"A la mexicana". Los hombres del "Chapo" Guzmán preparaban una serie de atentados en Uruguay

Cártel de Sinaloa detrás de amenazas a jerarcas del Ministerio del Interior

Entrevistado en el programa En la mira (VTV), Vázquez dijo que se trataba de una acción «a la mexicana» en la cual «iban a venir sicarios del exterior especialmente». «Los escuchamos pero además los tenemos grabados, los tenemos fotografiados por la DEA (agencia antidrogas estadounidense) y sabemos sus nombres», afirmó Vázquez.

La modalidad del atentado sería a través de explosivos y quienes estarían a cargo serían narcotraficantes del cártel mexicano de Sinaloa y sicarios extranjeros, según pudo saber LA REPUBLICA.

En Uruguay hay detenidos y procesados cerca de 60 narcotraficantes, la mayoría de ellos de mucho peso y algunos vienen de países en donde son ‘mano de obra desocupada’ como señaló el ministro Bonomi, se han dedicado al narcotráfico. En particular hay dos mexicanos detenidos por narcotráfico vinculados al famoso cártel de Sinaloa. Se trata de Ismael Ruiz Casillas, alias Tyson, David Flores Tinarejo, alias Chiri. Sin embargo, hace alrededor de cinco meses fue trasladado desde el Penal de Libertad a Cárcel Central otro de los narcos mexicanos, Diego Martínez, junto a un colombiano, Gustavo Durán Batista, en un procedimiento especial realizado por los hombres de Guarteche. Se trata de dos detenidos extranjeros con muy fuerte poder económico en varios países.

Tanto Jorge Vázquez como el inspector principal (R) Julio Guarteche, actual director de la Policía Nacional, debieron cambiar de domicilio a raíz de las informaciones de posibles atentados alrededor de julio del 2009 y circular en coches blindados. Fuentes policiales dijeron que además de Vázquez, hay al menos otros dos jerarcas gubernamentales que aparecen mencionados en las grabaciones y sobre los que en su momento hubo que adoptar medidas extremas. «A uno de ellos, en esos días, hubo que llevarlo a un lugar seguro en el interior del país», según dijo una fuente al diario El Observador.

El 9 de abril de este año, Jorge Vázquez había adelantado que «se equivocan los que piensan que en Uruguay nunca pasa nada», en ocasión de las asunciones del inspector mayor Altamir Hoyo Tort en la Dirección Nacional de Investigación e Inteligencia, y del inspector mayor Milton Rodríguez al frente de Interpol.

«Creo que hemos logrado demostrar, al cabo de estos años, que el Uruguay es un lugar donde hay organizaciones que están trabajando en forma muy activa. Hemos logrado desarticular muchas de ellas y pensamos que debe haber otras que también están operando en el país», aseveró. Recordó que no deben olvidarse que a punto de partida de ese trabajo en cuatro años se lograron detener más de 3.000 personas vinculadas al narcotráfico, nacionales e internacionales, desarticular varias organizaciones, desbaratar aproximadamente entre 900 y 1.000 bocas de pasta base y destruir 10 toneladas de droga en el país». El 28 de setiembre del 2008 se descubrió una célula del cártel de Sinaloa en la frontera con Argentina. Tiempo antes, en febrero de 2008 se había descubierto un brazo del cártel de Sinaloa, liderado por Joaquín «Chapo» Guzmán Lorea en el paraje La Concordia, departamento de Soriano. El mismo grupo que se había instalado en la Argentina con sus laboratorios de metanfetamina que eligió una estancia uruguaya para hacer aterrizar un avión con 142 kilos de cocaína boliviana. Los vecinos confesaron haberse acostumbrado «a ver pasar las avionetas y a escuchar hablar como el Chavo del Ocho», según contó una vecina. Los jefes vivían en lujosos departamentos de La Barra, en Maldonado, y habían llegado a Uruguay al mismo tiempo que los enviados a la Argentina, ubicados en las localidades de Pilar e Ingeniero Maschwitz.

Durante la tarde del 22 de febrero de 2008, los hombres de la Brigada Antinarcóticos, dirigida entonces por Julio Guarteche, se acercaron al casco de la estancia «El Catalán», en total silencio y después de muchas horas de seguimientos. Dos casonas viejas, semiderruidas, y un galpón fueron rodeados en total silencio siguiendo el vuelo de una avioneta que había salido de Santa Cruz de la Sierra con un cargamento pesado: 142 kilos de cocaína pura y una turbina enorme usada para airear los socavones de las minas recién taladradas. La avioneta había viajado desde México hasta Bolivia supuestamente alquilada, pero estaba hecha con un corazón hueco, en la zona del rotor, en el que podrían haber viajado, desde Montevideo hasta México, otra vez, unos 300 kilos. Los policías camuflados y con rifles de larga distancia esperaron hasta que zumbó el motor del Cessna 210 sobre la planicie.

La DEA y la Procuración General de México habían advertido que eran del cártel de Sinaloa. El auto que abría camino se cruzó con la Policía a la media hora. Se trataba de un viejo contrabandista, de 70 años de edad, conocido en la zona, miembro de una tercera generación de bagayeros ahora contratados por los narcos mexicanos. Con un poco más de esfuerzo se logró detener al segundo coche. El mexicano que lo manejaba intentó fugar, pero terminó chocando con otro auto y con él volaron los paquetes de un kilo, 142 en total. Los ladrillos que se llevaban los mexicanos a sus pagos eran una obra de arte: a cada uno le habían grabado, en alto relieve, un símbolo que identifica a los proveedores. A unos les correspondía los panes con un trébol de tres hojas, a otros los que tenían dibujado un cáliz. La avioneta logró aterrizar de todas maneras y los narcos iniciaron una fiesta con asado muy bien regada por buenos vinos, amenizada por los sonidos de corridos y cumbias hasta la madrugada cuando se derrumbaron totalmente ebrios.

Como las leyes uruguayas no permiten realizar allanamientos durante la noche, los policías debieron esperar a la salida del sol, cuando pudieron avanzar pero los perros de guardia de los narcos comenzaron a ladrar. La policía pensó que con los ladridos se despertarían. Sin embargo, lograron entrar adonde se ubicaba el avión y constataron que al mismo le habían instalado dos tanques suplementarios para que aguantara desde Santa Cruz hasta Soriano. Guarteche pidió que un helicóptero de la Fuerza Aérea sobrevolara con reflectores el casco. Recién entonces, los cinco hombres que había adentro salieron a rendirse. Dos de los seis mexicanos tenían poder de mando y vivían como lo hacía en Buenos Aires, en Puerto Madero, otro lugarteniente del Chapo Guzmán, el prófugo Jesús Martínez Espinoza. En Montevideo se instalaron, en dos departamentos en el barrio de Pocitos, dos jefes del cártel de Sinaloa, Ismael Ruiz Casillas, alias Tyson, procesado por «asociación de delinquir en concurrencia» y por introducción y tránsito de sustancias y estupefacientes» y David Flores Tinarejo, alias Chiri.

En Montevideo uno de ellos se encargaba de llevar los papeles de la organización que pretendía exportar pescado a Europa donde pensaban enviar droga oculta.

 

El «Padrino» en Forbes

Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, el «Chapo», o el «Padrino», incluido la semana pasada por la revista Forbes en la lista de los hombres más poderosos del mundo, junto con Hu Jintao, Obama y el Papa, es el cabecilla de la Alianza de Sangre, también llamada la Federación o Cártel de Sinaloa. Nació en 1957 y se inició en el narcotráfico en 1980 junto a Miguel Angel Félix Gallardo, del desaparecido Cártel de Guadalajara. Cuando este cae en 1989, funda una organización propia con base en Sinaloa y teje acuerdos con otras organizaciones hasta dominar toda la costa del Pacífico desde el centro de México hasta la frontera con los EEUU. En 1992 fue atrapado y condenado a 20 años, pero escapó en enero de 2001. Desde entonces recuperó una posición de preeminencia en el narcotráfico mexicano participando activamente en la escalada de matanzas entre bandas, a policías, militares, periodistas y población en general. En 2009 la DEA realizó la Operación Xcellerator que logró el arresto de 755 personas vinculadas al Cártel y la inmovilización de US$59.1 millones, más de 12 toneladas de cocaína, 7.2 toneladas de marihuana, 550 K
g. de metanfetaminas y Kgs. de heroína, además de 1.3 millones de dosis de éxtasis, 6.5 millones de dólares adicionales en otros estupefacientes, 149 vehículos, tres aeronaves, tres embarcaciones y 169 armas de fuego. México había ofrecido recompensa de dos millones de dólares por su arresto. Sin embargo, Guzmán mantuvo su predominio en el negocio y extendió sus redes por diversos continentes, incluyendo Australia y América del Sur.

Forbes bajó este año a Guzmán del puesto 41 al 60 entre los más poderosos del mundo, pero calcula los ingresos de sus operaciones en 323 mil millones de dólares al año.

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