Jacqueline Dárdano. La edila frenteamplista de infartante silueta que aspira a presidir la Junta Departamental de Florida

"Pensamientos no son ni cortos ni largos porque las polleras sean cortas o largas"

Se define como una «antioligarca y antiimperialista». Cuelga sus sugerentes fotos posadas en blogs y en Facebook y raspa en la interna frentista. «No quiero que confíen en mí por decir amén a todo y por hacer los mandados», señala.

Desde que el 7 de julio de 2005 asumió el nuevo cuerpo de la Junta Departamental de Florida, a más de un edil le ha resultado difícil permanecer indiferente ante el paso de su par frenteamplista Jacqueline Dárdano. Aunque hayan pasado cuatro años de sesiones y más sesiones, la escena parece seguir activando los mismos reflejos que el primer día. De tacos como precipicios, vestidos que como largos terminan una cuarta por encima de las rodillas, y escotes por demás generosos, que parecen invitar a observarlos intermitentemente, Dárdano se dirige a su escaño sabiendo que jamás pasa desapercibida. Lo mismo sucede cuando atiende su autoservice en Sarandí Grande o sale caminando de su casa. Lo raro es cuando no se presenta así. Hay quienes le llegan a preguntar qué le pasa.

A Jacqueline Dárdano le gusta ser llamativa, de hecho no duda en publicar fotos posadas o producidas en sus diferentes blogs, en los cuales además se explaya en una de las facetas con las que más cómoda se siente: la de escritora. Pero sus características salientes no son sólo esas. Es la primera edila del sector más votado del Frente Amplio y de acuerdo a la tradición deberá ser la próxima presidenta de la Junta Departamental. Pero, explica, no le importó mucho asegurarse ese primer escaño no moviéndose un ápice de la línea que trazaba el ejecutivo de su sector o la Mesa Política de su partido. Prácticamente desde que asumió no ha medido costos políticos a la hora de señalar públicamente omisiones y errores de miembros del gobierno departamental y nacional. Eso explica tal vez que haya sido postergada en la lista de candidatos a la Convención Departamental, hecho que generó su renuncia al MPP. Como agregado, el intendente duraznense Carmelo Vidalín no ha dudado en ir a visitarla, exponiéndose ambos sentados en la vereda junto a una moto matriculada en Durazno, de lo cual hay registros gráficos que la propia edila se ha encargado de colgar en uno de sus álbumes en Facebook. Dárdano desmiente que en los próximos comicios la vayan a ver en una lista nacionalista, raíz que tampoco le incomoda si se toma en cuenta que arribó al Espacio 609 a través de la Columna Masoller, a la cual sigue perteneciendo aunque haya dejado el MPP. Jura y perjura que seguirá en el FA. «De los tres partidos mayoritarios que tiene este país sigo entendiendo que al que le preocupa más la causa de los sectores más humildes es al Frente Amplio», señala.

 

Indiscutiblemente llamativa

Maquillada y con el pelo siempre arreglado desde que se levanta hasta que se acuesta, Dárdano admite que su look y su vestimenta actúan como llamadores. Pero asegura que no le dedica tanto tiempo como parece. «En menos de cinco minutos estoy lista. El maquillaje es de dos rayas en los ojos y un lápiz de ojos en la boca, con el que me hago el borde. No mucho más que eso».

Se reconoce «elegante» y admite que los factores estéticos son elementos de peso en su vida. «Yo así me hallo auténtica. Esa es mi autenticidad. Desde los 11 años fui empleada doméstica. A los 15 iba a trabajar de tacos como doméstica. Al liceo iba pintada. Siempre fui un poco diferente. Nunca entendí por qué una persona en su casa, para sentirse bien, no se puede poner lo que le gusta. Yo hice tambo, y eso lo saben bien en Pintado, y lavaba los tarros con una bota que tenía un taco de quince centímetros. Podés estar linda y trabajar igual».

En el liceo ya jugaba a no pasar desapercibida, lo que le valía en parte algunos reparos de su entorno. «Yo tenía el pelo hasta la cintura, morocho, así que fijate lo que fue cuando aparecí con el pelo rubio, pero rubio blanco, todo con mechones parados y bastante más corto. Mis amigas no querían ir conmigo a la puerta del liceo, así que hacete una idea».

Además, como parte de «la autenticidad» que subraya, adapta el maquillaje a su fisonomía. «Tengo una cara con rasgos africanos y me gusta destacarlos de determinada manera», apunta.

«Me siento más segura de mí misma cuando estoy de taco y como siempre fui, con alguna pollera corta y algún escote. Los pensamientos no son ni cortos ni largos porque las polleras sean cortas o largas. Soy consciente de que llamo la atención y asumo que me gusta ser llamativa, y me encanta tener amigas llamativas. Creo que el problema es que las mujeres no siempre asumen su femineidad. Claro, tampoco hay que dejar de lado la hipocresía de esta sociedad, la lamentable hipocresía de esta sociedad que cuando ve una mujer de pollera corta piensa que está en venta y encima que cualquiera puede comprarla.

Dárdano asegura que «para nada» es una barrera el comentario de las vecinas cuchicheando que «está toda emperifollada». «Me importa un bledo», indica, y comenta que cuando no está así también llama la atención. «Los vecinos me ven siempre salir así. El día que no ando arreglada, pintada y de tacos, lo primero que me preguntan es si tengo algún problema».

 

Sus artesanías de presos políticos

Electoralmente Dárdano siempre ha estado en el Frente Amplio, fuerza de la cual es adherente desde mucho antes de poder votar. «Tenía una conciencia política muy fuerte», comenta, y explica que un militante frenteamplista siempre la recuerda ingresando de la nada a un comité, en el 84, cuando tenía 16 años, «para darles un sermón bárbaro a los que estaban ahí. Yo no me acuerdo muy bien, pero él asegura que los dejé a todos callados, pensando, me di media vuelta y como entré, salí, sin esperar respuesta».

En su familia no necesariamente había una referencia de izquierda. En plena dictadura, su padre era soldado. «Fui hija de milico. Me acuerdo de las artesanías en hueso que mi padre me traía del Penal de Libertad. A pesar del uniforme de mi padre, yo pensaba más bien en quiénes habían hecho esa artesanía, preguntándome quiénes serían, en qué condiciones estaban, por qué estaban allí, etcétera. Pienso en eso y me bloqueo».

Reconoce que su gran referencia política en la juventud era el médico Rómulo Rodríguez, integrante del MLN y preso durante buena parte de la dictadura.

Si bien siempre votó al FA, fue una suerte de devota de la imagen de Aparicio Saravia. Recuerda que en aquel momento, aún en la década del 80, el hoy dirigente de Alianza Progresista y en ese entonces edil blanco por el Movimiento Nacional de Rocha Leonardo Arrillaga, trataba de convencerla para que militara en el Partido Nacional. Varios años después Dárdano terminaría casada con un dirigente nacionalista que actualmente es el primer suplente del diputado Alvaro Vega (MPP).

«No tuve formación ideológica alguna», subraya, resaltando que siempre se manejó «por conciencia social», la misma que la llevó a convencerse, y a seguir afirmando hoy, que «de los tres partidos mayoritarios que tiene este país, al que le preocupa más la causa de los sectores más humildes es al Frente Amplio».

También actuó en el campo sindical, representando a los obreros curtidores en la Intersindical de Florida. Recuerda haber recorrido la campaña floridense conversando con peones rurales para ayudar a organizarlos.

 

‘Raspa’ afuera y adentro

El sello de Dárdano es su total soltura para criticar públicamente a actores de su fuerza política, fundamentalmente quienes ocupan cargos de gobierno. Esa actitud le ha costado enfrentamientos con frenteamplistas de varios sectores. Ella defiende su estilo, señalando que siempre que ha actuado así lo ha hecho trasladando planteos de quienes aguardan señales concretas desde la clase política. «Las personas que nos han votado lo han hecho sabiendo a quién votan y por qué. Yo no voy colgada al cartelito de nadie. Ser funcional a no hacer olas en determinados momentos hubiese sido quedar muy lindo con la fue
rza política, pero sería traicionar a mi gente. Yo me someto a los designios de mi gente antes que a los designios de la fuerza política», señala. «¿Qué sentido tendría estar en una lista por haber bajado la cabeza durante cinco años y haber dicho amén a todo? Eso haría que el que en la escala jerárquica esté encima mío confíe ciegamente en mí porque yo le voy a decir a todo que sí y le voy a hacer todos los mandados. Yo no estoy acá para hacerle los mandados a ningún diputado ni a ningún senador».

Los enojos suelen llegar por las demoras en obras, a veces muy pequeñas, que necesitan ser concretadas de modo urgente. «Yo sé lo que es necesitar las cosas con urgencia. Hay cosas que precisan de soluciones concretas e inmediatas, y eso es lo que hace que no mida costos políticos en algunas búsquedas. No hay cargo ni autoridad ni nada que me diga ‘no podés hablar’. Es que cuando uno pide en nombre de personas que están pasando lo que vos mismo pasaste, de lo que te acordás tanto y lo llevás en la piel, no entendés de tiempos, burocracias y un montón de cosas más. Ahí pasa que uno termina exponiéndose y paga un precio. Pero no me importa. Estoy convencida de ser así, porque yo viví en un ranchito con piso de tierra. Las urgencias eran para ahora».

En ese contexto, ingresa al delicado y perverso territorio de sentirse una representante del pueblo que «le presta la voz a los más humildes».

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