Salsipuedes. Engaño, emboscada, exterminio, reparto de niños, pacto de silencio e impunidad histórica

Pruebas irrefutables demuestran el genocidio de la población charrúa

La matanza de indígenas en los campos de Salsipuedes el 11 de abril de 1831 constituyó una intencional acción genocida, planificada con premeditación y engaño, para exterminar a la población Charrúa, cuyos sobrevivientes ­niños y mujeres- fueron repartidos como criados entre acaudaladas familias de Montevideo.

El genocidio, considerado ya en la época como un «crimen de lesa humanidad», fue ocultado al Parlamento, a la prensa y a la historia, en una suerte de «pacto de silencio», implícito u ordenado por el gobierno, y amparado durante 177 años por una «historia oficial» que mantuvo hasta hoy la impunidad de aquel acto.

Una investigación histórica, que implicó una exhaustiva recopilación de documentos durante cuatro años, esclarece ahora, definitivamente, la verdad de aquel episodio a través del libro «El genocidio de la población charrúa», escrito por el psicólogo José Eduardo Picerno, que será presentado al público el próximo 15 de setiembre.

El trabajo de Picerno («investigador del pasado uruguayo y de los charrúas», se autodefine), editado por la Biblioteca Nacional, exhuma e interrelaciona 229 documentos históricos (varios inéditos) y 14 versiones del hecho, en una compilación que elogian los historiadores José Joaquín Figueira y Aníbal Barrios Pintos.

«Sean cuales hayan sido las causales motivacionales, lo cierto es que se juzgó conveniente destruir a los charrúas», anota Figueira, para quien el libro «dada su particularidad de reunir lo que se juzga toda la documentación al respecto, es (…) una contribución importante y destacada para el esclarecimiento definitivo» del hecho.

«En lo sucesivo, nadie que se interese por ellos (los sucesos de 1831): estudiantes, historiadores, público en general, podrá opinar con solvencia sin la lectura exhaustiva de este libro, que representa una de las compilaciones más ordenadas y orgánicas que se hayan registrado en nuestro medio», subraya Barrios Pintos.

 

Crimen de lesa humanidad

La investigación de Picerno se presenta en 23 capítulos divididos en cinco partes, donde analiza los documentos de lo ocurrido en 1831, con una óptica de los derechos humanos, que ya existían como normas de respeto a la vida, a la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión, establecidas en la Constitución de 1830, inspirada en la Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa.

El investigador, reivindica el derecho a saber y el deber de recordar y no duda en calificar la matanza de Salsipuedes como un crimen contra la humanidad y aún como genocidio, a la luz de la definición que hoy establece el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de las Naciones Unidas, incorporada a la legislación uruguaya.

El 30 de diciembre de 1848, «El Defensor de la Independencia Americana» señalaba: «Las naciones salvajes no se exterminan. Se las reduce, se las catequiza, se las hostiliza también, cuando hay que defenderse de ellas. Hacerlas desaparecer de sobre la faz de la tierra con una matanza calculada, y eso usando de traición y de perfidia es un crimen espantoso, un delito de lesa humanidad que debe sublevar contra él a todas las almas honradas y justas, y a todas las conciencias cristianas».

«No es el propósito de este libro hablar sobre el general Fructuoso Rivera, sino demostrar, primero, que hubo genocidio y, luego, en segunda instancia, que el responsable político y militar del mismo fue Rivera, secundado por algunos comerciantes y políticos amigos», explicó Picerno a LA REPUBLICA.

«Tampoco pretendo atacar a quienes hacen hoy «apología» de aquel genocidio. El libro trata hechos que se han tergiversado y quienes lo defienden tendrán que discutir con el propio Rivera, que reconoce que no informó al Gobierno de sus disposiciones y que disfrutó la matanza. Rivera es su propio y mejor acusador. Transcribimos documentos que se ocultan y no quieren integrarse a la verdadera historia de Uruguay», puntualizó.

 

Hubo genocidio y se ocultó

La primera parte del libro se centra en documentos históricos del período entre el 2 de noviembre de 1811 y el 31 de diciembre de 1830, con los que se narra la leyenda negra de los charrúas, sus contactos y relación con José Artigas, y la de éste con Rivera, también se incluye su polémica carta en la que propone «asesinar» al prócer de los orientales.

También se desmistifican las versiones «románticas» sobre el «abrazo del Monzón» (en realidad Rivera, al frente de tropas portuguesas, fue capturado y sería ejecutado si no se sumaba a las fuerzas de Lavalleja), el proceso que lleva al Gobierno Provisorio, la Constitución de 1830 y la proclamación de Rivera como presidente.

La segunda parte, demuestra la estrategia de Rivera para destruir a los charrúas, para centrarse en lo ocurrido el 11 de abril de 1831 en Salsipuedes, y los sucesos posteriores a la masacre, que incluyen el traslado a pie de los sobrevivientes hasta Montevideo, donde se produce el reparto de niños, hasta llegar a la muerte de Bernabé Rivera.

Finalmente, se incluyen tres partes dedicadas a datos sobre la vida de Fructuoso Rivera, las conclusiones del autor y las versiones que sobre lo ocurrido en Salsipuedes se han escrito, para cerrar la publicación con un amplio índice de los documentos que aparecen en el libro o se adjuntan en el CD que acompaña la publicación.

En sus conclusiones, Picerno subraya que hubo genocidio charrúa, desde que se silenciaron los hechos y se distorsionó la información, para que no se supiera que hubo matanza de miembros de las tribus y que hubo lesiones graves a la integridad física y mental de los miembros del grupo.

También destaca que los sometieron intencionalmente a condiciones de existencia que les impedían sobrevivir, que hubo medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo y que -como en tiempos más cercanos- hubo traslado por la fuerza de niños, que fueron quitados a sus madres, hacia otro grupo social y cultural de mayor poder.

 

El reparto

Luego de Salsipuedes, los sobrevivientes charrúas fueron llevados a pie hasta Montevideo, donde los niños y niñas fueron víctimas de un «reparto», según se anunciaba en un aviso oficial del 29 de abril de 1831. Los interesados debían dirigirse al Cuartel de Dragones, a cargo del comandante Felipe Caballero, según orden del ministro José Ellauri.

 

«Ministerio de la Guerra

Montevideo, Mayo 3 de 1831.

El Sr. Comandante del Escuadrón Nº 1 a cuyo cargo se hallan los indios e indias charrúas, los pondrá a disposición de Don Juan Cora, a quien se ha encomendado su distribución entre las personas que los han solicitado; a excepción de los caciques y demás varones, que pasen de quince años, tomando recibo a continuación de esta orden.

(Firmado)

José Ellauri

Recibí del Sr. Comandante Don Felipe Caballero, setenta y nueve charrúas entre chinas grandes, y chicas de pecho que se han distribuido por las listas y órdenes que existen en mi poder; y para que conste en forma, dónde y cómo convenga doy el presente como se me ordena.

Montevideo 3 de Mayo de 1831.

(Firmado)

Juan Mariano Cora

Son 79 charrúas

Entre grandes y pequeños.»

 

«DESVELO DE 8 VIRREYES»

Encabezamiento y tres últimas hojas (imagen ensamblada) de siete, en una carta manuscrita que el 28 de marzo de 1831 Rivera le envía a Julián de Gregorio Espinosa, donde en un «reservado» explica que no ha informado al gobierno de su «disposición» contra los charrúas y afirma que será una obra «que los desvelos de 8 virreyes y por más de 40 años no lograron realizarla». «Será grande, será lindísimo», exalta la futura matanza. El encabezado confirma que Rivera conocía el lugar donde semanas después se realizaría el genocidio.

[Foja 1]

Salsipuedes, en el Potrero donde ya has estado

Marzo 28 – 1831

Julián amigo

[Foja 5]

(Reservado) yo voy a march
ar esta noche, todo tengo listo en muy buen estado para la operación de los charrúas, nada he querido decir al Gobierno de mis disposiciones, el buen estado en que las tengo para tener el gusto, si logro como lo creo, de que esta difícil operación aparezca como de los abismos y que tenga más bulla que la que causó el arribo de Garzón a esa después del tinterazo; no lo dudes Julián, la operación está casi hecha y una obra que los desvelos de 8 virreyes y por más de 40 años no lograron/

[Foja 6]

realizarla, será grande, será lindísimo, si tus mejores amigos, si tus compañeros de disgustos y de días de gloria dan a nuestra patria esta satisfacción, ah! qué glorioso será si se consigue sin que esta tierra tan privilegiada no se manchase con sangre humana; si sucediese así es preciso que no te vayas, quiero entonces tener el placer de irte a abrazar, no a Montevideo, tu vendrás a lo de G Maz, allí iré yo con mi Bernardina y las niñas y le iré a llevar hasta las vacas; por lo tanto, te pido Julián que esperes el resultado que él tendrá lugar antes de 12 días y porque quiero hablarte mucho y para los dos a respecto del estado actual de Buenos Aires, quiero que lleves mis encargos a Don Juan Manuel nuestro amigo a quien quiero escribirle contigo solamente.

[Foja 7]

Como tengo la esperanza de verte, nada te digo de mi ahijada, sobre esto hablaremos y sobre otras muchas cosas.

Escribe a la familia y dales noticias y lo mismo a Lozano (D Mariano) y Manuel Escalada a quien no puedo escribirle en este momento.

Tu amigo verdadero

Fructuoso».

 

«YA NO EXISTE»

Carta de Rivera a Julián de Gregorio Espinosa, su amigo y primer senador, del 15 de abril de 1831, en la que le envía armas y objetos «de esa tribu salvaje que ya no existe».

«Río Negro Abril 15-1831

Mi estimado Julián. El dador te entregará una lanza un arco y carcaj con flechas, un mazo de ondas para tirar la piedra, unas bolas, armas con que peleaban los charrúas. Una estera de junco que consistía en un toldo que cargaban las mujeres. Un sobeo que les servía para riendas de lazo y el quillapi. Conserva esas memorias de esa tribu salvaje que ya no existe; yo no tengo, amigo, otra cosa que ofrecerte después de mi eterna amistad.

Nada hemos hecho todavía porque todavía falta algo que hacer en nuestra campaña, por esta razón yo pienso demorarme algunos días más pero desocupado ya me tendrás en Montevideo donde tendré el placer/

[Foja 2]

de abrazarte. Entretanto dile a la familia que estoy bueno y lo mismo a los amigos Lozano [¿].

Ah, Julián, no me tengas sin tus cartas que tanto aprecio; a ti no te corresponde el dejar de escribirme, yo tengo ese privilegio porque, como tú sabes lo perezoso que soy y por que soy el presidente y tú eres un pobrecito senador

Tuyo Fructuoso

Un abrazo y muchos afectos de Bernabelito que en este momento está conmigo.

[Foja 3 y final]

Van dos pares de bolas: unas para bolear avestruces y las otras que tienen tres piedras son de bolear caballos.

Va también un naipe con que juegan varios juegos que yo no sé explicar, lo hacen con una extraordinaria agilidad.

F.»

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