ENTREVISTA EN SEMANARIO VOCES

Federico Fasano: El gobierno no apoya a los medios de izquierda por temor al qué dirán

En entrevista con el Semanario Voces, el doctor Federico Fasano Mertens, fundador y ex director del diario La República, habló durante más de 4 horas sobre los entretelones que marcaron su vida como periodista y actor político, donde fue testigo y protagonista en la llamada historia reciente. A continuación reproducimos la primera parte del encuentro.

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Fotos Rodrigo López

¿Usted nació en Argentina?

Nací a tres cuadras del Obelisco, más porteño no puedo ser. En la calle Rodríguez Peña y Corrientes, en la que en ese momento era la casa de mi abuelo, Federico Mertens, que fue un gran dramaturgo argentino, junto con Gregorio Laferrere y Florencio Sánchez. Florencio Sánchez se alojaba en la casa de mi abuelo. Mi abuelo fue el autor de “Las d’enfrente”, que fue la obra con la que China Zorrilla se despidió de las tablas en Buenos Aires. Y en el palco estábamos todos ahí, con mi madre con noventa y cinco años, que murió unos meses después que China. Nací en pleno corazón de Buenos Aires, lo que pasa es que vine a Uruguay con dieciséis años.

¿Qué lo trae?

Había caído Perón, en el año 1955. Yo había militado en el movimiento estudiantil apoyando al movimiento peronista. Pero después de la muerte de Eva Perón el peronismo se cae, y yo me empiezo a alejar de todo eso. Se enrareció el clima con la Revolución Libertadora. Era terrible. Incluso aquellos que habíamos militado estábamos en listas negras. Ingresar a la Facultad de Derecho era difícil por mi trayectoria, y decidí venir para aquí por un tiempito para después volver; pero aquí me enamoré de una uruguaya, y marché: entré a la Facultad de Derecho, y además caí en el año más fermental, en la “revolución francesa” acá, caí en 1957 y en 1958 fue la reforma orgánica.

Me nombraron secretario de cultura del Centro de Estudiantes de Derecho, y milité por la Ley Orgánica, aunque estoy arrepentido de haber gritado “Batlle ladrón” (risas). Nos equivocamos en eso. Pero ahí me metí, y no me fui más, porque encontré un país que me recibió en plena efervescencia, y además tuve mucha suerte, enseguida entré a trabajar en El Bien Público, que era el decano de la prensa uruguaya, fundando por Zorrilla de San Martín. Un diario católico, pero muy político. Me nombraron cronista parlamentario y debuto en la Cámara de diputados. Estaban Rodney Arismendi, Wilson Ferreira, Zelmar Michelini. ¡Y qué sesiones! Terminaban a las cinco de la mañana; a mí me llevaba a mi casa Wilson Ferreira, y a veces Zelmar. Fue un bautismo de fuego como pocos. Y bueno, me ennovié, me casé, tuve seis hijos. Y ya me quedé. Ya en ese momento El Bien Público era el número uno. Después vino la crisis de El Bien Público, y me nombran delegado sindical en la Asociación de Prensa, y finalmente en 1960 se decreta el conflicto de los gráficos y los periodistas, y yo ocupo el diario, siendo el único periodista que ocupó. Conviví durante unos días con los gráficos, aunque después tuve varios enfrentamientos (risas). Y El Bien público desapareció, pero yo igual seguí vinculado, tal es así que me llamaron para BP Color, que nació después. Pero antes de eso debutamos algunos de los periodistas en el primer informativo de la televisión nacional, en Canal 10. El informativo lo hicimos nosotros. Y Raúl Fontaina, a quien yo después en las malas de él lo nombré gerente de La República, era mi jefe en aquel momento. Después fundo el semanario De Frente, vinculado al ala izquierda de la Democracia Cristiana, que finalmente se retira con Juan Pablo Terra, Payssé González y toda esa gente. Inmediatamente descubrí que la Democracia Cristiana no era mi raíz, y me encuentro con unos tipos fuera de serie que habían fundado la agrupación Nuevas Bases. Ahí es donde prácticamente se forja mi pensamiento, junto a gente como Roberto Ares Pons, Methol Ferré, José Mujica, Claudio Williman y Helios Sarthou. Era un poco de revisionismo histórico, que en Uruguay no había prendido, y tampoco prendió esa vez, porque uno de los númenes era Vivian Trías. Vivian Trías estaba en el Partido Socialista, pero nosotros éramos todos “triístas”.

Y marcó.

Marcó, generó una gran corriente, que sigue siendo minoritaria. La corriente de la patria grande, de la integración regional, antiimperialista. Rescata aspectos del peronismo y del varguismo, y de algunos militares de izquierda de América Latina, que en general el uruguayo es reacio a eso, porque existe un antimilitarismo que está fundado en estos terribles centuriones que nos tocaron, que mancharon la institución militar como nunca antes se había dado. Pero esta corriente dejó profundas raíces y sembró semillas que han florecido en algunos aspectos del Frente Amplio, no en todos pero en algunos sectores, con Mujica como el representante más notorio.

El MLN surge en parte de ahí.

Surge de ahí. Miren que había gente… José de Torres Wilson. Eran pensadores de primera, y yo me sentí como un pez en el agua. Fue lo que sostuve siempre. Yo fui educado por los jesuitas, y antes de conocer a Charo, mi mujer, iba a entrar al noviciado jesuita.

¡Qué pérdida para la iglesia!

No sé si se acuerdan de Justo Asiaín Márquez, fundador de Betania que es una obra como Emaús. Éramos cinco aspirantes a ser jesuitas, y él dijo que primero íbamos a hacer un retiro espiritual, que lo hicimos en Minas, en Arequita. Al final me hicieron una pregunta: “¿Por qué querés ser jesuita?” “Para reformar la Compañía de Jesús.” Y me mandaron a reformar al mundo, porque la Compañía de Jesús era irreformable (risas), me dijeron que yo iba a ayudar mucho más afuera que adentro. Eso, y después el amor juvenil, me volcaron a la acción política por este otro camino.

¿En qué año se recibe de abogado?

Entro en 1958, y fui dando una o dos materias por año, porque además de trabajar en El Bien Público, después trabajé en BP Color, en La Mañana, en El Diario de la noche, fundé el semanario De Frente, y tenía muchos trabajos periodísticos, no solo en medios de comunicación, sino por ejemplo en el Centro Cooperativista Uruguayo, donde hacía la revista, con Sarachu. Tenía dieciséis empleos, y el diecisiete era cobrar en los dieciséis (risas). No tenía tiempo, entonces daba una o dos materias por año, y cuando llega el golpe de Estado me faltaban unas pocas materias. Ahí en el exilio en Buenos Aires, le digo a Wilson: “¿vamos y las terminamos?”. A él le faltaba menos que a mí, pero me dice: “Jamás seré abogado”. Entonces fui solo, revalidé algunas, otras tuve que darlas, y en los tres años que duró la democracia argentina, me recibí de abogado. Ejercí unos meses, hasta el golpe de Estado de 1976. Después de esa mañana terrible cuando secuestran a Michelini y Gutiérrez Ruiz, me tocó la tarea de hablar con el general Harguindegui, que era el ministro del interior de la dictadura. Me acompañó Jorge Rubler—el que fue después ministro de Alfonsín—, que vivía en el mismo edificio que Harguindegui. Le planteamos el panorama del secuestro. Y delante nuestro hizo una serie de llamadas telefónicas. Al final cuelga y dice: “Quédense tranquilos, está todo bajo control, es una operación limpia, se los está interrogando por un tema menor, tranquilicen a la familia”. Yo hablé con Chicho Michelini enseguida esa noche, para celebrar con Matilde. Pero a los dos días aparecieron los cadáveres. Yo denuncié a Harguindegui en una conferencia de prensa, de solo corresponsales extranjeros y sin que dieran mi nombre. Por precaución esa noche fui a la casa mi abuela, y al día siguiente vuelvo a mi casa y el portero, demudado, me dice: “Anoche entró un grupo de civiles, y creo que alguno quedó arriba”. Y ahí me fui a la Embajada de México. Quedaron mi mujer y mis hijos, que no podían salir de ahí. Un día antes había ido a reconocer los cuerpos, fuimos los únicos que reconocimos los cuerpos, Chicho y yo. Aun hoy tengo pesadillas con eso, porque eran grandes amigos. Gutiérrez Ruiz había evitado mi deportación cuando Pacheco firmó el decreto para que me deportaran por asociación ilícita, interpela a De Brum Carbajal y me defiende. Y no solo me defendió sino que cuando me acusaron de ser argentino, dijo: “Pero es argentino, no marciano”. Yo además no creo en las fronteras, tengo varias nacionalidades y creo, junto con Benedetto Crocce, que el nacionalismo es el último refugio de los canallas. Pero me salvó Gutiérrez Ruiz. Y Michelini cuando el asalto a Pando, que iban a asaltar el diario De Frente, fue el que hizo la famosa alocución “El diario de la dignidad nacional”, porque nosotros salimos a decir basta con la masacre. Había una excelente relación. Pero bueno, los mataron, y eso dejó una huella muy profunda.

Diarios hubo varios, El Eco, Ya…

Yo fundé dieciséis medios de prensa, contando lo seis diarios. Lo de los seis diarios es interesante, porque a mí me llaman “el diablo”.

Y su celular termina en 666…

Sí. Y yo nací el 6 de febrero, a las seis de la mañana, tuve seis hijos y fundé seis diarios. La República es el sexto (risas). Tengo que fundar otro, es una cuenta pendiente que me va a romper el seis, me parece (risas). Fueron dieciséis medios, contando semanarios, contando radios, contando señales de televisión, e incluso en el exterior, porque yo soy fundador de La Jornada y de Uno Más Uno. Primero de Uno Más Uno, y después cuando Uno Más Uno traicionó todos sus principios, fundamos La Jornada. Contando esos dos son dieciséis medios, y ninguno cerró por mi voluntad, sino por voluntad de la dictadura, de Pacheco o de lo que fuere.

Aparte fue una sucesión, porque en los años setenta se clausuraba uno y salía otro.

Sí, es más complejo el tema. Cuando eran clausuras definitivas había que cambiarle el nombre. En ese momento la Ley de Imprenta, solo exigía el nombre, el redactor responsable y el domicilio, pero qué pasa, como yo seguía siendo director de Extra, de Democracia, de De Frente, de El Eco… Cuando clausuran Ya, yo me presento a fundar el diario Crítica. Pero ahí Pacheco se aviva, y cuando voy a presentar Crítica me dicen: “Déjelo ahí nomás”, pero no me ponen el sello. Me tuvieron tres meses así. ¿Qué pasaba? Me retenían, y mientras tanto Ferreira Aldunate se dio cuenta de que quedaba un espacio vacío, y saca el diario Ya, en la imprenta del diario El País. No le fue bien, porque no era solo ocupar un espacio. De Frente llegó a vender 100.000 ejemplares. Una vez nos clausuran porque nos habían prohibido hablar del secuestro de Pellegrini Giampietro, entonces yo titulé: “Hoy no pasó nada”, bien grande. Clausurado también. Era una lucha, espacios en blanco, el perro bulldog que era nuestra insignia, ladrando o riendo. Lo cierto es que le encontraron la vuelta.

Referirse a los tupamaros como “los innombrables” fue un invento suyo.

Sí, que si bien “innombrables” no estaba entre las siete palabras prohibidas, nos censuraban. Porque impusieron censura. Primero la censura previa, después la censura, después la clausura. Además nos mandaban a la Dirección Impositiva todos los días, a la Intendencia, que se había roto un caño y que había que clausurar el local. Lo de Pacheco, fue terrible, fue una dictadura constitucional, y el prolegómeno de toda la pesadilla posterior. Pero les contaba: sacan el diario Ya y les va horrible, y una noche me viene a ver la comisión interna y me dice que me ofrecen la dirección, que Ferreira Aldunate estaba de acuerdo. Hago alguna consulta y acepto, y entro a trabajar en el diario El País (risas). Debe ser lo peor que les pasó, cuando me vieron entrar ahí y ocupar el despacho de director de Ya. Y dejo a José Luis Baumgartner, que era el director, además una excelente persona y una pluma brillante, que ustedes lo tienen acá. Tenía un estilo muy descontracturado, inventaba palabras. Nos llevamos muy bien. Él tenía que seguir figurando, porque si no caía el contrato con el diario El País. Yo dirigí entre bambalinas, hasta que cuando ya habíamos resuelto el tema jurídico, Baumgartner saca un editorial presentándome y diciendo que yo voy a asumir, un lindo editorial que todavía conservo, y que se llama “Cielo amarillo”, y justamente al día siguiente nos clausuraron definitivamente. Ahí voy a sacar otra vez Crítica, y no me lo dan. Ahí se me ocurre comprar un diario del interior, El Eco, de Colonia, que además el director era Costabel, un hombre que estaba vinculado al Partido Comunista, pero de forma reservada, y que después lo detuvieron, pero años después, cuando cae el aparato financiero del Partido Comunista. Pero yo le compro el nombre, El Eco, nada más, y sale durante un tiempo, que es el necesario para las elecciones del Frente Amplio, todo el período preelectoral, el triunfo de Bordaberry y el bautismo de fuego del Frente Amplio. En todo eso jugamos un papel importante, hasta que finalmente nos clausuraron en forma definitiva.

Con todas las denuncias del fraude contra Wilson.

Pusimos todo el fraude contra Wilson. En ese momento el Frente y Wilson nos echábamos chispas, era durísimo. Y yo me voy a Buenos Aires, y el secretario de redacción, Claudio Trobo, me llama y me dice: “Mirá, tengo las pruebas de que la ESSO le pagó a Wilson para la campaña electoral”. “¿Estás seguro? Si estás seguro, hacelo.” Y lo publica. Y no era así, la ESSO le dio a Wilson, y a todo el mundo. No era como me lo presentó. Yo me disculpé con Wilson, pero quedó una situación muy fea, que después cambia radicalmente con el caso Amodio Pérez. Al primero que yo voy a ver es a Seregni, y a Juan Pablo Terra, a Michelini y todos los demás. Pero Seregni decide que sea Wilson el que conduzca la operación de desmonte del golpe que se estaba gestando. Ahí se genera una gran relación con Wilson, al punto tal que él en el Parlamento hace un encendido elogio de mi persona: que me jugué la vida y la libertad por todo eso. Y después en el exilio esa relación se consolida.

¿Cómo fue la versión del libro famoso de Amodio Pérez?

Yo lo conocía porque trabajaba en el diario. Un dirigente sindical, aguerrido. Lo conocíamos, y una noche llega a mi casa su padre, que también era gráfico, y trae una esquela de él, que quiere verme. “Estoy en el Batallón Florida.” Lo primero que hago es hablar con Seregni. “Sí, sí, andá a ver qué pasa.” Hablo con Mario Benedetti, que era del 26 de Marzo, y tampoco sabía nada. Y bueno, voy. Tenía que encontrarme en una calle, llega un taxi y se baja una persona, que me da el nombre: “Soy el capitán González”. Después vi a Calcagno y todos los demás. Subo al taxi, era de noche, paramos a media cuadra del Batallón Florida, me lleva ahí, me hace subir una escalera, y voy a un cuarto, entra Amodio Pérez. Nos abrazamos, porque éramos conocidos, y ahí me empieza a contar, que el golpe bueno, que el golpe malo, que la tesis peruanista, todo eso. Pero muy sospechoso. “Explicame bien”, le digo. “Acá estamos trabajando con un grupo de oficiales que están contra los ilícitos económicos, yo quiero que vos me publiques un libro explicando las razones de por qué vamos a dar un golpe bueno, por qué estamos apoyando esto”. Cuando me muestra lo que él había escrito, todo a mano, me doy cuenta que acusaba a Wilson Ferreira y revelaba un montón de cosas, y yo pensé: “¿Y esto qué es? Esto ya no es el golpe bueno”. Yo estaba en una unidad militar, tampoco me podía poner a decirle que era un traidor o lo que fuera. Le dije: “Dejámelo pensar, lo veo muy peligroso, y muy injusto con gente que ha ayudado a la causa popular, porque al revelar lo de Erro, lo de Michelini…”. “Bueno, no, pero el problema es que estos militares me tienen detenido, estamos saliendo juntos a ver ilícitos económicos y no quieren ocultar la realidad de cómo han sido todas las cosas, pero no van a hacer nada, al revés, va a haber una amnistía”. Salgo de ahí y me presentan a Calcagno.

¿Con el material?

Sí, sí. Me dio los originales, que fue lo que yo entregué. Me reuní con Seregni y con todo el mundo, éramos como doce en mi casa, y se decide poner todo en manos de Ferreira Aldunate, porque iba a haber una segunda reunión donde Amodio me dice que me va a presentar al ideólogo, del que no me dio el nombre pero que yo supuse que era el general Cristi. Pero por lo que verán nunca llegué a verlo, porque se fija una nueva reunión, para una noche de

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Fotos Rodrigo López

octubre —por eso mi libro se llama “Los idus de octubre”, que nunca salió porque el MLN me pidió que no saliera, y en definitiva yo estoy para la acción política y las transformaciones, no para publicar algo que pueda hacer daño al proceso— y a las seis de la mañana de ese día suena el timbre, y atiende la empleada, Palmira, y la tiran al piso y entra un comando armado. Yo estaba durmiendo, siempre cierro la puerta con llave, pero esa vez la dejé abierta, y me encontré con una metralleta en el pecho. “¿Usted es Fasano? Levántese”. Ahí pedí para ir al baño a afeitarme, y me dejaron. Me vestí, me despedí de mi mujer, los chicos lloraban, y cuando me sacan del apartamento ahí me encapuchan, y me llevan a un lugar, y me empiezan a interrogar. Una semana antes el general Magnani había dicho: “Jamás se va a encapuchar a los prisioneros”. Y yo dije: “Mire, no sé quién me está entrevistando, pero si es un militar, es un militar pérjuro”. Yo pensé que no salía con vida, pensé que era el Escuadrón de la Muerte, que ya había matado a varias personas. En esos momentos en donde uno siente el final, uno se agranda, y oigo un taconeo de pasos, me arranca la capucha y me dice: “Yo no soy un militar pérjuro, soy un militar a conciencia cabal, el coronel Ramón Trabal, del Servicio de Inteligencia e Información, y usted está aquí preso por orden del presidente de la República, Juan María Bordaberry”. Bueno, un alivio total. “¿Yo, preso?”, le contesté. “Yo he sido secuestrado, sin una orden de nadie, ni del presidente ni de nadie.” “Mire, Fasano, dejémonos de cosas, yo sé más de usted que usted mismo, sé de dónde viene, tengo un expediente suyo así. ¿Cómo puede ser que yo, jefe del Servicio de Inteligencia, no sepa que un civil está recorriendo los cuarteles de noche, hablando con los prisioneros? Es imposible. Por eso hablé con el presidente, y el presidente me dio la orden.” A todo esto Wilson Ferreira y Gutiérrez Ruiz visitaron a mi señora en mi casa y se enteraron de todo. Charo me dijo: “Vinieron a darme el pésame”. Entonces yo dije: “Me niego a hablar ante usted, porque usted me secuestró. Yo solo hablo ante el comandante en jefe del Ejército, general César Martínez”, porque Wilson me había dicho que el único en el que se podía confiar era en el general César Martínez, que sabía todos mis pasos y que iba a protegerme cuando fuera por segunda vez al Florida a entrevistarme con el general X. “No puedo llamar al comandante en jefe.” “Entonces no hablo.” Y ahí viene el general César Martínez, nos dejan a solas y me dice: “Lamentablemente se descubrió toda la operación, no podemos continuar con esto, diga todo lo que sabe, quédese tranquilo”. Y bueno, fue muy interesante porque yo iba revelando todo y Trabal mandaba a detener a Calcagno, a este, al otro, detuvo como a doce militares, delante de mí iban cayendo. Vamos a ser claros: después no pasó nada, porque los mandaronn al interior, y lo único que se hizo fue postergar el golpe de diciembre, porque la idea era el golpe a fin de año, y que después pasó a febrero y después a junio. Ninguno fue preso, fueron a guarniciones del interior. Y yo, que era el denunciante, y que el Parlamento me elogió por lo que había hecho, quedé que no podía salir del país, que tenía que ir todas las semanas a Caballería N° 1 ante el tribunal militar. Ahí fue muy interesante, porque conocí al coronel Caballero, que fue uno de los militares legalistas ante el golpe. Yo hablaba con él y me mandaba información para que se la transmita a Seregni. Y cuando vino el golpe de Estado él con su ayudante reúnen a todo su regimiento y dice: “Yo soy constitucionalista, no voy a violar la Constitución, los que no estén de acuerdo con esto den un paso al frente”. Y todo el regimiento dio un paso al frente, y lo ponen preso. Incluso ahora quiero saber si vive, porque tengo ganas de buscarlo y recordar aquellas épocas. Tuvo un gesto muy digno.

Después, cuando habló con Ferreira Aldunate y Gutiérrez Ruiz, ¿le explicaron por qué fueron a darle el pésame a su esposa?

Ellos creían que era el Escuadrón de la Muerte. Mis hijos iban al Liceo Francés, salen unos días después y ven afiches que decían: “Dos condenados a muerte. Amodio condenado a muerte por el MLN. Fasano condenado a muerte por el Escuadrón de la Muerte”. Empapelaron todo, eso lo hizo Azul y Blanco, que era un semanario que sacaba todas las semanas un recuadrito, que decía: “Fasano indeseable, y si no se le aplica la ley de indeseable, vamos a actuar nosotros”. Años después, cuando fundo La República, me encuentro con Wilson Craviotto, el de Azul y Blanco, un diputado pachequista que se convirtió en un león vegetariano, ya en esa época era más democrático, que me reconoció todo aquello y me pidió disculpas. Ferreira Aldunate y Gutiérrez Ruiz a la una de la tarde ya sabían que yo estaba detenido por orden de Bordaberry, van enseguida a mi casa y se lo dicen a mi mujer. Yo vivía en Julio Herrera entre 18 y Colonia, frente al Entrevero, y fue por eso que me acusaron de ser el autor intelectual del asalto al Banco Francés Italiano, y fui preso por eso. Los tupamaros asaltaron ese banco, no robaron un solo peso, sacaron de la caja fuerte las pruebas de los ilícitos económicos de algún sector de la Lista 15, donde estaba vinculado Jorge Batlle, y me los entregan a mí y yo los publico. Y yo vivía en el piso de arriba (risas). Estaba yendo con el coche al diario y escucho por la radio: “La Policía está en el diario De Frente esperando al director acusado de ser el autor intelectual del asalto al Banco Francés Italiano”. Bueno, no fui al diario, me fui a mi casa, y pasó algo que no volvió a suceder nunca más, porque la dictadura fue otra cosa: me fueron a buscar a mi casa, y yo me amparé en la Ley de Nocturnidad, por la cual no podían entrar hasta que no saliera el sol. Y la respetaron. Yo vivía en el primer piso, y hablé con los medios desde el balcón (risas). Hasta hubo corresponsales de Argentina que publicaron cosas. Ahora, cuando salió el sol, para adentro. Lo que buscaban era decir que era tupamaro, y yo nunca fui tupamaro. Pero respetaba a los tupamaros, respetaba su idealismo, que era gente que creía en sus ideas y se la jugaba por ellas. Pero me llevaron a declarar frente al juez Echeverría rodeado de tupamaros, Marenales, y mujeres tupamaras también, o sea que la televisión me filma a mí en el medio de todos los tupamaros. Fue una operación de imagen. Llego y un escribiente me toma la declaración antes de pasar al juez, y me dice: “Mirá que está adentro González Olivieri”, del MLN, que era el bancario que había dicho que yo era el autor, el que había armado todo el asunto. Y me empezó a decir otras cosas. Años después me hice amigo de ese escribiente, que fue director de Brecha, Guillermo Waskman. Las cosas de la vida. Y bueno, cuando entro al careo estaba el inspector Morán Charquero, que fue el que me interrogó antes de estar preso.

¿Interrogaba todavía sin torturar?

No, yo era director de un diario, me trató muy bien, hicimos bromas y todo, pero me metió preso en la celda conjuntamente con los tupas. Yo después escribí una serie de artículos, “Cielito de los tupamaros”, porque era lo que silbaban en la Cárcel Central. Lo cierto es que el juez Echeverría enfrenta al bancario Olivieri y a Morán Charquero, y ahí el bancario se derrumba y dice que es todo mentira, que él jamás vio a Fasano, que lo torturaron. Además estaba en condiciones higiénicas deplorables. Yo quedé en libertad, obviamente fue todo una patraña. Y sí, yo tuve contacto con el MLN, contacto profesional para difundir ese tipo de cosas, y me amparé en el secreto profesional, que no existía como existe ahora. Lo cierto es que quedé en libertad.

Con respecto al tema Amodio, ¿cómo fue lo de Dardo Ortiz en el Batallón Florida?

Yo le entregué todo eso a Wilson Ferreira, por decisión de Seregni. También le entregué el primer papelito de Amodio, el que me entregó su padre, que decía que quería hablar conmigo. Ese papelito es el que lleva Dardo Ortiz y hace el cotejo caligráfico, que ahí no lo dejaban salir y finalmente lo dejaron. Fue el papelito ese, que todavía tengo la fotocopia. Después de eso es que se revela todo en el Parlamento, porque incluso no se sabía bien mi papel. Lo del Parlamento fue bravo, porque todos los sectores, incluido Paz Aguirre, de la 15, los colorados, los blancos, todos, destacaron que yo me había jugado la vida en esta situación y que se había desbaratado esto. Que no sirvió de mucho, vamos a entendernos.

Y la evaluación de ese fenómeno, cuarenta y pico de años después, ¿cuál es?

Al principio pensé que era una mezcla de salvar la vida y convencimiento real de Amodio, que estaba enfrentado a Sendic. Amodio era el ala militar, y Sendic era el ala política, digamos simplificando. Yo entendí que Amodio creía en esa alianza, después la vida me fue mostrando muchas cosas de él que me llevaron a pensar que no, que lo que buscaba era salvar su vida y la de su compañera, eso y nada más. Y creo que en sus últimas declaraciones un poco lo confiesa.

 

Pero participaron muchos dirigentes.

No con Amodio.

¿Eso no fue después?

En ese momento ya estaban con esa visión de que había que lograr la paz, que habían sido derrotados y que lo mejor, tácticamente, era ganarse un sector de las Fuerzas Armadas para la causa popular. En el fondo creían en eso. Amodio negoció lo de él. Y ahora me ha acusado de que lo traicioné. ¡Por supuesto que lo traicioné! Si no, hubiera traicionado a mi conciencia. Además yo a él le dije que me diera todo y que lo iba a pensar. Pero cuando salí ya vi una traición total, por los nombres que revelaba, y porque se notaba el odio hacia Sendic.

La reaparición ahora es de un zombie, ¿no?

Sí, un zombie muy monitoreado por alguno (risas).

Algún ex empleado suyo.

No sé si es monitoreado por él, pero…

El periodismo uruguayo ha pasado en un 95% bajo su mando.

Bajo La República. Hablando de quien hablan, quiero decir que fue un hallazgo lo de Gabriel Pereyra, era camionero.

El hallazgo fue de Jorge Pasculli porque estuvo en Las Bases.

Empezó en Las Bases, pero nunca hizo periodismo profesional. Y la verdad es que fue una revelación, incluso en La República llegó a ser jefe de información. Ahora, qué rol está jugando ahora… todo es opinable. Yo creo que es un periodista que hace política y no creo en el periodismo objetivo.

El tema es quién no hace política.

Pero muchos dicen que no, como la gente del semanario Búsqueda.

Usted ha dicho que su intención fue colaborar con el triunfo de la izquierda al gobierno.

Cuando dejo Nuevas Bases para crear medios de comunicación en una conferencia de prensa digo que termino con el periodismo objetivo, que he decidido dedicar mi vida a crear diarios profesionales, no artesanales, capaces de construir el auditorio más vasto que la izquierda uruguaya haya podido tener, saliendo de ese estilo parroquial que teníamos con El Popular, El Sol y todo eso. Marcha salía de eso pero no era popular, era elitista. Yo entendía que la única forma de dar el salto era llegando a las grandes capas.

Usted dijo que estaba de acuerdo con el golpeteo y desgaste, que es una concepción comunista de la política.

Comunista no, yo estaba muy vinculado a los GAU (Grupos de Acción Unificadora). Mi hermano estuvo siete años preso, por ser GAU. Pero yo estaba más en la línea de golpeteo y desgaste, y no de la confrontación. La confrontación era la línea más tupamara, que para mí era la debilidad de la izquierda, y tanto tupamaros como comunistas debían dejarse de joder.

¿Cuál es su balance de la izquierda gobernando?

El Frente Amplio no tiene un proyecto anticapitalista. Pudo tenerlo, pero no lo tiene. ¿Qué es la izquierda hoy en Uruguay? Es difícil de definir, porque podemos decir “socialdemocracia de centroizquierda”; “neocapitalismo de Estado”, “neodesarrollismo inclusivo” o podemos decir “protosocialismo”, como dijo Olesker. Es muy difícil definir la naturaleza ideológica, jurídica y política del Estado progresista hoy, porque es una mezcla de muchas cosas. Lo que sí tengo claro es que es un modelo de patria productiva con equidad, contra la patria financiera tecnocrática. Además, la no definición de estos distintos parámetros es explicable, porque estamos en un momento histórico en la humanidad, donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, como decía Gramsci. Hay una pugna donde el radicalismo verbal, que no produce hechos radicales, no conduce a nada. Una cosa es la fácil cultura de la oposición, y otra es la cultura de la responsabilidad en la que hay que resolver los problemas. No es fácil hacer una crítica demoledora al Estado progresista después de once años, porque ni siquiera la caracterización es clara. Es una mezcla de varias cosas. No hay una definición de socialdemocracia, salvo que Tabaré Vázquez dijo, en determinado momento, que era un gobierno de centroizquierda. Ahora dice algo que a mí me llenó de gran satisfacción, que se pudiera reflejar de las palabras a los hechos que este es un gobierno de izquierda.

¿Le cree a Tabaré Vázquez?

Bueno, ¿por qué no le voy a creer? Yo creo que Tabaré fue la ganzúa necesaria para abrir unas puertas que estaban cerradas a cal y canto para la izquierda uruguaya.

Entonces de pronto el problema es el retorno.

Recién empieza, dejémoslo gobernar. Habló de un presupuesto de izquierda y también de neodesarrollismo, en gran parte cepalino, pero con inclusión social, con equidad. El protosocialismo es más una expresión de deseo. Es como dice Fidel Castro: “construyan el socialismo”. Nadie puede creer que se puede construir por decreto en el Uruguay, como si fuéramos Albania. Lo que dijo Fidel creo que lo toma Tabaré. El nuevo paradigma que todos deseamos construir, porque el viejo ya murió. El nuevo paradigma no puede ser otra cosa que una sociedad de ciudadanos iguales, lo que proclamaba la Revolución Francesa o la Soviética, pero con la contemporaneidad de hoy. El otro día le contestaba a Sonia, que me preguntó qué querría hacer antes de morir…

Ya lo están enterrando.

En algún momento hay que hablarlo. Y dije que aunque no tengo la capacidad ni de Marx ni de Engels, me gustaría escribir el nuevo manifiesto del 48. Es decir, el nuevo paradigma. El fantasma que hoy recorre el mundo es la desigualdad. Yo he defendido al capitalismo como sistema de producción, superior al feudalismo y al esclavismo. Ojo, que me saco el sombrero ante el capitalismo primitivo comparado con la ferocidad del neoliberalismo de hoy, como sistema de aniquilación de los seres humanos, que es en lo que se ha convertido hoy, donde el 1% tiene el 99%, donde cada tres segundos muere una persona de hambre. Veinte personas por minuto mueren de hambre, en el planeta de la abundancia, en el planeta que puede alimentar a doce mil millones de seres humanos. Existen ochenta multimillonarios en siete mil quinientos millones de personas.

Los ganadores del Monopoly ya se quedaron con todo.

Pero esto tiene solución. Y la solución no es la revolución. Digo, en última instancia es la revolución, pero hoy no hay condiciones ni objetivas ni subjetivas. Aunque bueno, ojo, porque se están viniendo. Miremos el caso de Grecia, que en el fondo es la defensa de la dignidad nacional, y es falso que le corten los créditos si no se paga la deuda externa. Miren el caso de Rusia en 1988, y el caso de Argentina en el 2000: no pagaron, salvaron a sus pueblos, levantaron al país como nunca, y a los dos años vinieron los créditos, porque es la lógica del capitalismo, y porque son países poderosos. Y Grecia, que ahora tiene un movimiento popular en el gobierno, no quieren que sea el tercer caso, y la amenazan con todo. Pero me desvié, estábamos en…

La izquierda en el gobierno en Uruguay.

Para redondear un poco, el 0,1% de las transacciones bancarias mundiales, resuelve el problema del hambre en el mundo. Y se niegan a eso. ¿Por qué se niegan? Porque el neoliberalismo es partidario de la eutanasia de los pobres que no consumen. Reagan decía que los ricos producen riqueza, y que los pobres producen pobreza, y que por eso no se les puede poner impuestos a los ricos, porque lo que queremos es que produzcan más riqueza. Esa mentalidad terrible, que es la ideología del neoliberalismo, tiene solución, y también en Uruguay, porque debemos reconocer que hay rasgos neoliberalistas en el Estado progresista.

¿Tiene nombre y apellido eso?

Yo no lo personalizaría, y si lo pienso tampoco lo diría. Lo que sí digo es que en la coyuntura en que está el Uruguay hoy, se ha hecho una apuesta privilegiada a las inversiones. Ese es el caballito de batalla. Nunca en la historia del Uruguay ha existido esta inversión, ni siquiera en las épocas de blancos y colorados. Eso genera una euforia; yo lo he hablado con compañeros de izquierda, que me dicen: “Pero esta es la realidad, qué querés, ¿matar las inversiones? Toda la distribución que pudimos hacer fue gracias a eso”. Sin embargo yo creo que hay dos medidas que puede tomar un gobierno de izquierda y que no ahuyentarían a las inversiones. Una es el impuesto al patrimonio, que la izquierda no lo quiere tomar, y por el contrario ha dicho que lo quiere ir bajando hasta su desaparición.

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Fotos Rodrigo López

El impuesto al patrimonio es lo más justo que hay: el que tiene, paga. Y después algo que nadie se anima a plantear, pero que el gobierno de Tabaré Vázquez puede hacer, es el impuesto a las grandes herencias. Que no digan que no hay soluciones, las hay. Impuesto al patrimonio e impuesto a la herencia arriba de determinado nivel. Yo no soy economista, soy un político. Pero también creo que la economía es la ciencia de la escasez, y es una ciencia política. No me vengan con tecnócratas: esto es político, y esta decisión es política. Los que acusan de neoliberal al Estado progresista en algunos ejemplos tienen razón, pero hay una diferencia muy grande: acá hay una cultura de igualdad, que no la tienen los neoliberales. Nos dijeron que no sabíamos gobernar, y se probó todo lo contrario, porque nunca hubo tal esfuerzo por combatir la desigualdad, y aunque no se haya logrado eliminar la brecha, la achicamos. En Chile no lograron achicarla. Podemos hacer un análisis de luces y sombras del gobierno progresista, pero creo que el saldo es positivo. ¿Y qué otra alternativa hay?

¿No estamos ante una sociedad mucho más fracturada, más dividida, culturalmente?

Bueno, sí. Evidentemente acá lo que no acompañó al gobierno de izquierda fue una cultura de izquierda. La revolución cultural no se hizo. Pero vamos a entendernos, la misma cantidad de gente que votó al Partido Nacional y al Partido Colorado en las anteriores elecciones, los votó en esta. A esa gente no se la convenció. Y hay sectores sociales que podían ser convencidos. Hay un fracaso de que no logramos hegemonía, en el sentido gramsciano del término. No ganamos la batalla cultural. Y hay nuevos agentes que irrumpen en el gobierno, algunos sin formación, sin preparación.

¿Dónde están esas cabezas, esos cuadros?

La dictadura fue un genocidio cultural. Así como terminó con la prensa, porque solo quedó la prensa intelectual orgánica de ellos mismos, liquidó también a una generación de seres pensantes, fermentales, creativos. Y eso no surge como los hongos después de la lluvia.

Fue hace cuarenta años. El nazismo mató todo, y sin embargo renacieron.

Pero en Alemania no han renacido como antes. Los grandes pensadores alemanes de todas las épocas, incluido Carlos Marx, no florecieron después del nazismo. No estoy justificando que la dictadura sea la causa de esta pobreza cultural, intelectual o ideológica, porque uno ve las discusiones ideológicas que se daban antes, en el sesentismo, y las compara con las de ahora y no tienen nada que ver. ¿La causa? Creo que es multicausal.

¿Perdimos la batalla cultural como izquierda?

Ah, sí.

Y ahí los medios pesan. ¿Por qué la izquierda no le da pelota a los medios? Usted lo sufrió en carne propia.

Mucho, en varios planos. Por prensa escrita, radial y televisiva.

Vamos a hablar de la prensa escrita porque la radial y televisiva, usted dice que no sirve.

No vayan a poner eso que me matan (risas). Creo que los que construyen la agenda son la prensa escrita. Yo creo que la escritura y el papel es una necesidad biológica del ser humano, y que va a sobrevivir, aunque obviamente de manera muy reducida, por la gran revolución digital que se come todo. Gutenberg no va a morir. Esa necesidad queda, y yo la siento, busco los diarios por internet, y sin embargo necesito el papel.

Es un tema generacional también.

Y en el caso de ustedes, que es un semanario de opinión y que destinan muchas páginas a una entrevista, eso no lo hace la televisión, ni la radio, ni la prensa escrita de hoy. Todo está reducido al flash, a lo que se digiere rápidamente con poco pensamiento. Yo quiero sacar un diario y quizás lo haga, pero obviamente no pueden ser los diarios de antes. Esos sí murieron, o están moribundos. El diario que va a sobrevivir, es el diario especializado, con mucho material de lectura, pero de pocos temas.

El generalismo lo cubre internet.

Cuando sale ya lo saben, y lo peor es que los diarios siguen compitiendo de esa manera, porque salen con noticias que nadie se explica de dónde vienen, cuál es su contexto. Yo sacaría un diario de las diez noticias más importantes del día y nada más, para que los lectores se queden informados. Ese diario va a sobrevivir, pero en el mundo no existe, y los grandes diarios, como el New York Times están en otra cosa.

¿Por qué la izquierda no entendió el papel de los medios de comunicación?

Optaron por el entrismo, por el caballo de Troya. Creyeron en esa tesis, y no tuvieron resultados. Creyeron que podían influir sin apoyar a medios de izquierda, porque todos los que estamos en el periodismo de izquierda lo hacemos por convicción. Si quisiéramos tener beneficios materiales, haríamos periodismo de derecha. Se pierde esfuerzo, dinero, todo, por una causa en la que uno cree. Y los gobiernos de izquierda no apoyaron eso, en primer lugar creo que por temor.

¿Temor a qué?

Al qué dirán. Un temor que no tuvo la derecha en apoyar todo lo de ellos, de forma ilícita incluso. Yo tengo casos en que he ganado licitaciones y me llaman y me dicen: “Por favor, retírate”. No voy a dar nombres pero tengo tres ejemplos en que me retiré a pedido. ¿Pero eso qué es? Eso es temor. Es una de las causas. En igualdad de condiciones prefieren dárselo a la derecha que a la izquierda, porque no van a recibir palos de la izquierda, y de la derecha sí. La otra causa es más táctica. ¿Por qué no nos ganamos a los medios de derecha? Es decir, no hacer lo que hizo la derecha cuando estaba Sanguinetti o Lacalle, que nos coartaban, nos discriminaban, nos mandaban inspecciones de todo tipo. Eso es lo que hacían ellos. Pero a la izquierda nadie le puede decir que hayan hecho alguna maniobra para cerrar algo.                 Lo que llamo entrismo, es no conocer la lógica de los medios de comunicación dominantes en este país. Los usaron, porque cuando llegó el momento, golpearon donde tenían que golpear. Y además está claro que no es periodismo, es una guerra contra el gobierno hecha con finos modales.

Finos modales en Uruguay, porque en Argentina y en otros lados la prensa es el partido de oposición.

Es así. Hay una diferencia: en la Argentina kirchnerista la tienen clara: apoyan a los aliados, porque consideran que es una guerra, no se olvidan de que el enemigo está ahí. Y digo enemigo, no adversario. Pero esto es Uruguay. Hay otra cultura, otra sensación del qué dirán, de hacer buena letra.

Mujica: cinco años dando primicias a Búsqueda, a Montecarlo y a Canal 10.

Eso dicen. Si lo hizo por pícaro, creo que se equivocó. Son enemigos. Korzeniak, que la tiene muy clara, un día dijo que Búsqueda era de derecha, y doce periodistas de Búsqueda iniciaron un juicio por difamación e injurias. Él me presentó a mí de testigo; y di veinticuatro razones de por qué Búsqueda es de derecha. Korzeniak fue absuelto. Bueno, primero que ser de derecha no es un insulto, es una ideología, y en muchas partes es un orgullo. Acá evidentemente la derecha no tiene buena prensa, aunque tiene mucha prensa. Ahora con el tema del recorte presupuestal una de las primeras medidas que tomaron fue la publicidad oficial. Con esto van a hacer un gran daño a pequeños medios de comunicación. La publicidad oficial se calcula que es un 40% del total. Sacarles a determinados medios, que dan pérdida, el 40% de su publicidad, los condena. ¿Quiénes van a sobrevivir? Los grandes. Y cuando hablo de grandes hablo del único diario con una circulación adecuada, que es El País, y que además desea cortes en la publicidad oficial, aunque parezca mentira.

¿Cómo debería funcionar? ¿El Estado aportando para que haya más amplitud y libertad de prensa?

Existe en varios países, pero acá también existía. En la década del sesenta, hasta la dictadura, acá había subvención al papel, por ejemplo. Había exoneración tributaria para los diarios.

No pagan IVA.

No pagan IVA del precio de venta al público, eso sí. Pero la publicidad, sí. Y hoy el precio de venta al público ha quedado subsumido, hace años que importa poco. Los que tienen más dificultades son los que precisan materias primas para difundirse. Creo que fue el gobierno de Tabaré el que eliminó los aportes patronales de la prensa escrita. Estaban exonerados, en la batería de medidas que se había dado anterior a eso, y fue eliminado, ahora se paga. Cuando hablo de la prensa hablo de la información, no de la recreación; porque de los canales de televisión yo no puedo decir que sean prensa, sí los informativos, pero el porcentaje informativo no supera en 10%, el resto es porcentaje recreativo; en la radio puede ser un poco más distinto, pero también hay un amplio factor recreativo, y cuando hablo de recreativo incluyo los partidos de fútbol y todo lo demás. Periodismo puro hace solamente la prensa escrita, que es, además, la que tiene más costos. Ante eso, lo que hay que hacer es darle transparencia absoluta a la publicidad, con el criterio que elijamos: tiraje, influencia, apoyo social, no sé. Y a ese criterio atenernos todos. Por supuesto que cada empresa tiene que buscar también cuál es su target y todo lo demás. Pero transparencia. Y en segundo lugar darse cuenta que no es una empresa mercantil. No hablo de la televisión, insisto, pero hay empresas mercantiles de comunicación y empresas no mercantiles. Ya no hablo de fines de lucro, pero por lo menos que no tenga un interés mercantil. Interés político, ideológico, el que quieran, pero no mercantil. Tomar en cuenta eso, porque además cumplen un fin cultural, de inclusión social, democrático, porque el derecho a la información es uno de los derechos más importantes del ser humano, y hoy las guerras ya no se ganan con balas: se ganan con información. Tienen una impronta que el Estado no puede mirar para el costado. Hay que decir: “Usted gana tanto pero pierde tanto, pero no quiero que desaparezca porque usted cumple una función social, y lo voy a ayudar en la medida de las posibilidades”. Insisto, no son empresas mercantiles, como no lo debiera ser ninguna empresa, pero bueno, eso es el capitalismo. En rigor, la información no puede ser objeto de cambio, objeto de lucro. No puede serlo. Lo es, pero por lo menos atemperemos esos elementos. El ideal sería una prensa autosustentable, sin publicidad, o donde la publicidad fuera información de bienes y servicios, no propaganda como es hoy.

Porque también condiciona el contenido.

Cómo no va a condicionar el contenido. Miren lo que le pasó a Búsqueda ahora, que no sé qué empresa le dijo que si la mencionaba le cortaba la publicidad. ¿Y cuántos habrá habido así, pero que no lo dicen?

 

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