Testimonio de la guerra

«Sendic fue el mejor de todos los ‘tupas'; yo lo capturé y le salvé la vida»

Entrevista exclusiva al capitán de fragata (r) Julio Alvarez

Raúl Sendic (padre)
Raúl Sendic (padre)

No es un militar arrepentido pero se define como antigolpista. Reivindica, con convicción, el papel de las Fuerzas Armadas en el enfrentamiento contra “los sediciosos”, como él los cataloga, y en la “defensa de la democracia” pero condena el desborde atentatorio de las garantías individuales y la posterior escalada autoritaria. La peripecia de aquel joven oficial de la Armada no terminó esa noche con el fogonazo del último disparo. Caído Sendic, herido de gravedad en la cara, no vaciló. Era su prisionero y debía respetársele la vida. Así lo imponía el juramento militar. Alvarez evitó su ajusticiamiento en el mismo acto, frente a algún intento, y ordenó su traslado inmediato al Hospital Militar, con custodia, donde lo aguardaba una mesa de operaciones que le salvó la vida. El propio Sendic lo reconoció. La significación histórica del operativo aún hoy lo estremece. Fue, tal vez, el golpe de gracia para la organización guerrillera, desmantelada en pocos meses por la ofensiva ordenada por el Poder Ejecutivo. Ubicarlo, en algún lugar del interior del país, fue una tarea difícil que insumió varios meses. Persuadirlo para que aceptara la nota demandó un esfuerzo mayúsculo, pero compartido. Su mujer, justo es reconocerlo, cumplió un rol, preponderante. Lo que sigue es su testimonio, crudo, de los hechos.

-¿Qué edad y qué grado tenía en 1972?

-Tenía 31 años. Era alférez de navío. Es como el grado de teniente 1º en el Ejército. En ese momento, estoy en un gobierno democrático. Estaban los otros, que querían agarrar el gobierno por las armas, con determinada violencia. Nosotros hacíamos un juramento, por la Constitución y las leyes, las instituciones democráticas, los derechos y libertades ciudadanas. Respetando eso, teníamos que enfrentarnos.

Pasé 71, 72, 73 y dos meses de 1974, y le digo lo siguiente: bajo mi mando, en esos tres años, murió un solo oficial de la marina, en el que no tuvo nada que ver la guerrilla. Lo mató un fusilero por un problema aparte. Hubo heridos, entre ellos Sendic y dos oficiales, pero no murió ningún hombre. Y el Fusna realizó muchos operativos.

-Usted estuvo al frente de la Brigada Nº 2 de los Fusileros Navales (Fusna).

-Sí, tenía 4 oficiales, que eran guardiamarinas, y 135 fusileros bajo mi mando. En 1972, la guerrilla había crecido muchísimo. Tenía nuevos tipos de contactos, tenía una infraestructura muy grande. Ya muchos pensaban que a principios de ese año posiblemente ganasen la guerra. Después vino el mes de abril, aquellas matanzas. Se decreta la guerra interna y a partir de ahí todo se maneja en forma diferente.

-¿Cómo se vivía internamente en la Armada en aquellos días?

-Lo que se vivía… los uniformados vivíamos bastante mal. Se combatía a un civil que no estaba uniformado, y no se sabía quién era.

-Usted planificó el operativo que terminó con la captura de Sendic. ¿Cuánto duró?

-Aproximadamente una hora. Tal vez un poco más. El fuego se interrumpió dos veces para que salieran dos personas (Xenia Itté González y Jorge Bernardo Ramada Piendibeni). Puede haber sido más de una hora.

-¿Cómo les llegó la información acerca del lugar donde estaban?

-Ellos eran cuatro. Uno de ellos cae dos días antes. Dijo que estaban esperando gente que llegaría de afuera. Sendic era una persona que le gustaba mucho el Interior. También a uno que le decían el “Pichi” y a otro el “Rata”.

captura-sendic

-Y a usted le sonó como que era algo importante.

-Sí, pero esta persona nunca da el nombre de Sendic. De todas formas, algo raro había. Habló recién al segundo día, lo movieron, lo movieron, pero hasta entonces el interrogador no sabía nada. Y él canta todo a las 48 horas. Para ese entonces, ya no teníamos tiempo.

-Le dio tiempo al resto del grupo para abandonar el lugar.

-Es posible. Esta persona dio detalles de dónde se alojaban al segundo día. Ellos en 1972 arman la guerra por todos lados. Hacen muchos operativos clandestinos y estaban muy bien preparados. En este caso, eran cuatro. El cuarto vivía con ellos. Lo agarraron en la calle. Compraban asado enfrente, en una parrillada. Lo agarró un tipo que lo conocía del barrio. Se lo detuvo… de suerte. Y ahí lo suben a la camioneta, lo llevan al Fusna y lo interrogan, empiezan a darle, a darle, y el tipo, al final, cantó.

-¿Cuando usted dice ’empiezan a darle’, quiere decir que lo interrogaron con apremios?

-No, al contrario. El tipo hizo fuerza para aguantar 48 horas. Yo sé bien que fue bien interrogado. A las 48 horas, dio el dato. A esa altura, ya se tendría que haber ido Sendic y no se fue. No sé por qué. Al cumplirse la clandestinidad, o sea las 48 horas, ya se abrirían del lugar del “entregadero” y quedarían libres, pero no fue así.

-¿Por qué se eligió la madrugada?

-No se eligió, se dio en ese momento. Me llama el interrogador a la una de la mañana y me dijo, fulano ya dio el dato. Ya habían pasado las 48 horas.

-Todo ese mecanismo de funcionamiento del MLN-T ya lo tenían estudiado

-Sí, porque se habían agarrado muchos papeles de los sediciosos. En aquel momento se recogían de los escritos que ellos hacían y dejaban en cualquier lugar y todas esas cosas. Generalmente conocíamos los libros de guerrilla, urbana o rural. La rural es más complicada. Por ejemplo, para la urbana nos convenía leernos los libros de Argelia y para la rural, Fidel Castro, según.

–Ellos utilizaban la red cloacal para sus desplazamientos.

-La conocían bastante bien. Y mi brigada era la que hacía cloacas.

En realidad en la Intendencia de Montevideo había dos planos de cloacas. Uno se lo habían llevado los guerrilleros y nosotros agarramos una copia. Conocíamos todas las cloacas de la Ciudad Vieja. Por ejemplo habían de setenta centímetros, otras de un metro veinte, otras de un metro setenta, y después venían las otras como la del Miguelete (cuatro metros por dos metros noventa).

-¿El operativo lo planificó y encabezó usted?

-Yo en realidad no tenía que salir a hacer operativos. Salía porque me gustaba. Y este operativo lo hice solo, no participó ningún oficial. No sé por qué. Hay cosas raras. Fíjese con 135 hombres y cuatro oficiales, lo hice yo. No tenía por qué hacerlo yo. En realidad, tenían que hacerlo; cada uno de los oficiales hacía su operativo.

-¿Por qué decidió hacerlo?

-Me gustaba. Yo generalmente iba mucho. A veces iba con el oficial.

-¿Cómo lo preparó; tuvo algún nombre en particular?

-El operativo no tuvo ningún nombre. Se recibe la información del interrogador, se da cuenta de la información, se arma el operativo en la Ciudad Vieja, el plano de cloacas, el plano de la zona, se hace la planificación y quince minutos antes de empezar se da al personal la “orientación final”. Concurren al lugar 14 fusileros y yo.

-¿Esa “orientación final” en qué consistió?

-La orientación, lo primero es que se entra en las cloacas, cosa de prevenir cualquier posibilidad de fuga. El operativo tenían dos ‘trampas’, se abren las dos tapas y ahí se coloca un fusilero. Después, se pasa al plan de los hechos. No se tenía en forma precisa cómo realizar los movimientos. Esto no era bueno para nosotros. Se hizo un reconocimiento del lugar. No conocíamos la finca por dentro. Estábamos apurados por el tiempo perdido, ya que teníamos 48 horas perdidas. Aproximadamente, a la hora 2 estaba todo pronto.

-El corredor de entrada a los apartamentos de la calle Sarandí 22
9 es bastante estrecho.

-Es verdad. Entré por el corredor y me detuve frente a la puerta donde estaban ellos. Había entrado yo y dos fusileros. Yo veía una lucecita por dentro, a través del vidrio esmerilado y una pequeña cortina. Uno de los muchachos se pone en la escalera abajo y a cubierto, al fondo del corredor, y el otro sube por la escalera. Detrás hay una puerta y un pequeño pretil.

(Me enseña un plano a escala del lugar que él mismo dibujó para esta entrevista. Ahí aparece la habitación donde estaba Sendic, que da a la calle y, al fondo del corredor, la escalera que sirvió de parapeto. El frente de la habitación no tiene ventana, sólo una cortina metálica. Con pequeños círculos, identificó a los distintos actores que participaron en el tiroteo)

-¿Qué hizo?

-Vino en ese momento una señora de otro apartamento del fondo, y le dije que se fuera. Hago abrir la puerta, como se hacía normalmente: “¡Abran la puerta, Fuerzas Conjuntas!”. Se escuchó movimiento por dentro y luego alguien que contesta: “¡Milico de mierda, te voy a matar!”. Lo hizo con una entonación que me hizo tirar para el costado. Ellos tiraron dos disparos. Salto a la derecha y voy arriba con el otro fusilero y empieza el tiroteo, entre los sediciosos y el cerco. A los pocos minutos, no se veía nada.

La pared donde quedamos nosotros quedó toda acribillada. Los guerrilleros no se dieron cuenta que estábamos al otro lado de la puerta, al fondo del corredor, si no, nos hubiesen hecho bolsa. Tiraban hacia la calle Sarandí, y los del cerco disparaban hacia adentro.

En determinado momento, desde adentro comunican que van a sacar a un sedicioso (Jorge Ramada Piendibeni). El cabo de afuera autoriza, se para el fuego. Sale afuera y adentro quedan dos y dicen que siga el fuego. No se veía nada, disparos por todos lados. En ese momento, comunican de adentro que iba a salir otro sedicioso. Autorizan, aguanta el fuego y sale una sediciosa (Xenia Itté, la compañera de Sendic).

Los del cerco piden que salgan todos, y de adentro dice las palabras que las tengo en estos momentos como si estuvieran grabadas: “¡Soy Sendic y no me entrego mientras pueda pelear!”.

Cuando dice eso, se entera toda la red policial. Al poco rato, había efectivos de la Seccional 1ª de Policía, y dos vehículos de la Dirección de Información. Ahí fue lo bravo. Porque el fusilero es muy respetuoso de la vida, y venía gente de otros lados. La ambulancia ya estaba en el lugar desde que comenzó el tiroteo.

-¿Usted también llegó a disparar?

-Sí, yo tiré también. Pero no se veía nada. Este botija que le pegó había tirado dos o tres tiros antes y había errado. No se veía nada. Estaríamos a dos metros de la puerta. Fue un momento bravo. Yo generalmente llevaba una carabina como los fusileros y una pistola. En ese operativo no llevé carabina. Llevé una pistola calibre 45. Yo tuve tiempo, hasta de tirarle a través del vidrio, pero con una 45 era medio bravo… Le dije al muchacho: “Cuando te diga que tires, tirá”. Puso la carabina para tirar mirando para abajo. En una de las salidas que hizo Sendic para tirar para afuera, le pega por el lado izquierdo de la cara.

Fue un tiro solo pero no para herirlo…

-Fue un tiro solo…

-Pero fue más bien un tiro para eliminarlo.

-Mire, ahí estábamos jugados, en pleno combate. No se veía nada. Sinceramente, no se veía nada. El humo era impresionante.

-En el momento que usted supo que era Sendic, ¿no se le ocurrió que era más conveniente capturarlo vivo?

-No podía. No podía ni hablarle, porque si le hablaba me hacía un agujero. Desde afuera, no se veía nada. No sabían si me había pasado algo, si estaba vivo, o no.

-¿Qué pasa en el momento que Sendic cae herido?

-Le pega y cae. Y yo, de adentro, grito que pare el fuego. El sale arrastrándose. Nunca sospechó dónde yo estaba. En ese momento, empezaron a venir las autoridades y me puso nervioso porque los fusileros eran buenos, pero cuando ven a uno que tiene mando… Yo estaba todavía adentro. A Sendic lo ponen arrodillado contra un balcón que daba a la calle, junto al local. Un tipo de la Dirección de Información comenzó a maltratar a Piendibeni. Lo levanta del pelo para verle la cara. Yo salgo, y lo primero que hice fue gritar que el operativo lo había hecho yo y que los fusileros son los que tienen el mando.

Afuera, a Sendic lo ayuda un enfermero. Medio que lo incorporan y lo llevan a la ambulancia y se lo llevan. Atrás iba una patrulla nuestra, con un oficial de la Armada. Era una especie de custodia.

El comandante de guardia pidió de inmediato la habilitación al Hospital Militar.

Mire, yo no traté de salvar sólo una vida: ahí se salvaron tres vidas. Porque hubo operativos en los que al primero que salía lo mataban. Al primer detenido, el hombre, se le puso boca abajo, que eso es lo permitido en tiempo de guerra. A la mujer se la puso contra la pared, parada. Lo que digo es que desde la puerta de la habitación hasta la salida del edificio se lo podía haber matado y nadie se daba cuenta. Y se le respetó la vida. En el momento que cae, yo grito: aguante el fuego. Si no, lo podían haber liquidado.

Sendic comenzó a dirigirse a la puerta, a gatas. Pero salió, no derrotado, sino como si fuese el dueño de todo. Dos fusileros lo ayudan y se lo pone hincado contra un balcón. Cuando yo salgo, estaba todo el mundo, gente de otras fuerzas, vecinos. Después también llegaron dos camionetas con gente nuestra. -Entre ellos, Campos Hermida, acusado por el MLN de integrar el Escuadrón de la Muerte.

-Hay cosas que no se las voy a decir. Las cosas raras. No de la gente mía. Algo raro. A la gente que murió no la menciono.

-En el testimonio del propio Sendic, recogido en el libro “Alto el Fuego”, dijo que ve venir a Campos Hermida con la intenciónd e matarlo ¿Es verdad?

-En aquel momento era imponente. No se veía nada. El humo de los proyectiles era imponente. Sendic estaba lúcido, con el dolor tremendo del impacto de la bala. Yo me acerqué a él y le pregunté si era Sendic y me hizo una seña afirmativa. Un enfermero junto con un fusilero lo pusieron en la ambulancia. Yo dije, y esto está recogido en alguna publicación: “¡Es mi prisionero, nadie lo toca! ¡se van todos de acá!”.

Cuando salgo yo, hice poner en la ambulancia a Sendic, vi subir a alguien, que no recuerdo qué le dice, y lo saco para afuera. Pretendí hacer valer a los fusileros navales.

-El propio Sendic dice en el libro: “Campos Hermida vino corriendo, decía: ‘Hay que matar a Sendic, hay que matar a Sendic, y el oficial de la marina, encargado del operativo dijo que él no tenía esa orden. Lo último que recuerdo de este sobreviviente del escuadrón esa noche fue que subió a la ambulancia y dijo: ‘Bebe, estás frito, Bebe’”.

-(Hace una pausa) No sé, me deja mal. Como un tipo sin prejuicio alguno. Porque si yo hubiese tenido la orden de matarlo…

-¿La hubiera acatado?

-No. ¿se da cuenta? Lo único que yo siento es que la otra parte tiene que estar con vida. Pero no yo, los fusileros navales. El tipo que estuvo afuera manejó la cosa más álgida y eso lo quiero reconocer. Y vuelvo a repetir, no tenemos ningún muerto y había gente en cantidad detenida. Y alguno podrá decir: a mí me pegaron, o vi que le pegaron. Si yo digo, agarré a fulano, lo primero que piensan es qué paliza le debe haber dado, es lo primero que piensa la gente. Estamos todos equivocados. Si el tipo cayó bien, se respeta. Es como aquello que dijo Artigas: “Clemencia para los vencidos”. Los fusileros en sus puestos aguantaron con gran moral.

Yo subo a la camioneta cuando veo que sube alguien (no menciona a Campos Hermida, pero admite que la versión de Sendic es correcta). Después que lo saqué para afuera, subió el enfermero y se fue al Hospital Militar, con una patrulla detrás. Yo todavía tenía miedo que éstos lo siguieran.

Después, veo a Campos Hermida que comienza a dar órdenes, había un policía con el otro detenido. Yo les dije que éste era un operativo de la Armada y se fueron.

Inmediatamente, la mesa de operaciones en el Hospital estaba esperando. Estaba todo arreglado. Otro destino no le íbamos a dar.

-¿Alguna vez se encontró con Sendic?

-No. Lo vi una vez, poco después de la operación, quería ver cómo estaba. Tenía un camarote especial. Después nunca más lo vi.

-¿Qué piensa ahora?

-Yo quiero vivir tranquilo en la paz. A mí, este episodio a veces me hace sentir muy mal. Yo en este momento quiero tranquilidad.

-¿Sobre Sendic?

-Para mí fue el mejor de todos los tupas, el tipo que tenía otra línea. Sendic era la línea más radical. Para mi modo de ver. Un tipo bárbaro, fuera de serie.

Era un ser combatiente. Destaco la fuerza de carácter y entereza que sacó para retirar de la lucha a dos compañeros, quedando él solo, y mientras pudo pelear lo hizo. Hay que estar presente para ver la fortaleza que tuvo. *

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