Opiniones. Chifflet, Hackenbruch, Singer, Ferreira y Santoro

Hace 36 años, Bordaberry disolvía las Cámaras y sepultaba a la democracia

Ese mismo día, el Secretariado de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) iniciaba a una huelga general en rechazo a la caída de las instituciones, que se extendió durante 15 días.

Ex legisladores de la época y el hijo del caudillo nacionalista Wilson Ferreira Aldunate recordaron a LA REPUBLICA los episodios que se vivieron durante el transcurso de aquella jornada aciaga para la historia del Uruguay. El ex diputado socialista Guillermo Chifflet era cronista del semanario Marcha cuando se desencadenó el golpe a las instituciones democráticas.

«Yo estaba en el Parlamento cubriendo la sesión del Senado ­recuerda- y en aquella noche hubo dos sesiones». El ex representante describió con memoria de periodista que «en la primera sesión de las dos que tuvo la Cámara alta el senador (Amílcar) Vasconcellos hizo unas denuncias sobre maltratos en el departamento de Paysandú». Agrega más adelante que «en la segunda sesión se dio aquello que hemos visto todos en la que el senador Wilson Ferreira Aldunate advierte a los golpistas que el Partido Nacional se iba a transformar en el enemigo número uno de la dictadura y cierra con el ‘viva el partido nacional’, que al final vivamos todos», sonríe Chifflet. El entonces senador Aldunate dijo, minutos antes de que terminara la sesión de aquella noche: «Perdonarán que antes de retirarme de sala arroje al rostro de los autores de este atentado, el nombre de su más radical e irreconciliable enemigo, que será, no tengan la menor duda, el vengador de la República: ¡el Partido Nacional!». Chifflet recordó que cuando se retiraba del Palacio Legislativo, «ya había vehículos militares en el entorno del edificio». «Estos recuerdos hay que tenerlos presentes justo en estas horas en que nos convocan a votar», manifestó. El ex intendente municipal de Canelones Tabaré Hackenbruch, que en aquel momento ocupaba una banca como diputado, recordó que «para los batllistas y los demócratas aquel día fue un momento muy triste».

«Pocas horas después del golpe, tuvimos la oportunidad de pasar frente al Palacio Legislativo y ver aquel edificio con las puertas cerradas, rodeado de camiones y tanques del Ejército, y sinceramente sentimos un dolor muy grande».

«Los batllistas estamos formados con una ideología liberal, democrática y de respeto para todos, por lo tanto, lo que se vivía en aquel momento era sin duda algo muy triste», afirmó.

En el plano personal, Hackenbruch recordó que durante el período de facto nunca ocupó ningún cargo en el Estado. «Tuve que salir a trabajar en forma privada en una chacrita que había comprado con mucho sacrificio y, por supuesto, con el apoyo de mi familia que en los momentos difíciles es lo que lo ayuda a uno a salir adelante».

«Recuerdo que un tiempo después tuve que concurrir al Palacio Legislativo a realizar un trámite y sufrí mucho, porque habiendo sido despojado de mi banca como legislador, tuve que hacer todo un trámite para poder entrar, me obligaron a identificarme y a dejar el documento de identidad en la puerta, cuando en realidad estaba entrando al palacio de las leyes, el de la libertad, el de las asambleas de los representantes del pueblo. ¡Qué tristeza!».

«Todo eso dejó secuelas muy importantes y todos en el país sufrimos mucho por eso», reflexionó. Por su parte, el ex senador por el entonces Frente Colorado de Unidad del Partido Colorado, Juan Adolfo Singer, hoy en filas de Vamos Uruguay, dijo oportunamente a este diario que «lo que más me dolió de aquel 27 de junio fue ver en la gente la expresión de un enorme bostezo de indiferencia». «Eso revela que los partidos políticos, en aquel momento, estaban en un nivel muy bajo en la consideración de la ciudadanía», señaló. Acerca del golpe de Estado en sí mismo, dijo que «fue un desborde de las Fuerzas Armadas, que sin duda estaban formando parte del fenómeno de la Guerra Fría, que fue la situación que dominó al mundo durante la segunda mitad del siglo pasado». Sobre cómo se deben analizar los hechos en la actualidad, Singer dijo que «hoy deben ser tema de estudio, para tratar de comprender por qué pasaron aquellas cosas, y punto».

En tanto, para Juan Raúl Ferreira, hijo del extinto caudillo Wilson Ferreira Aldunate, «a pesar de la tristeza y el dolor» que provocó la caída de las instituciones en aquel momento, entiende sin embargo que «no éramos capaces de darnos cuenta de la larga noche que se nos venía encima».

«Recuerdo aquella sesión maravillosa del Senado, que ha sido tantas veces repetida por la televisión, donde los distintos partidos políticos se despidieron de las instituciones, lanzando sus respectivas convocatorias para resistir al régimen y por el retorno a la democracia».

«Tengo presente discursos célebres como el de mi padre, el de Rodríguez Camusso o el de Hierro Gambardella, por citar sólo algunos. Fue una sesión muy solemne, muy cargada de emoción y también hubo hechos de resistencia anónima, que no buscaban otra cosa más que aportar un granito de arena. Hubo pequeños gestos de gente desconocida, que para ellos significaba mucho», dijo.

En ese sentido, recordó conmovido el episodio de la salida del Palacio Legislativo junto a Wilson, ya en la madrugada del 27 de junio, cuando «en medio de la tensión y la conmoción que se vivía, con jóvenes rodeando a mi padre y vivando al partido, en un instante que pudo haber sido muy tenso, una mano uniformada le tomó el brazo a Wilson».

«En ese instante pudo haber ocurrido cualquier cosa, pero cuando nos dimos vuelta era un modesto funcionario policial, que veíamos todas las mañanas cuando llegábamos al Palacio, y que en ese momento ni siquiera sabíamos su nombre. Era Juan Antonio Grasso, que miró a los ojos a mi padre y le dijo: ‘Mi casa es muy humilde, pero tenga la seguridad de que ahí no lo van a ir a buscar’. Para mí eso fue todo un símbolo», evocó.

«Había mucha gente como Grasso, que con esos pequeños granitos de arena querían ayudar en la resistencia. Aunque tenían todo para perder, no querían formar parte de la historia ni que se supiera su nombre, sino simplemente cumplir con su deber cívico y republicano».

«En definitiva, gente como ese humilde funcionario policial impidió la consolidación del régimen y terminó logrando que un día retornara la democracia. Por otro lado, la dictadura y el sufrimiento nos enseñó que, en cualquier circunstancia, es más lo que nos une a todos los orientales que lo que nos separa».

 

«La orfandad del Parlamento»

Walter Santoro, que en aquel momento ocupaba una banca como senador del Partido Nacional, fue uno de los oradores de la Cámara alta durante la recordada última sesión celebrada en la madrugada.

«La vida parlamentaria de la época anterior al golpe ya estaba indicando que iba a ocurrir algo complicado en el país», recordó ayer desde su residencia en la ciudad de Santa Lucía, Canelones. «Había una situación muy tensionada, a nivel de la gente y a nivel del Parlamento».

«El Parlamento esperó, sin mayores posibilidades, lo que aparecía como imposible de evitar que ocurriera. Al Parlamento en ese momento no lo defendió nadie, esa es la verdad. Los que estábamos allí estuvimos en una situación de total orfandad. Cuando se disolvió el Parlamento, la Cámara que estaba sesionando era el Senado, que respondió a la situación quedando sin número, eso también es verdad».

«El Senado quedó origariamente sin número ­insistió Santoro- cuando conoció el decreto de disolución. Hubo que esperar unas horas para lograr el número, que alcanzó el mínimo, a los efectos de poder sesionar. A partir de ese momento, procedimos a realizar los discursos condenatorios contra el golpe, pero sabiendo que nuestro destino ya estaba dispuesto y era el de eliminarnos como legisladores».

«La verdad que cuando salimos a la calle esa noche, nadie acompañó ni a los legisladores ni al Parlamento; había un ambiente pro golpe a nivel de la opinión pública; esa es la realidad», reflexionó
el ex legislador.

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