El presidente Vázquez recibió al padre del actual presidente de EEUU en 1990

Vázquez a Bush: "Rechazamos cualquier clase de imperialismo"

El hecho político generó discusiones en la interna del Frente Amplio, muy similares a las actuales, salvando las diferencias entre un gobierno municipal y un gobierno nacional.

Nadie puso en discusión que se debía cumplir con la obligación protocolar como representante de todos los montevideanos, pero sí hubo intensos debates acerca de si convocar o no a las marchas de protesta, que finalmente realizaron el movimiento sindical, el movimiento estudiantil, organizaciones de derechos humanos y varios partidos y movimientos integrantes del Frente Amplio. Tabaré Vázquez, entonces intendente de Montevideo, y Jorge Mazzarovich, presidente de la Junta Departamental, realizaron los discursos al entregar las llaves de la ciudad a Bush padre.

Vázquez afirmó que «principios que corren por nuestras venas nos hacen rechazar enérgicamente cualquier tipo de imperialismo» y Mazzarovich le dijo al mandatario estadounidense que «somos de este sur, altivo, digno…; somos latinoamericanos y parte del tercer mundo». Como dato anecdótico cabe recordar que George Bush padre, en conferencia de prensa, estimó que era «poco probable» un triunfo del Frente Amplio y dijo que la alternativa de desarrollo para el continente pasaba por el Alca. Hoy, 17 años después, su hijo tiene que relacionarse con un gobierno del Frente Amplio y el Alca no existe más como posibilidad real.

 

«Rechazamos cualquier imperialismo»

LA REPUBLICA transcribe textualmente el discurso de Tabaré Vázquez el 4 de diciembre de 1990.

«Señor presidente de los Estados Unidos de América, don George Bush; señores miembros de la comitiva visitante; autoridades nacionales y departamentales que nos acompañan.

Las llaves de la ciudad de Montevideo que le entrego como intendente municipal, cargo para el que fui electo democráticamente y que ejerzo, para todos los vecinos de este departamento, testimonian la amistad entre este pueblo y el que usted representa.

Pueblos jóvenes, el vuestro y el nuestro, crisoles de razas con una rica tradición que vive en el aire que respiramos, en la tierra que nos nutre, en el lenguaje, en las creencias, en nuestras necesidades pero, fundamentalmente, en nuestras aspiraciones.

En tal sentido, lo vuestro, los principios republicanos de George Washington, de democracia agraria que impulsara Thomas Jefferson, de igualdad de razas que postulara Abraham Lincoln y de respeto a la soberanía de los pueblos latinoamericanos plasmada en la «Política del buen vecino» desarrollada por Franklin Delano Roosevelt, no nos son ajenos. En otra dimensión, de acuerdo a nuestra realidad, esa tradición y esos principios también son nuestros: caracterizan la lucha independentista y el proyecto federal de José Artigas y es una seña de identidad que orgullosamente exhibimos los uruguayos.

Pero las llaves también abren puertas. Y así como América toda, desde Alaska a Tierra del Fuego, es una tradición y al mismo tiempo un proyecto, estas llaves simbolizan la necesidad de abrir nuevas perspectivas a nuestros nacionales para lograr una mejor calidad de vida para nuestros pueblos todos.

Creo que innovar no es romper con el pasado, y este fin de siglo tan complejo, tan desafiante pero también tan auspicioso, confirman la vigencia de los postulados de nuestros precursores.

Siguen siendo válidos los principios de democracia republicana consagrados en la Constitución estadounidense firmada en 1787 y también en nuestra tradición constitucional.

Sigue siendo tan válida nuestra Declaración de Derechos aprobada en 1791 como las Instrucciones de Abril de 1813, verdadera piedra angular del sistema artiguista. No puede ser de otra manera cuando en los umbrales del siglo XXI no son pocos los pueblos sacudidos por la intolerancia, la opresión y la injusticia.

Sigue siendo válido, señor presidente, el principio de no hipotecar la dignidad de la gente empobrecida por deudas nacionales que ni sabían que las contraían y si lo sabían no tenían forma de evitarlas. Dos tercios de la humanidad viven en la pobreza y hay montevideanos en esa condición que refuerzan cotidianamente nuestro compromiso de hacer realidad el legado artiguista trabajando para que los más infelices sean los más privilegiados.

Siguen siendo válidos los principios de convivencia pacífica entre las naciones y de autodeterminación y de no intervención en los asuntos internos de los pueblos y países, cualquiera sea su ubicación geográfica, extensión territorial o población. Lo contrario constituye una agresión ante la cual se levantaron los colonos norteamericanos en el siglo XVIII y se pronunció nuestra patria al nacer a la vida independiente declarando «írritos, nulos y sin ningún valor los vínculos de dependencia con cualquier potencia extranjera…». Convivencia pacífica, autodeterminación de los pueblos y no intervención en sus asuntos internos son principios que los gobiernos de Estados Unidos y Uruguay apoyaron en la Conferencia Panamericana realizada precisamente en Montevideo hace 57 años y que nosotros aprendimos en nuestra niñez, que corren por nuestras venas y que nos hacen rechazar enérgicamente cualquier forma de imperialismo.

Y sigue siendo válido, modestamente desde nuestro punto de vista, señor presidente, el concepto de que el destino de la humanidad no descansa en las rodillas de los dioses, sino que golpea pertinazmente en la conciencia de los hombres y mujeres, cualquiera sea su raza, cualquiera sea su filosofía, credo religioso, definición ideológica, filiación partidaria o condición social, en un mundo que cada vez es menos ancho y que tenemos que trabajar en conjunto para que cada vez sea menos ajeno.

En nombre de esos principios y en nombre de los vecinos de Montevideo, que creen en ellos, hago entrega a usted, señor presidente, de estas llaves para el pueblo norteamericano que son el símbolo de una nación, de un pueblo que busca con dignidad su lugar en la historia y en el contexto actual de los países del mundo.

 

Muchas gracias.»Desde el sur»

Esta es la versión textual del discurso de Jorge Mazzarovich, ese mismo día en el Parlamento.

Presidente de los Estados Unidos, señor intendente de Montevideo, señores legisladores, representantes nacionales y departamentales, señores ediles.

En mi condición de presidente de la Junta Departamental de Montevideo, órgano legislativo del gobierno departamental, es que expreso a usted que los montevideanos, como parte del pueblo uruguayo, somos y nos sentimos latinoamericanos, parte de este llamado tercer mundo, de este mundo separado artificialmente entre norte y sur.

Somos de este sur, señor presidente, altivo, digno, más allá de las condiciones de vida en que un injusto orden económico internacional nos quiere hacer jugar un papel que no es el que corresponde, ni a la historia de nuestro pueblo, ni a las necesidades de nuestra gente.

Esta nación nuestra ha hecho suyos desde siempre los principios de la no intervención, la defensa de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos y vínculos de estos conceptos esenciales que nos vienen de la gesta independentista a la lucha constante por la democracia.

Democracia que no hace mucho tiempo, señor presidente, le ha costado durísimos sufrimientos recuperar. Y democracia que, naturalmente, entre todos estamos empeñados en desarrollar y consolidar.

Estando en nuestra opinión esto último, íntimamente ligado a la justicia social y a la solución de los agudos problemas de nuestra gente.

En la Junta Departamental de Montevideo, en la que están representados todos los partidos políticos del país por decisión del voto soberano de nuestro pueblo, trabajamos a diario sobre algunas de las necesidades más acuciantes de los habitantes de la capital de la República.

En este trabajo que desarrollamos los legisladores municipales de todos los sectores políticos, desfilan las esperanzas, las ansias de trabajo y de progreso de nuestra gente y pasan tam
bién ante nuestros ojos, aumentando cada día nuestras preocupaciones las angustias, los sufrimientos de niños, mujeres y hombres para quienes la salud, la vivienda, la educación, la alimentación, el tener un trabajo digno, son cuestiones con las cuales nos tenemos que enfrentar todos los días.

En esta labor de los legisladores municipales, que en el Uruguay nos llamamos ediles, aspiramos a dar todo nuestro esfuerzo, para mejorar esas condiciones de vida.

Pero, no nos llamamos a engaño, la solución de estos problemas tiene directa relación con lo que pasa en el país entero, en el continente y en el mundo en que vivimos.

Es muy difícil resolver estos problemas esenciales de la gente, cuando pesa sobre nuestro pueblo una compleja situación, en la que se entrelazan desde el punto de vista económico factores internos y extremos; estos últimos gravitan dramáticamente sobre la economía de nuestros países, es la deuda externa uno de los factores que actúan más negativamente en esta década final del siglo XX.

Los uruguayos, señor presidente, que por decisión de nuestro pueblo ocupamos estos cargos públicos por elección, cuando recibimos a un visitante, ni le rogamos, ni le exigimos, expresamos con la misma claridad con que lo hacemos habitualmente entre nosotros, la situación que estamos viviendo, para que estas opiniones se incorporen a un conocimiento más cabal de la República, en este caso concreto de Montevideo, su capital.

No acostumbramos a quejarnos sobre los problemas que nos toca enfrentar en el diario vivir y no somos de los que tenemos una visión pesimista o una interpretación pesimista del pasado, ni del presente, ni del futuro mejor que nos proponemos construir entre todos en nuestra patria.

Es por eso que al expresar estas breves palabras, intentamos dejar con ellas el latir permanente de quienes desde Artigas hemos hecho nuestra la decisión, el coraje, la disposición de trabajo, para incorporarnos cada vez con mayor firmeza como nación, a un proceso de integración necesaria que tenga en todas las circunstancias el objetivo de mejorar sustancialmente las condiciones de vida de nuestro pueblo y nos preguntamos y queremos respondernos, ¿qué mundo le vamos a dejar a nuestros hijos? y ¿qué hijos le vamos a dejar a nuestro mundo?

Señor presidente Bush, en el escudo de la Junta Departamental de Montevideo, que me honro en presidir, está inscripta una frase que alienta cada día la acción de los ediles que la integramos y dice: «Con libertad ni ofendo ni temo». Es con esa percepción de una frase que viene de nuestra historia, que no perdió vigencia y que no la perderá nunca, que le expresamos a usted, señor presidente, esta apretada síntesis de cómo somos, de cómo pensamos los montevideanos.

Permítame solicitar a usted trasmitir al pueblo estadounidense nuestra irrenunciable vocación democrática, soberana y latinoamericanista. Mucha gracias. *

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