Fasano analizó en la Fundación Vivian Trías el papel de la prensa en los años 60

"Una ráfaga de aire tonificante en el Uruguay predictatorial"

Seguidamente reproducimos los aspectos centrales de su intervención. He aquí su texto:

«Me han pedido que hable sobre la prensa popular de la década de los 60, ese período tan fermental, cuya energía moral fue una ráfaga de aire tonificante en el Uruguay pre dictatorial.

Recordar esa época, es recordar nuestros inicios hace 40 años, en esta lucha desigual pero gratificante contra los monopolios informativos, contra el bloque de los medios de la dominación.

Es recordar ante tantas deserciones y traiciones de oportunistas seudoaggiornados, una época de idealismos sin igual, partera de esta etapa actual de ascenso incontenible del campo progresista.

Mi formación profesional no se nutrió precisamente de la prensa popular, sino de la prensa del sistema de dominación.

En los diarios del sistema descubrí los ardides de la información dominada, decidí consagrar mi existencia a la construcción de una prensa alternativa al servicio de los desinformados, milité intensamente en la Asociación de Periodistas del Uruguay –gremial comprometida con los intereses de los trabajadores, tan distinta a la APU colaboracionista del adversario de hoy día–, donde descollaban en aquellos tiempos fermentales dirigentes de la talla de Carlos Borche, Gutemberg Charquero, Ruben Acassuso y donde fui honrado con la presidencia del Tribunal de Honor.

En aquellos tiempos ante el bloque informativo hegemónico compuesto por los diarios El País, El Día, La Mañana, BP Color, El Debate, La Tribuna Popular, El Diario de la noche, El Plata, la totalidad de la radiodifusión con excepción de algunos programas aislados y el conjunto de la incipiente televisión en blanco y negro, se batían en solitario el diario del Partido Comunista, El Popular, el diario Epoca, el semanario El Sol y algún que otro órgano parroquial de escasa circulación y magros recursos.

Del mismo lado de la acotada trinchera, pero sin compromisos partidarios, una vez por semana la voz de Marcha desnudaba las debilidades democráticas del circuito informativo vinculado al poder.

Sus posiciones contra la simplificación y el reduccionismo los llevaron a enfrentarse no pocas veces con la prensa partidaria de izquierda hasta que la oleada autoritaria hermanó a unos y a otros en un inevitable destino común.

A mediados de los 60 una nueva experiencia de prensa partidaria, ajena a la supremacía informativa del Partido Comunista, irrumpe en el escenario, con el matutino Epoca, esta vez editado por seis organizaciones de izquierda.

Epoca comparte con El Popular, rotativa, equipos, maquinaria y lugar físico, pero marca diferencias notorias con la política editorial de su colega. Es la primera víctima de la dictadura constitucional de Pacheco Areco que en 1967 lo clausura definitivamente y lo disuelve tipificándole el delito de asociación ilícita, tanto al órgano de prensa, como a las organizaciones que lo sostenían.

Por ese entonces, con mis jóvenes 24 años a cuestas, ya había presentado en la Agrupación Nuevas Bases, donde militaba junto a mis mayores, como Roberto Ares Pons, Alberto Methol Ferré, Helios Sarthou, José Claudio Williman, Mariano Arana, José De Torres Wilson, Carlos Real de Azúa y tantos otros intelectuales comprometidos con el cambio, un documento donde planteaba la necesidad del pasaje de la prensa alternativa partidaria y artesanal a la prensa alternativa profesional, de masas, enfrentada al bloque dominante y al servicio de las postergadas causas populares.

En ese documento cuestionaba el débil efecto que en la construcción de consenso y hegemonía del campo popular obtenía la limitada prensa partidaria que tampoco era compensado, dados sus tirajes y su periodicidad semanal, por el desmitificador semanario Marcha.

Fundamenté en aquellas épocas, que contábamos no sólo con las mejores ideas, sino también con los mejores talentos del periodismo de aquellos tiempos tumultuosos, donde las redacciones estaban colmadas de idealistas, de poetas y escritores, donde uno aprendía castellano sin darse cuenta y a ser solidario también.

Periodistas, que como yo, laborábamos en la prensa del sistema, pero que poseíamos una vocación de servicio a las causas populares, con el profesionalismo y la pasión que portábamos en las fulgurantes alforjas sesentistas.

En aquellas épocas comenzábamos a percibir que las guerras no se ganaban sólo con balas y que el progreso de la técnica estaba cambiando las bases –y ni imaginábamos cuánto iba a cambiar– sobre las que se construía el poder de unos hombres sobre otros. Así como también descubríamos que el monopolio de la información y del saber comenzaba a pesar más que el monopolio de la propiedad.

La oportunidad se dio cuando fui contratado como director periodístico por el diario colorado Extra, para levantar su alicaída circulación. Con un grupo de periodistas de izquierda llevamos a cabo una de las operaciones de expropiación legal a la oligarquía de sus aparatos de prensa, más exitosas que se recuerde en la historia nativa. Los detalles están narrados en el confiscado libro que escribí en los albores del golpe de Estado de 1973, «Paren las rotativas».

Fue así que accedí a la dirección del diario Extra, iniciando aquella serie de diarios de masas que se enfrentaron al régimen autoritario que preparó el golpe motinero.

Cuando esos diarios superaban los tirajes de la prensa hegemónica, el régimen apelaba a la clausura definitiva.

Fue así que mataron a Extra, el diario del perrito bull dog, que bajo la consigna de «El diario joven», acorraló con sus primicias y denuncias al despotismo naciente. Las sucesivas censuras eran respondidas con espacios en blanco, cuyo efecto en la población era mayor que si hubieran sido espacios escritos. Al ser clausurados por editar espacios en blanco en protesta por la censura previa, el régimen nos clausuró provocando la solidaridad expresa del diario Le Monde y de numerosos medios internacionales.

Finalmente el diario es clausurado al difundir una carta de oficiales del ejército apoyando al general Seregni que fue relevado por oponerse a las medidas prontas de seguridad.

Después de 6 meses de clausura, creyendo que ya habíamos aprendido la lección, el gobierno nos levantó la interdicción.

Volvimos con renovados bríos privilegiando las investigaciones contra la corrupción de la clase dominante, acuñando y vulgarizando el término «la rosca», que quedó grabado en la conciencia de la sociedad sesentista. En aquellas épocas, Indira Gandhi, eligió a Extra como el único diario en Uruguay digno de destacar.

Nos clausuraron definitivamente por un reportaje al coronel Malán que había sido degradado por oponerse a reprimir manifestaciones estudiantiles. Fue así que el perrito bull dog, corajudo y principista dejó de existir, aunque aún ahora tantas décadas después, encuentro gente que me pregunta cuándo voy a resucitar a ese tierno al par que valiente personaje de ficción.

La clausura de Extra desató un movimiento de solidaridad con pocos antecedentes. Los sindicatos de la prensa declararon la huelga general por tiempo indeterminado y Montevideo se quedó sin diarios durante 20 días, mientras que el personal de Extra ocupaba los talleres de BP Color, donde se editaba. El Parlamento levantó la clausura pero Pacheco volvió a imponerla.

Salimos a la calle con un nuevo diario al que denominamos Democracia, quizás creyendo ingenuamente que Pacheco no se animaría a clausurar la democracia. La consigna bajo la marca decía: «La cuestión es entre la libertad y el despotismo».

Esta vez, la clausura fue a las 2 horas de estar en la calle, siendo requisada la edición de las propias
manos de los canillitas. Fue el diario más efímero en la historia del Uruguay. Duró sólo 2 horas. El motivo de la clausura fue haber reproducido el resultado del último crucigrama del clausurado Extra, razón que alegó el gobierno para deducir que Democracia era la continuación del vespertino prohibido.

Las movilizaciones sindicales, la decisión parlamentaria de levantar la clausura, y la repulsa internacional permitieron que tiempo después editara el diario De Frente, verdadero azote contra el autoritarismo pachequista.

De Frente, bajo la consigna de «triunfa quien lucha, no quien gime», nació bajo mi dirección contando con un Consejo Editor, único en la historia del periodismo de izquierda en el Uruguay. Lo integraban el senador del Partido Nacional, Francisco Rodríguez Camusso, el diputado colorado Sergio Previtali Roballo, el presidente del PDC Juan Pablo Terra, el presidente del Fidel Luis Pedro Bonavita, el sacerdote Arnoldo Spadaccino, el pastor protestante Emilio Castro, el presidente de la CNT José D’Elía, el presidente de la gremial de profesores Roberto Ares Pons, el director del Banco República Julio Herrera Vargas, el escritor Mario Benedetti, el economista Luis Faroppa, el escritor Carlos Real de Azúa, el jurista José Alberto Arlas, el historiador Gustavo Beyhaut, y el profesor de Filosofía Manuel Claps. De Frente fue un torbellino. La primera sanción llegó cuando los tupamaros secuestraron al banquero Pellegrino Giampietro y el gobierno prohibió dar esa noticia. De Frente ubicó en tapa un gran titular que decía «Hoy no ocurrió nada». La humorada determinó la inmediata clausura del rotativo.

Cuando los tupamaros coparon Pando y tres de ellos –Cultelli, Salerno y Zabalza– fueron fusilados sumariamente, informamos sobre las ejecuciones y en medio del linchamiento generalizado de la derecha, titulamos «Así murieron los comandos, el que esté libre de culpa que tire la primera piedra». La respuesta fue la clausura por 7 ediciones. Zelmar Michelini calificó ese día a De Frente, en pleno Senado, como «el diario de la dignidad».

Después vinieron las 10 campañas contra los ilícitos económicos, los primeros asilados tupamaros que De Frente fotografiaba entrando en las embajadas, las pruebas del juez Púrpura trabajando para la CIA, la demanda penal que nos inició Pereyra Reverbel y que determinó un histórico fallo de la Suprema Corte a favor de nuestra tesis, las polémicas con Jorge Batlle y Paz Aguirre, el enfrentamiento con García Capurro, mi prisión acusado de ser el autor intelectual del asalto tupamaro al Banco Francés e Italiano, la inmediata libertad decretada por la Justicia, y centenares de noticias escondidas que convirtieron a ese diario en el periódico de las grandes primicias.

Un año antes de su concresión, lanzamos en junio de 1969, la candidatura del general Seregni a la presidencia de la República, cuando nadie hablaba en ese entonces del Frente Amplio. Lo hicimos informando además que el dirigente blanco, Eduardo Víctor Haedo, y el dirigente colorado Riñón Perret, también lo apoyarían. Meses después la influyente revista británica The Economist, el 11 de febrero de 1969 afirmaba que «la izquierda uruguaya creció considerablemente gracias a la difusión del diario De Frente».

La Semana Antitorturas organizada por nuestro diario en el Paraninfo de la Universidad con la participación de víctimas y torturadores, fue uno de los hitos de esta experiencia periodística. Al culminar la Semana Antitorturas un comando tupamaro ejecuta al inspector Morán Charquero, acusado de ser uno de los principales organizadores de esa práctica infamante. De Frente es clausurado definitivamente, responsabilizado arbitrariamente por esa ejecución.

Preparamos luego la salida del diario «Crítica» cuya edición fue prohibida por el ministro de Cultura quincista, Dr. De Fleitas, quien violó a sabiendas la Constitución, ya que no se puede impedir la salida de un nuevo diario si cumple con la notificación previa. Meses después, Ferreira Aldunate edita en los talleres del diario El País, el vespertino Ya. A los dos meses de vida, la experiencia del Ya blanco fracasó y su personal me ofreció la dirección del periódico que yo acepté con perplejidad. Comencé de esa manera en los reductos de mi archienemigo El País, la experiencia del diario Ya que se convirtió en el trampolín de la creación del Frente Amplio.

Las investigaciones del nuevo Ya, seguidor de la línea periodística de Extra, Democracia y De Frente, vuelven a conmover al autoritarismo. Una noticia en plena tapa, por mí redactada, de común acuerdo con Maneco Flores Mora, culmina en el duelo que Jorge Batlle y Sanguinetti le plantean a éste, mientras el diario Acción me acusa de ser el titiritero que detrás del biombo manejé a Maneco. En esa época la Suprema Corte falla a mi favor en juicio penal que me iniciara el ministro Cersósimo.

El diario Ya se convierte en el animador de masas del Frente Amplio impulsando noticiosamente las históricas incorporaciones a la gran coalición de izquierda, de Zelmar Michelini, Enrique Erro, Rodríguez Camusso, Alba Roballo y decenas de dirigentes blancos y colorados, publicando además el primer reportaje público de Seregni aceptando la candidatura a la presidencia.

El gobierno puso fin a esta situación clausurando definitivamente a Ya, con la excusa de estar dirigido por un argentino, aplicando la ley de asociaciones ilícitas, disolviendo la sociedad editora y deportándome.

El decreto de deportación es retirado al interpelar el diputado Gutiérrez Ruiz al ministro De Brum Carbajal y obtener apoyo parlamentario contra la medida. El Parlamento ordena por dos veces consecutivas a Pacheco que levante la clausura de Ya y éste desacata en ambas oportunidades.

Mis intentos por editar el diario Combate fracasan ante la prohibición del ministro de Cultura y también pasa lo mismo con el diario Patria cuya edición es prohibida por el pachequismo.

Finalmente en otra operación de ribetes cinematográficos que está narrada en el prohibido libro «Paren las rotativas» obtengo el control de Impresora Alborada, en esas épocas en manos de los sectores más derechistas de la sociedad uruguaya.

Sin embargo, pese a poseer ya por primera vez, rotativas e imprenta propia, el gobierno continuaba prohibiéndome editar diarios, por lo que debí concretar un acuerdo con un diario del interior que ya estaba saliendo en Colonia, el diario El Eco.

De esta manera sortéabamos la necesidad de pedir autorización al gobierno para salir.

Similar idea, se les ocurrió a sectores partidarios vinculados al MLN, que acordaron con otro diario del interior, «La Idea» dirigido por Washington Fernández.

«La Idea» se trasladó a Montevideo y consiguió arrendar los talleres del diario «El Debate», gracias a una cláusula que prohibía mi contratación, ni siquiera como portero, por temor a que el gobierno clausurara la imprenta.

Los tupamaros habían ya declarado su apoyo al Frente Amplio y La Idea fue otro gran animador partidario de la gran coalición. Terminó como todas las demás publicaciones, clausurado definitivamente.

El Eco, al igual que Extra, Democracia, De Frente y Ya, orilló los 100 mil ejemplares y fue el gran animador de la campaña electoral del Frente Amplio y culminadas las elecciones, fue el fiscal del fraude pachequista contra Ferreira Aldunate. Pacheco se despidió del gobierno clausurando definitivamente El Eco, el 30 de diciembre de 1971, en un decreto antológico donde la única razón que alegó es su estilo tendiente a minar las instituciones republicanas y democráticas.

Sin «El Eco» y sin «La Idea» sólo quedó «El Popular» en la calle defendiendo los intereses de la i
zquierda y de la gente.

Cerrado «El Eco», y siendo imposible reeditar la maniobra de volver a salir con otro diario del interior, ya que el régimen tomó sus recaudos para prohibirlo, doy un paso al costado y acuerdo con sectores socialistas la edición del diario Ultima Hora, bajo su dirección y contando con mi asesoramiento, aportándole además los talleres de Impresora Alborada.

Y ahí comenzan otras historias y otras luchas, que incluyen mi secuestro, y la denuncia en el Parlamento de las pruebas del complot de Amodio Pérez con altos oficiales golpistas. Pero eso ya excede el sesentismo de prensa sobre el que me propusieron hablar. Eso ya es pleno setentismo, y otra peripecia muy rica que seguramente será motivo de otras convocatorias por parte de la Fundación que lleva el nombre de ese gran talento socio político que fue don Vivian Trías.

Muchas gracias».

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