Aquel Uruguay. ¿Qué pasó aquel 13 de junio de 1968 en que se firmó el primer decreto?

Los 1.117 días de medidas prontas de de seguridad del presidente Pacheco

«Restableceremos el Estado de derecho con el levantamiento de las medidas prontas de seguridad y la plena vigencia de las libertades, derechos y garantías constitucionales y legales», decía la primera de las «30 primeras medidas de gobierno», anunciadas por el Frente Amplio (FA) el 25 de agosto de 1971.

Estas medidas, que antes fueron adoptadas durante algunos días por anteriores gobiernos «en casos graves e imprevistos, de conmoción interior o ataque exterior» (articulo 168 inciso 17 de la Constitución), se constituyeron durante el ciclo del presidente colorado Jorge Pacheco Areco (1967-1972), en una herramienta central de gobernabilidad vigente a lo largo de 1117 de los 1541 días de su mandato.

En un país con una economía estancada y dependiente, una inflación galopante (135 % en doce meses), una dura pugna entre sectores sociales en tiempo de negociaciones entre los sindicatos y las empresas, con un Estado que buscaba fórmulas conciliadoras, Pacheco inclinó la balanza: un 13 de junio de 1968 citó a su gabinete, aseguró que las movilizaciones de estudiantes (por un boleto popular) eran una «punta de lanza», de una «revolución internacional en ciernes», que Uruguay «corría el riesgo de quedar asfixiado económicamente», y había que tomar decisiones drásticas: medidas de seguridad, dura represión a toda contestación (en un día llegaría a militarizar a 5 mil bancarios), y censura de prensa. El ministro de Trabajo, Manuel Flores Mora, renunció con amargura: el acuerdo que se negociaba con la central sindical (CNT), «estaba encaminado, y era casi un hecho». Después vendría la congelación de salarios y de precios, ya desfasados; y Uruguay tendría un gabinete con predominio de empresarios de conocida historia.

«Si una sociedad es agredida, tiene el deber de responder a la fuerza con la fuerza», diría Pacheco, en un mensaje televisivo. «Aplicaremos todo el peso de la ley militar para sancionar a los malos uruguayos y deportaremos de acuerdo a la ley, a los agitadores extranjeros», agregaría con expresión severa. Para el entonces Presidente, el reclamo por mejores salarios o por un más abultado presupuesto para la enseñanza, no eran auténticos. Se integraban a un repertorio de estratagemas que enfrentaban, a escala mundial, al comunismo con la democracia.

En el decreto del 13 de junio en que se implantaron las medidas de excepción se hacía referencia sólo a movilizaciones sindicales. En un libro de la presidencia publicado a fines de ese año, con todos los discursos y declaraciones del primer mandatario, solo se hacía referencia los «agitadores». En ningún momento se aludía a la acción pública de grupos guerrilleros, que cobrarían otro protagonismo en los años posteriores, en aquel clima de violencia social e intolerancia desatada.

Inicialmente existió cierta contemplación con Pacheco, en filas tanto coloradas como blancas. Después, el rechazo a su régimen fue en aumento. La emergencia de Wilson Ferreira entre los blancos es una prueba de ello. La unidad de las izquierdas (Frente Amplio) se edificó en aquel largo proceso de enfrentamiento a aquel gobierno, sus medidas de seguridad que desafiaban al orden constitucional, su política económica ortodoxa con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Según una investigación de dos historiadores, aquel 13 de junio de 1968, día de las medidas, Pacheco llegó más temprano de lo habitual a la Casa de Gobierno. Estaba preocupado. Existía un clima social que le disgustaba, pero además, estaba pendiente la refinanciación de la deuda en los EEUU. Enrique Iglesias, que presidía el Banco Central había recibido a lo largo de aquella semana tres llamadas del embajador uruguayo en Washington, Juan Felipe Yriart «¿Ya hay medidas?», preguntó. Ante la negativa de Iglesias, agregó: «Aquí la imagen de Uruguay se está deteriorando rápidamente. Peligra la refinanciación». (Pacheco, la trama oculta del poder, Jorge Chagas, Gustavo Trullen). Fue apenas una cuestión de horas, y la historia uruguaya se dividió en dos partes: antes y después de Jorge Pacheco Areco.

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