La teoría de los dos demonios
¿Cuáles fueron tus comienzos en la militancia política?
Empecé a militar en el movimiento estudiantil; después, siendo muy joven, en la Juventud del MRO, más tarde en el MLN y a partir del 76, en el PVP. Estuve exiliado en Buenos Aires, donde el PVP sufrió la brutal represión. Allí, con los pocos compañeros que quedamos, empezamos a trabajar en el movimiento por los derechos humanos. Colaboramos en la fundación del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), y después básicamente en la búsqueda de los hijos de nuestros compañeros: Mariana, Simón, los Julien. Fue una etapa de mucho desafío y de mucha enseñanza. Nadie pensaba que los íbamos a recuperar, y creo que el esfuerzo dilatado, la voluntad que pusimos, dieron sus frutos. Yo ya estaba en contacto con Hugo Cores y con Mariela Salaberry que se habían instalado en Brasil. Habíamos sufrido el golpe del secuestro de Lilián y Universindo y de los dos hijos de Lilián.
Cito esto porque aquello fue una experiencia muy importante desde el punto de vista político; ahora el tema de los derechos humanos se ha consolidado como una cultura, como una carta de principios, pero en aquellos momentos era un tema ajeno a la izquierda. El concepto de derechos humanos fue muy resistido por la izquierda; recordemos que la idea de la defensa de los derechos humanos fue incorporada por la administración Carter. La izquierda siempre reclamó la libertad de los presos y denunció la tortura y las desapariciones, pero había muchos compañeros que consideraban la defensa de la Declaración Universal de los Derechos Humanos como un concepto burgués, y que era una manera de coquetear con el imperio que había lanzado el tema de los derechos humanos para competir con la Unión Soviética. Nosotros entendimos que la lucha por los derechos humanos tenía una consistencia democrática muy fuerte; empezando por el derecho a la vida.
Yo me recibí de técnico en medicina nuclear en Argentina, antes del golpe de Videla, en la Comisión Nacional de Energía Atómica. Cuando volví al Uruguay, me bajé de los laureles y pasé a ser un funcionario administrativo de la salud; atendiendo emergencias, etcétera.
Y ahí me decidí a estudiar psicología, ya con 42 años. Actualmente soy profesor de psicopatología, doy clases prácticas en el Hospital Vilardebó.
Después, durante diez años, desde el 88, integré la Comisión de Defensa Nacional que presidía el general Licandro. Allí aprendí mucho, y fue la primera vez que me crucé con el problema del narcotráfico. En el año 90 empieza la embestida de EEUU para incorporar el tema del narcotráfico como un asunto militar. Allí discutimos mucho con Jorge Juroff, con Gabriel Castellá, con Washington Castillo…
¿El coronel cubano Washington Castillo?
(Risas) Exactamente, el coronel cubano nacido en Peñarol. Con Selva López, con el general Baliñas, con Julián González.
La imagen que se tiene del PVP es la de un partido un poco monotemático, un partido cuya única razón de ser es la defensa de los derechos humanos y la búsqueda de los desaparecidos.
Tengo que admitir que en cierta medida eso es así. De alguna manera es un trauma de nacimiento. El PVP es conocido en la sociedad uruguaya por medio de un comunicado que lee el 29 y el 30 de octubre del 76 el hoy reo José Nino Gavazzo, cuando había sido secuestrada y desaparecida toda su dirección fundacional. Desde el exterior, el partido se reorganiza y empieza la lucha por los desaparecidos. La desaparición forzada y el secuestro de niños no estaba dentro de la lógica, incluso de un grupo insurgente armado que estaba dispuesto a aceptar las consecuencias de su accionar; aquello fue guerra sucia, aunque había algunos compañeros que entendían que las desapariciones eran bajas inevitables en una guerra. Uno de los malentendidos que hay en este país es que siempre se trata de colocar en pie de igualdad a la insurgencia armada en épocas constitucionales con las Fuerzas Armadas. Eso es un absurdo, es la teoría de los dos demonios, que parte de la premisa de que son dos bandos enfrentados… No, las FFAA y las policiales son parte del aparato del Estado; su función por supuesto que es reprimir pero también preservar la ley. Un grupo civil que se levanta en armas es, desde el punto de vista del estado de derecho, sancionable. Pero no se puede arrasar con las instituciones y crear un estado terrorista con la excusa de combatir la insurrección cuando en realidad, el propósito era sembrar el terror hacia toda la población.
El PVP nace con una fuerte inserción en el movimiento obrero y ha demostrado que tiene cuadros políticos que desempeñan un papel relevante. Fernández Galeano, en el área de la salud; Pablo Anzalone, en recursos humanos; también en los asuntos energéticos tenemos compañeros que hacen aportes importantes. Pero en definitiva, es probable que no hayamos puesto el acento con tanta fuerza en otros asuntos fuera del tema derechos humanos.
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