos y solo –entre nosotros– compartimos los secretos de los nuevos trucos».

Él, al contrario de otros colegas, se lamenta de la falta de centros populares y oficiales de formación de magos y se define como el único maestro de la mayoría de los actuales profesionales del país. Hoy tiene cuatro alumnos –desde hace un par de años– que toman clases particulares, tres veces por semana una hora, a un costo de $ 700 mensuales. «Yo he tenido varios alumnos a los que he tenido que decirles que no sirven para esto, que se vayan, que no les quiero robar la plata. Para ser mago hay que tener vocación, manos ágiles y carisma para salir del paso si uno se olvida del truco entre muchas otras cosas.

Para este veterano de la magia algunos secretos son inconfesables aunque la mayoría se transmiten. Ariel asegura que sabe varios miles de trucos y de algunos dice que ya se ha olvidado y que tiene que «refrescar la memoria». Varios de ellos los ha patentado como invención propia en Agadu. Mantener su equipo le cuesta U$S 200 al mes, sin contar lo que invierte anualmente en nuevas adquisiciones que siempre son importadas. Toda la planta baja y el garage de su casa de dos pisos en el barrio de La Unión están repletos de juegos e instrumentos para sus presentaciones. Varios roperos atiborrados y más de diez baúles colmados de instrumentos aparentemente indescifrables tienen un valor económico que supera los U$S 100 mil. Afirma que es la dedicación y el oficio lo que hace de un mago un verdadero profesional. Si bien el último año el trabajo ha mermado, actualmente recibe más de veinte llamados diarios para averiguar los costos del espectáculo pero son doce o trece los que confirman un show. Reconoce que la crisis que atraviesa
el país se nota también en su ramo. El número de presentaciones ha bajado en un promedio del 30%. Ariel tiene cerca de veinticinco actuaciones al mes a $ 1.900 el show.

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