A sangre fría

Prácticamente un año después de la muerte de Dan Mitrione, el 24 de julio de 1971, se produjo el asesinato del estudiante Heber Nieto, quien trabajaba junto a otros estudiantes en la azotea del Instituto de Enseñanza de la Construcción (IEC) ubicado en Arenal Grande y Dante.

Heber Nieto estaba ayudando a la construcción de nuevas aulas en el techo del IEC. Lograr aquella conquista había implicado una dura lucha gremial contra los interventores de la Enseñanza y una ocupación de cinco días. Hacer aquellos salones era casi una celebración para los estudiantes.

Heber estudiaba en la Escuela de Industrias Navales y había ido a ayudar en forma solidaria. Su hermana Eva y el novio de esta pasaron a buscarlo después del mediodía. Les dijo que luego los alcanzaría. En el centro estudiantil se organizaba un peaje de finanzas en apoyo a los trabajadores de Cicssa.

Junto a una veintena de estudiantes Heber removía la carpeta asfáltica y el contrapiso de la terraza que daba a Arenal Grande para levantar los cimientos de los nuevos salones, cuando se escuchó el ruido de disparos y la corrida de los jóvenes que realizaban el peaje.

Al observar los disparos de la Policía contra los estudiantes, comenzaron a arrojar escombros desde la azotea. Los policías se alejaron hacia una esquina y volvieron a disparar, apoyados por otros agentes de la Seccional 5ª que se sumaron a la balacera, según distintos testimonios.

El director del IEC, Fernández, dialogó con el subcomisario a cargo y negoció el retiro de los policías y la continuación de las obras que realizaban los estudiantes. Todo se había calmado cuando aparecieron los agentes de la DNII con su propio director, el inspector Víctor Castiglioni, a la cabeza.

El IEC fue rodeado y la zona desalojada. Fue entonces que llegaron tres Maverick particulares y dos «chanchitas» policiales. La crónica de la época en «Al Rojo Vivo» explica que del último Maverick sacaron cuatro rifles con miras telescópicas que fueron repartidos entre quienes no estaban uniformados.

Vestidos de overol gris, ingresaron a las obras de construcción del Banco de Previsión Social (BPS), esquinado al IEC. Trabajadores del Casmu sobre la calle Colonia pudieron ver a los francotiradores que se instalaron y dirigieron sus armas con miras telescópicas hacia la azotea donde trabajaba Heber Nieto.

Uno de los francotiradores apuntó hacia la única puerta de salida de la azotea, una casilla que obligaba a subir tres escalones antes de alcanzar la escalera de ingreso al local. Reguló su mira telescópica adecuándola a los 30 metros que lo separaban de sus víctimas y esperó…

El edificio de enseñanza técnica fue sorpresivamente ametrallado y se arrojaron gases lacrimógenos, a la vez que se producían disparos de armas cortas y largas. En la azotea del IEC quedó la marca de las balas disparadas a 70 centímetros de altura.

Heber Nieto y los otros estudiantes en la azotea del EIC debieron arrastrarse para eludir los disparos, pero al llegar a la salida, tenían que subir los tres escalones para traspasar la puerta. Heber fue el último en salir y por su altura debió apoyarse en el marco. Entonces fue que recibió dos impactos.

Una bala le dio en el brazo y la otra ingresó por su axila, le perforó un pulmón y se alojó en el corazón. Heber llegó a advertirle a sus compañeros que había sido herido. El local fue invadido y varios estudiantes detenidos; el cuerpo de «el monje» fue sacado por los policías.

Un multitud que los consejeros de la embajada estadounidense en Montevideo estimaron en 15 mil personas en su informe a Washington, acompañó a pie y cargando a mano su ataúd. Sólo las flores iban en la carroza fúnebre de la empresa Martinelli. Heber fue enterrado el 25 de julio y su crimen continúa impune.

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